miércoles, 13 de octubre de 2010

Suenan mis letras para él.


Ludwig Van Beethoven

En la ciudad de Bonn
nació un prodigioso joven
de inmensa modulación
de la música ¡Beethoven!,
en el año mil setecientos setenta.

Tenía una bondadosa madre
la cual era muy melosa
para su hijo como un ángel,
llamándola su “mejor amiga”
que tenía en su vida.
Tenía un padre muy amonado
siendo músico en la corte de Bonn
quien le había enseñado
a su hijo lo que era la composición
de la música, y ahí tomo interés
y amor. Y aprendió de una fluidez
verdaderamente portentosa,
y su padre al darse cuenta
de la gran obra armoniosa,
llevó a su hijo a los siete años
para que diera su primer concierto,
pero resultó ante la multitud el engaño
de Johann que afirmó que su hijo tenía seis años;
con el propósito de tener la fortuna
de su hijo ante las actuaciones,
pero no le favoreció ninguna,
Beethoven partió cuatro cuerdas
del piano y se inundó una jocosidad
realmente muy humillado
y su padre lleno de maldad
le pegó a su hijo consternado.
Su padre quería hacer
un nuevo Mozart,
y así de el contener
una ganancia ambiciosa.
Beethoven al pasar esa tortura
tomo clases de piano con un profesor
“Neefe”, después de esa actuación tan oscura
y maliciosa del padre tenor,
y empezó a generarse más soltura
gloriosa en la enseñanza del maestro
al joven con las clases para el llenas de dulzura;
en sus tardes el joven diestro
sentía esa gratitud necesitada
a este maestro como uno de los mejores
para él en su vida apoyada,
y a sus once años de edad
pasó algo inesperado en realidad,
compuso nueve variaciones
de una Marcha de Erns Christoph Dressler;
y Neefe manifestó grandes publicaciones
de este rutilante pianista
de la música en la revista.
Publicó y comentó,
si sigue así va ser ante nuestra vista;
un nuevo Mozart lleno de iluminación.
Y Beethoven es contratado
en la corte del príncipe elector
de la Colonia de gran agrado
de Neefe por su brillante recomendación;
y al tener este puesto conoció
la música de los viejos maestros de la capilla,
y aprendiendo de ellos de gran maravilla
y de los cuales serían amigos durante toda su vida;
y aprendió amar a la poesía y la literatura
completamente a su alma unida,
estos complementos de ternura
que lo es ante un ser humano
más cuando se trata de esta clandestina música
clásica, siendo lo más anhelado
ante cualquier compositor
de un ser que clama sus notas de ramalazo o amor.

En el año mil setecientos ochenta y siete
Beethoven viaja a la ciudad de Viena
para estudiar y tener un encuentro
con Mozart; pero pasa una espantosa pena;
no ocurre ese magnífico momento
porque Mozart queda en el fallecimiento,
pero dice que una extraña historia,
que Mozart habría comentado,
“recuerden este joven será vanagloria
orgullosa desde que lo he analizado
durante las pocas conocidas en mi memoria”;
“y hará hablar al mundo por su historia”.

Antes a los quince años sin tener dolores
solo grandes preocupaciones
trabajó para la corte de ese entonces;
con cuyo objetivo de sus visiones
de mantener a su hogar
de gran responsabilidad.
En las horas de los días en verdad
tocando y amando sin poderlo dejar;
esas clases. Pero le ocurrió un problema
¿quizás para él era lo mejor?,
a su padre lo alojaron de ser tenor
en la corte por amonado que era
siempre en su vida entera.
Al ver esto Beethoven
le esperó un fuerte dolor,
su madre Magdalena
a quien le tenía un gran amor,
murió de tisis una escalofriante pena
por ser todo su olor
de su infancia vivida.
El padre se desvaneció
aún más ante esta noticia recibida,
y Beethoven tuvo que cargarse de su familia;
y a su padre por exceder lo amonado
tuvieron que apresarlo,
y vivir plenamente encerrado,
pero Beethoven no decayó
el siguió marchando
sin soltar la fe a pesar de lo que le hirió.

Tocaba violín con una orquesta
y dando clases de piano,
pero iba caer pronto una funesta
después de los cincos años
que Beethoven daba sus clases,
pero quizás no tanta para él
por conocerlo en su lenguaje de frases
de ser un padre tan cruel
de su pasada vida en su ser.
Muere Johann en la cárcel
del año mil setecientos noventa y dos,
y quizás Beethoven le dice: Es un grato adiós;
porque se va el alma a quien me hizo sufrir
durante mi vida aterrada,
solo acostumbrándome a su forma de vivir
que era tan amenazada
entre maltratos duros
del no saber si era un agradable futuro
de vivir con él,
o sin vivir ante el aliento de su piel.

Beethoven volvió a ganar
la posibilidad del Príncipe Elector
de su educación musical
en Viena que nunca regresó
a su pueblo natal.
La noche antes de retirarse
su amigo conde Waldstein escribió
algo muy imaginario,
sin tener temor,
realmente algo extraordinario
ante Beethoven en su diario,
“recibirás el espíritu
de Mozart de gran plenitud,
y las manos de Haydn de virtuosa doctitud”.

En Viena el joven tomo lesiones
de puras grandes composiciones,
con Haydn, y con Salieri lírica
y con Alberchtsberger contrapunto
ya que nada le complica,
sostuvo más interés a todo ese asunto
que en ese momento más tenía
acariciando sus manos difuntos
de su vida pasada de la elegía
sintiéndola ahora en el piano
por ser el instrumento que más ha amado;
entre clarinetes y violines
por recordar esas cicatrices,
y más al saber que su sordera
podía comenzar poco en su oído triste,
al no saber de lo que viviera.

Pronto llamó la atención
y el joven Beethoven rutiló
ante su buena modulación
a Viena de su virtuosismo
del piano y sus increíbles improvisaciones;
en esta década del romanticismo
levantando moda ante sus actuaciones
en la aristocrática y la capital de los Haugsburg.

En mil setecientos noventa y cuatro
publica su Opus número uno,
tres tríos para piano
violín y de cello,
¡donde deja un gran sello!
este portentoso dueño,
su más estimado sueño
la música tan inmensa como el universo.

