miércoles, 13 de octubre de 2010


La moza de mi respiración latida al orbe.

Eran días mozos para su comienzo de vida, más que descubierta en el fondo de su regodeado
sentimiento. Su padre no entendía quizás lo que le estaba pasando, él solo llevaba silenciosamente ese indecible apego de su camino. Este joven tenía dieciséis años, le gustaba la literatura del comienzo del año de enero, él antes se había dedicado a otras cosas, jamás a su alma acarició algo tan cúspide que lo llevara a cambiar de forma personal y sentimental. Él cuando salía a la calle siempre iba solo, pocas veces con amistades. Solo la soledad le acompañaba entre la coalición de agitadores sonidos en su oído del camino; quizá como un vesánico por las calles llevándola en sus agitantes dedos moviéndolos y sus brazos por el aire, sin importarle quien le vea. No tenía hasta esa edad una cálida manceba quien fuera su belleza de calmar su soledad y darle un aliento de elevación; pero las pocas veces que encontraba una dama, el trataba como que de charlarle a ellas de ¡cómo era su vida, que era lo que le gustaba!, porque el casi de eso con su padre no hablaba, el a su padre no le decía que le parecía la poesía y la música clásica, para este joven era una expresión de sentir el vivir y explayarlo lo que siempre ha gustado entre cuentos o historias que siempre él escribía de lo que a él le encariñaba y hacía ¡muy feliz!. El al escribir era como estar ahí, viviendo esa quimera ensoñada de su tórrido sentimiento de sirenas como cuentos ilusorios; siempre en cada verso de la hoja del papel poseía un semblante zozobro y desesperado, por adquirir ese sueño florecido y bendito en su corazón; de poseer entre el lecho y de millones de besos, como la damisela angelical de tatuadas notas en su cuerpo férvido; mientras escribía veía su imagen entre su belleza. Él la besaba con las letras que escribía como un río sin detenerse por tan enjambre anhelo de entelequia amada. Transformaba su pasión entre mujeres por la soledad que estaba viviendo, gracias a esos versos que sumergieron el papel, su vida avanzaba a pesar de ser en la edad de dieciséis años un joven desierto, sin arena férvida que lo cubra. Para él la música desde esa edad le hablaba con voces como la de Dios; cada composición musical al oír le decía cada nota que sientes en tu oído, de mis muchos compases son mis caminos que prosigo de esta vida que he tenido, como compositor la música está escuchada pero no hablada, ese es el lenguaje quienes las expulsan cuando solo al momento de estar en frente de un piano; cae entre enjambres de notas por fusas y semifusas infinidad de sonidos por lo que uno siente; de tal momento y rodeado por los labios que hablan mientras tocamos cada tecla de un piano. Mi oído la oía tan profundo que sentía que sus vibraciones giraban todo mi ser; con sonidos tan tenues al momento de tocar y sentir que era mi soledad, de mi sendero sin poder a nadie acariciar, con ferviente anhelo su cuerpo esa soledad me hacia crecer más y más, sin dejar locamente de agitar mis manos sobre ese instrumento, “cuerpo de sirena, por tal estructura que poseía, y por el aroma entre las teclas que tocaba estaba ahí ese hálito quizá de seguir descubriendo imperecederamente el romance de mi alcance fantasioso; para así abrazar y traerlo; ofrecerle esta vida tan mochales y fantasmagórica”.

