miércoles, 11 de abril de 2012

Wolfang Amadeus Herr Mozart




Wolfang Amadeus Mozart

En Salzburgo, Austria,
mundo luminoso de música,
la época de la gente clásica
donde se vestían de holgura,
donde había lira volcánica
y donde existía la rijosa teúrgia,
donde las deidades eran damas
y las que se amaban de liturgia,
el mundo de mazurcas y baladas
que tocaban en tan sutil música,
o donde se iba a oír música de cámaras
en aquella odisea de ternura,
donde se despertaba la romanza
y más cuando había la dulzura.
Llenos de esa pasión mágica,
despertando de esa ternura,
iba a nacer más que las arias
un longevo de locura,
del siglo dieciocho ante su alma
e iba a dar el halo hasta de la luna
como en sus obras de pasión vesánica
sintiendo que solo existe él como musa.
Nació en mil setecientos cincuenta y seis,
floreció el halo de un longevo soñador,
donde componía piezas de lo feligrés,
amando así a su enseñanza de su padre compositor,
e interpretaba a sus cuatro años obras de querer
como los de Bach ante Reyes de gran humor,
era reconocido y alado desde su niñez
por su padre Leopold Mozart que con él ganó.
Mostró a un hijo prodigio del edén,
y así con las cucas económicas del niño aprovechó.
Mozart quizá no tenía tal fe
como ante la vida de Dios,
por no haber podido él solo crecer
sin la ayuda de un padre aprovechador,
a pesar de la rabia aún tenía el afecto fiel
que logra a su música dar solo a un amor,
él mismo al pasar los años se dio a ser
aquel instrumento que cantaba a Dios,
aunque no haya sido en su moza vida el enternecer
ahora en su espíritu cantaba de más pasión.
Ahora a esa edad ya mayor componía sinfonías,
sonatas, óperas, conciertos para piano y orquesta,
tantas obras compuso de su imagen de la lira
donde era aquella música el reflejo de su vida entera,
donde en ella recitaba poesía
y que en poemas solo sus notas eran,
tanto así en sus armonías
que las llenaba de esa magia bella,
donde se hizo portentoso en sus melodías
y al mundo de su liturgia quimera,
estaba encima de la música su vida
por su arte del idioma de su naturaleza,
por transmitir tanta visión a sus líneas
de aquellas escalas de sus mismas letras,
de aquellos compases de su alma bendita
donde hablaba la imagen de su ser humano,
donde la música era su regodeo y elegía
y que lo iba ser en sus opus de aquel antaño,
como sus conciertos para violín de alegría,
donde sus sonidos eran voces cantando,
donde era la paz sus acordes de su fantasía,
donde sonaba el mágico bardo,
donde solo oír la música en su ser escribía,
en su partitura una historia imaginando,
así con su orden mágico componía
como si escribiese un dictado,
como una simple inspirada poesía,
así escribía los acordes en su halo,
no pensaba solo así en su compás fluía
un oboe como la voz de Dios escuchando,
tan eclesiástico su forma de su magia querida
cuando componía de ese delirio volcánico.
Es como cerrar los ojos y solo anotar
todo aquello que estás imaginando,
e incluso sin poderse en la partitura con un error equivocar
por ser aquel prodigio alado,
donde todo era magia y divina majestuosidad
como mezclar los acordes en el piano,
y luego dar énfasis en el violín pasional
y dar a su alma misma en su espacio.
Hacer volar las notas como su inmortalidad
Amadeus Mozart en el mundo bardo,
que escribía composiciones de santidad
más que queriendo en su corazón mágico,
era así las voces de su tranquilidad
cuando cantaba en óperas de lo soprano,
de lo tenor en su aire de paz
donde rozaba chelos, violines, y contrabajos,
donde era tan audaz
que aparecía en su historia diosas cantando.
No era una magia de estrella fugaz
que pasaba en aquel sueño rápido,
era un sol de luminosidad
que rutilaba a su alma de lo amado.