En el año siguiente realiza
su primer concierto en la que interpreta
sus obras mismas y se analiza
una enorme actividad que repleta
al joven Beethoven sintiéndose
indecible a su avance aún sin dificultad;
en la hora de su escuchar
si no fuera una tempestad.

En Viena todo el mundo
admiraban al joven compositor,
por tener esa maestría cada segundo
sus obras que daban resplandor.

Ya teniendo veintisiete años
este joven compositor,
publica su sonata número ocho
“La Patética” aromada de olor
puro y a la vez inundada de sudor
derramado del primer movimiento,
agitadoramente muy atormentador
y mientras sigue suena de pasión
en los miles latidos de este compositor.
Ya su segundo movimiento
proviene de un fuerte lamento
entre manos salpicadas de dolor,
de preguntas referentes a su vida
con cuerdas tan tenues del piano
que hacen respirar enseguida
la historia que siente en su mano
derecha e izquierda de gran daño,
sentado y tocando entre palpitaciones
de cuerdas sonadas de sus aflicciones
queriendo más que alojar
esas lágrimas donde resulta decepciones;
entre ellas al no poder en la vida más escuchar.

En mil setecientos noventa y seis,
Ludwig van Beethoven
compone una sonata número cinco
dedicado a una hermosa joven
condesa Anna Margarete von Browne,
entre tres movimientos de piano
muy armoniosos y apasionados,
que él tenía cariñosamente
a esta dama penetrantemente.
Los sonidos llegan
al exquisito y divino pecho
y de ahí entra
a la condensa en todo su lecho,
bajo las sábanas comiéndosela
entre los sonidos su cuerpo,
siendo más que una pasión
romántica como la cópula divina de su unión;
imaginaria quizás, pero lo es porque las letras hablan
y se calienta ella en forma de su historia de sensación.

Compuesta entre mil setecientos
noventa y nueve; dedicada a la
Baronesa Josefa von Braun.
Son sonidos melodiosos
y a sus oídos tenebrosos
por no saber de qué trata esta dicha dedicatoria
de este compositor,
explicando su historia
de esta dama de gran sabor,
escúchenla y sientan cada teclado
lo que expresa y que quizás pocos
puedan descubrir.

Su composición está llena
de arpegios realmente veloces,
como no tener cadenas
que desenfrené su toque
tan armónico, su arpegio desesperador
de saber en ella dónde estás,
os esperarme que ahí iré
no te vayas sino mis notas no sonaran
por ser tú el divino y amigable olor
Josefa von Braun de mi composición.

En el año mil ochocientos organizó
un nuevo concierto donde dejó
en Viena gran presentación
de su primera sinfonía
genial ante la audición;
expresando notas de armonía
y así convirtiéndose la expresión del arte,
por la obra que emergió al escucharse.
De ese mismo año
iba a tronar su oído
con exorbitante daño
el más perfecto sentido;
por no tenerlo su ser humano,
¡más si ama la música!.
Tronaría más su oído y su mano.
Beethoven confiesa a su amigo
Wegeler acerca de su progresiva sordera
en Bonn de ese miserable castigo
y angustia de que ya no oyera.

En el año siguiente
el joven se siente
totalmente desesperado,
y escribe un texto que expresa
un gran disgusto apenado,
por lo que más le pesa
la injusta vida donde lo presa,
el dolor, donde dice él mismo: ¡Habla más alto,
no te escucho, soy un hombre destrozado!
por no contener el oído que más perfecto
tuviera que ser en mí!!!soy sordo!!!
como mi sentido más correcto.
Inclusive miro la idea del suicidio,
pero la música fue la que hizo
seguir adelante sin dar miedo
a ese sufrimiento tan rojizo;
y así nuevamente agitar su dedo,
sus sentidos a más allá de la sordera,
y así por fin descubrir
sonidos como lo era la naturaleza
que daba energía en su oír
de grandiosa fortaleza,
y eso fue lo que le hizo por un momento seguir.
No estaba completamente ensordecido
en el fondo de su tímpano u oído,
podía realmente poco oír,
eso mantuvo la esperanza en su existir.

En ese mismo año hubo una guerra,
eran años de potencias monárquicas por tierra
del ejercito austríaco pero fue derrotado
contra la revolucionaria Francesa
por Napoleón Bonaparte muy admirado,
al vencer al poderío austríaco,
fue el ídolo entre los sectores
por haber sido uno de los mejores vencedores.
Beethoven escribió su tercera sinfonía
“Heroica” dignando a Napoleón
por el logro de ser eso en vista
como libertador de su nación;
pero Napoleón a si mismo se declaro Emperador
y eso a Beethoven le enfureció
y borró el nombre de Napoleón
violentamente en su partitura
por actuar de increíble cordura.
E intolerable al ver dejado
en ruinas su ciudad,
completamente él destrozado
en parte de esa falsedad
de Napoleón por haber ganado,
y más por una dama que quien le cuidaba
a su ser entre días felices quien le amaba,
pero él no, que duro pesar fue más
al ver perdido un hijo
ella, quien era su felicidad,
por la guerra inundada sin regocijo.

Y Beethoven a vuestra dama
escribe una sonata de violín,
a su hijo y a la guerra apesadumbrada
realmente un sonido muy interior,
referido entre letras voladas
a nuestros ojos de confección,
pero somos ciegos por no verlo
así de esa manera del dolor,
escritas muy ocultas a notas del sonido
cada instante que se vivió
en naufragios de lo ocurrido,
tétricamente sin olor
casto por lo perdido
de un agradable hijo,
al cual estuvo él afligido
y ella sin regocijo,
y por lo cual está escrito
en notas de lo sentido,
son los que saben su destino,
fúnebre o vivo del sonido
penetrante de espino
a tú completa alma,
viviendo lo urgido,
¡por lo que más se ama!,
y por lo que se pierde
y por eso dejan de ser verde
los pastos de la naturaleza
ante esto que se siente,
tú cuerpo de planta en maleza
desastrosa sin vida,
al no ver la justa nobleza,
más a ti te paraliza,
y así una lanza te flecha
al sentir lo de él pianista
por lo que está hecha
entre notas del artista,
“aflicción” y eso a mí me techa
completamente y borra mi vista,
y solo queda mi interior,
ahí es donde se despierta
ese maravilloso olor
aromado entre nota abierta
de sonidos indecibles de amor,
dando a mi alma la puerta
de la inmensa calma
la cual necesitaba por lo que se ama
rugientemente en alma,
sonidos de transparencia y reales,
de lo que pasa siempre ellos inmortales
son. Sí así siento ese amor
donde soy el emperador
de lo que se vive y de lo que sé,
por eso siempre cuando estoy en pie,
se sentirla, se amarla, se suspirarla
en la calle entre el silencio puro
de las demás personas que me observan,
se a donde voy, solo miro el cielo
y ahí es donde amarro mi alma
entre millones de sonidos
quedan ante mi Dios querido,
el saber entre ángeles lo visto,
porque a veces estoy estufido.

