miércoles, 13 de octubre de 2010


Rubia de ojos azules, siendo mi arte.

Era una noche muy angustiada
por dentro de todo mi organismo;
por una lúcida dama
que desprendía romanticismo,
como en su tenue voz a mi oído;
era armoniosa esa noche su voz
junto a su violín encendido,
que abrazaba mi cuerpo frío,
y ante todo una reencarnación
mientras sujetaba un violín en desafío;
¡de lo que vivía en tristeza
se convirtiera en limpieza!;
de poder cohesionar su voz con mí sentidos,
que se transmitían en ese destino,
se agitaron sobre el viento así mismo
armoniosos aullidos,
que pintaron a la voz de lo pedido,
que eran de mi violín herido.
Su violín que tenía
entre sus dedos tejidos,
recibía de mi violín lo más querido,
de esa luminosa mujer que había
ante su voz harmoniosa sentido,
eran dulces anhelos de lo que pedía
dentro de esa agitación para el romanticismo,
que se ensamblara en mi ser su carne sumergida;
de ternura y ávido amorío,
de ser tan unidos entre piel rojiza de lo bendito,
del idilio que toca hasta en el aullido
de mi violín lo más armónico de mis sentidos.

Ella a lo lejos sintió lo adquirido,
de un ser que vive, y que manda mensaje
para solo obtener un bello semblante,
una colorida vida y no despreciable,
sino que más unida y colorante,
para que así camine, conviva con lo más adorable,
que uno grita para un fogoso romance,
ardiente, ante su olor y apasionante,
ella sintió más que el olor mío
en su nariz y así ardiendo ella,
y cantando como tenora
dulce y de paradisíaca doncella;
por vuestros ojos que a mi sujetan
¡tanto, pero tanto por inmensa belleza!,
era así esa dulce tenora
que hizo crecer la pasión romanceadora;
más que en mi zarandeando el violín, por su cara de diosa.

¡Era de cabello resplandeciente!,
brillando como cuando el efluvio del sol
da a su inmenso mar suntuosamente;
y cuando de esos rayos dan al girasol
hace desprender aroma dulcemente,
que llegaron como la de esta mujer
cuando estaba sentado lejanamente,
convierte el ser ansioso
por su olor de clavel,
para mí como lo más gustoso
que dio a todo mi ser,
y que fundió el renacer
de un pasado amargo,
porque fue muy doloroso y largo.
De mi aliento no se iba ese desaire
que era ante mis respiros asfixiante,
pero tú con tu canto,
quien en él se llevó mi llanto.

