jueves, 14 de octubre de 2010

El mendigo.


Los mendigos

Sus vidas están llenas de suplicios
cuando son desconocidos de la humanidad,
se sienten tan afligidos
por no tener por lo menos un pan,
a cualquier lado que van
para poder comer y alimentar su ser
hambriento que es rechazado de la comunidad;
que los detestan con aversión.
Y no encuentran su dulce felicidad
implorada en lágrimas de su corazón.
Los mendigos, caminan desolados,
sin tener amigos, quedando casi asfixiados,
con el alma hecha pedazos,
por ser los más abandonados.
Sus ojos amigos son los más benditos de esta sufriente vida,
porque sus almas no estarán ya destruidas
por nuestro Mesías que es nuestro salvador
eterno ante nuestro dolor,
y será como un pintor
que les llenará su vida de otro color.

Pero la multitud pasa y pasa, ante sus ojos sin tener ese amor.
Pero Cristo nuestro señor
eso no los enseñó, él nos educó sin rencor
teniendo el corazón más que filántropo,
y no siendo hombre misántropo.
La gente hoy en día se olvida de esa agonía
coexistida en sus apenadas almas,
por el sombrío que vinculan sin la calma
que los deja sin vida
todo por no tener comida;
hay pocos que estrechan sus manos
para ayudar a nuestros hermanos,
y bendecidos seamos
por Dios ante este acto de amor
a los que siempre ayudamos
en ser de pureza benéfica,
sin la mancha negra maléfica,
donde está Satanás atacando como un huracán
a nuestros corazones,
para borrar nuestras bondadosas acciones.
Ahora sus almas apenadas, serán más que premiadas
en el paraíso de nuestro Señor colmándose de paz y amor,
y olvidando todo ese padecer de su agonizante ser
ante el planeta tierra,
como si vivieran cada día más la guerra.
Escrito tan solo lo que mis ojos han visto ante el mundo
de un dolor tan profundo,
que siento cada vez que los veo
tirados en el suelo,
y les ofrezco mi consuelo,
ayudándoles con el poco dinero
que a veces tengo, para ellos,
y con lo más profundo de mí espíritu,
a cada uno que miro,
les digo: Dios te bendiga hermano mío,
y en ti confío, que por el buen camino caminarás,
y que orarás a Dios para que te oiga,
porque él estará a tu lado,
porque no estás desamparado,
él es tú gloria,
tenlo en tu memoria,
y tu corazón con inmenso amor,
y la vidorria se irá
y en el orbe regocijo tendrás,
y no sufrirán
amigos mendigos.

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