viernes, 16 de marzo de 2012

Santa Cecilia y su renovado destino de su amor.



Santa Cecilia del siglo dos,
nació en los años ciento ochenta,
entregada a Dios
y al cristianismo su terneza,
creció con el arte de un don
de tocar música sacra de su cadencia,
patrona de la música en su nación,
y su lenguaje latín era,
en su mundo de la iglesia se relacionó
y vivió como patrona de ciegos y poetas,
admiraba obras de amor
y de sensible belleza,
ama a la música sacra de su composición
cuando tocaba en el órgano de nobleza,
donde los mismos ángeles veían su cantor
entre la noble y bella iglesia,
tenía en su órgano rosas de pasión
entre lirios, jazmines y azucenas,
tanto aroma poesía su corazón
que solo de eso vivía en su existencia,
una mujer núbil de su interior
casada ante su Dómine de grandeza,
según sus padres querían que se casase,
con un noble pagano Valeriano,
pero ella estaba en otro arte
donde debía ser fiel de lo venerado,
ese era el sátiro destino de su vida,
pero ella solo quería lo mágico,
el arte de vivir su lira
entre su belleza de nada trágico
Cecilia:”tengo que comunicaros un secreto,
habéis de saber que un ángel de Domine,
siempre ha velado por mi aliento,
si me tocáis sonarán malditos violines
y todo será un infierno,
él ángel se enfurecerá y querubines
y vendrán para que sufráis de miedo,
en cambio si me respetáis en lo sensible
os prometo que el ángel os amará como a mi sentimiento”.
Valeriano:”Mostrádmelo si realmente es un ángel de Dios,
haré lo que vos pedís,
todo en mi será venero y amor
y así no veré ni un sufrir,
porque a vos veros es tanta pasión
que fallezco hoy y siempre de latir”.
Cecilia:”Si creéis en el Domine vivo,
etéreo y recibís el agua sacra a lo grande,
esa agua de dúctil bautismo
tan solo vos veréis al ángel,
y quizá haya un milagro de idilio
y podáis a mí amarme”.
Valeriano obedeció a la patrona Cecilia,
fue al encuentro de Urbano,
el papa lo bautizó con agua bendita
y Valeriano regresó como cristiano.
Entonces apareció el ángel a los dos,
y los corona como esposos,
con rosas y azucenas de amor,
siendo el sueño más amoroso,
así como de él y de su hermosa flor,
Dios la había premiado de lo milagroso
dejando a que su ser sea feliz en la pasión.
Cuando Tiburcio el hermano de Valeriano,
se acercó a ellos también fue convertido en cristianismo,
viviendo en un mundo sacro
y de puro romance en el órgano de surrealismo,
ella lo amaba tanto a su Valeriano
que tocaba la toccata y fugue en re menor de lo cuito,
de un compositor Johann Sebastián Bach que iba a nacer del siglo diecisiete;
tenía la magia de ver el presagio futuro,
así con su arte para obtener lo que quiere
aunque con una espina de infortunio
ante su Valeriano que luego fenece,
veía tanto pero no la suya,
solo contemplaba otros entes
y llorando quizás de injuria,
mirando a Dómine molestosamente
por haberle dado un Don de quebradura,
a su esposo junto a su misma sangre fallece
por el funcionario Turcio Almaquio del prefecto de ruptura,
designó al prefecto Máximo para ejecutar la sentencia,
y desaparecieron de su ruta
para solo ella misma llevar los restos de dolencia
ante un tabernáculo de tumba,
vivía una vida católica de anatema
sin saber porqué vivía si amaba la sacra música,
no podía ser diferente en su esencia
y solo vivir una vida tranquila en noche de luna,
y no en una mazmorra de consecuencias
a su joven moza alma de locura,
solo amaba tocar música y escribir poemas
ante su iglesia de ternura,
pero la vida a su virginidad no ofrecía nobleza
sino odio y solo tortura,
aunque haya llevado los restos de su condena
seguía tocando su espíritu aún la toccata,
sintiendo tal tristeza
entre sus lágrimas de lo lúgubre,
sintiendo que quería paz entera
y no de Dios esas cruces,
cuan injusto Domine era con ella
ante el círculo de sus luces,
todo en su sonar del órgano mella
y más a su alma de inquietudes,
tocaba con alma tan patética
que la nostalgia invadía su cumbre,
donde sentía la toccata con alma tétrica
entre sus acordes y melodías,
queriendo la paz de su alma plebeya
para una sonada de dóciles armonías,
aunque teniendo en esa obra belleza
no sentía tanto en su seno de elegía,
manchada en su órgano de sangre eviterna
mientras tocaba en su tabernáculo de alma cuita,
buscaba en su fe esa cantada poética
quien a ella elevara en su vida,
seguía tocando de forma esbelta
con su vestido que ella tenía,
un arte de ser su fineza
entre esa iglesia de gran reliquia,
los ángeles estaban con tristezas
por verle tan mesto a su corazón,
ofrecían los serafines cantos de delicadeza
a su alma en ese órgano donde empieza con el fugue desolador,