La música es el contenido
más inagotable que pueda existir,
por ser él lo clandestino
en todo el inmenso latir
de nuestro corazón fundido
para siempre hasta nuestro eterno vivir;
ámenla, descúbranla en lo que es
solamente más que eso,
serán eternos de una vida hermosa
sí más qué melodiosa,
y qué maravillosa será
una vida de beatitud y de paz,
siéntenla en su lobreguez
como si fuera su sangre sus notas de rojez;
sí y así la ardiente sangre
circulará aun más,
y de él tendrás hambre
pero eso llegará solo en la tarde
comiendo sin ser fiambre,
gracias a esas notas que ames,
qué crees de gran enjambre.
Así es la música que arde,
y de la cual más farde
entre muchos y son ciegos
por no saber que son los fuegos
de sus notas musicales penetrantes,
llega hacia las cúspides estrellas
como su querido amante,
realmente notas musicales muy admirables
y en otros seres naturales,
el sonido llega muy matante,
de la naturaleza a sus cosmos de notas musicales.
“La música cuando sumerge
todo a su paso de los inmortales,
abisma todo a su presente,
es plenamente imperdonable,
por eso suele ser enteramente
del compositor a lo del romance,
sonidos armoniosos penetrantes
y dolores entre ruidos urgidos por lo que ames;
pasa o no así es el poder apasionante
de la música hoy escrito sin ser intachable,
y siendo indefinible a los que oyen sin corazón
ese maravilloso sonido agitable,
que sonará siempre en toda mi eterna pasión,
esta historia acariciando siempre mi alma
la cual me da su grandiosa calma,
y por eso el aire son sonidos que me abrazan
todo mi cuerpo ardido por sus notas armoniosas
alentadas mis tristezas dolorosas”.

En mil ochocientos dos
compuso la sonata Kreutzer Beethoven
transportando su armoniosa voz
entre el sonido de su composición;
y en el momento más de desesperación
está el sonido de su estado mental
el poder del compositor;
cuando anhela llegar con vuestro amor,
pero averiado quedáis por un diluvio
al ir, y serráis lleno de rencor
por no verle su monada de cara,
y resuena el sonido de su agitación
expresando tónica lamentación,
por no haberle dado el mensaje
que él quería dar de gran olor
romanceado a su ser de ilusión
cuando viajaba en el carruaje;
el cual se averió por el diluvio
donde resulta ser imperdonable,
cual se colmó su llanto
al no tener ese anhelado manto
de esta dama, su amada inmortal,
que amó desde las raíces de sus notas
como la más valiosa de su historia,
la cual le pintó paraíso a su armonía
de haced con vuestro sonido a miles de caricias de rosas
sobre su ser al solo tocar su tocada melodiosa;
y que caerían a vuestro ser del cielo por tanta pasión amorosa,
que de seguro vuestra alma tuvo ante la sibarita adoradora
con agasajos tenues de tu alma cariñosa;
con besos sápidos de tu boca
a su ser de magia milagrosa,
de melodías encantadoras
rosando su espíritu de diosa,
que amáis tanto en tu alma loca,
que de ella no retiráis por ser tu ente de boda;
o como de las bodas de Fígaro dando tu honra
y tu romanza deleitosa y apasionadora;
pero que será en melodías de vuestros besos
y en vista lejana sonando ese violonchelo,
sí agitador del compositor por ser su anhelo
más piadoso de su gen a su vida de sueño,
serráis y no mirarais enojo a lo eterno
que es la música estando escrito
y sonando siempre en el cielo;
y en todos los pianos como en el que huelo
en esta tarde de enamoramiento;
y al que tengo acariciando en mis dedos,
como si fueran rosas de terciopelo.
Como vuestra música fue de florecimiento,
será en los que la oyen y saben su historia de sentimiento,
por eso que cuando toco el piano la siento en mi pecho
miles de gotas sagradas que caen de apasionamiento;
por ser vuestras notas de enrojecimiento
al amor y a la entrega inmensa de lo tierno;
como ver las teclas de halas de palomas,
brillo de luna rodeado de luz blanca
desprendiendo suavidad de aroma,
y de ese aroma conlleva su historia,
por ser lo que despierta la pasión romanceadora
del amor bellido y rijoso de su nota,
y que se incita por no perder su amada deliciosa
a la cual se devora como diosa.

Ante la historia de la música
no es como se piensa oír,
es por como suele ocurrir
y ante dichas cosas escritas
son la evidente verdad,
y da gran coraje que os mayoría
no sepáis saber tan perfectamente en realidad;
por como es, la vida, entre notas vividas,
se vive esa inmensa soledad
ante silenciosas notas compuestas,
entre violines, piano
y quedando en plena alma funesta.
El sonido elevador
despierta al compositor
gran poder de la composición;
(la música al verdadero olor
entre nuestros vahos al corazón,
serán si siguen esta contemplación
reviviendo las notas en letras
escritas de lo que vive el verdadero compositor).

Beethoven compuso “claro de luna”
que como ella ninguna
que haya podido escuchar.
Cuando siento su historia entre el lamento
entre mis manos sin poderla alojar,
cuando me la pongo a tocar
con infinidad de inmensa pasión,
y a la vez en ella el dolor
por toda su preocupante vida sin olor;
pero teniendo en ella un amor,
y más que en el fondo de su oído
estallando entre fuego enfebrecido,
por no poder casi oír
esta pena en su tímpano ensordecido,
pero llevando la pasión
eterna de la música en su corazón,
así esté muy descorazonado,
¡ahí es que palpita millones de notas!,
Beethoven ahí alentado,
está solo con eso en calma,
tiene la divina armonía
como lo es igual su alma
acariciando en su amada melodía.

