miércoles, 13 de octubre de 2010

Ger Mozart


Venus hacen salir del hoyo a un prodigio luchador.

 Fuisteis instrumento de Dios
para crecer ante la oculta voz
de sus alientos al mundo;
más que agitados en segundos
durante todas las notas de rumbo,
compuestas de mensaje a futuro,
hablado y anunciado
de lo que es profesado
ante nuevas mozas notas
que tropiecen a sonido rociado;
de lo que es de tú altura,
lo poco azaroso prosigue lo amohinado,
y de lo que has olido entre el vaho
más por voces graves del espacio,
que entre él han sido fuscas
y protervas ante la hoja de lacio,
y desmirriado sin piedad el vendaval zurrusco
de ese espacio fusco;
a notas de voces ofendidas sin garbo,
por voces fuertísimas de lo malvado.

Batalla se enfrenta
de lo que ha desfilado,
sus armas que revientan,
sin ser ante su voz de caridad,
sino volando entre su misa con puñal
impiadoso a su alma decaída de lo clamado,
hiriendo, pero grita a su hoja real,
¡pero invocándose el poder ensalzado!,
¡de hacer ver la lucha
que vive mientras escribe lo saboreado!,
entre boca de luna,
pero internamente da luz
¡a voz dulcísima! entre labios susurrado;
¡a la voz hostil! y viendo una cruz,
¡con voces se oye poca vida,
cruz pronto estará Réquiem,
ella acabada y él en la partitura
de querer que el mal se aleje,
y él pueda difundir su mayor ternura,
y así en él el vuele,
y lleve lo que él tiene
de su lloroso Réquiem,
a esa misa estando el invocado
en sonidos eternamente
que se siente,
al solo escucharlo
una noche batalladora en su lecho,
como él mirando
entre sus ojos y sintiendo
hacia lo lejos,
que estaba él componiendo
su últimas agonías de duelo,
entre ese espacio negro
más que fusco,
y entre voces de protervos,
y estallando su partitura en zurrusco
vendaval de luto.
Su alma se eleva a voces sumisas,
y a todo eso se lleva la brisa,
con gloria a voces malas de su historia.
Vence, pero decae igual por enfermedad
que le pasa entre su rostro,
al solo componer más que postro,
pero con fuerza
hacia su partitura que anhela
salir con olor a tocada primavera;
que él siente y llega
volando entre ese tormento que revienta;
pero que deja ante el sonido la huella,
de un duelo catastrófico que arde,
pero fluyendo un lema,
“Así el languidezco
os lleve a un infierno
viviendo de quemante fuego,
y de cuerpo no fresco,
¡luchad por vuestras notas de duelo!,
enfrentad el olor tierno
que tenéis en el fondo de vuestro aliento,
y así será el fuego eterno,
permanecerá por siempre en él viento
del sonido Mozart de Réquiem envuelto”

