martes, 21 de febrero de 2012

Rachmaninoff entre sus obras más cuitas.



Rachmaninoff vivió en Rusia,
se dio a conocer en su maestría,
aprendió a componer con astucia
para vivir en ese mundo de armonías,
tenía el anhelo de hacer música
entre obras como gran concertista,
compuso conciertos para piano en la locura,
estudios tableaus y sinfonías,
nació en mil ochocientos setenta y tres este compositor,
amaba la música como a una poesía,
se relacionó con Franz Liszt como su profesor,
le enseñó mucho a este artista,
quien luego iba a tener como a mentor
más importante de Peter Llich Tchaikovsky de su vida;
con quien se la llevó de lo mejor
entre charlas tocando como un dandi pianista,
de palabras tan románticas en el piano de gran amor;
compuso su preludio opus tres número dos de su lira
en mil ochocientos noventa y dos,
con un movimiento lento y fortísimo de su armonía,
dando a su obra en la tonalidad de do menor
el cual es una historia que vivió en su mundo de agonía,
donde a veces el destino no está como quieres a esa flor
donde solo es mustia sin risa,
y pedís al cielo ese humor,
y solo trae melancolía,
a veces queremos vigor
y hay solo que perfidia,
suena lento y luego cambia a lo agitato,
su preludio que toca de su alma,
donde nada fue lo enamorado
porque zahiere la ardiente espada,
donde solo en un piano nos centramos
para ahí vivir y componer las palabras,
donde nos enfurecemos entre acordes,
donde vivimos las vistas de una historia mágica
y el cual solo damos las mejores voces,
es así y debe ser así en la vida,
donde solo somos poetas de un escrito,
donde a veces es vida y morriña
y donde a veces morimos y sucumbimos,
es así la locura de un pianista
que existe y está en su paraíso,
no hay otra marea en su mar,
solo existe un océano que llora,
como en sus notas de sollozar
los cuales están centrado en unas hojas,
es así el infortunio y la felicidad
que vive en su Rusia de mazmorra,
donde su alma es presa sin libertad
y que pide a gritos a una diosa,
y vuelve a su tempo primo entre muchos acentos;
fortísimo en los compases sonando en su piano,
volviendo al mundo de miedo,
como su estérico sonido calmado,
de su espíritu de tan poco aliento,
donde solo hay flores de lo fenecido,
soportando su sonido los truenos
donde suenan las tonadas de lo fallido,
y que luego disminuye su ser pleno
para sucumbir al final de su sonido.

Es un momento de tal depresión de su ente,
que a más tardar compuso otra similar voz,
un estudio Tableau del opus treinta y nueve,
del número dos en la menor,
donde es un sonido tan tenue
y tan congojoso de su dolor,
donde vivía lo de siempre
a veces decepciones en su amor,
que no disfrutaba tiernamente
en sus mañanas del albor,
donde pintaba su mundo simplemente
con un pincel su paraíso este pintor,
así fue su ser en ese estudio sencillamente
donde evacuó su gran debilitado amor,
a veces queremos gritar en la alegría
y no hayamos ese mundo en el sonido,
solo corremos a uno de su simpleza cantiga
de las deblas para las notas de lo vivido,
son así a veces los sopranos en espinas
que cantan en mis notas de lo sufrido,
lastimando sus tonadas las morriñas
y que no apartamos sino en el vivimos.
Este compositor sabía qué sentimiento plasmar,
sabía que aliento o destino escribir,
él solo sabía de qué manera era su cantar,
o de qué manera se debía de sentir,
o de qué sentimiento al piano tocar,
él solo sabía su mundo del existir,
nadie más que su alma al entonar,
su alma en el sonido de fluir
como gotas de lluvia de su amar,
era así su locura de ser en sí,
así como una ópera de su felicidad,
así como una pasión ante un violín,
así como lo es y será sin llorar,
pero en su caso fue solo un mundo gris
donde fue abatido al deleitar,
y fue su sentimiento que lo escribió así
para ahí hablar y suspirar.
Así era mientras tocaba a su alma,
era así solo que las rosas que olía,
el perfume de su íntima tocada
al cual el solo se hundía,
conoció tanto de la música clásica
que su obra ya era legítima,
así de ese tiempo del barroco de magia
como en sus notas de una simpleza fina,
era así oírlo tocar desde su alma
como lo que daba siempre de sus melodías,
era como el rapsoda de sus palabras
para contar de su vesania que vivía,
era así este señor de la poesía de las mañanas
para pintar lo vesánico de su polifonías,
siempre estaba entre sus noches en calma,
velándose para escribir en su pieza,
donde respiraba el aroma de su noche mágica,
como inspirándose entre la luna y las estrellas,
su mundo mágico que vivía de las tocadas
y que recitaba hasta con su música poemas,
imaginaba hasta mujeres apasionadas
que lo acariciaban entre la noche fresca,
que él las besaba en el sonido que cantaba
a esas hermosas diosas que eran doncellas,
quizá en el insomnio él las desnudaba
y se entregaba en ese ensueño de su pieza,
era así de profunda su tonada que hacía el amor,
tanta pasión en su ser de poeta
que lloraba cuando despertaba sin la pasión,
así vivió él de gran quimera
que solo soñaba en ese mundo de su ensoñación
para hacer lo hermoso de una música de su naturaleza,
era así su ser lleno de efusión
el cual no se alejaba de esa entelequia,
en mil novecientos cuarenta y tres murió,
fue un gran compositor y director de orquesta,
a eso solo en su profundidad amó,
por ser su gran vida eterna
que no se alejaría ni hasta en el paraíso de Dios,
y que disfrutaría componiendo de su poema
para cantar a las diosas de su imaginada ilusión,
sin decirles que son solo quimeras
sino reales en ese cielo de tanta pasión,
y que olerá y disfrutará como sus condesas
sin dejarlas de amar entre su corazón,
fueran su tiempo de su alma tierna
tenerlas y amarlas sin desolación,
no fueran esas diosas de dolencias
porque no les diría jamás adiós.

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