Claro de luna una de las piezas de piano
más enfebrecidas de este ser humano.
En el año mil ochocientos uno
como él no estará ninguno
deprendiendo de cómo observe la melodía
cuando toque o genere la alegría
al momento de leer las notas
o tristezas estando al sentirlas tú escrita;
sintiéndote en ella vivida
cuando pase en los rumbos reales,
cuando sean terriblemente mortales,
o no expresaras tu vida a una partitura
colmado de ese viento frío o cálido en escritura
de notas teniendo esa clandestina captura.

Pero en el año mil ochocientos dos
Beethoven escribió su segunda sinfonía,
pero siguió con la molestia tan empós
del fondo de su oído cuando siempre amanecía;
y aún así escribe esta segunda sinfonía
a un príncipe Lichnowsky lleno de poder
la composición excéntrica y de energía,
tan grande como las tormentas de un llover.

Beethoven llevaba siempre con él
un cuaderno o un papel,
para comunicarse con cualquiera
pero muchos no tenían paciencia
a su tétrica sordera;
viendo que nadie le entendía
ni le cooperaban a pesar de su elegía,
Beethoven tuvo que aislarse
del mundo en que vivía,
y por eso ganó la fama de hostil o misántropo
durante sus infelices días,
casi no teniendo a su lado un ser filántropo
quien lo condujera
por un buen camino sin esa pena
más que todo en su tímpano que lo atormenta.
Pero como ningún hijo del Señor
está alojado en la tierra,
así sea más su cruel dolor
y abatiendo en esta guerra,
llegó la ayuda espiritual de una manceba
que era totalmente ciega,
vivía en la misma modesta pensión
donde Beethoven se había mudado,
y le dijo: yo aún tengo la ilusión
de poder volver a tener lo más anhelado,
y le clamó: “!Yo daría todo por poder tener mi visión!
y así poder ver una noche de luna
que tanto mi vista
hoy ante ti necesita;
Beethoven como el gran pianista”,
Beethoven se conmovió,
hasta lágrimas salieron
a hermosas palabras que escuchó
de esta manceba ante sus ojos que le vieron;
las ganas de vivir se le renovaron,
y entonces escribió
lo que siempre había él esperado,
“La Sonata claro de luna”,
y mirando al cielo rutilado
y recordando aquella dama que lo había salvado;
y preguntándose el ¿por qué? de la muerte
de un mecenas tan querido
por la muchacha como su más fuerte
fortaleza, y a la música por ser en ella lo vivido
de sus días e interpretaciones
que compone referente a su vida;
al que contiene pasiones
ante su partitura que está escrita;
llenas de esas ilusiones
y sus crueles desolaciones.

En el año mil ochocientos cuatro
y mil ochocientos siete,
estuvo de una joven enamorado
esbelta viuda Condesa Josephine Brusnwik que había encontrado;
le correspondía a su adhesión
y esa soñada ilusión
no pudo pasar
por rígidas restricciones
sociales se tuvo que dar;
ante producciones
de tener la separación,
pero no fue eterna pasión,
al próximo año su idilio
totalmente termina
para la Condesa siendo un suplicio
porque ella si le quería.

Beethoven finalmente
termina su ópera “Leonore”
que iba a componer realmente,
pero el nombre de la ópera cambió
a Fidelio en contra del compositor.

La cuarta sinfonía se plasmó
en mil ochocientos seis por Beethoven,
donde este índole se la dedicó
al conde Franz von Oppersdorff,
siendo la etapa más plácida de su vida,
al ver tenido obstáculos crueles de espinas,
cuando el conde escuchó
la sinfonía número dos
de este índole compositor;
le encanó tanto que floreció
una ayuda para Beethoven,
que si le componía una a él
iba a darle una gran cantidad
de dinero para componerla,
y uso la alegría y así pudo hacerla
al ”noble silesiano conde Franz”,
en realidad esa vez teniendo paz.

Después de dos años
el compositor Beethoven
compone su quinta sinfonía,
en do menor y así crecía
más siendo una de las mejores
que ha existido en la historia
de los grandes compositores,
llevando una índole huella
de las sinfonías compuestas
de absoluta belleza
entre sonidos de la orquesta.
Luego compone Beethoven para Elisa
una amiga y alumna de él
donde le tenía a esta dama gran sonrisa
entre clases que el ejecutaba en su ser;
compuesta el año mil ochocientos diez,
a la cual Beethoven se le declaró,
pero ella se casó
con un noble y funcionario estatal austriaco.

La fantasía para piano y orquesta
y coro en do mayor Opus ochenta,
como la marea del mar en gran fuerza
del piano y luego silencios y tocada lenta;
aguda melódica de notas en ligaduras
se agitan en los ojos de este compositor,
temblando entre sus dedos solturas
de vibraciones y armoniosa de los tenores,
de hipnotizada vista y pasión ejercida
entre violines tejedores
por Beethoven al rozar su enfebrecida
mano al piano a la vista de orquesta de iluminaciones;
por fin en él conseguida,
siendo la última aparición
de este índole compositor,
estrenada en mil ochocientos ocho,
compuesto por tres movimientos
volada ¡hoy aquí!. Cuando escribía en su lecho
esas miles de notas con amor en su pecho,
de esa vez de virtuosismo sentido
ante las noches y auroras esto vivido.


En este mismo año el compone su sexta sinfonía
tratándose a la relación de la naturaleza,
era el refugio de calmar su agonía
ante ella como aspirando su fortaleza
entre ese viento acariciador
a su plácida piel;
entre notas formándolas en amor
plenamente en su índole ser,
por lo que siempre iba apegado a él,
y a tanto ir a ese amado sentimiento
compuso su mejor amigo del aliento,
en sus notas de ruidos de esa naturaleza
obteniendo en la partitura grandiosa belleza;
por querer contener esto en su sexta sinfonía
más aclamada en su ígneo ser,
esta rutilante salida
no siendo un escurecer,
sino un paraíso de vida,
llena de energía
y en diluvios sus notas
transformándolas en “la alegría”
sin ser hojas rotas,
las partituras romanceadoras,
por contener la unión
de esta naturaleza apasionadora,
de su agitante pasión
latiendo siempre en su corazón.