 Miréis vosotros su sonido acariciador
a otros que toque o roce,
este sonido explotador
de una vida que siente a último momento,
que se le aloja,
pero que queda en la hoja,
sus visiones, su ternura delicada,
y que de eso a nosotros nos moja.
Lo que vio él en esa cama
más que entre la hiriente lanza,
pensando quizá sus notas
que no tenía alabanza,
pero al luchar descubre su acabada obra,
que habrá en su remembranza,
más que una gritadora gloria
que vivisteis dando vuestra mayor historia,
y apartando, por lo posible la zozobra
que marca mucho entre el camino de una nota.
 Se antepone tantas cosas
que son difíciles de apartarlas,
pero termina de apartar entre destellos
desde su profunda alma,
entre miles de violines y cellos
dan el giro de su vida con cálido aliento,
y de ellos muchos arpegios
funden de amor su hoja de anhelo,
de salvarse de lo que vive de su momento,
y entre su voz sigue cantábile
dulce de sus muchos versos,
son adornados de cadencia
y de ellos violines en arpegios,
fagots, y más graves los violonchelos
sigue la ornamentación
de los sonidos que tocarán el cielo;
y el paraíso y a la voz de Dios,
sigue suntuoso lo que hay en esa hoja de sentimiento,
entre seráficos armónicos y querubes de amor
a la entrada de Mozart de su olor;
quienes acompañan en su composición
que vive y necesita lo tranquilizador
de estos ángeles ante su alma de pasión.
Mientras más armonía
entre su compás exista,
más apasionado será su alegría,
y así de sus olores la muerte la verá como risa,
porque llevará la dulce fantasmagoría
que vive en la cama y en su partitura sumisa.
 Rosas caen a su lecho,
y de ellas sujeta una rosa y la besa,
y en la hoja la acaricia,
profundiza su perfume en el poema,
de la oda de maravillas
ante el canto será sus voces de vida,
no fúnebre de cenizas,
sin manchar la hoja en sangre rojiza,
mas cantaremos con inmensa alegría,
por lo que dejó Mozart en su día,
que vivió el ardor de su consuma vida,
a pesar de evadir la enfermedad
efímera, no será su realidad,
dará por siempre la armonía
de poderío en su alegría,
no bajeza de su canto glorioso,
mostrará empíreo sol
a través de su ojo
a luces de notas de ardor;
pintará corazones vivientes
en esta vida del amor.
 Aromará lo que es triunfador,
y lo más dulce
de lo romanceador,
del cual ha gritado a Dios,
ayuda y entre ángeles acompañaron
para salvarse y florecer en alma su voz,
quien subió a lo lejos,
y de ahí escribe su partitura de pasión,
sin poderse ir de ese lugar,
sino viendo a otros grandes antepasados en verdad;
y de esa inmensa jovialidad
se plazca al paraíso de paz,
entre Venus huele aroma de puridad,
mujeres sacras de santidad,
no son compositoras,
pero sí tenoras,
y eso es lo que a Mozart adora,
las tiene y entre esas divinidades
se mantiene, por ser tan esbeltas,
tan joviales y tan pluvial de melena,
que recorre por el suelo santo
melodías inmensamente tiernas,
y de toda la claridad del manto
que a eso se venera.
 Como lo son las doncellas
de grandiosa belleza.
Mozart usa su encanto
de muchas de sus letras,
para manifestar un canto
en una oda a estas damiselas.
Ellas a él le observan
mientras que Mozart roba sus almas,
y entre un lugar lejano las consume de gracia,
de riqueza y de gracilidad,
sin hacerles daño a su cuerpo de lana
y tan divino como la baya,
las mueve entre una cama,
como las mareas de una playa,
las siente a ellas tan suyas,
que todas se dejan por él entre su lujuria.
 ¡Es tanto el querer de una cadencia
entre besos de cuerpo de esencia!,
¡que explota por tanta belleza!,
y que tienen las Venus ante él de inmensidad,
entre besos adormecen los sonidos de riqueza,
y por dentro estallan sus almas por lo magistral,
por el latir de su poema
que escribe Mozart en el lecho de cereza,
y a todo eso Dios observa
lo que pasa entre este ser que al paraíso llega;
y dice: ¡Mozart he de tener diosas!
y de estas dulces y sacras rosas os las regalo,
por haber visto vuestra lúgubre historia
que vivisteis en el último canto,
os las obsequio como infinitas notas
que tocarán vuestra melodiosa alma,
tan solo cantarán en gloria
por recibir a la dulce calma.
Ellas aromaréis vuestra vida en honra,
vos de ellas daréis ornamentación de tañeres,
como lo hicisteis de gloria
cuando luchasteis en la hoja
de la tierra de vuestro Réquiem;
entre alma llorosa con la peste.
Mozart: Grazzie señore por vuestras diosas,
tendrán mi único alabado idioma,
cuando las tenga tan cerca de mi piel
les daré el latir de un pincel,
entre pintada armonía
besando en todo su ser,
de cada una de estas diosas
que quiero contener
siempre desprendiendo aliento de amor
y fuego de melodía en mi corazón;
por estas divinidades acariciando mi pasión,
con sus voces dulces de lo enloquecedor,
que llega a mí a una agitación
de arpegios de su voz,
avivando lo meloso de lo romanceador,
del idilio que se invade de ardor,
ardor eterno que seguirá en el violín
mío que tengo en la cama de flor,
flor que se siente al rozarnos de jazmín,
nuestros cuerpos diosas de mí amor,
¡las amo, por ser la salvación de mi existir,
a nadie había tenido así
quien diera olor y aroma a mi violín!
difícil va ser olvidar sus cuerpos
entre la noche de mi sueño,
ahí aparecerá su aliento
acariciando todo mi digno cuerpo
a ustedes, por siempre de anhelo,
de amor férvido,
por ser la paz de mi vida
en alma que jamás pensó en esto,
que iba a pasar en apego,
quizá provoca botar una lágrima
por ser tan increíble el momento,
o por ser tan apasionada
toda mi profunda alma,
por vuestro aliento que dan
mujeres sacras,
y suaves como la melodía en mi alma,
que acarició siempre eternamente,
pero que hoy las acarician ahora ustedes,
tan sublime y suavemente
que las hacen volar con alegría,
de lo que pensé una vez en la tierra
que estaba perdida,
o en el infierno consumida,
pero que no lo quise pensar así,
sino seguir en la vida,
de poder vencer esa enfermedad
de mi armonía
que consumía con la elegía;
pero que ahora son calor
y luz fulgente siempre de sol,
dan la paz con sus besos,
con su paradisíaco cuerpo,
son el seguir de la vida sin penar,
son el aire que necesitaba en tierra,
la fuente de agua para tomar,
y la calma de componer verdadera belleza,
con su voz dulce, diosas de mi felicidad,
son la magia que necesitaba mi vida más,
no me iré, haremos la vida que sea un frutal
de hijos ante ustedes diosas de mi amar;
¡no importa cuántos hijos nazcan!,
lo que importa es lo que el aliento abraza
entre ese romance de fragante alma,
que tengo ante ustedes de eterna llama,
como en mi Réquiem el fuego que no se apaga,
un fuego que seguirá hasta que ellos vengan
en este sitio de magia.
Ese fuego estará aún hermosas damas
que amo tanto en mi melodiosa alma.