Miraba la tarde de mi día y entre un momento el sol dio un resplandor, que entre el horizonte
cayó entre nubes una llovizna formando un esplendoroso arco iris; era el arco de mis visiones, con varios colores los cuales era tan parecido como lo que estaba viviendo, y recordé esa remembranza de las poesías, ¡qué esa nube entre llovizna era mi aflicción de soledad!, y por otra ese sol con brillo fulgente ante mi era toda la paz, en parte que me daba la poesía de decir lo que a mi organismo le pasaba, la música eran los lares que yo caminaba con sus sonidos que el alma no se exaltaba; porque era mi aliento quien se llenaba de mustia, por estar tan podrido de vida. Las remembranzas recorrían todo mi cerebro dejándome muy triste, quizás estaba en la vía aturdido de vivir en un mundo tan bellido y a la vez tan descorazonado al corazón; pero no era esa circulación misántropa o empedernir, era solamente bondadosa y armoniosa de mi centro risueño, de seguir escribiendo en las hojas de palomas mis versos, desolados y ensoñados. Hojas de palomas, eran así porque al ver la blancura y delicadeza era como sentir lo tenue de una flor; o cristal vulnerable de la vida, a un soplo se perdía o la romanceada dama. Me preguntaba: ¿A tales minuciosos que recibo, son así tan sumisos y profundos que ni sobrevivo? ¡Por querer contener una damisela o una vida, sin ser desierta!, ¿por qué será así la dureza?, ¿dónde encuentro ese mirar o fugaz aliento que quite la zozobra entera¡. Y así desquitar lo que a un ser penetra, y convirtiendo así todas mis letras de matices, sin ser mi esperanza del destino, mustia y de fuerza
extenuada. Si la esperanza es verdosa y frondosa, debe ser el aire lozano o joven, son herbazales y forrajes de vida aromada de naturaleza, como lo vivía Beethoven. La naturaleza sin afligir, por una necesidad solo son libres, por su forma de coexistir, no necesitan llorar o gemir por un dolor; no apenan estos seres naturales quienes nos dan en realidad el oxigeno de vida; ¡Ahora que lo recuerdo al contar esto, respiré una rama de un árbol!, y de él me alimenté, dieron ansias de elevar el hastío que estaba viviendo y sucumbiendo; ese oxigeno penetró tanto que mi alma voló, y mi ser explotó de la botánica amada sacándome de ese averno consternado e impiadoso; era medicina sus ramas al momento de respirar y señorear en mi vida. Y aparecieron esas notas nuevas de esta naturaleza, entre el viento a mi oído diciendo y a la vez escribiendo; mis labios, mi idioma estado tantos días de ruina y de mustia vida, que aquí he llegado a un color inexplicable de infinidad matizada, al ver sido perfumado y alentado de mi orbe dolido sin respiración quizá y es perfectamente, porque así fue como mi respiración elevó gracias a ese aliento de un árbol que me renació la voluntad de vivir sin luctuosa condena; entre partitura dibujaba un árbol y profusas ramas, que eran las corcheas de medio tiempo que alimentaron así el respiro de mi vida; entre las teclas de sonido suaves eran las memorias, las cuales me aferraba a una ilusión tétrica, por no conseguirla cohesionando, así notas de suave sonido y siendo composición contristada; y silencios de cuatro tiempo duraba en cada cinco tonos, por el vocablo de mi pasar, el idioma se manifestaba de forma clandestina, nadie supiera esa ruta pertinaz, al tocarla en el piano solo pasaran sonidos hermosos a su tímpano, pero en agitación vivida son sonidos de vidorria del pasado que no haya sabido mi padre; cual fue el anhelo desesperante que mi alma necesitaba, no de una vida desierta y extenuada, sin exhalo de un amor perenne, explayada a una hoja mi terneza, soñada de terrible maleza, pero fui acudido a ese sitio ávido de la frondosa naturaleza, quien fue la que perfumó mi zozobra entera, elevándola como color de primavera, y dándome una sumisa damisela, para cambiar la dolida huella del destino que me aterra; ella era mandada de gran quimera, por haber sabido lo que estaba padeciendo, y ella era convertida de ese árbol en hierbas, resplandeciendo como estrella, y mis ojos al verla y de pasar esperando esa belleza velozmente quitó mi tristeza; a ese regalo que me mandaba la naturaleza, siendo en