sábado, 24 de marzo de 2012

El amor de una entelequia más que llorada.

Si la vida es tan solo vivir,
tan solo quiero vivir viéndote,
si la vida es hasta morir
contigo ahí quiero estar queriéndote,
si la vida tiene ese fin
deja que mi alma ahí llegue,
por ser vos mi existir
y a lo único que mi alma quiere,
si el piano tiene un cumplir
y es dar aquella pasión,
ahí yo quiero ser aquello feliz
que toca solo al corazón,
como al tuyo sinfín
con armonías y devoción,
si amor en una sinfonía es el violín
yo quiero ser de él la voz,
que solo toque y no sea infeliz
cuando te ame en el albor,
hay tantas cosas que quiero ser
que ni hoy se llega a ver,
por ser tanto amor
que hoy ha llenado a mi corazón,
solo quiero a ti amarte
vivir ahí y solo soñarte,
quizá del piano una obra tocar
y de ella a ti ahí solo imaginar,
hay veces que las palabras no llegan a decir
lo que uno de verdad anhela,
porque si lo veis en un concierto ese sentir
observaréis tanta imaginación de lo que no reflejas,
de aquel piano, chelo, oboe y violín
cuando en cada compás comienza,
y mi amor por vos va más que el fin
y de esa música del gran poema.
todo será feliz y no zozobra
porque sois mi amorío,

"Empieza cambiando la clave de fa a sol,
y su tonalidad es en re mayor
de su Kv docientos ochenta y cuatro;
vive aquel hombre de gran amor
por sonar en ese adorado y agitable piano,
desprendiendo a su alrededor
melodías que salen de su corazón volcánico,
por su sentimiento de ardor
que expresa lo más sensibilizado,
y que quiere a esa sonata de pasión
que le hace vivir de lo mágico,
con esa obra de tal humor
que le da en su toque acariciado,
solo un hombre que vive
y que solo a eso siente,
a la música de su ser apacible
y que a esa marea duerme,
y que toca en su noche sensible
sin ira sino amor que el tiene".

Hoy en esta amada noche,
donde toco el adagio cantábile de Mozart,
sintiéndole entre corcheas las voces
que suenan ante un grupeto de bellas notas,
y en clave de sol con sus semicorcheas
que me dejan sentir el idioma,
donde cambia su clave de sol a fa
donde va creciendo las ocho semicorcheas
entre mis dos manos al tocar,
para luego volver a sonar un grupeto
al próximo dulce compás,
entre las notas "Calando" de su momento,
dando el reflejo de la paz,
que me da en mi aposento ese grupeto
con solo a eso de maravilla tocar,
entre semicorcheas de sus acentos,
donde sigue esas notas de gran sonar,
que lo siento entre mis dedos
con perfume de aquella deidad,
que ella es la calma de este eco
por imaginarla entre mi lira de cantar,
donde suena ese dócil arpegio
y luego un acorde de calmar,
y que vienen semicorcheas de lo tierno
y cambia su clave de fa
a sol entre las semicorcheas de su aliento,
que van entonando entre rítmica a un trino
para luego cambiar de clave de sol a fa,
donde suenan mordentes en el sonido
entre dieciséis semifusas al tocar,
llenándome entre ochos fusas de este cariño
que toco con tanto alentar,
para luego tocar un grupeto de lo bellido
entre semicorcheas de la melosidad,
y sigo entre semicorcheas y un trino
de un tiempo ante dieciséis notas de palpitar,
para luego tocar apoyaturas y trinos
entre semicorcheas del bello entonar,
que me enciende esos cuatro trinos
luego para las fusas entre la tonalidad
entre varios sostenidos,
luego sonando un acorde del arpegio
y cambiando de la clave de fa a sol,
entre el piano de notas y fusas y de silencios
que doy tan solo que hoy,
entre varias corcheas que toco de sentimiento
y corcheas entre mi pasión
para luego sentir semicorcheas del instrumento
y un acorde y silencio en clave de sol,
y que sigue en silencio al próximo eco
y tocando en la otra clave notas de de consolación,
de si, la, la, la, la, y luego
a una octava más de la la la y sol,
en semicorcheas que tanto quiero,
entre corcheas y fusas apoyaturas de mi pasión,
suena para llegar en muchas de sentimiento,
donde cambia la clave de sol a fa cambió, de su ternura,
dejando un hermoso silencio
y dejando la libertad del trino de un tiempo de dos,
entre semicorcheas de la clave de fa,
donde suena luego un arpegio del acorde,
y hace un silencio de dos tiempos,
entre la clave de fa que cambia a sol,
donde me lleno de fusas,
para luego sonar en diez fusas de gran amor,
donde son tan jocundas
que dan a mi mi vida y corazón,
son tan llenas de su lucha
entre semicorcheas y tresillos,
tan solo que de puras fusas
que suenan entre mi destino,
que a ellos tanto les tengo ternura
por sonar en ese compás de cariño,
donde cambia al otro compás a clave de fa
y donde me regala luego una garrapatea de dieciocho sonidos,
entre semicorcheas de la clave de sol de dan
entre muchos bellos trinos,
que son mi latido de cantar
ante esa obra de amor bellido,
donde cambia su clave de fa a sol
que suenan solo semicorcheas en el piano querido,
y que me emociono tanto yo
por sentir esta obra de mi gran amorío,
donde suenan un quintillo de semifusas
ante el piano de esos cándidos sonidos,
que me llena el alma de ternura
para luego sonar rápido un sextillo
de cándidas y bellas semifusas,
donde me es todo es mi hermoso destino
entre esa musa de las fusas
que suenan en lo terminado y bendito,
para luego caer en una apoyatura
para que suene un hermoso trino,
como en mi y cambiando la clave de sol a fa,
donde es mi gran mirado paraíso
que duermo para leugo tocar ese arpegio de paz,
a otro acorde de la clave de sol del último sonido.

