miércoles, 13 de octubre de 2010


Espíritu del hombre

Iba volando por los cometas de lo inmenso,
pero algo me detuvo a lo lejos.

 Pensando tantas cosas, por ser un astro
solitario en ese espacio,
que buscaba un amor casto,
pero me recogió entre sus manos
una armónica dama en el pasto;
con respiro inmenso recogiéndome
de lo infinito y sonriéndome,
y yo en luz oliéndole
su balsámico ser
que estaba encendiéndome;
de algo estupefacto
al momento de ese fascinante tacto;
y por ser ante sus ojos regodeado
de todo ese inmenso espacio.
 Y el más fulgente astro
por haber llegado ante mí lo más suplicado,
que ya había pedido como a la galaxia en mi anhelo,
para que formara parte de mi y del amor tierno,
pero llegó ante la vista lumbrosa de un azul cielo
que veía como sus ojos como lo más bello;
quien me bajó hasta ella en un respiro de lo lejos.
 Descendí ante ella y acaricié con mi luz sus dedos,
eran castas como mi alma, eran suaves como las alas de una hada,
era sencillamente como de un castillo. ¡Una doncella!
que a mi brillo daba, y lo llenaba de ilusión esperada.
 Pero inmediatamente mi luz de estrella
entornó a un espíritu de hombre en la tierra,
por solamente besarme la doncella
con gracilidad a mi luz de gran terneza,
para transformar la claridad en grandeza
mágica, en un ser lleno de olor de primavera
en toda esta inmensa tierra,
para estar a tu lado de firmeza
y acariciando de dulce fineza,
a ese ser tuyo que siento como flor;
en mil pétalos de azucenas,
y descubriendo al tocarte en ser lo que ajena
una virtud que a mi mente presenta,
que tocáis piano y hace arder mis venas
tanto que hasta Dios se da cuenta
el percibir de mi grandiosidad que revienta;
a más allá que vos ni sabéis de lo que os espera,
o quizá a mí espíritu en vuestra esencia
de toda tú alma; quien recogió para darme magia.

 Damisela doncella solo en ti quiero saber,
porqué elegisteis como astro de vuestro espíritu,
si hay muchos que están más vistos,
tan solo era una simple estrella que no fulgía,
solo mi desaire llevaba con rezos a Cristo,
y al universo en dulce anhelo de una mujer,
¡pero porqué vos tuvisteis que recoger
más que a un astro decaído!,
habían muchos que estaban más vivos
que yo ante vuestra presencia de contener,
y transformar en un grandioso ser.
Damisela: Os vi a lo lejos sin más magia y poder,
tan mustio y de cruel condoler,
eso me afectó y entre vuestro poco brillo recogió
algo que a mi poder llenó,
tanto a un amor no crucificado,
sino revivido a un matiz como el alba,
y no tuve otra que traerte ante mis manos,
y darte esa pureza, apego que habéis buscado,
y que yo tanto he implorado,
pero no veo seres como vos así de un ser claro,
único, sentimental en lo más soñado,
no veo aquel ser que valga más,
veo el brillar que menos luz tenga en un pasar,
y así fue que por eso os abracé,
para no extraviar lo que hoy quiero amar,
y en el aliento de mi respiración oler,
y de mi alma no dejarlo escapar.
 Espíritu del hombre: No me escaparé, eres la pureza
que está habitada de dulzura,
y aromado en mi alma de terneza.
 Estoy feliz que toquéis piano,
siempre soñé con una dama que tocara lo más abrazado
que ha estado en mi alma y arrullando;
y antes en mi luz de astro deseando,
y en dedos desesperadamente hoy tocarlo
en esta naturaleza ese piano;
que desprende aroma dulce como vuestros labios,
porque ya hoy aquí los estoy besando,
Damisela: amor soy ante vuestros labios bienquista,
y sí toco piano, ¡soy pianista!
de esta grandiosa naturaleza
quien de ella me da los sonidos de pureza,
como lo son las aves, ruiseñores,
todos atiborrados de fervores y amores,
dan el lenguaje del piano,
dan el color a la hoja a que amo,
Espíritu del hombre: Yo también siento eso de lo que arrullo,
como a ti a lo inmenso de este mundo
que vivo y que me da orgullo
de un latir vesánico y profundo;
fuerte, como las olas de un mar
mi corazón ante esto que me hace extasiar,
a más no poder de grandiosidad
indecible sin poderlo renunciar;
y ni de mi aliento dejarlo de respirar.
 Damisela: así como vos sentís ese latir,
yo por vos lo siento como violín
agitador que desprende amor,
romance y acariciador
a vuestro cuerpo que quiero en la pasión,
espíritu de hombre como rijosa relación,
como pura del violín,
sin mendaz a tu oír,
mojará cada compás
del piano más y mucho más,
de un hondo consumo
nos revolcaremos y nos comeremos
como saciado fruto;
en ese lecho de piano profundo,
sin dejarnos de tocar
en pieles de infinitos segundos,
hasta la divina eternidad,
jamás nos iremos del mundo,
vos y yo consumiremos la vida
por vivir la pasión bienquista,
que no estará partida
porque de ella siempre resucita,
para no quedar en alma cuita
vos y yo en ese sitio de inmensa vida.
Espíritu del hombre: Sí, así de inmensa es amor mío sagrado que tengo;
y hoy respirando en todo este glorificado lecho,
todo vuestro sápido cuello,
que cuando solo doy miles de besos
desprende armonía de piano en sentimiento,
volcánico, aromático y apasionado,
viviendo juntos de lo más esperado,
añorado, pero que hoy palpitamos
en cuerpos los dos amarrados,
más que en intimidad atrapados
consumiéndose lo de esta relación
que vivimos en el lecho de infinita pasión.
Recorro todo esa montaña aromática de senos,
de ellos con mis labios hambriento bebo,
para que así mi alma, mi espíritu esté lleno,
cada segundo de lo que yo deseo,
como hoy, todo ese cremoso cuerpo,
que amo en la pasión hasta lo eterno,
y que recojo un cuaderno
para escribirte que eres mi sueño
que siempre grité al universo,
para solo beber y amar como tu dueño
esa puridad que alienta mi cuerpo,
que tienes solo tú en mi reflejo
de hoy glorificado en el lecho