Nívea dama y armoniosa,
grandiosa y dulce tenora,
floreciste en mensaje de tu voz,
lo que estaba padeciendo en la hora,
no podía irse de mi agitación
que tocaba en el violín desolador,
y que en ese mensaje diste la pasión
que había gritado en este mundo,
pero que nadie había escuchado,
porque era totalmente rechazado,
nadie quería un violinista,
nadie gustaba lo que yo ofrecía,
ni porque diera enseñanza
de lo que yo amaba en mi día,
no había un aliento sino matanza,
cada vez más estaba angustiado
por conseguir el olor de una dama,
quien diera toda su vida, entre mi dura yaga
que soporté tanto en mi corazón, por una esperanza
estando solo, decaído, infortunio, por esa dama,
que era llena de añoranza.
Nadie quería un violinista
y no era tan artista,
solo su arte transformaba en poesía,
para así de ella en sonidos vivir la vida,
nadie quería saber que era lo que era para mí
sentir ese sonido recorriendo como río,
entre mi cuerpo que estaba frío,
sí pero esa luminosa dama explayó
en su voz reviviendo, el más llorado amor
que busqué por loco en la agitación
del sonido de mi violín;
que en él se arrulló,
y se adormeció,
y en su voz aceptando ella,
“que si podía entrar en su puerta
divina, sacra y consumirla entera,
y que no se divisa,
porque eso profundo a mi me desea,
a que acaricie y consuma entera,
que es entre esas dos dulces piernas
tan fragante y dulce como una colmena,
que se come y se es audaz para saborear
ese hoyo con mi lengua,
que no dejaría de comer,
y a quien yo siempre diera,
y que me sumergiera
hasta lo más dentro de su pureza,
con mi glande, por toda una vida eterna”.
¡Pero yo corrí y sujeté a esta doncella!,
y en el hoyo sentí su pureza,
cálida, sumisa y muy eterna,
suave como rosa ésta belleza,
su piel muy nívea que a mí me llena
de pasión férvida, en su piel de azucena
blanca, y que de mi no se despega,
está tan junta que rompe más la cadena
que vivía de mi espantosa soledad.
Y ante el reino de Dios
seré tu aroma de sentir y acorralar,
de no abandonarte, sino siempre besar
en el lecho, suspirarte, como huracán,
y hacerte el amor como volcán,
así tan ardiente en tu cuerpo celestial
que he bebido ¡hasta de tú rijoso seno,
y de tu exquisita profundidad!,
como el oloroso labio vaginal,
el pubis que me hace extasiar
por solamente al besar,
desprende mi sitio una excitación
que dentro de mi ser no puede aguantar;
y te introduzco el glande de exaltación,
y alrededor te escucho gritar,
¡de que te siga consumiendo hasta explotar
de tanta penetración del prepucio!;
que está abrazado a tu vientre en puridad,
limpia y no sucio;
para explotar en una gloriosa secreción
tibia y excitante durante la copulación,
para darte lo níveo que te gusta en verdad,
para que así recorra todo tu cuerpo,
pero yo de tal delicadeza
toco todo tu cisne cuello,
y en el luego levanto mi cabeza,
y profundizo miles de besos
que suenan, como violines entre esa pureza,
que atiborro y que excito más tu clítoris belleza,
en esa cama de azucenas.
Luego recorro toda tu espalda
con mis manos acariciando,
con rosas blancas y llenas de calma,
te siento tan feliz que pides más
cópula, para llenar de transparencia
toda mi piel y glande de esa noche mágica.
¡Te doy tan románticamente!
¡que llego a lo más glorioso de una mujer!,
¡que desprendes de tu vagina ese manantial transparente!;
¡que a mi cuerpo lo llena!, y que me hace oler
lo más puro de una dama fiel,
hasta que ese olor hace más encender
todo mi glande para dejarte en tu piel,
todo mi semen y así hacerte arder
rubia de ojos azules que amo en mi ser;
por haber absorbido en mi carne tu aliento,
y amoroso que romanceó mi alma,
de armoniosos sentimientos
durante el romántico lecho;
De ferviente vuelo,
hacía lo más tierno
que pueda tocar a un astro nuestro
regodeado aliento;
que vivimos y que acaricio hoy tu cuerpo
prodigioso, sabroso de mi alegre momento.

Violín de esta noche que tengo ante mí mano,
pero te tengo desnuda entre mis brazos,
te toco como al violín que toco en mis dedos,
con profunda caricia de lo enamorado,
que a veces pasa en una vida de sueño
ilusionando de ese querer apasionado;
que se transforme el violín en lo esperado,
de sus sonidos que transmito seas ahora tú;
ese cariño vivo, intacto que beso en mis labios
volando hasta los luminosos astros;
y besarte la piel más que despacio,
sin apresurarse, sino sentir el amor en lo alto,
contigo ir hasta allá el paraíso soñando
de que este amor puede ser más que logrado;
sin ofensas, sino regodeado,
y entre piel entregado,
y de melodías en el amor agitado,
y de dulces arpegios en nuestra cama sonando
al hacernos una cópula
de lo más acariñado;
así recorremos en nuestra vida,
tu y yo amor de lo fantaseado
durante lo infinito, que dicta
lo imposible de cuerpos romanceados,
sin almas endurecidas,
ni corazones empedernidos,
sino más bien con inmensos latidos
del amor rojizo,
que sentimos en nuestro melodioso sentido
y de florecido destino,
y respirando cada segundo la calma
de una remembranza de lo más bonito,
que se puede tener en tu alma,
o como estar en el paraíso
viviendo de esa memoria tranquilo.


 Aparece una hada vestida de azabache ante nuestro jardín
teniendo entre sus manos un violín,
se siente a lo inmenso sonidos,
y suena a lo lejos de la luna el violín
milagroso diciendo: ustedes son el fin,
sí de la historia de no haber ya en el amor,
no existirá otro solo ustedes dos
que están unidos y haciendo lo más romanceador;
que de mis sonidos les dejo la historia de su ardor,
y suena ese violín más armonioso
elevando el enorme amor.

 Rubia de ojos azules
de mi ardiente cuerpo,
tienes muchas virtudes
geniales, como ser tenora de mi aliento,
quien de esa voz enamoró mi sentimiento,
quien de esa voz elevó mis luces,
quien de esa voz dieron costumbres
a seguir amándote y entre las cumbres,
entre el pasto lleno de anhelo,
de poder y de roce en cuerpo.

 Tus ojos azules son como el universo,
así de brillante que en ellos veo
todo el amor que yo manifiesto,
y que es ante estas letras lo eterno.
Descubro nuestra vida apasionante,
y por eso que ante ti hoy ofrezco
mis inmensos segundos de vida ángel,
para que en ellos disfrutes de romance
junto a las noches azabaches
acompañada de sus estrellas rutilantes,
y si veréis no somos en notas moharraches,
somos de esas notas lo dulce y palpitante
de inmenso mérito y de ellas no carache,
que de sus sonidos dañen
o difundan a dolor o maten;
sino son de buen alcance
para llegar entre la noche azabache
de un ferviente y no flébil romance,
consumiéndote en divina carne
junto a las estrellas millares
brillando en nuestra cama de rosas suaves,
y de la noche volando aves
y si miráis es todo agitable
hasta llegar a lo inmortal del ser apasionante;
y entre la hoja de partitura de violín que no se tache
este amor que suena hasta en mi espíritu enamorante,
de esta divinidad que en mi se apasiona tan suave
y que roza mi alma tan dulcísimo las notas de plumas de ave;
ave como el ruiseñor que arrulla este latir floreciente
entre su sendero de amor que se siente,
que se siente en el fortunio corazón y que se besa
a la partitura y de su violín las cuerdas;
por ser tanta luz de su nota que truena
hasta el horizonte junto a las nubes de sus cadencias,
que llevan esencia entre trinos de potencias
que suenan y suenan junto a sus divinas notas de belleza;
llevando mi alma a ellas, y dando pasión tierna,
y que a lo lejos de la partitura del cielo se romancea
y mi alma a ella va y la besa;
y quedáis esperando sibarita que te ame
tan igual como a la hoja de notas de prendidas velas;
venís y tomáis mi cuello y arrullad
que ahí os daré mis poemas
de amor a tu ser celestial.
Notas de prendidas velas son,
porque cada nota tiene luz de su delicadeza
quien en la noche me acompaña de pasión
para alumbrar mi hoja de mil esencias
que plasmo en notas de ilusión.

Este sería  por siempre del amor el sonar
de sus millones de trinos, arpegios, cadencias de apasionar,
no os dejáis de tronar su tonalidad de amar,
porque sus tresillos, sextillos, septillos están
en la clave de sol unidas en clave de fa
con unas corcheas dulces de romancear
unas a otras en el espacio de sentir y apasionar;
seréis en altura de sonar siempre más
en el corazón del hombre do, re, mi, fa, sol,
y de ellas desprender en alma aroma de amor,
así se apodera la vesania del ardor
desde las venas hasta llegar al corazón
y explotar de sus notas de pasión.

 Moriremos eso ya lo sabemos,
pero el amor quedará en el cielo,
reino sacro de Dios,
ahí consumiéndonos de fervor,
mientras soñamos éstas siguientes cosas
que son tan sumisas y armoniosas,
pero que todavía estamos
en esta cama de azucenas,
y sigo dándote a lo más sagrado
pero lleno de tú transparencia
divina, que he atiborrado
con mis labios saboreando,
lo de ese magnífico orgasmo,
que al solo chorrearlo dio encanto,
dejó mi mirada en pasmo
cuando soltaste ese manantial sacrosanto,
solo tocaba con mis manos
tu perineo que esa noche me daba entusiasmo;
era tan sutil que en ese mar o lago
del lecho, difundía lo más enamorado,
que antes, ni había pensado.
Te seguí haciendo el amor como lo más respetado
que haya tenido ante mis ojos y mis brazos,
no podía dejar de agitar mi glande
que era de esta cópula lo apasionante.
 Era una noche de luna y astros,
de mucho ardor romántico,
vivía lo que antes había codiciado,
y lo que había tanto llorado
en el violín de su sonido,
lo más ígneo y sublimado,
con lo de una doncella de mil respiros
ante mi piel, más que avivando,
y así elevando lo cuito
que tenía tanto en el violín contristado,
te seguía dando en inmenso gozo,
a esa vagina para botar mi esperma,
que saliera por primera vez en lo mozo
a tu cuerpo que a mi ser enferma,
de excitación y muy glorioso;
y boté mi semen en esa vagina de fresa,
tan dulce que lo llené de esa crema,
y comí de tu monte de Venus con mis labios,
era una piel tan férvida y dulce,
que a mí me gustaba rubia de ojos azules,
bebía tu clítoris y desprendía luces
en nuestro lecho de tules,
y más por tu cálida transparencia
que estaba, aún mojada de pureza,
en esa cama de tu chorro de transparencia;
tenía tus dos piernas
ante mis manos más que abiertas
para verte como diosa de mi noche fresca,
pero de pronto del universo bajó un ángel
diciendo: Ustedes son el latir rijoso
que viven, sin poder dejar lo exquisito
juntos en una noche de sonidos armoniosos;
por gemidos de vuestra mujer, y queriendo
más que tu violín a ella, como lo valioso,
por hacer cosas sin ser vencido,
sino en su cama de tules mojada
con chorro hecho de un amor consumido,
hasta los huesos ustedes, por la llama
que ardió en ustedes con brillo,
y que se quemaron ahí en pasión,
sin poder irse, por ser la lujuriosa unión
que viven desnudos
ante esa cama con su amor, como escudo
ante cualquier mal que se quiera robar su mundo,
como protección para no haber un dolor,
porque son fuertes e inteligentes,
son artes en poesía divina,
inmaculados en pieles,
y que a eso no se limita,
sino sigue y palpita
de tanto ardor que no se olvida".

 Queda tatuado y dibujado
en el cielo nuestro reflejo de vida,
viviendo lo de una pasión marcado,
y jamás ante el infierno sepultado,
jamás iremos a ese lugar,
porque somos tan unido como la sal,
del agua de su mar,
porque somos tan santos
en nuestro acto
de amor que palpitamos,
porque somos la pureza
más manantial de limpieza
en el amor que reflejamos,
ante este lecho de inmensa belleza;
y de eso jamás nos dejamos
de hacer ante una eternidad
en cuerpos de eso alentado,
y viviéndolo en excitación,
y de miles luceros a nosotros acompañando;
mientras de tanta unión
ellos nos dan la magia de lo fantaseado,
por eso tan caliente es el amor,
que de lo que se consume
la partitura del violín habla de ardor,
en su violín de gran agitación
penetrante durante una dulce copulación;
y que se siente a lo lejos de su sonido
la verdadera introspección,
de los miles de sentidos reflejados en el amor,
que primero se siembra,
y luego se da su florecer
con frutos de esa azucena,
sin poderse podrir o fallecer.

¡Mi rubia de ojos azules,
maravillosa tenora
de miles de virtudes!,
has enamorado a mi alma soñadora,
de un amor etéreo y de gloria,
que va llevar ante el mundo una historia
de la pasión rijosa,
y más que en agitación romanceadora,
mi dulce y estupefacta tenora,
¡a quien grito y colmo de luz brilladora!
en ese lecho de tules por la mágica mirada,
que dio prodigiosidad a mi noche loca,
viviendo ante una deliciosa
mujer quien dio su intimidad;
para una relación maravillosa,
que de mi olor no se podrá retirar,
porque es toda mi ferviente diosa,
que amaré eternamente en mi corazón
ardiendo, como flor roja
de idilio de esta que a mi ser moja;
de exquisitez grandiosa,
cuando la tuve entre el roce del hoyo,
viviendo lo más cálido de una tierna historia,
y llevándola en el ojo,
su cuerpo a un lugar primoroso,
más que en vista hermoso,
lleno de paz y de pájaros,
tan milagroso
como cuando Jesús levantó a Lázaro,
ahí entre mi ojo la llevo,
y ella de pronto viene y me da un beso.
 La tenora: llévame ahí amor mío,
quiero beberte ahí como río,
quiero ser tuya otra vez te lo suplico,
es tanto el amor que llega hacer esto
inmenso y de eso no me quejo,
porque en ti bebo todo lo que se llama cuerpo,
¡es mío amor, mío solo de mí calor!
enciéndeme en ese pasto
verde de lo esperanzado,
y hazme el amor en mi cuerpo amado,
te espera en gemido suplicando.
Violinista: te sujeto las piernas y te las abro,
meto otra vez mi glande en tu vagina,
te tengo ahí en el pasto acostada,
te beso el cuello y da alegría
hacerte esto divina amada,
conjeturamos el sol en este día,
nos da sus rayos y nuestra piel palpita,
ardemos y nos damos el gozo de la vida,
otra vez en la rijosidad sentida
entre cuerpos encendiendo de mil melodías;
volando alrededor de armonía,
por lo que vivimos mi querida
diosa, de mi alma infinita,
no dejaría de amarte rubia bonita,
y muy bellida tu vagina,
que hacerlo es sentir
el paraíso en mi carne bendita,
y que no da profunda espina,
es cálida y muy latida,
de un fuerte amor
que tenemos en nuestro olor,
y al respirar al momento de hacernos uno
en cópula cremosa de ardor,
y tan suave somos en los labios al besarnos
que sentimos el pétalo de una flor,
tan atiborrado es al amarnos,
que nosotros hasta el astro llegamos
con el amor volando,
y más que soñando
por ser un sueño este amor fantaseado
que tenemos desde que nos tocamos
entre la voz de un violín expresando;
y de tu voz armoniosa enamorando
a mi violín y de mensaje,
a ti más que enviado,
de que sepas que estaba buscando
un amor más que eternizado,
por siempre en mi aliento oler
y en cuerpo hacerle encender,
darle el placer dulce de un ser fiel,
que no engañaría en mi destino,
porque forma parte de mis sentidos
cada día de mi alma y de mi corazón
más que en infinitos latidos
adorándola con mucho amor;
por ser lo más venerado de un enorme ardor;
y así fue que se desprendió
el violín y su armoniosa voz,
uniéndose para formar un verdadero romance,
que se vive, por siempre apasionante,
y que no deja, por un segundo en la tarde,
siempre está entre mi unida carne,
su piel, su olor y su semblante, amando deliciosamente en mi poema,
como mi eterna rubia, que disfruté en mi dulce arte, amando a mi dulce ángel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario