jueves, 8 de marzo de 2012

Wolfang Amadeus Mozart



Wolfang Amadeus Mozart

En Salzburgo, Austria,
mundo luminoso de música,
la época de la gente clásica
donde se vestían de holgura,
donde había lira volcánica
y donde existía la rijosa teúrgia,
donde las deidades eran damas
y las que se amaban de liturgia,
el mundo de mazurcas y baladas
que tocaban en tan sutil música,
o donde se iba a oír música de cámaras
en aquella odisea de ternura,
donde se despertaba la romanza
y más cuando había la dulzura.
Llenos de esa pasión mágica,
despertando de esa ternura,
iba a nacer más que las arias
un longevo de locura,
del siglo dieciocho ante su alma
e iba a dar el halo hasta de la luna
como en sus obras de pasión vesánica
sintiendo que solo existe él como musa.
Nació en mil setecientos cincuenta y seis,
floreció el halo de un longevo soñador,
donde componía piezas de lo feligrés,
amando así a su enseñanza de su padre compositor,
e interpretaba a sus cuatro años obras de querer
como los de Bach ante Reyes de gran humor,
era reconocido y alado desde su niñez
por su padre Leopold Mozart que con él ganó.
Mostró a un hijo prodigio del edén,
y así con las cucas económicas del niño aprovechó.
Mozart quizá no tenía tal fe
como ante la vida de Dios,
por no haber podido él solo crecer
sin la ayuda de un padre aprovechador,
a pesar de la rabia aún tenía el afecto fiel
que logra a su música dar solo a un amor,
él mismo al pasar los años se dio a ser
aquel instrumento que cantaba a Dios,
aunque no haya sido en su moza vida el enternecer
ahora en su espíritu cantaba de más pasión.
Ahora a esa edad ya mayor componía sinfonías,
sonatas, óperas, conciertos para piano y orquesta,
tantas obras compuso de su imagen de la lira
donde era aquella música el reflejo de su vida entera,
donde en ella recitaba poesía
y que en poemas solo sus notas eran,
tanto así en sus armonías
que las llenaba de esa magia bella,
donde se hizo portentoso en sus melodías
y al mundo de su liturgia quimera,
estaba encima de la música su vida
por su arte del idioma de su naturaleza,
por transmitir tanta visión a sus líneas
de aquellas escalas de sus mismas letras,
de aquellos compases de su alma bendita
donde hablaba la imagen de su ser humano,
donde la música era su regodeo y elegía
y que lo iba ser en sus opus de aquel antaño,
como sus conciertos para violín de alegría,
donde sus sonidos eran voces cantando,
donde era la paz sus acordes de su fantasía,
donde sonaba el mágico bardo,
donde solo oír la música en su ser escribía,
en su partitura una historia imaginando,
así con su orden mágico componía
como si escribiese un dictado,
como una simple inspirada poesía,
así escribía los acordes en su halo,
no pensaba solo así en su compás fluía
un oboe como la voz de Dios escuchando,
tan eclesiástico su forma de su magia querida
cuando componía de ese delirio volcánico.
Es como cerrar los ojos y solo anotar
todo aquello que estás imaginando,
e incluso sin poderse en la partitura con un error equivocar
por ser aquel prodigio alado,
donde todo era magia y divina majestuosidad
como mezclar los acordes en el piano,
y luego dar énfasis en el violín pasional
y dar a su alma misma en su espacio.
Hacer volar las notas como su inmortalidad
Amadeus Mozart en el mundo bardo,
que escribía composiciones de santidad
más que queriendo en su corazón mágico,
era así las voces de su tranquilidad
cuando cantaba en óperas de lo soprano,
de lo tenor en su aire de paz
donde rozaba chelos, violines, y contrabajos,
donde era tan audaz
que aparecía en su historia diosas cantando.
No era una magia de estrella fugaz
que pasaba en aquel sueño rápido,
era un sol de luminosidad
que rutilaba a su alma de lo amado.

Era el gran precoz del romanticismo,
el que había expresado lo que en palabras no se podría decir;
así en su música ofrecía su surrealismo
lo que a una pintura él mil cosas podía sentir,
era la voz de un Dios mismo
que tenía su imagen y de la suya feliz,
como en su concierto para piano romance número veinte de amorío
que expresaba su epicúreo violín,
donde ofrecía su tal tenue sentimentalismo
y que hoy en tonos los oigo oír,
en aquel piano de re Menor que expresa un destino
de la felicidad que en su obra dio a existir,
donde luego cambia su movimiento querido
a un mundo de tórrido latir,
como agitato en aquel piano bendito
que funde al mundo de fin,
donde luego cambia su compás al tempo bellido
y expresa en el piano suave y tenue feliz,
(la sonrisa de el alegre espíritu
que tenía en su vivir,
donde nada era mezquino
sino inmensa euforia de su sentir).