“El paraíso donde se alentaba de verdadera alegría,
bosque siendo uno de sus mejores amigos”,
en ese campo frondoso donde más oía
armoniosos y sinfónicos silbidos
como los ruiseñores y grillos;
en donde al amigo Beethoven
recibía notas de amor en su oído,
y las escribía entre violines
armónicos de constante sonido
de la partitura sin cicatrices
dolientes de este “Hermoso paraíso”;
una nueva forma de averiguar,
lo más clandestino de un compositor
al solo momento de la naturaleza escuchar;
de gran inmensidad su plácida pasión,
como siempre sonó en su corazón
ante pesares sonidos de calmante amor.

Llamándose esta sinfonía “La Pastoral”,
verdaderamente una genialidad
muy referente a lo que él sentía en verdad;
y más por el hermoso color
que desprende entre la esperanza
del sentimiento de salvación,
a sus notas sin tener la hiriente lanza.

Beethoven escribe su triple concierto
en mil ochocientos cinco con dedicatoria
para unos de sus mecenas
el príncipe Lobkowitz de gran presencia;
los sonidos vibratorios como el violonchelo
violines, piano, clarinetes, en su escena
por tres movimientos de mucha fineza.

En el año mil ochocientos seis compone
su único concierto para violín,
pero fue un desastre
no estuvo bien elaborada,
pero aún así esta obra, fue rescatada,
tras diecisiete años después
que sucumbe Beethoven,
jamás nada se va,
solo queda su semilla del nuevo nacer.

La sonata piano número veintiuno
está hecha de sonidos melódicos
y no melancólicos,
dedicada al Conde Waldstein.

Cualquier sonata de él
o así halla otra que no conozcan,
siempre sus sonidos estarán
y permanecerán en el nombre de él,
así debe ser.

La Sonata para piano “apasionada”
empieza con muy fugaces sonidos,
yaciendo los dedos en la tocada
como lo son: sus millones de latidos
entre cada toque de su mano de emoción,
iniciando y romanceando su corazón.
Y su segundo movimiento
empieza en él compás lento,
es como rosar pétalos de rosas
tan suaves al piano y entre nuestro aliento
su aroma de esa historia melosa;
que sintió nuestro amigo del sentimiento
entre sonatas, y otras más
entre el espinado lamento.

Beethoven compone su concierto para piano
y orquesta número cuatro en Sol mayor,
Opus cincuenta y ocho sin preocupación,
en mil ochocientos cinco lleno de emoción
de tres rítmicos movimientos,
de una flauta, dos oboes, timbales,
realmente sonidos geniales
y dos clarinetes, dos fagots y dos trompetas;
una orquesta para piano muy completa.

Luego escribe a cuatro años su quinto
concierto para piano “El Emperador”,
reflejando muchas cosas de este compositor;
entre tres movimientos
siendo uno de ellos sus lamentos,
y dos muy romanceadores
entre agudos sonidos de violines,
cellos, trompas de desolaciones
a su poco ensordecido oído,
al crear esta orquesta que levanta pasiones
libidinosas exquisitas de lo urgido;
como lo era Beethoven atrayendo sensaciones
siempre e íntimamente
donde daba el jocundo dulzor
de saborear sabrosamente,
a sus condensas de ardor
y de mucha rijosidad
en el lecho las damas de gran melosidad.

El primer movimiento empieza
en violín y luego una corta afonía
enlazando al piano de gran sutileza,
calmando más su oído y el alma de su vida
entre ligaduras constantes sin parar
en las manos mágicas al momento de él tocar;
pero se para y dan los violines de su sentimiento
entre pocos sonidos llevando esa pasión al viento;
expresada devuelta al comienzo agitador
del piano a ligaduras fugaces de sus dedos
de lo que siente en ese momento el compositor;
“Beethoven” en paz, sin desesperantes miedos
del destino que llevó siempre por dentro,
la vida injusta y su gimiente anhelo
al no verlo cautivado tan perfecto,
como: (El oído como su más duro lamento),
pero sintiéndose como un Dios de este universo
enlazado al vivir y no el morir,
como así lo fue en sus composiciones
teniendo ese doliente sufrir,
pero al final en cúspides iluminaciones
a su eclipsada y apenada alma,
entre violines tétricos como su segundo movimiento
lo es, pero al terminar la alegría de su sentimiento
con notas sentidas al tocar el piano
de la principal tocada se va ese plácido aliento;
y comienza esos violines suaves entre tristes cellos,
perfumando una vida de lamento.
Caminando él ante las calles
siendo rechazado por su terquedad
brusca al no saber sus detalles,
dónde encamina su sendero de soledad
por no comprender su sordedad,
cuantos injustos son con él
de la historia de esa vez,
por no poseer su sentido
más perfecto que los demás,
por eso la agitación del sonido
del violín y cello es más que un lamentar
de la composición ante nuestro oído.
Quienes juzgaron, odiaron a su ser en realidad;
no supieron ¡“que él vivía la tempestad”!,
indudablemente debe de escribir
allá en el paraíso muy feliz,
como lo era la naturaleza en su vivir
refugio de armonía al “solo oír”
sonidos y sosegando más su doliente cicatriz,
del oído infeliz.
En ese mismo año Beethoven
estaba en Viena con dificultades
necesariamente de riquezas ,
y una invitación de Jerónimo Bonaparte
llega para que vaya a Holanda sin pobreza;
pero yacían unos amigos de él sin dureza
y le ayudaron con completa afectuosidad,
Rudolf, príncipe Lobkowitz y Kinsky de generosidad;
ofreciéndole cuatro mil florines anual
con la señera condición
de no abandonar la ciudad,
¡y aceptó esa situación!
convirtiéndose de luminosidad,
¡a tan grata pensión!
en artífice de libertad,
porque los compositores,
(Mozart, Bach, Haydn) en esa realidad;
eran sirvientes en las casas aristocracia por sus favores
del personal doméstico en verdad,
lo cual se le pedía interpretar composiciones
según sus amos sin libertad.
Pero a Beethoven con sus protectores
generosos dieron albedrío o voluntad,
a la independencia de la historia de compositores
a seguir escribiendo a su entera tenuidad,
de lo que él quisiera reflejar,
ahí siendo entre sus manos y piano la levedad
de violines y cellos su amar,
y entre pasiones solo una era la real,
la cual era su amada inmortal
para Beethoven ella su venustidad
más durante sus composiciones
el olor e imagen de su vistosidad;
la más amada de sus pasiones
como su eterna felicidad.