Había tanta alegría ante este joven adonis,
que la pasión lo deja sordo y cegado,
y suena un adagio por Tomaso Giovanni Albinoni,
de la obra para orquesta de cuerdas y órgano,
que suena en la tonalidad de sol menor que hiere
más a su corazón congojado,
nació este italiano terminando el siglo XVII
entre mil seiscientos setena y uno su ser mágico;
y toca por lo lúgubre de este ente,
que era injusto vivir en lo malo,
entre violines, violonchelos tristemente,
entre violas y contrabajos,
dando así a este esas violas que hieren
al corazón de este ser lastimado,
de porqué él si amaba eso que quiere
y que lo deja muerto al oír ese adagio,
por Albinoni con maestría que tiene
en transparencia de esa orquesta de lo entonado,
y que bañan violines más a su ser que zahiere
ante la oscuridad de su corazón atado,
entre una cima con serpientes
que envenenan a su gemido palpitado,
entre la orquesta de sol menor,
donde ruega la cantada a su ser,
que no lo deje más así por favor
y que vuelva con sus sentidos de fe
y que tenga ese anhelo de su corazón,
así no fallezca en lo hiel,
y fuese un paraíso ante el tétrico cantor
que entona ante su vida de lo infiel,
acariciaría la felicidad de su pasión
que hoy entre esa cima se siente fallecer,
que Dios de bondad de a su única adoración
del porqué se volvió así,
si era un buen hombre que tenía alegría,
donde está la venturanza de lo lis
y renazca ante su dicha,
o no ven sus lágrimas entre ese fin
de las cuerdas de elegías,
donde solo está en la vidorria
y pidiendo a gritos una vida,
que aparte la mala rapsoda
que canta en lo clandestino,
que manifieste Dios a esa obra
más de ardor y paraíso,
que le devuelvan su magia de honra
y sienta que es otra vez el mismo,
pero nadie oye sus congojas
que expresan de su mismo sentimentalismo,
solo anda en ese infierno de mazmorra
que lo crucifica entre el mismo abismo,211
pero esos violines de que entonan
con tal morriña de su surrealismo,
que anhela una voz de Diosa
para verla y darle en esos violines amorío,
pero ni aparece esa increíble moza
donde los instrumentos suenan de lo más ferido,
lozana su alma entre la obra
que palpita de tal angustiado sonido,
y que sigue así entre los compases de su hora
que gritan en violines y fagotes un amor querido,
que lo siente tocar Tomaso Giovanni
entre lo más luctuoso de su mundo teñido,
que solo él ahora muestra lo más dandi
entre sus fagotes en lágrimas que salen de su sentido,
entre violines que lo miran en aquel hombre del jaborandi
con más lágrimas cayendo de lo vivido,
donde Dios ni canta ante esa vida
y que está ido de ese mundo abatido,
donde no se sabrá si será alegría
ante ese adagio de lo sufrido,
donde suena luego ese órgano de elegía
ante su ser de lo más contristo,
sin saber porque es así la armonía
que llora a través de los sonidos,
que anhela en esos violines más melodía
donde palpite a un hermoso paraíso,
pero siguen esos violines de vida cuita
a su joven lozana alma de lo cuito,
es tanto el dolor de una fría vida
que lo deja sucumbiendo de lo más compungido,
y que luego ya esa orquesta termina
dejando un ambiente entre su noche de lo herido,
entre violines y violas de más morriña
y a él en esa cima en ese árbol de lo mezquino,
de una vida tan pérfida que dicta
solo palabras de lo más adolorido
y que prefería una esperanza en la rutina
que entonan de esos espantosos sonidos,
y donde esa obra zozobra ya termina
y donde Albinoni se va a su paraíso,
no pudo hacer nada en esa vida
donde lo deja solo y más que ciego y contristo,
creyó que podía con esa lira
a su mundo cambiar a otro sonido,
pero ni Dios escuchó su melodía
y lo deja así en esa vida ensordecido.
y esa obra calla en violines de melodías
y él queda así en su mundo perdido.