mi momento una doncella, desde que la vi, mi ser solo ardió, por esta arte palpitó mi corazón, por fin en la vida que vivía de soledad, su piel era blanca, ojos verdes una venustidad, su cabello era marrón, por el tallo del árbol, sus ojos así eran por las hierbas lozanas, fue un obsequió que jamás mi visión olvidará y que en ella se contemplará por el resto de sus días; que abrazará como lo más sagrado de una naturaleza; sensaciones y alegrías por dormir junto a ella, y vivir plácido de una vida tan brillosa, y sin ser ya impiadosa, sino esperanzada y regocijadora, frente a sus senos de un lecho como mi fiel terreno, de adormecerme y arrullar fervientemente, y acariciar siempre su sumiso regazo con mis labios y amarrarme como si estuviera en un lazo; anhelo exquisito y bellido que tendré hasta el reino perenne, nada terminará sino seguirá sin mal. Por eso la partitura influye mucho un árbol y una naturaleza salvadora, que me proveyó a esta dama maravillosa, quienes los miles de sonidos tenues y armoniosos que hace esta relación más de espontaneidad, son constantes sonidos de esta indecible diosa, y que vivimos en esta naturaleza, como el paraíso sin ropa, sin nada solo desnudos nuestros cuerpos, pero con inmenso sentimiento, más que casto sin poder amohinar en este sitio de romance abrumador o total, que sentimos entre nuestros cuerpos al unirse en cópula y de orgasmo, de un pasar entre el lecho de romancear la piel tanto hasta sudar; por la penetración inmensa que siempre esperé sentir pero de florecido amor, que no termina y que siempre empieza sin final siendo tan sonrientes en una visión de nosotros dos; y de diluvios rocíos caen en sus senos como ríos, mis lágrimas por tanto esperado amor, al cual quería conseguir y ser triunfador de esta manera ígnea y prodigiosa, mientras estoy ahí, hierba suave como rosa te digo: las notas hoy son lenguaje enamorador por el idilio que vivimos de pasión; cada compás expresa esta rijosidad que penetra, mi idioma de letras, tu aroma de grandeza, al solo besarte mí exquisita hierba, que deja en el mundo una luz de belleza inapagable que pierda esta relación de nosotros tan eterna; y por depositarnos en labios un mensaje de amorío en vida infinita y que las plantas y flores que son mustias; renacen por nuestro amor, a ellas dejándolas con color y exhalado perfume que nos alienta de eso en esta naturaleza de infinidad de corcheas, constantes que no frena, por esta relación tan tierna, jubilosa y suave como tú pierna, tan igual como lo es tu vagina de mi onanismo, hasta sentirnos de romanticismo mi hierba damisela que en mi vida dio un albedrío inmenso sin ser mi piel frío; sino una piel férvida por tu calor cuando das en el momento de ardor cuando hacemos el amor. ¡Oh mi ser, oh mi vida, oh mi amor! estamos tan unidos que brotamos en el espacio de estrellas nuestros respiros, en el acto de amor del lecho entre otras galaxias que están en el universo, o como la galaxia Andrómeda hasta allá llega el latir de nuestro amor, dejando el espacio de completo oxigeno al sentir nuestra indecible pasión, somos dos seres que ni el mismo universo sabe lo que podemos hacer; así suene algo irreal esta lava volcánica de unión, hace gran enjambre de erupción, hasta dejar ese espacio negro entre estrellas rutilantes, los demás planetas con oxigeno habitual, sí así es el amor vesánico que soñamos a tanta irrealidad, que sentimos para hacer tan cúspide maravilla, nuestro amor hace cambiar lo que no puede ser.

Capítulo ll El Universo

Universo infinito a veces te contemplo, y de ti hace poco meces de esta edad de diecisiete años te observé a lo lejos, tres estrellas fugaces pasando velozmente una, y entre ese segundo mí pensamiento se centraba entre el sentimiento de un anhelo poderoso que sentía muy dentro de mí corazón; era el anhelo a través de ese meteorito caído del espacio a el planeta tierra, en forma de piedras, mi deseo vehemente era ser escritor como siempre en mis días de la edad de dieciséis a la de diecisiete me ha fascinado; porque es el complemento o pieza grande que hace dar la vida a un ser humano; lo hace sentir vivo, cómo a mí, sí cómo no gritarlo, sí es mi diluviado