En mil ochocientos doce
Beethoven se traslada
al balneario de Teplice,
durante ese entonces
escribe la carta a su “Amada inmortal”,
siendo encontrada
en su escritorio genial,
con el “testamento de Heiligenstadt”.
Pero como Beethoven tenía
muchas relaciones entre mujeres,
no era identificada la carta de su vida,
solo tenía una fecha su escrito,
pero no el nombre de su querida,
esta mujer fue indudablemente misteriosa
la cual tenía Beethoven a su alma unida
entre letras de amor a su dama más esplendorosa;
que vivió en su eterno corazón
y entre la melodía armoniosa,
agitadora por ser ella su eterna pasión,
así son las cosas de ese tiempo,
extrañándola a cada segundo de su momento;
y por ser en pesares su aliento
de respirar y quitar el lamento.
Ahora verán las palabras escritas
a lápiz de nuestro amigo Beethoven,
lo cual tendrá el final
siendo los dos felices en verdad,
así no estén unidos de ese entonces fatal,
¿por qué?, porque su amada inmortal
no sabía y ni conoció esta carta,
entonces sufrió por no ser valorada en verdad
cuando su amor era tan cúspide que las estrellas
luminosas sin poder nadie tocar;
y ni tampoco nadie encontrar,
así era tan ferviente pasión
que Shindler fue quien salvo ese dolor,
que unía a la amada inmortal,
él era su secretario, su amigo
de Beethoven hasta el final
de su muerte quien culminó su última voluntad;
de esa carta dejándola entre el lagrimal
después que sale del lugar
de la amada inmortal;
por haberlo logrado,
ya sin poder tener por dentro tempestad,
porque le había fallado
cuando vivía Beethoven de lo inmortal,
¿por qué?. Porque jamás se rindió
siempre tuvo fuerza de su naturaleza,
a quien decía su mejor amigo
a pesar de sus tristezas,
siempre derribó al destino
quien le ponía durezas
de doliente espino;
la carta dice así : Mi ángel, mi todo, mi otro yo.
Hoy solo he podido escribirte unas líneas a lápiz, el tuyo.
Hasta mañana no sabré con seguridad donde voy alojarme;
siento que vivir así no tiene sentido, ¿por qué este profundo pesar?.
Si estuviéramos juntos dejaríamos de sentir este amargo dolor.
Allá donde voy, tú estás conmigo, pronto viviremos juntos y qué hermoso será.

El viaje ha sido espantoso, no he llegado aquí hasta las cuatro de la madrugada;
en la última parada me han advertido que no viajara de noche, e intentado asustarme
con el bosque, pero eso me ha tentado. El coche se ha averiado en un camino horrible,
que ha resultado ser un camino fatal. Ahora es evidente que me regresaré, pero he encontrado otro carruaje y seguro que pronto podremos vernos; espero que hoy.

Tengo que verte, por mucho que me ames ¡yo te amo más!, ¡nunca te escondas de mí!.
Mientras estoy en el lecho mis pensamientos vuelan hacia ti, mi amada inmortal,
algunos son felices otros tristes, con la esperanza de que el destino nos escuche, solo puedo
vivir eternamente contigo, o no vivir, sí así debe ser. Ahora debo irme a dormí, cálmate amor,
hoy; ayer. ¿Cuánto he llorado mi anhelo por ti?. Tú eres mi vida, mi todo, ahora me despido, sígueme amándome, siempre tuyo, siempre mía, para siempre.

La historia de la carta “Amada inmortal”
entrega todos sus sentimientos,
las llegadas desesperadas de su amar,
los obstáculos durante su sendero
en donde se acelera la agitación
del sonido a su atención
cuando encaminó hacia su amor;
las ruedas del carruaje en un barro se atasca
pero otro carruaje él tomó
para llegar con su amada
y así el llegó;
pero su amor no esperó,
y ahí es el sonido de agitación
por dentro de desesperación
entre notas de rencor;
hacia su destino de amargo olor.
La música se refleja de clandestinidad
completamente a cualquier aroma,
la beatitud, y la tétrica veracidad,
entre las notas de expresar su idioma.

Beethoven en julio de ese año
conoció al poeta Wolfang von Goethe,
los dos grandes artistas se admiraron,
pero no pudieron comprenderse.
Beethoven juzgó ante él algo que no le había gustado;
como demasiado servil con la aristocracia,
y el poeta opinó que era un ser “indomable”,
pero a pesar de eso su relación
ante ellos dos fue muy afable,
y por esa razón no disminuyó
la admiración que se tenían tan honorable.

Beethoven creó música para los poemas
que eran muchos de este poeta,
y así romanceando como bellas gemas
en pasión melodiosa a sus letras.
Gratitud al compositor
por haber hecho esta belleza,
reviviendo más el olor de su poema
y expresando más que la terneza.

Goethe por el resto de su vida
se sintió feliz por la música bellida,
y bajo ese aire su gran reverencia
a Beethoven por la armónica melodía;
enlazadas a sus odas gran esencia
de haber sido convertida,
por su más evidente sabencia
a la maestría sonora de su vida,
¡eh aquí su más ferviente benevolencia!,
Goethe su cuerpo de refulgencia,
pero lamentándose porque nadie
fue así a tal venero de su existencia
que haya conocido en presencia
amistosa, admiradora de gentileza.