Y Johhan Sebastián Bach aparece en su albor,
entre todo ese ambiente de ese hombre abatido,
de igual manera toca un Adagio en re menor,
donde la vida se fenece más a ese hombre perdido,
en pura melodía de tono re, re, re, re, re, re en su voz
dando luego a la armonía corta de su sonido,
entre el piano que toca de dolor
y el hombre sin decir nada solo siente esos sonidos,
y ve que más zozobra hay en su corazón,
no oía pero si en su profundo ser sumiso
esas melodías del compás y un mordente
que entonan de su piano vencido;
y que sigue esa melodía de su mordente
que salpican de su arte de lo fallecido,
y luego bellos acordes presentes
y melodías en semicorcheas y fusas
que suenan al final con un mordente,
y sigue así esa cadencia de su tétrica musa
para el alma que sufre solamente,
y suena al final del compás un mordente de ternura
dejando un sombrío ambiente,
y viene luego veinticuatro fusas
entre el compás de locura
para luego caer en un hermoso mordente,
donde cambia la clave de fa a sol de su ruta
ante acordes de su tocada dulcemente,
dejando al próximo compás un mordente,
semicorcheas y fusas
que suenan en el piano ligeramente
entre otro mordente,
luego varias fusas entonan en su dulzura
que llora ante el piano para terminar con un mordente,
entre acordes de corcheas que toca
para más adelante caer en una nota negra de un mordente,
y un silencio para luego tocar doce semicorcheas en su alcoba
que llora más en esas cinco corcheas siguientes,
donde entona un mordente que tanto ahí zozobra
entre su mundo de melodías y mordentes,
y que suena y suena esa melodías en su alborada loca
para el alma de un hombre que solo tristeza tiene,
ni se aparece ni siquiera Dios en sus horas
donde suenan melodías en semicorcheas, fusas y mordentes,
tan sutil suena en su piano de honra
donde solo siente un vivir que lastima solamente,
que quiere a una gloria
y no esa vida que solo zahiere,
así en ese adagio que tanto explota
ante su cima de un mundo que pierde,
así como Dios en su historia
las almas en la vida que fenecen,
¿donde está el que ayuda a la mazmorra
y que lo libera a una santidad?,
no existe en esa misma obra
donde solo ve melodías de infelicidad,
entre mordentes que suenan
y solo ve una terrible tempestad,
esperando un milagro a su alma que pena
ante esa vida que ni ve con claridad,
pero que oye en su corazón esa cadencia
aunque su oído esté en la soledad,
entre fusas y mordentes esa melopeya
entre el viento a su misma tempestad,
y sigue la melodía entre fusas de su etopeya
que da Johhan Sebastián Bach,
entre el murmullo más tétrico de su tema
ante esos muchos mordentes,
que tan solo en ese piano suenan
para un tórrido volcánico ambiente,
donde las flores y árboles se queman
por la elegía de ese piano que de ira crece,
y siguen así esos inmensos mordentes en la pieza
entre los compases de su ente,
donde entona una sensible apoyatura
y una nota blanca en tono sol de dos tiempos,
para luego sonar acordes y un mordente de ternura
lleno de ese lagrimeo,
que toca entre una lucha
para cambiar nuevamente a clave de fa de su apego,
entre ese piano de semicorcheas de una mañana oscura
donde suenan mordentes de su mismo aliento,
queriendo tener a una dama jocunda
y besarla sin ya más mundo pérfido,
donde luego entona once fusas
ante el piano y dos semifusas de sentimientos,
y luego cuatro fusas
que suenan de su amartelamiento,
una semicorchea y dos fusas
entre ese dulce fuego,
para luego sonar nueve fusas
y un mordente en el piano de tedio,
y luego varios acordes en ambas claves,
sin dejar de palpitar esa tonada,
sintiendo que ya se va el romance
en ese piano de su dicha aterrada,
donde Dios no apareció en su arte
y donde él sucumbe más en la lava,
donde siente podrir su misma carne
en esa cima de vida llorada,
y que sigue así hasta terminar sin chance
de lo que toca Bach en la tocada,
y que siente un adagio tan apasionante
y a la ves luctuoso en su alba,
que no pudo creer que no tenga un ser salvable
ante esa vida que de ira le mancha,
ante las tonadas de su avance
que solo tiene un mundo de vida matada,
y que busca tanto su ser a un mundo de vates
y que consigue soledad en su íntima alma,
que ve caer tanto las estrellas fugaces
y que de todas ellas pide y nada le dan a su magia.

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