miércoles, 13 de octubre de 2010

¡Oh qué dulce sirena!


La sirena de mi quimera

Camino por la cálida arena
una tarde de muchas mareas,
y a los lejos veo una sirena
hipnotizándome por su belleza,
y por esos ojos de emperatriz
que entraron sin dureza
ante mi vida de cicatriz
colmada de esa tristeza;
pero que quitasteis con vuestra lindeza
toda esa maléfica pena
y no os veíais como una mujerzuela
sino como una gema.

Os vi sentada sobre una roca,
la marea acariciaba vuestra lindeza,
y a lo lejos me sonreíais con vuestra boca,
y más me incitaba vuestra presencia
que era de lejos una diosa.
 Caminé sobre la tórrida arena,
era como sentir tú piel fantasiosa,
los delfines salían junto con la marea
emitiendo en esa tarde luminosa,
alrededor de toda esta sirena
sonidos tan suaves en la tarde silenciosa;
os zumbasteis junto a la marea
en ese mar os movíais maravillosa,
me acerqué hasta la costa del mar,
mis sensaciones subían cada vez más,
no había tenido en frente algo tan real
que incitara y enamorara tanto en verdad,
vinisteis hasta la costa del mar,
me preguntasteis; ¿por qué no entráis a nadar?,
¿acompañadme que será de toda paz?.

A tales preguntas mi ser tenía miles de respuestas,
como si mi corazón se agitara en miles de orquestas,
le dije fantasiosa sirena de la mar,
no sé si sea un sueño este gran momento en realidad;
me dijo: no es un sueño, soy la sirena de vuestro contemplar
que habéis tenido hoy y que seguiréis
viendo en todos los días más,
le respondí, ¡oh! si es así dejadme decirte
¿cómo haré para ir al fondo del mar,
para estar junto a vuestro ser
allá en el fondo sin poder respirar
y nadar contigo de gran rapidez?
me dijo: ¡no os preocupéis ya!
solo acaríciame con vuestros labios mi piel,
y vuestro preocupante lastimar
convertiréis de vuestro desesperado ser
en algo que os regocijará,
y besé su cálida piel,
y mis labios sintieron al besar
la carne más divina del querer,
ese sentimiento del arrullar
y sucedió algo que no podía creer,
miré hacia abajo y mis dos pies
habían desaparecido por el beso sentimental;
que convirtió en pez
por darlo con tanto amor inmortal.

Esa era la prueba que me tenía la sirena,
ella tan solo quería saber si la amaba
profusamente y así perdía mi pena,
y así el milagro se inundaba
y al pasar esto le dije a la sirena;
no sabía que él amor hacía maravillas;
como en el principio al verte borraron mis pesadillas;
quiero estar contigo mi reina
tan unido como una indestructible cadena;
en ese mar los dos cosidos
amándonos tanto y así arderán nuestras venas;
al copularnos más aún del resto del destino
en el fondo viviendo con sonidos de ballenas,
melodiosas a nuestro alrededor del oído;
sintiéndote de libidinosa desnudez,
haciéndote el amor del inmenso querer
a ese cuerpo mío hasta mi vejez;
compartiendo palabras de amor a tu ser,
y cuando duermo en el fondo del mar me gusta su mudez;
porque así los delfines más cantan y es mi enternecer.

Por eso ese cuerpo tuyo en mi piel será la huella
imborrable que cada crepúsculo tendré,
tatuado como tus senos, tú cara de luminosa estrella,
tú sonrisa paralizadora cuando te conocía doncella,
porque lo eras, porque lo sentí en mí boca
cuando te besé hermosa sirena,
cuando te acercaste cerca de la costa
romanceando más mí terneza,
y por eso caí en tu hermosa belleza.


Eres el ardor que no se apaga en la mar,
así nadie crea que arde un amor
en llamas que a lo lejos siempre va palpitar,
con la fuerza de las olas nuestra pasión;
agitable, venerable, excitante de nuestro amar,
en este océano tú único tritón
que os idolatra con inmensidad,
que arrulla profundamente tú corazón
con toda una sagrada fidelidad,
con toda pintura es el color
de este amor y abundante paz,
el que no será en nuestra unión fugaz,
amor como este no se puede alojar,
amor como mío no se puede dejar,
por eso tú me amarás hasta la eternidad
en ese mar tan profundo,
como lo es mi amor por ti en este mundo,
mi sirena de mi única grandeza
que haya tenido ardiendo en mi vena.
Tú pelo es una perfumada melena
que siempre acaricia mi cabeza,
sintiendo toda una exquisita sirena
que amo en las noches de nobleza,
y así tú a mí de gloria me llenas
acelerando inmensamente mi terneza
en la mar y que así florezca
de libidinosa unión un hijo:
mi maravillosa sirena
contigo de regocijo,
y sin ser nuestro mundo tan extinto
viviendo bajo del mar nuestro delirio,
junto con peces, ballenas, delfines ¡bien divino!,
este amor que perpetuará en nuestro destino.

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