Venus Verticordia: Eres la musicalidad que necesitábamos,
y que ahora todas nosotras te amamos.
Hacéis sonrojar mis sentidos,
Venus Anadiómena: ¿sí nos hacéis eso?,
como a mis latidos los haréis estallar de magma amorío.
 Romántico Mozart que hoy necesito
ante mí cuerpo encendido
que está de ti cariño;
ojos melodiosos, cejas lumbrosas,
los veo en mi fascinación alumbrosa,
de querer entrar ese brillo a tu cuerpo en gloria,
de dormirme ahí querido Mozart,
ser vuestro sonido agitador de cadencia,
de moverme en vuestra piel deliciosa,
ser tan solo tuya esta mágica diosa
que aviva de ti en este paraíso de rosas,
siendo vuestro manantial puro de tomar
en todo mi infinito cuerpo de mar,
y así de él saciarte hasta el final
que vos queráis de mi inmensidad,
soy la divinidad inacabable de vuestro arrullar,
hacedme toda la dulce armonía que vos anheláis tocar,
agonizo de ansías de dejarme en vuestras manos,
hacer lo que vuestra incitación quiera abrazar,
siendo vuestra poesía del paraíso de amar
en armonías dóciles de tú fantasear,
y así yendo lejos de la realidad,
y de este paraíso de su inmensidad,
por solo dejarme consumir
durante todo el vivir
que existo ante vuestra piel de paz;
ardiendo mi blanca piel de volcán,
por vuestra simpatía y encanto de galán
melodioso y enamorador de mi soñar;
por haber querido tener un romancista
que hiciera sentir el amor a una diosa de divinidad,
o ninfa vuestra que dicta
desde su alma su puridad,
entre violines de amor,
por vuestra majestuosa prodigiosidad
para quedar envuelta de vuestro olor.
Diosa Verticordia: Oh qué fuerza de pasión!,
oh qué amor se siente,
oh arde igual mi corazón
igual que ella por el ente,
dicta tantas palabras
entre la aria dulce,
por amor a él en su alma
y que anhelamos en beatitudes.


 ¿Sabéis no estamos ni celosas?,
somos más bien alegradoras
de tener un ser que nos ame así
de ferviente querer,
y que nos dé aliento apasionador,
y así podremos darte dulce voz,
hacerte volar por los cielos de amor.
Diosa Anadiómena: Os amamos mi amado Mozart compositor,
quien dais como un pintor
a nuestros corazones de coloración;
y bellido de una vida la pasión,
y queremos que nos haga el amor,
que vuelva a despertar esa lujuria
que disteis en el comienzo antes que nos viera Dios;
hacednos la lasciva pasión,
eres el ser quien da el verdadero ardor.

