miércoles, 13 de octubre de 2010

Lobo aullando al amor.



¡Qué exhalación ante mis aullidos!

En la noche los lobos aúllan
anhelosamente a la luna,
clamando la hermosura
entre aullidos desesperados
al quererse comunicar de esa ternura
rutilante que los ha extasiado;
por estar ella tan lejos
y en sus ojos tan marcados,
la belleza de sus reflejos
siendo la loba que los ha enamorado;
como en mis ojos su espejo
de incontenible blancura
como su pelaje el cual no dejo
de ver en mi noche de luna;
como cada ojo verdejo
que posee esta loba de mi locura,
e hiriente por estar lejos
¡ésta maravillosa criatura!.

¿Será que la tendré cuando sea viejo?,
porque está a lo lejos de la dantesca cima,
no quiero que sea mi añejo,
pasados; sino eso me lastima,
por no contenerla en mi pellejo,
y sería más bien un espantoso clima,
pudriendo el huerto del cornejo
rodeador de mi ser y que gima;
por no saber ella que la quiero
abrazada a mi ser, y eso me deprima,
profusamente en mi pellejo con rotura
al no saber lo que vivo de mi vida
ella en mi tétrica noche de luna
cuando canto con tanta melancolía.
 Por eso en las noches te maúllan
los lobos y más ¡yo por vuestra blancura!
loba de más anhelante ternura.

¡Qué sentir de mi noche flébil y nocturna!,
es que si vierais cómo transformo mi cantiga de pluma,
dócil, cada verso como vuestra blancura
que hoy he mirado en la noche de luna;
¡qué cómo vos ornamentación ninguna!,
qué de vuestra suntuosidad procreó mi espirito
a un orbe que no comprenderíais,
ni imaginarais mi alma y sentido
que de vuestra beldad tomaría en un vals,
o sigilosamente mi olor esté en un mazurca
acorralando vuestro respirar,
sin dejarme ir de vuestra meliflua vida,
por ser esa loba a quien he tomado en mis labios
para consumir de infinita alegría,
y a quien beberé sin dejar de amaros,
eternamente de mi poesía y salmo,
entre el pasto y de tú hermoso lago
verdejo que de esta noche no dejo
de ver por completo;
siendo esos dos ojos plebeyos
y que se han agitado como violoncelos,
como ante mi mirar sagrado de enamoramiento,
y tan empíreo o fortunio, como el amado cielo.

 Vos llegáis plebeyamente,
no hay ninguna como vos en mi ente.
 Como vuestra belleza tan profunda
ha consumido de esa manera rápida,
para que mi alma vuele a vuestra locura,
porque sois realmente mágica,
como vuestros ojos de laguna,
verdes que me hundan
de amor ávido y de lujuria,
entre vuestra piel y en la mía sin rotura;
por haber capturado la dulzura
que de mi gen ha difundido en la armoniosa luna,
siendo vos hacia el universo la ternura.

 Si os tuviera en mi lecho
florecería el cornejo,
ahí viviéramos con todo derecho
hasta ser yo viejo
amándote siempre en mi pecho
ardiente a tú ser entre diluvios de besos.
 Siempre de gran cortejo,
por siempre hasta el reino del cielo
y nada más con eso siempre sueño
por ser mi único apreciado sentimiento;
que los demás mi poderoso anhelo
que lucharé por conseguirlo así haya duelo
entre otros por tener vuestro hermoso pellejo
en mi ser más que cubierto;
besándote y rugiéndote en el huerto
de mi agradable y viviente cornejo,
en donde vivo viéndote de lejos
por ser la belleza en mis dos ojos,
como mi esplendoroso espejo
enamorador de mi sentimiento.

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