Damisela: Glorificado y venerado mi espíritu de hombre,
que transformé en todo el verde monte,
para contenerte y amarte tan celestial como el horizonte;
me gusta cómo me hacéis todo el amor
en vuestra piel llena de puro ardor,
Espíritu del hombre: Es magnífico hacerte esto ardiente sol
que a mi pecho da calor,
inquietud y desesperación,
por no querer dejarte ir de mí olor.
Damisela: No me iré jamás por ser el dulzor
que acompaña en la divina creación
que se llama la pasión,
y que nada más ella creció
cuando vi como vivías en vuestra introspección;
tan afligida sin dar un aroma de paz,
pero eres ese ser que hace desprender aroma de flor,
como a mi cuerpo que está contigo envuelto de ardor;
que llega a más allá que el sol,
pero que al pasar por el pide más calor,
para que así en el lecho nos estallemos más de querer
mi hermoso hombre, que besaré siempre vuestro ser.
Espíritu del hombre: El amor es muy romántico, por eso llegamos
a tanto olor que al lucero volamos,
y en él, los planetas dan anillos
para que nos case por lo que nos amamos,
y así en la tierra, como sol demos más brillo.
 "Vosotros os amáis, porque de una vez no os ponéis los anillos,
y ante esta galaxia junto a estos “amigos
planetas”, dan el florecer de sus latidos,
ahora que palpitará ante este espacio de lo querido;
por este astro cuerpo de humano,
que antes había tanto pedido,
y en sus ojos de luces llorado".
 Espíritu del hombre: Gracias amigos,
no saben lo que me hace este sacro momento;
por tener aquí a lado mi doncella que quiero,
la dueña de respirar mi aliento,
y de mi entero cuerpo,
de acariciar hasta lo eterno,
y porque no gritarte aquí en este universo
lo mucho que mi ser os ama doncella,
y tan melodioso como cuando cae de una playa sus mareas.
 Así cae mi voz del te amo mi sacra belleza,
no sabéis como estoy junto a ti,
como del día que os conocí.
 Hoy mi voz se ha transformado en violín
agitante y armonioso a vuestro ser de vivir,
por siempre y de no separar en mi latir
todo esto que siento por ti.
 Damisela: Yo os acepto amor mío en el nombre
de este amor, por ser el espíritu de hombre
a quien no olvido, ni cuando estoy dormida,
porque os tengo ahí tu alma bendita,
quien me acorrala y me acaricia con vida,
y a quien toco y consumo de animación,
eso sacro que tenéis vos espíritu de hombre,
quien hizo florecer el nacer de mi único amor,
no hay otro, el primero fuiste vos que esperé tanto en la vida;
y como una marca que de mi alma no se quita,
permanecéis tan dibujado en mi vida,
que es imposible dejaros de amar
por un segundo solamente por vuestro mirar,
que de mi no se va,
se queda ahí más que clavada,
reflejando mucha paz,
y eso me hace elevar
todo ésta tranquilidad
de amarte así y mucho más.