Venus Verticordia- Sí Mozart; hacednos la cópula mágica,
vos sois ese ser quien hace desprender castidad,
sois sublime, armonioso en la cama,
danos la caricia eternal.
más por vuestros ósculos que brotan melodías.
 Ya antes la pasamos así virtuoso pianista
que queremos con toda el alma y de alegría,

 Mozart al quedar tan mudo,
por solo observar a las diosas,
por ver su lenguaje pulcro
recién su voz entona.
 Las diosas enamoradas
entre su más fino entramado,
recitan entre versos de gambas
por sentir tal amor amado,
que solo en su espíritu cantan
ante la eminencia que las ha extasiado.


Mozart: Igual las amo hermosas diosas,
vosotras dieron la vida a mi melodía,
e hicieron crecer a ellas maravillosas,
y más que armoniosas en mi dicha,
dejando ante este paraíso historia,
y del duelo que tuve más que vida,
soy feliz mujeres mías, las amo,
vengan aquí a mis brazos,
dormiréis en dulces sonidos
de cadencia y arpegios,
por violines de sentimientos
quienes se transmitirán de deseo,
ahí entre mi romanticismo latiendo,
ahora de ustedes beso
su melifluo cuello,
de él al lecho deja sonido de violonchelo,
¡el amor, nuestra vida en almas de lo eterno!.
Venus Verticordia: Sí amor besadme,
es divino sentir vuestro aliento
entre mi sápido cuello.
Venus Anadiómena: me gusta cómo me acariciáis la pierna amor,
hacéis arder mi cuerpo de pasión,
Mozart: Venus de mi alma en aliento de ardor,
las pongo a las dos
junto a mi piel desprendiendo melodía de romance;
entre carne seducida y apasionante,
son la cópula de mi excitación,
vivamos el momento de ardor,
sus cuerpo entre el mío,
en ustedes confío,
serán el calor de mi vida
de esta unión más que latida,
daremos frutales de hijos,
y de ellos daremos regocijos,
son mis Venus adoradas
en mi alma saboreadas,
el glande entre su vagina
acariciada y sentida,
quien de ahí despierta melodías,
más que alegría
hermosas Venus de mi vida,
quienes estarán por siempre en mi cama
de lujuria y de bellas sonrisas,
por vuestras caras de maravilla
que amo mucho mis Afroditas,
en este venero lugar
de tener y de amar,
sin dejar de mi alma jamás,
y ni de hacerles llorar.

 Libido amor hay en su santuario,
por su paz es su realidad,
viven entre tales sonidos sopranos
que hay entre su inmortalidad,
juntos y llenos de armonía
es y será por siempre,
entre muchos versos que dicta
entre su estado de su Réquiem.

 Venus Anadiómena: Me gustad vuestra pasión,
sois armónico al hacer el amor,
me habéis hecho eyacular
desde mi vagina a vuestra piel de ardor,
gracias por hacerme tuya,
y de vivir este momento de lujuria,
siendo la Venus saliendo del mar,
a quien en agua vuestro cuerpo besará,
y dejará siempre de santidad
en notas santas de un amor real,
y que siempre de la cantidad
de todo ese mar,
será mi indiviso amar,
y de mi pureza será,
mi voz para vuestra partitura de paz,
de rijosidad y de eterna felicidad.

 Qué canto tan divino expresa,
más por esa dulce relación,
vive entre un heroico poema
entre su mundo de la iluminación.

Mozart: Grazzie amore, sois la diosa saliendo del mar
a quien yo siempre en mis melodías tendré,
de todo esto cantando de tenuidad,
y en la hoja explayaré,
mi venustidad,
de seguir teniendo hasta lo inmortal.
Venus Verticordia: soy transformadora de corazones,
pero de toda esa magia,
vos tenéis el mío de todos ellos en uno solo de pasiones,
soy en vuestros ojos la naturaleza de flores,
quien os aroma en cama de frutas en besos,
quien dará de vuestro ser frutas,
soy el querer de vuestra armonía y de vuestro calor,
hazme de vos la lujuria y el sazón amor,
será de gran ardor.
 Hacéis que crezca mi sensación en deseo de pasión,
exquisita, bellida y dulce,
 soy de vuestro único contemplar,
hacedme más el amor, sin ser fugaz,
quiero hundir más mi vulva en vuestro ser ya,
es delicia consumir un ser que amo en realidad,
somos vuestra partitura viva
y que ante ti activa,
el anhelo de ir más lejos de inspiración romanceadora,
para la vida de ti soñadora,
de un lugar más que un paraíso,
estamos en el sitio más santo que eso sumiso,
somos tu y yo y Anadiómena,
quienes te aman de exquisito aroma
que os acorrala y no os deja por ser el idioma,
quien engendró la melodía maravillosa,
que esperamos de gloria.