amor, mí refugio de hacer lo que quiera, y demostrar en una hoja lo que tiene sentido el escribir a mas allá de su imaginación viviendo cosas fantasiosas y a la vez que son portentosas y meritorias; en el fondo de nuestro latir, sí así son nuestros vahos ante hojas perfumadas de él amor, quimera, de la raza humana entre ellos al observar, me pasó más que ocurrente plasmar mi infinidad de terneza. Entre pocos minutos en el horizonte pasó de momento esa estrella de brillo fúlgido de nuevo ante mis ojos; no creía que esto antes me iba a pasar. Qué fulgente fue y como entre mi vida tenía otro anhelo, que sin él no pudiera ser la poesía porque se refiere profundamente a su vida o vidorria; pedí entre ese cielo negro y estrellas acompañándome quiero ser un pianista, compositor que da la vida a mis poemas que son la esencia inmensa de seguir en cohesión inseparable; porque son como el cielo y la tierra tan enlazados, así era la poesía y la música clásica entera, que hacía ver notas sobre ese espacio en cada una de las estrellas brillando muchas corcheas, fusas y silencios entre notas de sostenidos a mi alma calmada, no había visto algo así, son cosas que a un humano le pasa, cuando es así es difícil de alojar de tú destino, que está tan profundizado como la carne de tus venas, o como la lobreguez que me acompaña, así estaba atónito y con ojos brillando y sonriendo de regocijo a ese espacio con estrellas rutilando. De pronto seguí contemplando de gran interés, y en ese instante pasó otra en el horizonte, ¡qué estrella fugaz, ese fugaz de luz!, me enterneció tanto que dije: ¡Oh mi Dios vos saber cuáles son estos indecibles anhelos! y para que sean por siempre de mi vida eterna; necesito tener en esta vida salud, sin ella mis anhelos no siguieran, necesito la salud para seguir el camino sin dolor de cuerpo sin nada de eso, quiero escribir y componer música porque es la clandestina vida que se expresa entre una partitura; pero la poesía no, porque ella si te habla el idioma del amor, a cambio una música solo escuchas el sonido pensando, ¡será tristeza o alegría!, mientras en realidad lo que es el camino de nosotros que vivimos en una vida desierta, o una vida de amorío de albedrío dolido, como olas de un mar a tú cuerpo fundido, y de agonía consumido, corremos y corremos ese ensueño no conseguido hasta quedar en la hoja de un papel o partitura afligido; la poesía y la clandestina música son dos fuentes de aguas inseparables, como el agua del mar de su sal, son así nacidas como mi apego a ellas desde que me arrulló, y que a mi vida la cambió, a pesar de andar mi vida desierta. Sintiéndola a ella por dentro, y leyendo su idioma admirable y de armonía o beatitud por lo que está hecha; entre ti he volado alto, a un cielo y sintiendo a los ángeles cantar; tocando arpas y violines, son mandados por Dios a un canto armonioso, pero su sonido expresa más que la oda, su sonido manifiesta algo más, que yo leo diferente, a lo que es la oda entre voces de ángeles, suspiro más el sonido suave que me eleva a frente de él, plácida nirvana, entre ángeles me calma, sabiendo que su mensaje es toda música, está por el aliento de Dios, sus voces se realzan a ese lenguaje oculto de nuestra predilección, mientras escribimos notas no son solo tiempos que duran el momento de tocar en su encuentro; sino son tiempos que vivimos de una historia sumergida de nuestro ser ido e implorando a Dios, entre plegarias de ser una composición armoniosa y de historia misteriosa; así la aferramos tan sabio que en su historia mientras la escuchamos, somos nosotros quienes corremos y de visiones que vimos al escribir de esa imaginación antes notas que son vividas; estamos corriendo sin parar por un camino y remembrando ese fulgente momento, ante nuestras manos sentidas del piano y tatuadas en partitura, el enjambre espacio de estrellas las notas que elevan a un cielo con esos ángeles dando a través de ellos el aliento de Dios; que dicen: ¡Eh aquí la tranquilidad que buscabas por vuestra composición latida al mundo!, ¡nuestro vaho ígneo te regalamos! para que tengas más dentro de ti, ese secreto descubierto en la música, que habla entre miles de oídos y nadie