obraban a su entera pureza
entre su cantar de noble amor,
Santa Cecilia miraba esa esencia
y se alegraba un poco en su modulación,
y los ángeles botando tantas azucenas
a su órgano para la sanación,
eran tan gráciles en alma ante ella
que le dejaban solo inspiración,
otra vida a su ojos de perlas
sin recordar más esa visión,
cegaron a su vista eterna
y le dieron un honorable don,
el don de solo amar a la música poética
y a su alma solo ante el amor,
el amor de su misma iglesia
y a sus obras de la música de adoración,
y sentir que Dios no es dureza
sino que solo le dio lo mejor,
pero al darse cuenta que fue rudeza
le ofreció solo el don de su pasión,
vivió tocando ese órgano cada vez de terneza
y convirtiendo los acordes en compasión,
transformando esa obra de más agudeza
entre los compases de consolación,
eso necesitaba su alma entera
para solo vivir en una vida de coloración,
eso fue lo que buscó su naturaleza
y tuvo en su tabernáculo de más canción,
de más sonidos y de más poemas
entre lo sinfónico y fónico de su entonación,
de más belleza expuesta
en su dulce y amadísima composición,
los ángeles siguieron con su voz tierna
ante su espíritu de gran curación,
aunque al traspasar los anatemas
tuvo ahora una mejor forma de vivir,
amando tanto a su hermoso don
que no dejaría jamás de latir,
así como en su idioma de su amor
que tiene solo en sus escritos de latín,
donde tenía chelos y fagotes
y un hermoso fónico violín,
quien ella con eso tocaba con voces
entre su tabernáculo tan feliz,
necesitaba un amor en sus roces
y Dios manda a un adonis serafín,
seguía en su vida sonando ese fugue de voces
sin dejar de latir eso sinfín,
ella vio al hermoso horizonte
y vio bajar en alas a ese ser con jazmín,
Cecilia al verle estaba enamorada,
pensó que Dios era más que noble,
más en su profunda alma
para mandar a un ser en su vivir de pasiones
con arte e infinita magia.
Vivieron hasta los años doscientos treinta,
su futuro de ella era morir en lava,
duraba solo tres días en su vida fea
y se iba al cielo con alma penada,
pero la historia cambia a su naturaleza
y va con su amor que alguna vez anhelaba,
su Valeriano era aquel adonis serafín,
ella sorprendida estaba,
su ser más de amor más era de fluir
ante él ser Valeriano que de verdad amaba,
juntos de pasión y feliz
que juntos tenían en ese tabernáculo de morada,
juntos tocaron ese Fugue sin ser gris
sino romántica y apasionada,
juntos amándose en el vivir
sin dejar de amarse en las mañanas,
interpretando ese fugue de re menor,
viendo a través de esa obra de Bach,
tanta pasión de su corazón
para su orbe de lo más pasional,
sintiendo que son felices en su nación
sin dejar de amarse en esa obra magistral,
ese fugue era interminable en su entonación
por sonar de tanta magia,
lo cual amaron en su infinito corazón
sin decirle jamás a la música mala,
sino benéfica en su ilusión
que tenía de inmensa música sacra,
tan hermosa y querida,
tan virtuosa ella,
tan elegante sus vidas
que tenían en el fondo de nobleza,
con su romanza de alegría
que se transmitía hasta en esos trazos de la pieza,
tanta locura bendita
que hasta Dios lo miraba con pureza,
por ver que hizo de ella un mundo de melodía
y con su virtuosismo una realeza,
una existencia con mil armonías
y con unos bellos poemas,
era la era de su vida querida
hasta irse en su años cincuenta,
era así el destino de su vida
que con eso vivía con hermosa silueta,
y cómo amaba a su serafín Valeriano,
lo amaba pero tan inmenso,
que con él en ese órgano
tan solo lo besaba de lo tierno,
se lo consumía de lo apasionado
sin dejarlo respirar por tantos besos,
su romance fue tan volcánico
que los ángeles cantaban en su órgano de lecho,
era una vida de renacer en lo amado
sin irse a un averno maléfico,
si no estar ahí solo que esa vida adorando
y olvidarse de los tormentos,
luego al tiempo su huella quedó en los siguientes siglos,
tan solo que hasta hoy,
ya del siglo veintiuno su ser no extinto
que sigue viviendo de amor,
entre la música sacra del cristianismo
y la nobleza de su corazón,
donde se ve la imagen de su ser de sentimentalismo
ante el mundo de compasión,
la imagen del mismo Dómine del paraíso
ante los ojos de aquel don,
fue así y lo es en el destino
su imagen de arte y de profundo amor,
no hay otra como ella en ese siglo
que hasta hoy vea su inmensa inclinación,
entre mil obras y poemas de su idilio
que dejó ante el mundo de entonación,
sus obras suenan en el cielo amadísimo
y en los corazones de los poetas,
de los compositores de su surrealismo
por haberla conocido en su huella,
que dejó tal arte de lo bendito
que no olvidaremos en la existencia,