 Venus Verticordia explaya tal romance,
ama al prodigioso compositor,
se perfuma con su canto
y se quedará en su pasión.
 Recita tal vasto sentimiento,
se inspira tanto en su cuore corazón,
siente tal sensible instrumento
que yace en su respiración.


 Mozart: Es rico haceros el amor Venus Verticordia,
sentir vuestro hoyo que me extasía de historia,
para trasladar el anhelo en una hoja,
las melodías más delicadas de lo del romance
que avanza y que arde,
por vuestra divinidad hermosa ángel.
 Daré a vosotras Venus hijos,
de ellos será esto paz eterna,
por haber hecho esto de dulce ternura,
como lo es apacible el violín que aferra,
toda esta inmensa belleza,
que al tocarle su piel a mí me encierra,
a un olor sabroso de entrega,
y que de mi aliento no se despega,
se consume como agua y fresa,
su boca de pureza
que a mi lengua
ella alimenta,
y a este poema
lo deja de brillo y a la luna de aroma de cereza,
y en imagen de nosotros haciéndonos la delicia
que se comparte en sonrisa, y alegría infinita,
es más divino hacer que la armonía ahora hable
de todo lo que pasa en esta poesía apasionante,
sus sonidos en hojas nosotros amándonos,
nosotros en ellos volando,
en el agua de la diosa saliendo del mar navegando
entre una noche de estrellas
a nuestros cuerpos rutilando;
plétora de idilio vuela al cielo inmenso,
nosotros por tocarnos en el paraíso soñado,
que brotamos, rijosidad y amor eterno.
Difícil de dejarles amadísimas Venus de mi sentimiento,
que tengo en mi corazón en melodías latiendo,
como el piano de sus cuerdas oliendo.
Es único este sueño
que aún permanece en el sonido de lo verdadero;
armónico entre un piano y miles de violonchelos,
es glorioso el amor que manifiesto,
y que será por el aliento de Dios honesto.

 Mozart inspira sueños,
inspira la fe en sus diosas,
el latir que dá aliento
entre su misma mágica trova.
 Más siente la lascivia,
más la dulce crema de la carne,
conteniendo la delicia
que siente en su romance.
 Tan largos son sus tonos,
que al entenderse es infinito,
lleva una pasión de sentimiento
que a su parsimonia es su amorío.
 Las pinta a su belleza,
así como si hubiese sido Dios,
mostrando una pintura de clavel
entre ese edén de amor.

Venus Verticordia : qué rico me hacéis el dulzor
en una cama de sápido amor,
que dejáis mi piel de agitante pasión,
eres ineludible en mi olor, te amo mi grandioso amor.
Mozart: Únicas sois vosotras dos Venus,
han hecho de mi alegría, más alegría,
han hecho de mí fantasmagoría, de inmensa fantasmagoría,
jamás viví esto hermosas dulzuras
que de mi carne he compartido lujuria,
ha de ser por Dios convertido en carne,
por eso que pude hacerles el amor de ternura,
y poder manifestar el ardor que buscaba
de todas mis partituras.
 Vosotras sois el semblante que miraré
ante la cadencia de mi hoja que abunda,
sus sonidos fugaces,
y de mis sentimientos audaces,
son más que agitantes,
y de su venustidades apasionantes,
que por esa razón he comido su divina carne,
como si fuera la fruta prohibida de Dios,
como en el tiempo aquel de Adán y Eva lo desafiante;
de aquella misteriosa manzana
de sus mil mañanas.
 Pero hoy he saciado en alma
y en cuerpo esa manzana encantada,
a un poder de una partitura rutilada
entre la imagen de nosotros amándonos,
y entre el sonido abrazados
de trinos divinos y de cadencia palpitando.