comprende sus rutas golpeadas de un manto blanco, que lo tocan entre la ida de un caminar ¡está él!, y sigue figurando que ¡es él!, él que lo vivió. Pero a mí me atrapa sin dejarme escapar y leo las notas de su historia en letras; que vive el compositor tan romántico, que fue baldío su albedrío de amorío tenaz. Las notas de una composición cuando suenan cada sonido, es como las gotas de un llover que caen sin volverse a levantar, y así va siguiendo su arte de seguir mandando ese masaje cálido y misterioso, sigue sonando entre sumisos sonidos hasta dar un éxtasis que las gotas que cayeron se vuelven a elevar y sigue igual su proceso pero esta vez más fugaz; con semifusas sin poder parar la agitación de la mano sonando en todo el piano, romanceando en aroma de paz y libertad a ti, eres libre vuela con notas acariciadas ante tu aliento, alimentándote de esas notas tu organismo que vuela entre ellas sin parar a ese cielo con voces susurradas hablando en tu oído; serafinas arrulladoras a tu ser de alimento infinito, y entre tu mano señalando ante serafinas agitación lenta a vuestros semblantes en armonía melodiosa, y cerrando los ojos con un sentimiento cautivador y expresado de predilección indecible a esta agitación abrazada por el diluvial recorrido en las venas; recorriendo todo de mi cuerpo, como pasión de notas agitándose sin parar de mi sentimiento inmortal de este orbe; ¡oh aquí en este cielo que estoy! con serafinas demostrando lo que es la música para mi, serafinas armoniosas con violines y arpas mandadas por Dios, y haciendo blanquear mis ojos por su benéfico entendimiento, de mí como lo son ustedes de allá del paraíso, idioma de música en notas, historias vivas como explayo con mi semblante regodeado, ¡la vida! serafinas, ¡la vidorria clandestina!, entre partitura su cuita o beatitud alcanzada por este lenguaje con alma dormida; y quedando solo las serafinas que acarician tu pecho, elevándote hacia ellas con besos, y sintiendo que su forma de hablar son tocándote el violín con vulnerabilidad; y mientras mi alma está dormida ellas hacen su rijosidad entre mi cuerpo con regodeo sentido, al besarme las tres en su mundo ya y yo mirándolas desnudas lleno de libidinosidad; las sujeto y las pongo sobre mi sin esperar ni un segundo del violín más, y sin agitar el violín entre el roce de piel suena mi corazón, piano, violín por estas venustidades, serafinas dándome melodía y despertando mi alma con millones de sonidos por esta sensibilidad y divina voluptuosidad de piel tocada; y sabiendo Dios que son toda mi armoniosa paz, estas angelicales serafinas romanceando más así mí música de jovialidad, que las absorbo hasta dejarle sin suspiros de tanto amor que mi ser da; como su melodioso y exquisito deidad con pieles de pureza doncellas al tenerlas; y de una mágica belleza es lo que a mi alma y vida alimenta, con solo abrazarlas el delirio se apodera, haciendo vivir otra historia de quimera que no se aloja sino siempre comienza, entre mi remembranza con sus labios y semblantes que me contemplan, sin quitarme sus miradas y melifluos cuerpos de delicadeza, ¡como lirio de una primavera!, más que al tocarlas son frescas y sabrosas como la tentadora fresa
que a mi ser ellas alimentan, ¡qué ensueño vivo de quimera!, las tengo tan dibujadas entre mis notas de armonía, que las traigo a este momento de soledad que a veces mi alma lleva, o mi aliento necesita de la quimera, ¡oh que fantasmagoría mi ser penetra!, por eso las tengo entre mis letras llenas de sensible rosa o acariciante voz doncellas que en mi corazón siempre suena; sus sonidos de violines y arpas damiselas. ¡Voy a continuar con otra historia mas ya este camino pasó, solo serán anhelos injustos, porque vienen de otro mundo, como invisible de mis ojos y de cuerpo mío a ustedes disfrutado y alegrado al verles tenido en su mundo romanceado; por su aliento cálido que subió mi pasión melodiosa en partitura de adhesión serafinas del empíreo cielo de Dios; a ustedes junto a mi partitura de voz, mi idioma, la música de clandestinidad, mi inefable fantasmagoría relatada por la lejanía de mi soledad, ángeles perenne en mi remembranza de no olvidad por ser su deidad.