Era el gran precoz del romanticismo,
el que había expresado lo que en palabras no se podría decir;
así en su música ofrecía su surrealismo
lo que a una pintura él mil cosas podía sentir,
era la voz de un Dios mismo
que tenía su imagen y de la suya feliz,
como en su concierto para piano romance número veinte de amorío
que toca un piano de brilloso festín,
sintiendo en su alma joven de cariño
al romance de su vida sinfín,
que tenía a una hermosa condesa,
que era Constanze entre su idilio,
la amaba tanto a esa bella diadema
que en noches consumía de su amorío,
donde sigue aquel piano de belleza
sonando entre sus latientes rítmicos,
donde luego suenan violines de la cadencia
entre su armonía de bellos sonidos,
tan entregados en esa naturaleza
donde está Mozart sintiendo el destino,
de su alma en violines y chelos de gran querencia
de su hermoso delirio,
que consume con gran arte del poema
con besos sápidos a su amor contenido,
donde ella brillan sus ojos en gemas
por ver la hermosura de su amor bendito,
que tiene nada más que en esa simpleza
que expresa gran pasión a su aliento querido,
y aplaude ante ese concierto de entrega
que él hace en ese piano de armonía y de lo lindo,
hay tanta romanza en esas teclas
que él las canta a su mismo paraíso,
donde todo de pasión se refleja
por su mismo cantar del explayado sentimentalismo,
donde él sonríe viendo a su condesa
entre ese paisaje con flores de lirios,
y sigue así con tal magia de su pieza
que comparte un corazón tan bienquisto,
por sentir el aroma de su belleza
que acaricia a sus manos y a los violines de más sonidos,
donde a Dios tañeres expresa
donde él observa y siente una pasión de surrealismo,
por saber que es un Dios este de la terneza
donde crea una obra que se oye con todos los sentidos,
que son el alma, el espíritu de ese poema
que entona de ese brilloso idilio,
que sigue entre la marea esos violines de cadencia
sonando en su ambiente no mezquino,
sino un aroma que a los seres revienta
entre ese dócil y eterno destino,
sin dejar de agitar los chelos y la dócil espineta
que luego entona en ese ambiente de lo más bonito,
que la condesa ve la tocada tan lenta
que transmite ahora de ese; piano tan bendito,
que en ese murmullo ella solo sueña
que este amor vivirá hasta el cielo amadísimo,
donde tienen una esperanza entre ese risueño del compositor,
y que tendrá entre su vida de calma,
no se aleja ese piano de ese ambiente romanceador
que entona entre melodías y pasión cantada,
que el da con todo su veneración
y a su hermosa condesa de magia,
que disfruta tocando en ese piano explotador
que dan sonidos de una vida alabada,
por muchos dioses a su mismo honor
que tiene de roce en ese amor de fragancia,
donde viene Dante y Beatriz a darle olor
con flores marquesas y hadas,
que llenan de su aventura de más dulzor
solo que con su presencia de vida mágica,
que ellos mismos ven tocar a Mozart de amor
ante los tañeres del piano que dicta poesía susurrada,
entre las cuerdas de un seráfico cantor
que da a su felicidad de su Constanze amada,
y que seguirá tocando así hasta el mismo albor
con esa pieza llena de luz rutilada,
y que bella romanza es en ese re menor
que vive nada más en su noche diáfana,
que esa compañía en ese aposento de emoción
es un momento que seguirá hasta la alborada,
cantando entre sonidos de pasión
sin dejar el de sentir que es un mago de su amada,
por hacer tal obra en su corazón
que ofrece a su queridísima dama,
que solo siente los violines de amor
que palpitan como una vida soñada,
que tienen y que tendrán siempre
por vivir ese aire sacro de sus almas,
que será tan dulcemente
entre ese lecho de tanta magia,
y que en el compás volverá a su tempo en el piano felizmente
para entonar de dulce voz amada,
entre los compases de su sonido tenue
que acaricia con eso más a su deidad idolatrada,
y que empieza ese tempo el piano felizmente
sonando con gran amor de magia,
que viven los dos alegremente
ante siluetas que les acompaña,
donde despiertan amor enteramente
ante ese mundo de la galaxia,
donde los sonidos suenan tiernamente
y donde solo uno al sentir la tonada,
entre violines sonando dice Mozart, Mozart por algo eternamente
que tiene en esa marea de voces sacras,