 Armonía de una poesía pintada,
de lo que es por vosotras hadas,
Venus que amo tanto en mi alma,
y que no dejaré de escribir por ser santas,
y de mi cama sacras,
venustidades que tanto mi piel clama,
por ser el color de pintar mi mundo de magia,
son tenoras de mandar a mi canto
el amor rijoso y de ternura de lo sacro,
y de fluir en sonidos miles de encantos,
a sonidos hechizados, por estas diosas que amo,
y que a mi aliento abrazaré y amaré,
sin dejar de decir que las idolatro.
Poesía ha dicho todo en melodía vivida,
y que del mundo que reza plegaria en voz mía,
no estará partida, estará florecida,
de aroma junto a la fantasía
de lo que se vive en la poesía;
también y se explota de la melodía clandestina.
Somos ocultos pero hoy he dado la espina
filosa de una flor a la vida, de lo que vivía,
para sacarla y destruirla, para vivir a divina flor,
el ardor, fulgor de la soñada relación
ardiendo desde mi corazón,
por eso las amaré en mi introspección,
recordando los besos, el aliento divino del lecho,
que vivirá en mi eterno ser, como el olor de las dos
que navega aún el aliento de su respiración;
aquí en mi partitura que compongo de pasión,
de lo que pasamos de jovialidad y de amor,
con ustedes dos estallando de armonía,
y de un fresco aroma que salvó
a mi destino de las amarguras que tenía;
mientras escribo con la pluma ante la hoja de esplendor,
acabando ya las diez hojas titulado, “Venus de salvadora voz”,
en subtítulo del primer compás :“Existido de santa copulación”,
no habrá en las notas bajeza, sino buena adornación
de arpegios, voces melosas entregando en anhelo su calor,
sus cuerpos Venus de ferviente amor,
que disfrutan, por ser lo mejor y lo apasionador,
que antes jamás ante la piel de una partitura se fundió,
a tanta voz que vaya a dar emoción, y visiones del corazón,
de la mente a fantasmagoría en las notas sintiendo de lo que escribe
el compositor, que lo hace respirar en notas, ese mundo al que él se trasladó;
sí bastante que en él lo vivió, y ante su piel lo sintió de tenue flor,
Venus de salvadora unión, para llegar en énfasis de copulación,
que de sortilegio ante sus miradas se hechizó, por ver ángeles a su alrededor,
solo dejaba que ellas lo saciaran entre la armonía de su amor, de su alma y
sus huesos, de estas diosas con fervientes besos, sintiendo esos besos en las
notas acariciadoras, y él ahí con las tenues diosas, que se aman los versos
de sus estrofas, que no son ellas duras como rocas, ni empedernir de corazón,
son sumisas y armoniosas que desprenden ante mi hoja pasión, las amo damas
primorosas de mis acariciadas y felices notas, que somos nosotros de gloria,
que esto ante el paraíso, va ser una historia, y el cual tendremos vanagloria,
por ser la única a quien difundimos alma romanceadora,
para caer a notas vividas de una unión loca,
vesánica y explotadora,
el cual se desemboca
entre millones de besos en sus bocas,
de ellas dando, mi puridad de rosa,
ahí dando el aroma,
el aliento de paz de mi nota armoniosa,
y que es ante este venero lugar mis diosas,
a quienes en ese aliento de paz doy mi alma,
mi espíritu y mis llamas cariñosas,
quienes a ellas las arden jubilosas,
e incitando las notas declamadoras,
a una oda de ferviente verbosa,
ante un canto dulcísimo de lacrimosa.