Hay caminos que no vemos un semblante de hada, y terminamos explayando tales cosas que uno vive por la necesidad de ese profundizo aliento ante nuestros labios para absorberlos como nuestra respiración; ese segundo formando ser un millar de galaxias que rodean de brilles, de encanto más por sus ojos ocultos que encuentro mi unida quimera, ¿de llorar no?, por la fantasmagoría de mi mente que no se aparta cuando uno está romanceado por un aliento tórrido y de labios rojos; de hada nívea su piel mientras esa quimera se apodera de mi sentir hoy, a ese mundo lejos de mí que vivo, está ella con esa definición de afrodita. Mientras la tengo en mis labios la beso como si estuviera sintiendo que estamos los dos unidos de un árbol; y ante nuestro besar tan solo en alegría será que nuestras manos serán ramas, nuestros pies raíces y nuestro cuerpo en tallo, y así el idilio crecerá hada mía de mi aliento primero hallado; no hay nada más que estar soñándote ¡qué mejor seguir sintiéndote en las letras!, ¡oh amada hada! que pasas entre mis ojos caídos para ser levantados a vuestra mirada; y seguir sonriendo por tu calmosa paz que da por solo sentirte en mi, y desprender todo este magma como erupción de mi corazón ígneo. Desde que te vi pasó una estrella fugaz de ilusión, y luego unas nubes bajaron y me echaron más a ti y te toqué, y ahí fue cuando más lateó mi corazón de magma, pero cuando te besé fue como que si lo ardiente del magma estallara sin detenerse por tus labios tan dulces, suaves, primorosos a los míos formara a nuestro ser, por mí un árbol de ramas y tallo nuestro cuerpo junto, y que de él formáramos hacer un idilio que brilla como la galaxia desprendiendo una rutilancia verdosa y marrón por nuestra naturaleza. Ahora que vivimos juntos, te puedo sentir tan enlazada a mi carne como lo quería poseer antes una vez por una hermosa dama. Tus cabellos los cuales eran amarillos y los míos negros son matas ahora más que verdes, siendo un verde con brillo de sol, nuestros ojos, nuestros labios están siempre tan cerca por ser tan cúspide la sensación y el amor, así nos convirtió el romance acariciador, como a mi alma de este camino que necesitaba cada segundo del día y noche; no dejo de contemplarte y besarte. ¡Amor de mi alba que acaricio asiduamente, hoy quiero hacer algo que antes no hice!, y que de años pasados siempre quise sentir, quiero meterme a tu profundidad y darme ese albedrío con mi glande hasta el final de ti; me dice: Yo soy doncella yo tampoco conozco eso, le digo: ante vuestros ojos sentía eso que eras casta desde las entrañas hada doncella de mi ansiosa predilección, que llega de mi corazón con reflejos de un latir inmenso y sensación de querer tenerte hoy en mi cópula amorosa; mis besos quieren recorrer todo tu cuerpo de tallo y alimentarme de tus senos, la leche pura que derramaría a mi alma con más agitante anhelo de poner mis manos de madera por tu suave espalda; y tú cabello con caricias suaves sin parar mientras te tengo en mi glande ya uniéndose, ¡oh siento que ya sale tu sangre verde amor! de la virginidad ahora serás mi eternidad, y de mis ojos se irá la nublada soledad, siento que te enterneces mientras cada segundo más te doy en tus entrañas cálidas y entregadoras de un amor casto que haya mi ser latido; y esperado de esta manera inolvidable un sueño de no relegar… qué mejor que abrigar perpetuamente en cuerpo divino formando un huerto inmenso que será nuestros hijos; por esa cópula apasionante de unión.

¡Oh raíz de mi raíz somos felices!. Dice ella: sí, lo somos jamás pensé o iba a sentir algo así tan relajante en mi orgasmo, quiero vivir de luna a sol de los días para poder vivir más cosas que entre palabras; si nos decimos no llegaríamos a culminar la cúspide pasión que floreció desde nuestra visión sentida a solo de por esa mirada tuya mi amor. Le digo: nuestros días serán como la primavera que nos rodea, de serenidad sin poder azotar un mal, porque al amarnos así tan magma, este sentir no tiene límite en el universo de galaxias, mi indecible y meritorio amor, ahora si vez está floreciendo frutos de todos los colores, es un árbol mágico y fantasmagórico, la cópula que hicimos fue tan casta y entregadora de idilio, que floreció y despertó ante el cielo azul matices hermosos, nuestros hijos amor, nuestros hijos de pureza. Dice ella: sí, amor crecieron nuestros hijos son los más meritorios de nosotros, a ellos podremos contarles nuestra historia tan fantasiosa, como nacen de nuestro gen serán tan romanceadores en la vida, que de ellos nosotros estaremos regodeados. Digo yo: Ahora carne de mi carne no olvides que así esté lejos o libro de mis secretos sentidos por una vida quizá de esta manera; estaré entre mis remembranzas amándote, hermosa hada que fuiste de mi historia lo más querido, porque al dejarte aquí, es como dejar gran parte de mi aliento, solo recuérdame en lo que vivimos de este mundo fantasioso, que mi ser añorará, eres mi árbol, fuiste mía y de nadie más, te di hijos y ahora vive con ellos y no llores solo se feliz con el olor que te dejé enlazado en tus senos; y el amor casto que te di hada de mi sueño más esperado y que en el universo siempre brillará verdoso con luz de sol; amor de mi descorazonada arrullada.