Y unos de sus benefactores
de Beethoven el príncipe Lobkwitz,
tuvo ruina dineral, y el príncipe Kinsky
se mató en una caída de su caballo,
donde ocurrió un terrible estallo,
los herederos no querían pagar
las obligaciones monetarias ¡ya!
de Beethoven y ahí recomienzan
los conflictos de dinero
para mantener su independencia.
Entonces el Checo Maelzel de urgencia,
se contactó con él,
magnífico inventor del metrónomo
ya conociéndolo a él,
y más porque le había ayudado
con instrumentos auditivos
que él había necesitado
mucho en su destino.
Le construyo cornetas
acústicas para su oído,
y un sistema de escuchar
conectado al piano.
En mil ochocientos trece
Ludwig van Beethoven
compone ”La Victoria
de Wellington” lleno de gloria;
siendo una obra orquestal
para celebrar así la victoria
sobre los ejércitos napoleónicos en Vitoria.
Beethoven se alegró tanto
por la excelente creación
del ”Panharmonicon” que era un encanto;
para así tocar sonidos de gran modulación
ante el piano mecánico, como: clarinete,
violín, violonchelos y percusión,
ayudando así la musicalidad
de ese entonces a tan índole creación,
y puso la marcas de metrónomos
en sus partituras.

En mil ochocientos catorce
la academia reagrupa este trabajo,
(“La Victoria de Wellington”),
entre la séptima y octava sinfonías
que eran terminadas.
La séptima sinfonía,
la termino en mil ochocientos doce,
dedicó la composición al conde Moritz von Fries
de cuatro movimientos,
pero el segundo es el de tragedia
donde expresa su sentimiento,
comenzando entre violones lentos,
sonido grave ante cellos,
pero muy agudos ante pequeños silencios,
a medida que avanza el movimiento
se van enlazando lo demás en lo correcto,
que consume entre tragedia su sentimiento,
cosas que él vivió, hoy aquí las expresa,
llenas de esa escapatoria
cautivada en su historia,
de su sinfónica orquestal,
una vida ruidosa.

Él al estar sentado en el piano
escribiendo entre papeles
ante seres infieles,
(“están sus movimientos
como sus alientos
hirientes al respirar,
a su partitura lo que era él en realidad”).

La octava sinfonía es al año siguiente
en fa mayor compuesta inmediatamente;
sus sonidos son de alegría
no se veía un tétrico dolor
de esta hermosa sinfonía;
le llamaba el compositor
(mi pequeña sinfonía en fa),
a diferencia de la sexta
compuesta en la misma tonalidad,
siendo una interpretación
entre ligaduras de gran velocidad
agitadoras sin poderla parar;
y no habituando el silencio
y teniendo su plácido sentimiento,
unos le llamaban «la Octava de Beethoven... y la última de Haydn»;
por lo que había hecho
entre tardes ese sonido tocando más su pecho,
de grandiosa felicidad
como la sinfonía sexta “La Pastoral”.

Parece un grato adiós al orbe clásico,
por la Octava, con su larga y alegre coda.

Este era también el tiempo
de re-escribir y reformar
Leonore como Fidelio de ese momento;
como única ópera. Esa vez
el trabajo se convirtió
de gran rapidez,
en un gran éxito ante el público.
Un éxito económico,
los conciertos que realizó
en esta época fueron triunfantes,
y así acabó su cuchilla penetrante
del dinero Ludwig van Beethoven.

En mil ochocientos catorce
todo fue una celebración
por la derrota de Napoleón,
siendo uno de los momentos de gloria,
con su música realizaron
profusos conciertos,
lo cual lo llamaron
también para que tocara
varias veces cogiendo admiración;
y reconocimiento por lo que pasaba,
en esa situación
el muy orgulloso
por su relámpago tan glorioso.

El quince de noviembre
de mil ochocientos quince,
muere su hermano Kasper Karl
del compositor. Al morir
deja una esposa a la que Beethoven
llama ”La Reina de la Noche”,
tenía un hijo de nueve años
Karl pero pronto llega a ese entonces
luchando en el juicio
para la custodia del niño;
a quien quería en su poder
y así ofrecer su más fuerte cariño
alentada de su ser
con enseñanzas compositoras;
armónicamente apasionadoras.

Beethoven gana el juicio
ante vuestra madre de Karl,
la cual tenía baja moral
para poseer lo más esencial,
y así es excluida “Johana van Beethoven”.
Ludwig se entrega a la protección
del joven Karl, de gran amor,
fluido en las venas del compositor
ardientemente entre notas
sentidas su indecible efusión;
al chico como su mayor atracción.

El mundo le creía acabado,
no había compuesto ninguna sinfonía,
y más de la que había anunciado
la cual era la “Oda a la alegría”;
le creían completamente sordo.

La preocupación por el dinero
llegó y pedía plata por sus obras,
pero los editores no le daban satisfactoria,
por incumplir sus promesas
como de la gran orquesta,
la misa para los reyes,
totalmente nada,
no brotaba ese color
de esa reluciente mirada,
de este genio compositor
convirtiendo su vista apagada.


El índole casi sordo enseñó
para hacer de su pupilo un gran virtuoso
durante cinco años pero fracasó,
completamente en su relación
porque no era encantadora,
ni satisfactoria durante su comunicación,
porque su anhelo era ser soldado
no un pianista casto o puro de la composición
tocando sobre el teclado;
su sobrino tenía cada vez eso en su conciencia
no podía vivir feliz a lo que no quería,
no era su apreciada ciencia
ser un gran pianista,
y por dentro siempre se lamentaba
porque su tío no le escuchaba,
cuando él a veces se ponía a tocar,
así pensaba él, que él no oía,
porque él en el fondo eso creía,
pero su tío siempre lo escuchó
porque la música la llevaba en su corazón,
y así no escuchara tan perfecto,
ahí vibraba y sonaba esa hermosa modulación
de su sobrino sin defecto,
Karl sentía que tocaba mal,
que ese nunca, nunca fue su anhelo
preferido en la vida esencial
siendo como su más duro desconsuelo.