Ha sido por el entorno que rodea su alma apasionadora,
de haber querido esto en su alma cadenciosa,
que ahora a él eso mitológico le roza,
ante esto de sus diosas
que vive de sus notas embrujadoras,
por ver el pasado de su vida moza,
donde representa irritación Mozart,
pero ante esa oda querellosa,
Mozart da una estrofa para fundir su gloria,
de la mitología a la realidad de su historia,
que sí vivió su divina y encantadora nota,
entre caricias, besos profundos de diosas,
y una cadencia que corre más de veinte notas,
entre los dedos ante el piano de suavidad armoniosa,
pero veloces van y centellea fulminosa,
él sentado ante las notas tocando
de noche sin luna y está fuliginosa
ante ese paraíso que da ira formidolosa;
por crear estas notas del piano protervo,
y del paraíso recoge ciervos,
para llevarlos a su poder armonioso,
para que estén junto a sus diosas de apego,
y junto a ellas acaricien de su sentimiento,
al cual transmite en estas notas su magia de miedo;
o mejor dicho su formidolosa
que aterra ante sus dedos,
que toca sobre el piano de rosa
para dejar en cada tecla fistulosa,
por tocar con tal alegre pasión
que ya no existe violines ni oda,
sino su piano de cola
quien aroma de magia formidolosa,
porque es hora de invocar lo que no se vio,
pero que ante el si cayó de dolor,
por la muerte de su enfermedad,
ahora es él quien invoca a el mal,
para jugar un poco más
ante sus notas terribles y espantosas,
suenan fuertes brillantes al entorno,
sin ser ante la agitación fermosa,
o hermosa plebeya
que a eso no explota,
sino al fortísimo sonido refleja
entre muchas cadencias,
su atónito sonido de ardor
entre sus dedos de explosión,
ante el piano de pasión
tocando Mozart, como puridad de fontanosa;
que derrama ante su compás elogiosa,
van entre semifusas sus notas,
y afanosísima su gloria,
y ante sus estupefactas diosas
arroja sus tejidas melodías de rosas,
a ellas para que las huelan
y sientan la magia formidolosa,
la cual deja en cada melodía fistulosa
de toda su composición apasionadora
que vive en su noche fuliginosa;
solo en frente de él las diosas
quienes le acompañan con delicia
de sus cuerpos para caer a más formidolosa,
y a las cuales da sápida caricias.
Ellas les hacen avivar el sentimiento de perfidia
para hacer sonidos que den miedo en su risa,
la maldad abunda su alma de avaricia,
es un mundo de maldad y alegría,
que a eso sus notas lo destinan
a vivir así de su melodías,
para transformar en una gran armonía
que brote de su pasión vesánica,
a una formidolosa mágica,
esa es su fantasía, a un mal de táctica,
pero sigue agitando los sonidos en el piano
que sus dedos el abraza,
no se despega de ese aliento que revienta,
y las diosas lo ven y se dan cuenta
de lo que convierte este mago de la belleza;
hace cosas gloriosas, que hace latir el poema,
lo hace estallar de brillo como rubí o gema,
hace ver el brillo del piano en estas letras,
son mágicas esta noche de estrellas
que el compone aún de destreza,
viendo ante toda la noche sus damiselas,
a quienes el ama con toda su alma inmensa,
y le reza al Dios en sus habladas letras,
que por favor convierta
de todo eso en verdadera jaculatoria,
que manifiesta su verdadera historia,
de un pasar inmenso de violines para terminar
a un piano que él siente de victoria,
acompañada por el mal que él transforma,
con circunstancia que había vivido.

 Dios escucha sus plegarias largas de jaculatoria,
y Dios deja que su maestría salga al paraíso de historia,
sigue Mozart componiendo y feliz de esa
conseguida y jactanciosa gloria,
sigue componiendo sus miles de mágicas notas,
y las hermosas y delicadas diosas
lo ven a Mozart,
como queriendo decir: sigue así de victoria
entre tus notas luchadoras,
y dejarás huella ante mi piel sabrosa,
que es de ti prodigioso Mozart,
somos toda tuya, de tú carne y alma cadenciosa,
que amamos inmensamente de aquí a tus bellas notas.

Mozart seguía componiendo su formidolosa
que combinaba sonidos dulcísimos,
y luego a un tono fortísimo,
para elevar más el romanticismo
de sus muchas notas de su realismo
que vivía en el sagrado paraíso;
sonaba increíble esas dos uniones,
nota fuerte con un arpegio de aclamaciones,
que entre él iba dulces voces,
"de que éste es mi hora de elevar mis roces,
éste es el idilio aterrador de pasiones
que despierta a mi sonido de agitaciones”.
 Seguía esa cadencia explotadora de ruidos tejedores;
dulcísimos ante el piano y luego fortísimos
de lo que daba su especie al tiempo de relojes,
de lo que veía todavía de su lecho de dolores,
quien vivió en tierra con eso tronador,
pero quien de esa vida hoy despierta el amor
de un sonido meloso
a lo aterrador,
las diosas le ven y le dice la diosa saliendo del mar.
 Diosa: amor eres el mejor armónico compositor
que experimenta elegantes voces,
nadie antes dio tanta agitación
ante una partitura y piano de explosiones.

