jueves, 14 de octubre de 2010

Métrica descalabrada.


Odas e ignoradas y métrica descalabrada.

Este orbe es tan hostil de las inspiraciones que sentimos los poetas, a la hora de solo escribir pasiones sentidas por completas en nuestros corazones; y de las cuales no son secretas, porque expresamos de forma romanceadora en una hoja de papel la pasión penetradora; relatando profusas historias, sobre aflicciones y otras son glorias, y terribles decepciones. Pero la gente
que leen nuestras poesías. ¿Sabrán muy bien lo que decimos?, cuando no tenemos alegrías o en cada letra de lo que sentimos. La pasión contiene tantas cosas que ni la luna en esta noche suele
ser esplendorosa; por darse cuenta de los que vivimos así con el sombrío que hasta sucumbimos escribiendo en nuestra mesa; sin ser la noche terneza.

Solo el frío hoy me acaricia, y de mis ojos caen lágrimas, como un río pluvial sin poder parar por lo que hoy mi corazón ha sentido; casi sin ese inmenso latido, por mis sentimientos que se trisan durante mi lamento de esta noche de muchas cavilaciones; por el idilio de nuestras composiciones, que son más que hojas marchitadas de terribles perdiciones, porque el mundo no entiende de nada, del comienzo de lo que expresamos hasta el final que narramos, casi los pocos poetas que quedan y que quieren ser, ya los son, porque su sentimiento es lo fundamental de la composición poética de su completa predilección.

La poesía, ¿cómo métrica de su mejor corrección?, de los que las escriben así en su composición analizada e interpretada de amor, pero su creación de exigente medición,
es lo que hace al poeta trancarse, ni contener el inmenso romance, porque el sentimiento no da buen avance, no deja correr como corriente de río, y es baldío su inspiración que siente de amor, verdaderamente son aversiones sus medidas del verso que solo te deja sin vida, porque te ata a su regla la métrica de cada palabra, como separar en silaba, como una hiriente espada que te quita el alma del tétrico poema, ¡no brilla como gema!, cuando cuentas en la estrofa, para ver si haces una octosílaba o quizás una decasílaba, y el poema es una esclavitud, una dictadura a sus órdenes que señorea fríamente al poeta, él deja de sentir el verdadero poema que debería de sentir como cálida arena entre sus dedos acariciando el papel; y eso es lo que llena al alma sin ser cruel, aromando su interior, sintiendo el amor en su corazón, amando la poesía como su eterna pasión, de crear fantasías que son en imágenes vistas. El ambiente en donde se traslada de alegría, son momento de brillazones, y otras desilusiones. No todos hacemos poesía porque es linda, y ni tampoco leemos porque nos parezca bonita, leemos y hacemos poesía porque contamos a través de las letras todo lo que penetra, una vida de aventura, más que vesánica como cuando el lobo maúlla en las noches de luna; como viéndola a ella su locura de belleza que quiere en su ruta, esto nace y perdura por siempre ante cualquier cosa de este mundo, hasta de una hoja de una naturaleza o una vulnerable flor desprendiendo remembranza de un amor; o de un hermoso y plácido herbaje, lo recordado de una salida de viaje, cuando diste bellos masajes a ese amor penetrante a tu ser que fue apasionante. Así escribimos y hacemos brillar más nuestras letras, no con reglas, que son más que candela, que destroza nuestra fluida inspiración que tenemos desde la fogosa vena, y que da circulación hasta llegar al corazón, donde despertamos más que una quimera, y nos sentimos felices por la pasión. Una sextina por ejemplo: y que lo destina a perder el tiempo de su estado sentimental, sin saber que se hace daño mortal.

Escribí poesía con medida, es verdad, pero me sentí tan sujetado a eso que hoy te confieso, que no eres ya la reja, ni la esclavitud a mi alma, eres solo un pasar, y te sujeto el cuello para decirte que entre mis cabellos, boto tu sucia maldad, por no ser la felicidad de mis días que estuve sentado, contándote entre estrofas benditas, que no soporté, y por eso que de ti me alejé, y a ti ya no me acostumbraré, y las historias o quimeras serán mejores al escribir, se sentirá uno más feliz, sin tener una dolida cicatriz. Versos libres tienen que ser, porque somos libres de la esclavitud, de la métrica con plenitud, y tenemos así a los versos libres, mucha beatitud, siendo ante la poesía una venerable virtud, de cada persona brillando como el cielo azul, sin ser infeliz tú.

Esa es la enseñanza del poema verdadero, no una medida que te aloja del cúspide querer, que tienes a una dama o una pasión de sueño, que se sueña desde pequeño, por ser eso, y lo terminas explayando en el verso, agitándose siempre en tu pecho la ilusión que amas por toda tu eterna vida; con el cual florecerá alegría.

Hay otros que son solo versos blancos, cuando expresa de forma corrida el escritor, que siente y que no piensa, solo sus palabras fluyen como corrientes de ríos sin defensa, durante lo que siente, porque traen tantos dolores acoplados ante los escritores, su inspiradora y congojada creación de engaño, de un desamor sin la abrazada pasión, y a veces otros versos son de beatitud ante la escritura desprendiendo su gratitud, por ser ese momento maravilloso el idilio romanceador de profunda pasión; ¡y ah Dios! por mandar ese ser hermoso que blanqueó y renació su pobre corazón.

Y nos da realmente mucha vida cuando leen con el corazón nuestras poesías, pero cuando no las entienden las vemos desaparecidas; sentimos que nuestras odas son más que vacías, y cubiertas de pavorosas espinas, hiriendo cada palabra y dejándola en forma de cenizas; fantasiosamente desaparecen ante la ruina, siendo solo el papel más que blanco, y las letras eclipsadas por la ignorancia de un dolor que los mancó plenamente, para desaparecer, para ser más que borradas
y a no volver florecer, solo cuando la idolatren desde su verdadera alma.

Solo mi espíritu tiene la certeza que nuestras odas son la belleza rutilante en los ojos que la valoran; de esas personas que la adoran, y que las entienden realmente cuando las leen con el idilio del amor. Y así mi corazón y mi alma brillaran eternamente de alegría; y se fuera mi apenado dolor de las letras y de la pobre poesía, teniendo más gratitud a la amada antología de la literatura, llena de dulzura.

La única manera de que un poema brille, como el fulgente universo, es que vivan en esa historia del poeta, y la leída será más brillante en los versos de alegrías o tristezas de la poesía cautivadora de mi noche romanceadora de luna y estrellas; entregándome su inspiración esplendorosa ante mis ojos que vieron la poesía, que es a veces una triste ruina.

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