así fue como existió aquel siglo
donde todo fue diferente a esta era,
por cautivar esa pasión de cariño
ante la vida eterna de nobleza,
sin irse los dos en ese camino
sino escribir y componer de belleza,
vivieron del arte sumiso
que en la vida de hoy hay en melopeyas,
de esa forma de componer de sonidos
ante esta era de la gran obra maestra,
de voces sacras en una sinfónica de lo bellido
entre la altísima voz del alteza,
como Dómine que dejaron su corazón vivo
sonando en esas mil etopeyas,
y que lo siento hoy tan querido
que me toca el alma eterna,
igual ese Fugue tan de idilio
que me hace ver su imagen de belleza,
tan dentro del amor sentido
entre ellos en esa vida de prosopopeya,
que ni olvidará nada mis escritos
por recordar tal siglo de la nobleza,
así como del cristianismo
que tuvieron ellos de gran fonética,
y que termina casi de tocar su Fugue en el sacro paraíso
amando a su amor que tanto venera,
porque ya habían muerto su ser vivo
y que ahora viven en esa naturaleza,
donde es una unión de tanto delirio
que hasta el diantre celoso estuviera,
por ver la magia de ese ser bendito
ante la casta y cándida iglesia,
que no fue su ser ferido
y ni el de su amor que hoy en la paz besa,
como a su Valeriano querido
que hasta de lágrimas allá llegan,
juntos con el arte más infinito
que dejaron gran huella,
aunque haya sido su orbe suplicio
tuvo el milagro ante el ángel de nobleza,
por eso que vive con el gran cariño
y que pinta Dios a sus seres de grandeza,
como en el mismo oasis querido
viviendo juntos con música entera,
entre poesías de libros
de lo que le pertenece a ella,
de sus mil músicas de su sentimentalismo
allá en esa pintura tierna,
de sus cantos sacros de sonidos
latiendo en esa pintura que expresa,
eso fue la última magia que dejó su Dios comedido
para que viváis vosotros entre el arte de su vivo poema,
que se refiere a ese cuadro de surrealismo
de esa pintura que hizo Dómine con pureza,
al saber eso, Cecilia termina su fugue ennoblecido
de tocar en ese desdén con alma serena,
viendo a ese cuadro tan poético de los sonidos
que Dómine hizo para ellos de ofrenda,
estaban muy jubilosos en ese paraíso
viviendo juntos entre la lujuria y la música de belleza,
amándose entre cuerpos de besos infinitos
y de caricias sobre la carne férvida,
sin dejarse de socavar en lo más consumido
entre ese cielo de gran entrega,
los dos besándose en el camastro de lirios
y rosas entre la desnudez de su copulación,
encendiéndose de tanto delirio
en el lecho de su férvido amor,
sin olvidarse que son seres benditos
en ese edén de la noble pasión,
con su patrona de lo más amadísimo
que consume y disfruta de exaltación,
de sentirse tan queridísimo
por esa dulzura que ama en su corazón,
tanto y tanto de lo codiciadísimo
entre su alma pura de gran emoción,
que la vida en ese mundo clásico era bellido
y con música sonando alrededor,
con sus mismas obras de Cecilia en ese paraíso
sonando y sintiendo ella lo tranquilizador,
por solo sentir el inmenso estallido
de su música sacra en su lecho de ardor,
palpitaba un aire tan sonorísimo
que mordía al cuerpo de su amor,
una vida en el oasis tan artístico
donde era una diáfana relación,
eran tan solo de ese reino lo sofístico
donde ardían como el sol,
su amor tan dúctil y místico
que tenían entre besos de sensación,
donde era poesía recitada en su lecho paisajístico
de Valeriano ante su enorme admiración,
de aquella patrona de lo eucarístico
que tenía de lo beato en su corazón,
aquella poeta compositora del siglo tres ya romancístico
que tocaba a su mundo de gran estupefacción,
y al terminar su cópula se oían cantos operísticos
alentando a su divina unión,
al saber que en ese cielo tendrán lo heurístico
entre vástagos por la polución,
y sus cantos eran en latín de lo prosístico
ante su terminada copulación,
y también en versos de lo artístico
ante el canto que hizo Cecilia a un amor,
y que ahora lo tiene de romancístico
y oyendo su misma obra y de ellos de ardor,
una obra cantada de lo místico
que sentía porque era de ella de su efusión,
y que al tenerlo y vivirlo de lo amadísimo
lloraba y dormía entre los brazos de su calor,
así pasó ese canto tan queridísimo
que durmió ante el lecho con su amor,
al tiempo en ese inmenso paraíso
florece tres semillas con emoción,
sus vástagos tan dignos
de su misma vida de pasión,
que no olvidaría ese milagro de Rabino
que dejó a que fuera feliz su interior,
ante un ángel que trajo a su destino
para que viviese en su tabernáculo de consolación,
para que llegase de ahí al cielo bendito
y tenga vástagos de tanta ilusión.

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