Espíritu del hombre: Ahora descendemos al lecho
para dormirnos y descansar,
hemos hecho tanta fantasía
que ni una persona en la vida
hiciera así de vesánica fantasmagoría.
 Damisela: Si duérmanos ya es hora de abrazarnos
vos y yo en este lecho sagrado,
que tenemos siempre ardiendo
de amor sacro y enamoramiento,
te amo espíritu de hombre.
Espíritu del hombre: Y yo igual te amo y esto del mundo no se esconde,
porque ya saben todo hasta el universo
de lo que sentimos y, porque nos casó el lucero.
¡Qué jactancia da esto, es tan hermoso como el cielo,
que hoy se agiganta otro deseo!,
de querer tener todo vuestro férvido cuerpo,
ya que nos casamos necesitamos de eso,
y del amor que cada día da más florecimiento.
Hacemos la libidinosidad en nuestro lecho,
y nuestros anillos dan brillo y enrojecimiento,
por todo lo que estamos viviendo,
y mientras más copulamos de enloquecimiento,
más el anillo arde en nuestro divino cuerpo,
y hace agitar más por dentro
la sensualidad a querer consumir
la sexualidad del deseo;
que en pieles saciamos en besos
locos, sápidos y suaves como la flor,
toda la relación que vivimos de amor.
 Damisela: Os amo amor, siempre esta pasión brillará
en todo este universo y de fulgente color;
como arco iris en melodías de modulación,
y de armónica composición
de lo que vivimos los dos.
Amor saboreado en mi lengua de devoción,
te amo amor, te amo mi gran idolatrado ardor.
Espíritu del hombre: mí corazón te ama tan melodioso como un violín,
que suena y hasta en mi voz por ti,
porque lo soy, y que será hasta lo eterno
llenando de esa armonía
el corazón que tiene cuerdas de violín,
que suena y arde de fantasmagoría,
por vuestro ser de toda esta eterna vida.
 Así es el camino de mi corazón,
por vuestra damisela
que tengo en mi cama tan entera,
que beso y consumo como mi deliciosa belleza.


 Os idolatraré eternamente y siempre tendré en mi respiración;
jamás volaréis, ni saldréis de mi corazón
armónico de vuestro ser que romancea,
de esas venas de violín como cuerdas
que son dentro de mí a ti de pureza,
millones e infinitas de letras
en tonos de una historia,
que se vive, que se siente en las orejas,
ellas viajando a todas esas venas,
que llegan a mi corazón y que no frena,
sino sigue circulando la historia que embelesa,
los sentidos apasionados de olida grandeza,
por verte esta noche de estrellas,
tan melodiosa y bella,
y por tocar el violín y piano de cuerdas,
que es de mi ser a la naturaleza,
transformando idilio que a delirio llega,
y todo ese poder compuesto incrementa
el aliento a todos de esta naturaleza,
y entre el viento de esta sonata complementa
su hálito de una historia que deja huella,
y al que no se deja de ver porque siempre refleja
esa imagen romanceada de dos seres que se besan,
y que en él se consumen en una naturaleza,
entre el piano de lecho de delicadeza,
pero en un ambiente que suena
ese piano junto al violín de belleza,
de beatitud por una historia de letras
ante las hojas de este poema,
que en ojos leídos quema
la pasión de dos seres que se desean,
a más no poder por lo que ellos revientan
a fuerte ardor en sus pieles de dulce crema,
derramada ante besos de su divina lengua,
por todo el cuerpo que recorre en el viento de este poema.

En la tierra su voz manifiesta
la verdadera música en mis letras,
para desprender jocunda sonata
que de esta noche a mi abraza,
y a ella en el lecho de magia
frondoso de hojas y fresas,
dulce el lugar ávido de una pasión eterna,
y que es indestructible, porque en los ojos llena
luz de estrella, mía de astro del pasado en grandeza,
más que ahora por ser armónico ante la armónica belleza;
de poder escribir mientras en mi ella rodea,
su olor, su sabor, el calor, la paz que besa,
y abraza mi cuerpo de pureza,
quien ella mira a lo lejos esa estrella
que brilla sabiendo que era, tan igual como esa,
y sobre el pasto corre gustosa,
alegre y muy armoniosa,
por escuchar la sonata de nuestro amor
que suena tanto en su alma de emoción,
toda nuestra historia brillosa como estrella,
por dentro a lo lejos de pasión,
pero llevando en su aliento mi olor,
que mientras ella corre, la beso,
seduzco, abrazo, devoro de enfebrecido amor,
porque mi olor quedó ensamblado en su ser de pasión,
sin poder irse de esta diosa del ardor,
que hizo magia a la naturaleza y a mi ensoñación
de poesía a melodía en sonidos de agitación;
y trinos en sus compases y arpegios de amor
dóciles a movimientos de pasión;
sobre la romanceada composición
que vive la pianista y el compositor;
lo eternizado de una relación,
tan eterna que suena en idilio su corazón.

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