que dan al pecho y al corazón del ente
por descubrir una obra del violín de tal alma,
es así su concierto de orquesta que tiene
que solo al sentir se ve una diosa amada,
se ve a esa diosa que es su presente
de esa dulce condesa que está vestida de gracia,
de fineza con su cuerpo dulcemente
que con solo uno ahí mirarla,
se siente un amor entre el sentir apasionadamente
por ser una beldad que deja al alma callada,
y donde palpita Mozart en su piano fugazmente
entre las mismas notas agitadas,
desprendiendo a su amor un idilio apasionadamente
que despierta de los sonidos de gran magia,
y sigue así en su piano velozmente
que siente tanta pasión encantada,
por tener a su único amor felizmente
entre esos acompañados sonidos que cantan,
por ver a su dama con un cabello de flores,
que a su mirada de él solo hechiza,
y sigue aún esos sonidos rápidos en ese orbe
que de esa cadencia entona de mucha vibra,
en esos tonos de grandes pasiones
que él entrega a su dulce caricia,
y así es su momento de entonaciones
que explota como volcán en su poesía,
ama y ama tanto a esa tonada de emociones
que grita: “te amo Constanze de mi alma de melodía,
solo vos estaréis en mi monte
dándote lo más querido de mi lira,
porque sois ese amor que he amado en los acordes
y que no puedo alejar de mi noble vida,
os amo y os amaré hasta el cielo entonces
y ahí juntos disfrutando de la alegría,
juntos sin tener maldiciones
y viviendo de esta hermosa dicha”,
y sigue su piano en tanto ardores
que desprende pasión bellida,
por ver a su amor entre ese deseo
que despierta aún más su alma de armonía,514
y sigue esas semifusas sonando de aliento
entre ese piano entre violines de alegría,
por sentir tal ardor en su seno
ante una hermosa condesa de su vida,
que le ve con ojos de tal sentimiento
que ella sonríe y se pone roja sus mejillas,
por sentir su mirada de un músico poético
que le da a su misma hermosa dicha,530
y siguen ese sonar tan frenético
entre su orbe de pasión bellida,
de ese opus tan eterno
que del romance nace en sus armonías,
que se dan de tal inmenso apego
entre la locura de su música viva,
que seguirá ante su lecho
donde se consumirán de amor y de magia lasciva,
así será ese ardiente fuego
cuando se amen de tanta pasión querida,545
en ese ardor entre muchos instrumentos
sonando y componiendo de su lira,
ante su dama desnuda en su cuerpo
amándose en el ardor de pasión consumida,
tan epicúrea fuese su relación en su aposento
cuando copulen de la locura misma,
y cuando deje de tocar el instrumento
le hará el amor dulce con pasión queridísima,
donde vivirá lo más fogoso de su sentimiento
cuando ame a esa hermosa condesa tan divina,
y donde sigue ese piano tan rápido de los ecos
entre ese ambiente de pasión excesiva
que transmite en su piano de amartelamiento
ante su romance de su hermosa alegría,
así es de tanto meloso represamiento
que hace ante sus mismas armonías,
que son eternales en el vuelo
que van hacia su dama querida,
que solo palpita de amor eterno
por sentir el perfume de su afrodita,
tan diosa es ella en su ser tierno
que se ve a una diosa sin igual de ambrosía,
donde muchos quieren su cuerpo
y su aroma en una relación lasciva,
pero solo Mozart tiene ese deseo
y amor que regala con toda magia de lira,
su condesa jamás hiciera lo fiero
porque su corazón es una alma tranquila,
que solo ama a su amor con su seno
y con su pasión que siente en su vida,
y donde ella sabe que él es tan sereno
y tan dandi en su forma de ser en la dicha,
no haría eso en su aposento
porque le ama con toda inmensa homofonía,
y donde vuelve a su dócil y tenue tempo
para entonar del piano con deliciosa caricia,
sintiendo de nuevo eso
que le hace tan feliz en el romance de sus melodías,
y su amor es igual de sincero
que transmiten amor a su condesa amadísima,
entre esos seráficos ecos
que salen de su alma misma,
y que se siente ahora un ambiente tan bello
entre sonidos de tanta pasión querida,
donde explotan los dóciles instrumentos
en su ambiente de tanta alegre vida,
y ese piano sonoro suena entre chelos
que él siente tanta armonía viva,
y grita con todo amor poético
que de sus palabras algo recita,
ante su amor que quiere como al cielo
que observa entre su lecho desnuda a su afrodita,