A pesar de recorrer fantasmagóricos sentimientos, mis manos se clavan sobre las hojas, mi cuerpo volando entre este ilusorio cuento que tiene la vida ante un mirar lejano de mí ensoñación cautivada. ¡Ante letras de estallido amor, de una piel acariciada, y de ella hondamente perfumada!, y de pronto a un momento que se va lo estro queda un oscurecido universo sin estrellas, sin nada, como queda lentamente zozobro mi semblante, por solo ser ¡la serafina soñada!, por no ser real ese romance. A veces nos metemos en ese sueño, que sin darnos cuenta salimos sin contener un aliento, que roce verdaderamente nuestro cuerpo, es como la melodía ella suena y suena entre el viento sin parar pero si no escuchas su idioma sucumbe, y desafina por completo, como decae todo mi sentimiento, porque no escucha la serafina mi incitante idilio que pido pero al saber que no es verdadero; termino de irme ¡cómo tétrico hombre, al no atrapar en piel de aroma olido junto a mi cuerpo de donde escribo!, !desesperado por ese ángel fantasmagórico que está a lo lejos! de mis ojos y mi aliento férvido para quemarla en mi como único fuego; y no estar ya al escribir ciego, sino regodeado si volara de las letras a mi cuerpo, recorriendo su aroma todo mi ser lleno, y su semblante fulgente frente del mío sintiendo, lava por dentro, transformación por ese momento, una inevitable incitación de querer contener su aliento más de ferviente pasión; sí aparece hoy y la contengo, ¡y así aparece! y mi dolor envejece, la veo y qué belleza, que cara tan sumisa y tierna, tiene un aroma que perfuma mi idioma. Ya más que delicia sobre mis besos esa quimera entre mi mundo, con anhelo de su cuerpo, besara hasta quedar desnudo, y así más mi cuento fuera ante la lejanía un exquisito sentimiento; por atrapar su cuerpo de diosa serafina primorosa, ¡o como una grácil rosa!, y enlazándose las teclas del piano níveas como palomas, volando entre ella desprenderá divino aroma, por tocarla fluirán melodías y convertirá en mi la alegría, por ver muchas notas escuchadas y sentidas y más que definidas como historia romanceada; y de mí sentir lo realizado, solo la besara y la amara por ser la melodía de letras y notas voladas, y sonadas en reflejo de esta historia conteniendo vanagloria, nacida en mí, y gritando ¡por fin victoria!, ¡que estas en mi memoria, y en realidad de mi piel férvida y tu boca no árida!, sino perfumada de mi aliento y besos que disfruto de albedrío por romancearte tanto serafina; y que no olvidaré en este cuento tus ojos de constelación iluminada, a solo esa elevación de las letras a ti hermosa hada, floreciendo aroma y amor de regocijado sueño, ya puedo vivir entre ti en paz, y no acongojarme más. Siento incontenible predilección serafina de mi excitante seducción, te tendré profundizada hasta mis huesos, y ahí siempre olerás como tu piel rijosa que siempre acariciaré y arrullaré en noches de apego, y ante los astros tú serás la que fulja más, y siempre se oirá una voz tuya de libidinosidad, porque haremos que el orgasmo incite de amor por tenernos una indecible e inexplicable historia que lleva a más allá de las galaxias el sueño realizado; y por esa razón copularemos por casta pasión que nació en momento que rocé tu piel o sentí tu olor; que me elevó de una esperada unión, y de venerado amor.

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