 Mozart con más soltura
seguía llenando la partitura,
explayando su vida y su reflejada luna,
quien lo veía en su reflejado piano de ternura,
daba ese brillo a la noche que había sido oscura,
y de lo no fermoso
para determinar lo formidoloso,
deja de ser por la luna sagrada
que a él lo acompaña,
el piano en movimiento se convierte en dulzura inmensa,
deja de ser fortísimo y determina a ser dulcísimo,
por lo que la luna a él embelesa,
junto a sus diosas esbeltas
quedan pasmadas, por ver el cambio del sonido que llega,
y que ante sus dos pupilas refleja,
un sonido más que armónico,
y que dará en el paraíso en libros teórico,
lo que hizo Mozart
de lo visto de vida pasada a lo histórico.
 Mozart: sí, pero sintiendo ante imágenes lo metafórico,
que a veces vive un poeta y un compositor
de lo maravilloso de la mar lo pletórico,
para evadir al ardor de lo calórico,
entre las notas miles de un piano
agitadas y sentidas de lo fantasmagórico;
o vista dada del pasado de diosas
que son ante la tierra lo escultórico,
de estas que tengo en frente de mis ojos,
que amo tanto en lo cruórico
de todas mis venas al corazón de lo fervoroso;
sin ser ante este paraíso lo meteórico,
no se irá como fugaz, sino vivirá en lo histórico
de nosotros por siempre
en estas notas de lo metafórico;
donde se invade la fantasmagoría de lo hermoso,
y siguen las notas dando en lo sardónico
que tengo junto a las diosas de lo maravilloso,
de esta composición ya terminada
quien manifestó lo glorioso,
de una unión inmensa y de lo fervoroso,
quien en cama dieron estupefacción
de la destreza que tenían para hacerlo grandioso,
para así latir mi corazón estas Venus de gozo,
de felicidad perpetua
estas a mi aliento que rozo,
sus besos que llenaron a la partitura de honroso,
y de lo decoroso,
y amándolas profundamente de ardor ardoroso
en mi partitura que arde del fuego eterno,
por estas diosas de lo loco,
sin dejar de sonar en el viento, y ni en mi trono.
Mi partitura creada por esta vida de lo formidoloso,
y de lo meloso,
para tener gloria en lo victorioso,
y del sonido de la más armonía lo silencioso,
que en letras se transmiten esa poesía
de lo que compone el compositor lacertoso,
para desafiar el dolor de lo formidoloso,
quien derrotó a lo último de su olor
en la partitura sin ser infintoso,
o disimulado ante el poder de lo glorioso,
quien no dio poca sombra ante su noche.
Sino dio más que la palabra penumbroso,
dio la sombra desgarradora para vencer
esa noche entre estrellas el poderío loco,
y para quedar al final ante el piano dormijoso,
entre alegría de mi alma y corazón melodioso,
y terminar ante las diosas con amor armonioso,
de hacerlas suyas en el piano armónico,
entre rociada piel de lo libidinoso y de lo fervoroso,
como nota musical en besos de cadencia lo brilloso,
viviendo ahí para terminar la ultima historia
que vive de lo delicioso,
junto a ese lecho de sonidos maravillosos,
quienes suenan para elevar
el romance ardoroso.


 Se aman y se amarán junto a esta historia,
por siempre sabiendo su santidad,
que dejó y que verán de color de rosa,
como de ellas la melosidad
que difunde a la rosa roja,
y que a eso en piel se moja,
su pasión vehemente y explotadora
de Mozart , y sus sagradas diosas
quienes saboreó y olió como rosas,
son únicas estas letras que sumerge este mar,
sus sonoras olas junto al viento late la ola,
como lo es en una composición su melodía sonadora
de leyendas y verdaderas cosas;
que se vive en la fantasmagoría prodigiosa,
que se abraza hasta llenar de historia
cada hoja de las miles de mágicas notas;
que amamos en nuestra alma eterna,
por ser la agitación que besa
siempre nuestra vida y que eternamente embelesa.
 Y que vivirán en su reino,
entre tanta caricia divina,
compartiendo el amor tierno
que está en su misma vida.

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