A pocos días su sobrino le tuvo tal aversión
que odiaba ¡tanto a su tío!
qué se fue de su casa de gran desesperación;
por herirle ese sombrío,
¡tanto fue así ese frío!
¡qué Karl se escapó lejos con una armadura!,
la cual quería él mismo matarse
por ver la vida sin ternura,
pero al instante de dispararse,
no se mató, vivió; pero Beethoven
al ver que no estaba en su casa
enseguida salió a buscarlo,
y la sinfonía sonaba en su alma
más matándolo;
entre su sendero de penumbra
casi sin tener la calma,
entre el carruaje fue, y lo encontró
en una casa con vuestra madre,
ya totalmente con una noticia dolida,
su sobrino le escribe:“no te quiero ver más nunca”
y él entre esa dolorosa angustia
e irritación de su vida injusta;
se aisló más del mundo, de todos,
porque en realidad no era su sobrino,
la veracidad era su hijo,
era un dolor completamente mortal,
esa es la razón qué él
entre su hiriente piel
se alejó de todos, aunque estando en contacto
de sus más apreciados amigos,
los pocos que no eran sus enemigos
y creciendo una historia
de la crueldad que tenía al joven,
porque él le dio toda su gloria,
de que fuese un virtuoso en victoria
y resulto ser lo contrario el chico,
y eso a Beethoven lo terminó de herir,
pero al final de su novena sinfonía
él va más allá y no da el sucumbir,
sino la hermosa ¡“Oda a la Alegría”!,
que la vida no estaba perdida,
estaba ahí entre mucha esperanza
para así no llegar a la matanza,
y eso es un gran mensaje
que deja ante la hiriente lanza.

Así la vida te golpee o te ultraje,
lucha que está el espíritu vivo
aún de seguir viviendo
en tú destino feliz sonriendo.

Luego llega el año mil ochocientos dieciséis,
donde compone su novena sinfonía
llamada la “Oda a la alegría”,
apareciendo en frente del mundo
quienes pensaban que estaba sordo,
pero en la orquesta expresó su anhelo más profundo
de ser salvado entre esa sinfónica;
de quien del aislamiento
pudo contener la más esplendorosa
y salvadora gloria;
agradeciendo a su Dios
por haber no caído en la muerte,
ya no aguantaba esa vida que llevaba
apenada fuertemente; en lágrimas de su alma.

A pesar de escribirlo, he votado unas lágrimas
por este amigo Beethoven a este momento,
caídas hoy en hoja de mi puro sentimiento,
sintiendo su vida al escribir ante mis manos
y en mi palpitante profundo corazón,
a este ser siendo uno de la música el mejor compositor.
Él no estaba sordo el aún podía oír
poco, pero oía en esa fecha sin sucumbir,
por lo que hizo la Oda a la Alegría,
una de las sinfonías más entendibles
ante nuestro oído al oír
su historia que relata real vida
de este compositor; cual brilló sus ojos
más aún con tener la certeza de que existe la vida.
Por tenerla esperanzada de seguir sin enojos,
y entregar así a esa sinfonía
entre la oda del canto,
durante el camino de su día
entre las flores sus aromas de encanto;
y de lluvia entre el ¡cielo de nubes!
curando sus ¡lágrimas! entre el puro manto
que baja ante sus ojos sin espanto;
así alejando de él el dolor
y de su alma ese consternado llanto
para así renacer al nuevo amor
de la mañana al hermoso sol.

Es verdad la Oda la compuso un escritor
quien fue el que ayudó a Beethoven,
Friedrich Schiller ante la gran oda de ilusión
en sus ojos que habían contemplado
en su estreno ese agradecimiento ¡a Dios!;
ante su sonido regocijado
entre violines y cellos fue el calmo de su corazón,
¡como lo más amado! de este compositor:
de agitación sonada y de inmenso amor
sentida a la hermosa alegría,
y buscar más allá del firmamento
entre estrellas su felicidad.
¡No todo está acabado
siempre hay un nuevo olor,
el cual encontrarás
sin tempestad
y en él respiraras el gran amor!;
un mensaje deja nuestro amigo
(Ludwig van Beethoven),
“así el destino te maltrate
nunca dudes de vencerlo”,
porque no estás solo !Dios está contigo!
animándote entre su aroma sin castigo.

Todo esto pasó ya cuando Beethoven
tenía realmente cincuenta y un años,
pero Beethoven creó esta sinfonía
desde antes en mil ochocientos dieciséis,
a pesar de su aislamiento
por su hijo Karl él estuvo creando este sentimiento
con el comienzo muy agitador;
por lo que vivía
colmado del dolor
durante su sinfonía,
pero fue observando
el modo de cambiarlo
entre los otros movimientos;
ya cuando su vida cambiaba
y así retirando el dolor de su alma,
y en la partitura así cambiando de color
a una primavera llena de alegría
de este maravilloso compositor.

¡Ama a tu ilusión! Sea lo que sea.

Nacimos para coexistir,
nacimos para sucumbir,
pero jamás dejando atrás
lo que es el gran amar,
ante cualquier cosa
si no fuera como clavar
una espada sobre una roca
del sentimiento de tú soñar;
enlazado entre el aliento de tú boca.
¡Sí, no es así!. Sería tú tempestad,
y ese es el sonido de su agitación
ante cada latido de tú corazón.

No pudieras seguir con ese tormento,
estarías sufriendo en el suelo
por no rodear ese gran anhelo
de tú más querido sentimiento.
Como para mí, en las noches mi sueño
qué siempre tengo
melodiosas notas latiendo,
agitadoramente a mi cuerpo
por apoderar este amado sentimiento,
como: Lo de un compositor,
poeta, de mi gran ilusión,
lo que significa el amor
a cualquier cosa en tu corazón,
la cual es la razón
de la frase que empezó,
¡“Ama a tu ilusión”!
y lucha por más fuerte que sea,
tú fantasía como “eterna pasión”,
por ser en tu vida lo que más anhelas,
ese frutecer en la hermosa primavera,
será lo que más te consuela,
por ser lo que más se sueña
amando en los crepúsculos de gran terneza;
y sin apagarse en tu destino esa vela,
ningún vendaval tú candela
encendida sobre la cera
del hilo aromando a canela;
el olor de tú destino
marcadamente esa estela,
eternamente por el camino
y los ojos cristalinos,
como las aguas de un río
por contener lo más divino,
y lo cual no me da sombrío,
así es, así debe ser
acariciando ese recuerdo
a mi cuerpo y alma cubierto,
que sería luego,
porque él estará aún de muerto
en alma, cuando esté en el cielo
al ver logrado el huerto
de esa primavera muy bello,
como mi más apreciado sueño,
y sonando el armonioso cello,
por tener en mi alma lo que más quiero.
Por eso jamás dejaré mi sueño
por ser lo que más anhelo,
y así no será un tétrico alojamiento
por ser él mi calmado aliento
en la “vida eterna” de seguir viviendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario