jueves, 14 de octubre de 2010

Mis versos son violines.




Brahms arrullado por una pianista.

En Hamburgo llueve y llueve
durante el mes de abril del año mil ochocientos noventa y siete;
botaba agua bendita del cielo y nieve,
y entre puras nubes un ángel cayó
convertido en un ser santo del amor,
llamado Johannes Brahms
quien iba a entonar la pasión
en notas tejidas de paz,
que de su alma cantaría de ella más
mientras esta no estuviese,
por ser de pequeño en su vida su recitar
y que a ella vivierais por siempre
y besaría como violín de tenuidad.
En su lares del amor fue pianista,
“¡cómo no haber sido vuestra maravilla!
si se entonó siempre en mi alma tejida
su divinidad de sonidos de la efusiva vida;
sí de vuestras millares de rosas escritas
de tinta negra a roja de la rosa que estima
mis dedos, mi alma, y mis cantigas,
entre los compases que da más que mi vida;
o como fuego que atraviesa mi dicha
ardiéndola de luz inapagable de eterna alegría”.

Se hizo amigo de Robert Schumann,
de él iba a tener un agrado y de lucha,
agrado por prodigiosa ayuda,
lo hace famoso y conocido en la revista,
de que era un joven pianista,
y pasan los años hasta que este muere
y de vuestros ojos desaparece,
pero sabiendo que él había elogiado:
“eres el elegido de lo más saboreado
de nuestras bocas de la música en lo alto,
como llegar al infinito astro
y tocar ahí tus melodías más romanceadas
de tu corazón al sonar de lo delicado
que tenéis siempre en tus manos amando”.

La esposa de Robert Schumann
fue el vínculo más destacable que dejó de ternura;
porque Brahms con Clara había tenido amistad profunda,
y ha de eso los dos se sentían tan felices
que entre ojos brotaba esa luz de lluvia,
sin tener peleas, ni febriles cicatrices
en sus almas cada día sin ser mares grises;
sino unas marejadas azules
tañendo como melodía y dando luces;
cada vez más crecía entre sus virtudes
la pasión de dos grandes pianistas,
que iban hacer de la semilla
un florecer de frutas y de alegrías.
Clara a pesar de haber amado a Robert,
ella agarró fuerte amor a este gran hombre
de Brahms quien en el tiempo daban más acordes
entre sus compases de mil pasiones;
que difundían de amor ávido y de ardores
entre sus escalas de trinos de emociones;
mientras más se querían daban más soles
a lo lejos de este mundo de sus composiciones,
entre lo que hagan de la armadura de fa y sol,
hacían lo que querían los dos,
por tal armonía que llevaban de amor.

Junto a la seráfica pianista Clara,
Brahms la subía siempre en su cama,
para darle palabras de amor de su alma,
vivían días de un amor nácar,
níveo, cómo el azahar
aromado de pureza blanca,
y al momento de besarse explotaban
de romanticismo de esa vida apasionada,
y por eso que tanto se amaban
entre la carne divina del amor,
sin dejarse besar de lo embrujador
que a veces es la vida la pasión,
y el amor de una mujer
que se tiene en la respiración
de la dulce piel.
Dueños de la vida
y encendidos del piano romancista,
en su lecho de miles de melodías,
queriéndose estos dos pianistas.

Clara en su vida revisaba siempre lo que componía
Brahms y así se publicaba de elegancia,
su amor era inmenso
hasta hacía arder más el azul cielo
de agitantes melodías de sentimientos,
el mundo se veía de ellos
como el paraíso de destellos
juntos de recitales mezzos,
tan solo que eso
en frente de su mundo no de lo mesto,
ni de lo fúnebre las palabras armoniosas
en el viento que se oían de la diosa;
que recitaba en su voz romanceadora,
que era Clara para el piano y recital,
quería al orbe maravillar,
quería a vuestra luz del sol entonar
el amor de las palabras que arden en verdad;
en los corazones de los demás
y hacer ver a ellos que es el latir de su imagen
en palabras de suavidad;
que habían anunciaos ante el toque
de una armonía el recital;
todo es clandestino en el silencio
de los sonidos que tocan,
hasta saber cuál es el sentimiento
de sus recitadoras bocas;
y a qué mundo u oído en viento desemboca
esa recitación que a vuestras almas moja
y las dejáis en el amor de nuestra historia
que tenemos de nuestra vida loca;
y que amaremos como la vida armónica
que da a mi alma su divina partitura tónica,
y que en ella me hundo para tocar su intimidad
de la pasión fervorosa,
que beso y que beso como a mi divina diosa
su intimidad tierna,
que siento que me toca
tan sápida la sirena,
quien es ella la dueña
de mi vida en partitura eterna,
ella es sí mi dulce Clara Schumann de mi esencia,
ella me hizo ir al amor verdadero en escritura,
porque no darle la tinta que es la dulzura,
como de esta tarde que escribo con pluma,
a veces es así mi tiempo por ti mi Clara de luna,
en ti veo regodeo sin ataduras,
en ti le veo el matiz que hacía falta a mi partitura,
si vierais cómo mis manos hoy vuelan por ti al cielo
de quererte tocar y darte mis anhelos,
si sintierais cómo mi espíritu hoy toca tu cuerpo;
cómo sueña con olerte la intimidad hasta cuando sea viejo,
o de componerte un Réquiem de duelo,
que no habrá misa para difuntos
sino un canto de renacimiento,
no creáis que será esos duros sangrientos puntos
que es el réquiem de difuntos,
tu y yo ahí, ya verás que floreceremos
y volaremos al paraíso de amor y de violonchelos;
junto a ellos con la composición que hoy olemos,
es única las palabras para decir el amor que nos tenemos,
vos es mi vida, mi sangre quien corre sin ida,
vos ha estado entre mi partitura olida
que de ahí has agitado mi divina alegría,
a veces creen que hacer una misa es la muerte,
!pues no! en mi caso es lo diferente,
es el renacer de lo que no se entiende
pero que las notas en su tono si sienten;
porque ellas son tan dulces que ha sonado en mi
y que de ellas vos ha acariciado como violín,
y entre ellas una sonadora dulcísima viola
sumerge entre el viento de pasión amorosa,
el sitio se vuelve de un loco aroma
entre muchos instrumentos de la historia.
Os amo Clara de mi vida de la fantasmagoría,
jamás pensé que te iba a tener otra vez aquí de la vida;
otra vez nos volvemos a ver partitura mía,
has hecho encanto a mis notas de dichas,
amaos desde mi gen a tu manos pianistas,
quien de ella me ha rozado en el lecho romancista,
quien me ha hecho el amor más fervoroso de mi fantasía,
vos me amará y yo más con la fuerza del mar,
más con la potencia de un vendaval,
o como semifusas a ti correrán
y de ellas a ti en cadencias caerán
besándote como mi boca
que es tan igual como el aroma
de toda una sumisa rosa; veréis mi pasión loca
que he sentido en esta noche ardorosa,
ha sido por vuestra divinidad mi diosa,
que he amaos como pasión luminosa,
como entre trinos acariciando tu espalda de flora,
os rondaré por siempre en las notas de mi historia,
y por ser de mi vida la gloria.

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