A más tardar ya Mozart se conocía con Beethoven,
él lo admiraba por su magia que tenía,
Haydn igual sentía gran honor a este joven
por tal virtud que al mundo daba de poesía,
por ser el gran hombre o persona que conoce
en su visión de aquella música vista,
muchos admiraron a este genio conde
por su gran obra que en su vida ofrecía,
al pasar los años Mozart compone
un Don Giovanni en su ópera,
junto al Poeta Lorenzo da Ponte
con su libreto de su tema,
donde él mismo escritor es aquel hombre
quien en esa historia vive de anatema,
vive de romances y enojones
y de una historia fría que le espera,
al final donde el averno se ve en su horizonte
y donde los violines tocan de tormenta,
donde solo terminan con maldiciones
y dolor en su final de apariencia,
donde en la obra consigue las absoluciones
por tal arrepentimiento que da a su lema:
“Perdonad si entré al palacio como un demontre
para solo seducir a vuestra hija doncella,
donde solo le hice la rijosidad a ese ser noble
con mi forma atrevida y astuta de mala manera,
no aguantaba las incitaciones
de querer tener a Doña Anna de querencia,
sé que no debí ser con aquellas intenciones
pero la sensación me hizo a que cayera en su belleza.
Perdonad si os maté con la espada con rencores
pero no me dejéis solo sin vuestra hija bella,
comendador dejadme vivir con aquel amor,
ruego que no seré más un libertino,
prometo ser fiel ante aquella tenue flor
y amarle con ningún espino,
paz tendrá y amaré con toda la llama de mi interior
que tengo por aquel ser sumiso,
jamás imaginé que iba a enamorar mi corazón
en ese palacio ante aquel perfume que aún respiro,
podéis imaginaros el indecible ardor
que aún en mi pecho hoy percibo,
es tanto esta magia del amor
que a mí me tiene hoy abatido,
y más este infierno de terror
que siento en mi destino,
estas llamas este dolor
que no quiero y solo estar con mi amorío,
sé que ella me ama a mi interior
porque ya una vez me lo dijo,
aunque no sepáis vos
pasó y así me siento de escalofrío,
no quiero vivir más con esta desesperación
y dame aquella diosa en mi cuerpo frío,
quiero pediros el perdón
para así vivir con lo bendito,
y así estar en lo tórrido de su amor
y morir solo en aquel hermoso paraíso”.
El comendador en esa ópera perdona,
y deja que su alma vuele a ese paraíso,
donde todo se salva en su memoria
y donde su amor es con aquel destino,
así es una de las obras más de honra
que dejó Mozart de su música de amorío,
donde se estalla ese tiempo de gloria
como en sus imágenes que dan los sonidos,
las mágicas voces en la ópera de historia
que dan en el arte de su mundo vivido.

Réquiem el final de su vida,
una misa donde compone junto a Antonio Salieri,
un amigo que le tenía envidia,
pero que al final estuvo en su lecho de muerte,
quien ahí compone tan solo de imaginada poesía,
que el mismo le dictaba a él en su Réquiem,
y Salieri anotaba lo que él quería
ante su misa donde las flores se fallecen,
donde profetizó una deidad Sibila
que iba ser el día del juicio de los entes,
que ninguno se iba a salvar en la vida
porque ahí iba a entonar la verdad de los seres,
mientras hace componer en sus líneas,
compone aquellos acordes tristemente,
combinando y dictando aquella poca alegría,
donde él mismo sabía que era su muerte,
que la vida era vivir y luego pedir perdón,
o si no la hay, fallecer en el mundo de terror,
pero estaba seguro de su fuego eterno,
que iba a llegar al fortunio con su amor,
donde cantaba ese latín de infierno
por tal temor que había en el pecador,
que seguro olería la música en ese cielo
y ahí con su misma esposa estaría de pasión,
con su música y con su amada Stanzi,
allá todo iba ser diferente ante esa obra de Dios,
que está en latín escrita de lo dandi
en la partitura de ese Réquiem de terror,
y él mientras recitaba las voces
tenía la fe de que su alma era absolución,
no era un malévolo hombre
sino uno que amaba la música en su corazón,
que la llevaba ahí con dulces roces
y que veía ahí la imagen de su interior,
la misa la termina en su lecho de flores
y luego en el amanecer muere de ese cantor,
Antonio Salieri escribió todas sus indicaciones
y tuvo de esa misa aquella composición,
Antonio quería vengarse por sus iluminaciones
del joven Mozart que al mundo ofreció,
y donde él era humillado,
logró acabar la muerte de un Mozart,
pero Mozart ya sabía que iba al mundo santo,
donde Antonio quedó con una conciencia vidorria
ante su vida hasta que muere viejo y solitario,
donde más sonaba Mozart en las notas
y él tan solo que en un mundo no ganado,
se arrepintió a lo último en su historia
y tuvo la entrada de ese cielo sagrado,
sabe Mozart que fue su amigo de memoria
y que no olvidase hasta verlo,
fuera así una misa de difuntos ante el miedo del pecado,
donde Mozart dio tales sonidos de violines y chelos,
trompetas, oboes, clarinetes de su ser acongojado,
y que al ser así vio luego a su Stanzi en el cielo
e igual a su amigo Salieri en ese reino de lo amado,
donde las flores ahí no sucumbieron
y donde la paz de ese Réquiem se entonó de lo apasionado,
donde fueron limpio en su ser etéreo
y donde subieron en almas ante el mundo preclaro,
donde había fiesta y gozo de lo eterno
para vivir sin lo más desesperado,
así fue, así vivió Wolfgang Amadeus Mozart,
así vivirá en el recuerdo,
su música estará aún con aquellas notas,
se interpretará la imagen de sus ecos
entre la eternidad de su música de la gloria,
de lúgubre poesías en el viento
se cantará y se tocará de su historia,
así será y por siempre en sus alientos
que dejó en las obras de su memoria,
será como oír aquel pensamiento
que él sentía ante su partitura de rapsoda,
de lo que escribía en sentimientos
ante su vida de sus inmensas obras,
así existió y vivirá en el cielo
como lo hacía en su vida Wolfang Amadeus Mozart,
se recordará de apasionamiento
el escrito que deja ante mis ojos que ven su sabia historia,
aunque murió en mil setecientos noventa y uno
dejó gran diluvio de música en su honra,
entre lo lúgubre y el fortunio
que dejó escrita en su vida de sus notas,
así fue su poético vivir del mundo
un poeta que hablaba solo en su alma de rapsoda.

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