y que quizá es un deseo en su mismo cuerpo
pero que esperará para hacerle el amor a su maravilla,
porque cuando termine de tocar irá a su lecho
y consumirá a su cándida con más caricias,
donde sentirá ella tal fuego
que palpitará en su cuerpo de pasión lasciva,
es tanto ese ardiente apego
que tiene Mozart ante su hermosa afrodita,
y siguen esos violines y el piano de un idilio de besos
por tal epicúreo cuerpo que su amor contiene,
entre su noche de bellas voces mágicas,
verla Mozart se enamora más de su ser evanescente
que consume entre su noche de bella romanza,
su música hace tanta lira milagrosamente
que muestra un mundo de dulzura y de calma,
siendo un canto que prevalece
entre sus sonidos de violines que cantan,
y que en su vida ese sonar no fallece
por ser tan tierna y entregada,
ante su amor que el tanto quiere
y qué querrá hasta el cielo de pasión apasionada,
donde clarinetes, fagotes suenan y el epicúreo violín,
y que suenan entre un piano tan querido
entre sus acariciadas manos de su existir,
reflejando su holgorio espíritu
que en su arte ama de tanto latir,
donde ofrece su tal tenue sentimentalismo
y que hoy en tonos los oigo oír,
en aquel piano de re Menor que expresa un destino
de la felicidad que en su obra da a existir,
donde luego cambia su movimiento va quedar ya sin sonido
a un mundo de tórrido latir,
como en aquel piano bendito
que funde al mundo de fin,
donde luego acaba su compás querido
y hace el amor en el lecho feliz,
a su dama desnuda de lo más bendito
entre su noche de excitación de su vivir,
(Mozart fue la sonrisa de el alegre espíritu
que tenía en su vivir,
donde nada era mezquino
sino inmensa euforia de su sentir,
solo ahora en su Réquiem sentía lo dolido
cuando no hay más paz en su misa infeliz,
que pide tantas esperanzas y que consigue luego en su vivir,
para llegar al cielo con su amada y ser feliz).

A más tardar ya Mozart se conocía con Beethoven,
él lo admiraba por su magia que tenía,
Haydn igual sentía gran honor a este joven
por tal virtud que al mundo daba de poesía,
por ser el gran hombre o persona que conoce
en su visión de aquella música vista,
muchos admiraron a este genio conde
por su gran obra que en su vida ofrecía,
al pasar los años Mozart compone
un Don Giovanni en su ópera,
junto al Poeta Lorenzo da Ponte
con su libreto de su tema,
donde él mismo escritor es aquel hombre
quien en esa historia vive de anatema,
vive de romances y enojones
y de una historia fría que le espera,
al final donde el averno se ve en su horizonte
y donde los violines tocan de tormenta,
donde solo terminan con maldiciones
y dolor en su final de apariencia,
donde en la obra consigue las absoluciones
por tal arrepentimiento que da a su lema,
y donde luego Leolpod Mozart termina en defunción
que era para Mozart su mejor anhelo,
él mismo hubiese deseado eso más en esa ópera de terror
donde veía a su mismo padre muerto,
entre las llamas del mismo tono sonador, latidor,
pudriéndose en ese mismo infierno,
al sentirse tan triste y a la vez con ese honor
botaba unas lágrimas de arrepentimiento,
quizás pero con gran alma calmada del desamor
que tuvo entre el pasado ante un padre terco,
malo un vetusto compositor
que solo veía la ganancia de su prodigio tedio,
“Comendador: Don Giovanni a cenar contigo (Suena la ópera del final de Don Giovanni)
me invitaste y he venido,
Don Giovanni: Jamás lo hubiera creído,
pero haré lo que pueda,
¡Leporello, que sirváis
enseguida la otra cena!,
Leporello: (asomándose por debajo de la mesa)
¡ah señor, ah señor!
¡Ah señor somos todos muertos!.
Don Giovanni: ¡Que vayas, te digo!
La Estatua del Comendador:
¡Detente!,
¡no se nutre de alimento mortal!,
¡no se nutre de alimento celestial!,
otros asuntos más graves que éstos,
Giovanni: ¡hablad, pues!,
¿qué pedís! qué quieres?
Leporello (aparte):
La fiebre terciana creo tener,
y todos los miembros me tiemblan en el ser,
Don Giovanni : ¿Qué buscáis?, ¿qué quieres?,
La Estatua del Comendador:
Voy a hablar, escucha: no tengo mucho tiempo,
solo mi llegada ha sido por un momento,
Giovanni: Habla, habla, te escucho,
La Estatua del Comendador:
Voy hablar, escucha: no tengo mucho tiempo
Giovanni: Habla, habla, te escucho.
Comendador: ¡Tú me invitaste a cenar!
ya conocéis vuestra obligación.
¡Respóndeme, respóndeme!,
vendrás tú a cenar conmigo ahora ya?.
Leporello: (desde lejos, temblando)
¡Oh, oh!. No tiene tiempo,
¡disculpadle!.
Giovanni: ¡De cobardía jamás seré tachado!
y pisaré vuestra tierra sin salir de tu ser leviatán,
Padre de Doña Ana: ¡Decídete!
Giovanni: Ya lo he decidido.
Comendador: ¿vendrás?
Leporello (a Don Giovanni):
¡Decid que no, decid que no!
Giovanni: El corazón está firme en mi pecho,:
no tengo miedo, iré con todo derecho.
La Estatua del Comendador:
¡Dame la mano en prenda!,
Don Giovanni (le tiende la mano):
Hela aquí, y que ella no se ofenda.
La Estatua del Comendador: ¿qué te ocurre?
Giovanni: ¿Qué gelidez es ésta?
La Estatua del Comendador:
arrepiéntete, cambia de vida,
es el último momento,
Don Giovanni (trata en vano de soltarse)
¡No, no, no me arrepiento,
aléjate de mí y de mi acento!
La Estatua del Comendador:
Arrepiéntete, desalmado,
-No, viejo fatuo de túnica de espanto
-¡Arrepiéntete! (voz muy fuerte)
-¡No! No!
-¡Arrepiéntete!
-¡No! No!
-¡Sí! Sí!
-¡No! No!
-¡Sí! Sí!
-¡No! No!
-¡Sí! Sí
- ¡No, Nooooooo!.
La Estatua del Comendador:
!Ah ya no queda más tiempo!,(voz lenta y fuerte)
(Sale fuego por todas partes, la estatua del
Comendador desaparece y se abre un abismo)
Don Giovanni: ¡Siento un temor insólito,
que se apodera de mí monstruoso!.
¿De dónde salen esos horrendo torbellinos de fuego?,
tan solo veros siento que son lavas del infierno.
Coro de Diablos (con voces tenebrosas):
Todo es poco para tus culpas,
ven aún hay un mal peor de torceduras,
Don Giovanni: ¿Quién me desgarra el alma?.
¿Quién me rompe las entrañas?
¡Qué tortura, ay de mi que frenesí!
¡Qué infierno, qué terror!
Leporello: ¡qué rostro desfigurado!,
¡qué expresión de condenado!,
no quiero vivir esto tan cabizbajo,
¡cuánto terror me infunde en lo malvado!,
Coro de Diablos (debajo de tierra, con voces tenebrosas):
Todo es poco para tus culpas,
ven, aún hay un mal peor,
que ahora le vencerá de lo atroz.
Don Giovanni: ¡qué tortura, ay de mí, qué suplicio!
¡qué infierno, qué terror!
Don Giovanni:¡Ah, ah!. (Expresión muy sufridora del final)
Leporello: ¡Ah, ah!.

“Perdonad si entré al palacio como un demontre (Cómo empezó y así fue que termina)
para solo seducir a vuestra hija doncella,
donde solo le hice la rijosidad a ese ser noble
con mi forma atrevida y astuta de mala manera,
no aguantaba las incitaciones
de querer tener a Doña Anna de querencia,
sé que no debí ser con aquellas intenciones
pero la sensación me hizo a que cayera en su belleza.
Perdonad si os maté con la espada con rencores
pero no me dejéis solo sin vuestra hija bella,
comendador dejadme vivir con aquel amor,
ruego que no seré más un libertino,
prometo ser fiel ante aquella tenue flor
y amarle con ningún espino,
paz tendrá y amaré con toda la llama de mi interior
que tengo por aquel ser sumiso,
jamás imaginé que iba a enamorar mi corazón
en ese palacio ante aquel perfume que aún respiro,
podéis imaginaros el indecible ardor
que aún en mi pecho hoy percibo,
es tanto esta magia del amor
que a mí me tiene hoy abatido,
y más este infierno de terror
que siento en mi destino,
estas llamas este dolor
que no quiero y solo estar con mi amorío,
sé que ella me ama a mi interior
porque ya una vez me lo dijo,
aunque no sepáis vos
pasó y así me siento de escalofrío,
no quiero vivir más con esta desesperación
y dame aquella diosa en mi cuerpo frío,
quiero pediros el perdón
para así vivir con lo bendito,
y así estar en lo tórrido de su amor
y morir solo en aquel hermoso paraíso”.
El comendador en esa ópera perdona,
y deja que su alma vuele a ese paraíso,
donde todo se salva en su memoria
y donde su amor es con aquel destino,
así es una de las obras más de honra
que dejó Mozart de su música de amorío,
donde se estalla ese tiempo de gloria
como en sus imágenes que dan los sonidos,
las mágicas voces en la ópera de historia
que dan en el arte de su mundo vivido.

Réquiem el final de su vida,
una misa donde compone junto a Antonio Salieri,
un amigo que le tenía envidia,
pero que al final estuvo en su lecho de muerte,
quien ahí compone tan solo de imaginada poesía,
que el mismo le dictaba a él en su Réquiem,
y Salieri anotaba lo que él quería
ante su misa donde las flores se fallecen,
donde profetizó una deidad Sibila
que iba ser el día del juicio de los entes,
que ninguno se iba a salvar en la vida
porque ahí iba a entonar la verdad de los seres,
mientras hace componer en sus líneas,
compone aquellos acordes tristemente,
combinando y dictando aquella poca alegría,
donde él mismo sabía que era su muerte,
que la vida era vivir y luego pedir perdón,
o si no la hay, fallecer en el mundo de terror,
pero estaba seguro de su fuego eterno,
que iba a llegar al fortunio con su amor,
donde cantaba ese latín de infierno
por tal temor que había en el pecador,
que seguro olería la música en ese cielo
y ahí con su misma esposa estaría de pasión,
con su música y con su amada Contanze o Stanzi,
allá todo iba ser diferente ante esa obra de Dios,
que está en latín escrita de lo dandi
en la partitura de ese Réquiem de terror,
y él mientras recitaba las voces
tenía la fe de que su alma era absolución,
no era un malévolo hombre
sino uno que amaba la música en su corazón,
que la llevaba ahí con dulces roces
y que veía ahí la imagen de su interior,
la misa la termina en su lecho de flores
y luego en el amanecer muere de ese cantor,
Antonio Salieri escribió todas sus indicaciones
y tuvo de esa misa aquella composición,
Antonio quería vengarse por sus iluminaciones
del joven Mozart que al mundo ofreció,
y donde él era humillado,
logró acabar la muerte de un Mozart,
pero Mozart ya sabía que iba al mundo santo,
donde Antonio quedó con una conciencia vidorria
ante su vida hasta que muere viejo y solitario,
donde más sonaba Mozart en las notas
y él tan solo que en un mundo no ganado,
se arrepintió a lo último en su historia
y tuvo la entrada de ese cielo sagrado,
sabe Mozart que fue su amigo de memoria
y que no olvidase hasta verlo,
fuera así una misa de difuntos ante el miedo del pecado,
donde Mozart dio tales sonidos de violines y chelos,
trompetas, oboes, clarinetes de su ser acongojado,
y que al ser así vio luego a su Stanzi en el cielo
e igual a su amigo Salieri en ese reino de lo amado,
donde las flores ahí no sucumbieron
y donde la paz de ese Réquiem se entonó de lo apasionado,
donde fueron limpio en su ser etéreo
y donde subieron en almas ante el mundo preclaro,
donde había fiesta y gozo de lo eterno
para vivir sin lo más desesperado,
así fue, así vivió Wolfgang Amadeus Mozart,
así vivirá en el recuerdo,
su música estará aún con aquellas notas,
se interpretará la imagen de sus ecos
entre la eternidad de su música de la gloria,
de lúgubre poesías en el viento
se cantará y se tocará de su historia,
así será y por siempre en sus alientos
que dejó en las obras de su memoria,
será como oír aquel pensamiento
que él sentía ante su partitura de rapsoda,
de lo que escribía en sentimientos
ante su vida de sus inmensas obras,
así existió y vivirá en el cielo
como lo hacía en su vida Wolfang Amadeus Mozart,
se recordará de apasionamiento
el escrito que deja ante mis ojos que ven su sabia historia,
aunque murió en mil setecientos noventa y uno
dejó gran diluvio de música en su honra,
entre lo lúgubre y el fortunio
que dejó escrita en su vida de sus notas,
así fue su poético vivir del mundo
un poeta que hablaba solo en su alma de rapsoda.

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