miércoles, 15 de febrero de 2012

La naturaleza perfuma su milagro.

Ámame, pasión mía, ámame,
no dejes de sonar jamás por favor.
Abrázame, ilusión mía, abrázame,
que quiero ser tu dulce voz.
Aliéntame, sonata mía, aliéntame,
para seguir siempre en tu cantor.
Llórame, tañer mío, llórame,
cuando sea el momento de dolor,.
Implórame, corazón mío, implórame,
por ser mi sentimiento del amor.
Arómame, naturaleza mía, arómame,
de la frescura de tú olor.
Alúmbrame, universo mío, alúmbrame,
para que sea constelación.
Escúchame, Dios mío, escúchame,
haz que mi anhelo sea lo mejor.
Mójame, Señor mío, mójame,
de mi niñez con tu agua al santo sabor.
Enajéname, Cristo mío, enajéname,
para llegar al pasto con mi ilusión.
Alégrame, espineta mía, alégrame,
cuando sea mi amanecer resplandor.
Acompáñame, clavicordio mío, acompáñame,
por si es negro mi albor.
Cántame, melodía, cántame,
para elevar en otro matiz mi canción.
Arrúllame, compañero mío, arrúllame,
en esos amaneceres de horror,
por ser tú el amigo
que siempre he necesitado en mi corazón.
Acorrálame, sonido mío, acorrálame,
que ahí cantaré como un piano de amor.
Tócame, ¡oh Madre María!, tócame,
para así no caer en el diantre felón.
Ayúdame, ¡Oh dulce Ave!, ayudadme,
para que llegue al reino de Dios.
Perdóname, Ave misericordiosa, perdóname,
si tengo pecados en mi interior.
Caliéntame, con tus alas, caliéntame,
os lo pido un joven soñador,
la persona que quiere entonarse
con su inmensa predilección,
a lo que él solo se va a romancearse,
para vivir a ese reino de salvación,
él no quiere en el averno sangrarse,
sino volar con alas santas al amor,
sentir que puede a los cielos elevarse,
en vuestra ayuda a su vivo corazón,
sentir que su alma puede salvarse,
para solo llegar con su poética entonación.
Entiéndeme, vida mía, entiéndeme,
soy sangre de tu poesía.
Enternéceme, día mío, enternéceme,
con el milagro de mi vida.
Entristéceme, noche mía, entristéceme,
cuando no oiga un nocturno de lira.
Engrandéceme, estrella fugaz mía, engrandéceme,
por si llega mi luz sin mentira.
Ennobléceme, astro mío, ennobléceme,
para dejar que mi anhelo viva.
Amanéceme, tiritar mío, amanéceme,
en esa espineta tocando de armonía.
Resplandéceme, sol mío, resplandéceme,
sin dejar de tocar a la melodía.
Floréceme, naturaleza mía, floréceme,
para amar junto a mi pasión bendita.
Quiéreme, forraje mío, quiéreme,
para amar a mí afrodita.
Anochéceme, con su cuerpo, anochéceme,
que tocaré su corazón con melodías.
Compréndeme, ¡oh herbaje mío!, compréndeme,
que la querré sin elegía.
Huéleme, paisaje mío, huéleme,
que la mujer gustará hasta de mis caricias,
no se marchara para siempre
aromará de ese amor en sonrisas,
sin pensar el paisaje ofrece,
la trae del oasis en carne viva,
ojos azules y cabello tenue,
cuando la vi no me resistía
ante ese dulce ente,
por ver que era la más bonita
que haya mirado en mi mente,
perfumada como las flores,
sentía que mi vida era un milagro,
acariciaba su piel nívea en el monte,
comía de sus rubíes labios,
la amaba como a mis acordes,
cuando la consumía en el piano
una dulce lasciva noche,
la cual se oían gemidos de orgasmos,
tenía felicidad en mi alma joven,
la luna y las estrellas brillaban a lo lejano,
la paz de sus iluminaciones
a ese paisaje al que se vivía de lo romántico,
y que oía por dentro unas voces
que recitaban que es la pasión,
observaba en el cielo dioses
que tocaban violines de amor,
ofrecía a mí amor tantas flores
para embellecer a su fulgor,
era una noche de tenores,
cantaban sopranos de ilusión,
cánticos de dulces voces,
arrullando así a nuestro honor.
Estábamos acompañados de tantos roces,
porque era nuestro paraíso el paisaje,
la abrazaba tanto en esa noche
que no quería de ella alejarme,
solo sé que me amaba en ese monte,
la naturaleza me había dado el romance,
disfrutaba haciendo el amor de ilusiones
cuando tenía su ser penetrante,
y esto es el amor de los hombres
el que es ilusión hechizante
que marca a tú orbe,
y que hace arder a mi sangre
por rodear un amor entrañable,
no en nostalgia del seno sollozante,
y que es en la poesía su amante.

Vivimos juntos en un mundo,
tú cuerpo con el mío,
comiendo tú cuerpo desnudo,
sintiendo en noches tus gemidos,
amando tu dulce murmullo
como en el lecho que he sentido,
y versos de amor te susurro,
arrullándote así de lo querido,
confiando en el fortunio,
viviendo lo que esperaba en idilio
y es por eso que de amor perfumo,
llenándote al cuerpo sumiso,
y de esa carne no me esfumo
por ser el paraíso en que vivo,
jamás me fuera del mejor refugio
de lo cálido que eres amor mío,
como mi poesía de nocturnos
sonando lo clásico del sonido,
que hasta ofrece magia el Dios Saturno
para alegrar lo divino,
porque nos amamos tan profundo
que hasta me duermo en su cuerpo querido,
que somos al querernos puros.
Te quiero en la eternidad afrodita
tanto que ni sé que es lo imaginable.
Te quiero porque aquí llegaste.
Te quiero como un difunto a su misa.
Te quiero porque a mí me aromaste,
y porque del anhelo me disteis vuestra sonrisa,
aparecisteis en el milagro rutilante
de esta naturaleza con fantasía.
Te quiero como el ambiente a su paisaje,
Y como la nota a su sinfonía,
Como un poeta a su arte,
Como un músico a su armonía.
Te quiero con mi férvida sangre,
la cual se enciende con tu brisa
cuando aromas con tu aire,
se me va el pensamiento y viene la risa,
puede que a ella ahora solo la ame,
porque pertenece a mi poesía,
por eso amor mío abrázame,
que te quiero tener en mis caricias,
por eso amor mío ámame
que te anhelo en mi cama enfebrecida,
entrégate en lo apasionante
como ya lo hiciste bella afrodita.
Te quiero como Dios a su reino,
como las flores a su primavera
como las estrellas a su universo,
como un sentimiento a un poema,
como un enamorado a su recuerdo,
y como una playa a su cálida arena,
como una tristeza a un chelo,
y como los instrumentos a una orquesta,
como un clavicordio a un sentimiento,
como un tritón a una sirena,
como la poesía a su verso.
Te quiero tanto en mi etopeya,
que en ella de amor me siento,
que eres mi felicidad perpetua,
y por eso que tanto te quiero,
que ni olvido que soy tu poeta,
el que brinda un mundo tierno
lleno de la hermosa naturaleza,
donde hay logrados sueños
para vivir por siempre de pureza,
entre cuerpos de el deseo
sin abandonar jamás las piezas,
de un piano ardiendo
sino que eso es nuestro,
que es esa fortaleza,
por ser de él su amado maestro
al que toco con delicadeza,
así de igual sentimiento
como a mi mujer de fineza,
que ahí disfruto de sus senos
cuando devoto de riqueza,
que consumo, el desnudo cuerpo
arrullándolo como una espineta,
es tanta lujuria a veces el anhelo
como en el amor que te besa,
que no consigues huir de ese cielo
sino respirarlo, como aliento,
por ser a lo que amas en grandeza
que suspiraría hasta quedar sin suspiros,
por ser ese ser querido
que me enamoró de terneza,
que amo hasta el desdén colorido
para dormir allá con esa belleza,
ahí los violines cantarán de lo divino
cuando sea nada la tierra,
cuando no hayan respiros,
cuando no exista tormenta,
ni las nubes en su cielo,
ese será el día que volemos como poemas,
para recitar en ese paraíso,
solo que en almas y sin tinieblas,
un futuro que escribo
para ir contigo sin tristeza.

Por fin consigo el amor,
por fin soy feliz,
qué lindo es amar a una flor,
quiero ser solo de ti,
ámame como te amo yo,
bésame hermosa lis,
quiero ser tú fiel pasión,
el hombre que entrega su vivir,
el que te canta hasta el sol,
el que ve en tu rostro un lúgubre violín,
sabe que es por el esperador amor,
y que ahora suena así,
por la fantasía de mi corazón
hasta encontrarte a ti,
por la gracia de este paisaje
que os mandó entre lágrimas de mi,
estoy que me duermo en este forraje
por escribir todo lo amoroso del violín,
que recita en sonidos suaves,
diciendo: “Es el amor que no va a morir,
que volará al cielo como ángel,
y ahí su nuevo nacer se va a sentir,
respiraran otro nuevo aire,
pero sin perder el latir,
amándose de lo apreciable,
vivieran solo así,
es solo que vesánico,
es su eterno seguir
y no es pánico, porque son la cuerda de mi”.
Así habló ese violín,
a él en ese paisaje romántico,
él se durmió con su flora lis,
con su afrodita de lo mágico,
siempre la mujer estaba ahí
escuchando y sintiendo lo recitado,
que expresaba su hombre feliz,
los dos que se aman tanto,
que son como fuego en un volcán,
explotando de lo ardiente,
o quizás el huracán
que ama a tal fuerza de su ente,
siendo siempre un galán
que ofrecía un amor tenue,
como ellos nadie se amarán,
por esa entrega de el querer,
por ser la sal y la mar
que vivan unidos en un solo ser,
es muy difícil su amor separar
porque están en un amanecer
brillando ante un sol de paz,
amándose de un gran resplandecer
que hasta los dioses se molestan más,
por ver que son el dulce florecer
entre frutos sin ser una centella fugaz,
que vivirán en ese paisaje fresco
que se besarán con inmensa locura,
que harán el amor como un sueño
bajo la luz de lal una,
sintiendo que su mundo es tierno,
que no habrá noche oscura,
sino el brillar de sus cuerpos
serán más que la lujuria,
más que el querer eterno
serán dioses de la locura
aunque ella es ante el caballero,
vivirán de la pasión y dulzura
por amarse tanto en su corazón de fuego,
porque quema de indecible ternura,
como en su pasión de mágico apego,
y al dormirse el caballero en la noche nocturna
sonó un scherzo de Frederick Chopeen de amor,
en su ambiente alentando notas de lucha
como su obra treinta y uno de ardor,
número dos de notas que cantaban de locura,
aquel piano simbólico de su relación,
aquella noche destellada de paz,
ellos amándose entre su copulación
sintiendo aquel scherzo que expresaba amar,
qué dulce era la modulación
el cual en lluvia de notas bañaba,
les hacía hacer magia de su interior
para expresar que son carne de la vida saciada,
y así no alejarse de esa pasión
que les llenaba cada segundo en siglos de calma,
de excitación y de amor,
era así el vivir de enamorados en alma
que hasta vetusto llegarán y luego hacia la sacra morada.

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