Manto del sendero perenne,
profesado aquel día férvido,
y elevación de cruz gimiente
por ir tal obediente cérvido.
Lobreguez abrazó
al sueño,
visiones de lo que era,
cúmulo en injusticia dieron
y ejecución sin plañidera.
Celeste sin
empatía aún,
miraba lo que ocurría,
peste a un retorno en luz
por lo que él sabía.
El camino empezó,
con su cruz en espalda fija,
yacía gente en amor
que piedad daban en agonía.
Corpus de
ángeles rezaban
para que no sean azotados,
Rabino dio una parábola
entre ellos en lo cortesano.
La hoja muerta
nace,
no yace de mácula,
raíz es lo que place
entre médula mágica.
Tranquilizaos
hijos del padre,
recuerden cada palabra mía,
remembranza sea grande
y mortuorio sin la favila.
Los soldados
azotaban al cordero,
noble y bondadoso,
iras sentían en el sendero
a tal manto lacrimoso.
Una joven se
acercó,
secó su sangre derramada,
y agua le ofreció
y en su paño la cara quedó reflejada.
Los ojos del señor
brillaban como perseidas,
al manto dio pudor
y los soldados le apalean.
Iba en camino de
suplicio,
su santísima madre lacrimosa,
“mujer soy por tal indicio
e ir sin decaer a la fosa”.
Su madre era
diluvio,
no aguantaba lo injusto,
sol no era efluvio
por ver a su hijo en susto.
Espectral la misma
tarde…
no se dejó tentar,
ni por el mismo diantre
para poder ahí llegar.
Tuvo siempre en fe
su corazón,
dejasteis atrás el mal,
fuisteis poderoso en amor
y en ilustración inmortal.
Os hicisteis
conocer,
por eso tal odio anduvo,
porque os dijisteis Rey
y eso temieron en angustio.
No teníais en
mundo Ley
pero si a lo lejos del tuyo,
celosos se sintieron en ver
que os creíais más en lo suyo.
Padecisteis bajo
poder de poncio Pilato,
siempre dejasteis que os juzgaran,
permitíais todo lo malo
para así ir al mando en lanza.
Los que creían en
ti
pecado no había,
los que oraban en sí
del mustio era sonrisa.
Llegasteis a dar
tal teúrgia
entre los enfermos,
colmasteis en taumaturgia
del milagro a ellos.
Curasteis en
dúctil apego,
ellos admiraban vuestro amor,
alumbrasteis a ciegos
y a los leprosos en candor.
A muertos
revivisteis,
poder concebido de Dios,
al orbe florecisteis
en nombre sin decir adiós.
La palabra
enseñabais,
feligreses al escucharos eran,
dilección reflejabais
por tal adagio y epopeya.
Convertisteis el
lenguaje,
lenguaje la verdad,
verdad a no salvaje,
salvaje sin la tempestad.
Emocionasteis a la
multitud,
multitud siempre escuchaba,
escuchaba toda la magnitud,
magnitud de lo que profesabas.
Que vástago de
Deus iba ser presado,
humillado entre muchos,
muchos le escupirán al costado,
costado que irá por arrullo.
Arrullo a la
humanidad,
humanidad del perdón,
perdón del mundo de paz,
paz por pecados en horror.
horror de tal leviatán,
leviatán en garras de terror,
terror como el huracán,
huracán sin dar amor,
amor es el volcán,
volcán que ahí ardió,
ardió como un gavilán,
gavilán pero que voló.
Voló a la morada,
morada de célebre vida,
vida que yace en alma,
alma única en carne exista.
Pero un hombre en
el camino ayudó,
ayudó a llevar su cruz,
cruz en mando de los romanos,
romanos ante el camino sin luz,
luz que al fin llegó,
llegó a monte de la calavera,
calavera donde oró,
oró a toda dicha y era.
Peter Paul Rubens
pintó,
Pintó el cuadro de esta poesía,
Poesía en donde recitó,
Recitó las palabras vivas.
Vivas de un hombre
elevado,
elevado entre los suplicios,
suplicios de ir crucificado
y crucificado por sacrificio.
Cérvido entre
clavos,
clavos llenos de sangre,
sangre entre dolo esclavo
esclavo y de la misma carne,
carne por la libertad,
libertad del mismo mundo,
mundo que sería maldad
maldad por un antro rumbo.
Oh pintura de
matices,
matices que estáis en homo,
homo redentor de cicatrices,
cicatrices que es sin domo.
Domo hasta el
último aliento,
aliento que pueda hacer,
hacer entre el lamento,
lamento de un vivir en querer.
Madre bajo cruz
dolorosa,
dolorosa a tal vástago,
vástago amado le
solloza,
solloza al cordero atado.
Atado de la regla
del padre,
padre que en su alma manda,
manda por un vil ángel,
ángel que en tártaro acorrala.
“Padre
perdonadlos,
perdonadlos que son ciervos,
ciervos de un ruin diablo,
diablo que es protervo.
Protervo en lo
malo,
malo como el mismo cuervo.
Mujer no estéis
llorando,
Llorando por el señor,
Señor hace el trabajo,
Trabajo para el amor.
Amor doloroso en
vida,
vida gloria bendecirá,
bendecirá en mi partida,
partida para no más llorar”.
Palabras del mismo
seno,
seno a la peste que invade,
invade de ruines plenos,
plenos sin culpa errante.
“Ya qué decís ser
hijo de Dios,
Dios bajaos de esa cruz,
cruz que tenéis en dolor,
dolor retirad y daos la luz.
No qué curasteis a
enfermos,
enfermos y revivisteis,
revivisteis a muertos,
muertos y bendijisteis.
Salvaos a sí
mismo,
mismo haced vuestra libertad,
libertad sin el abismo,
abismo que condena crueldad”.
Infernales las
palabras,
palabras de tentaciones,
tentaciones en mácula,
mácula que daban en porciones.
No dejó que se
burlasen de él,
él esperaba la hora de irse,
irse a donde tenía que yacer,
yacer y en fin no rendirse.
“Padre porqué me
habéis abandonado,
abandonado hoy aquí,
aquí ante el lagrimeo llorado,
llorado en soledad sin ti”.
Ladrón: Porqué no
os liberáis,
manda a vuestros ángeles,
dejad esto y marchad
y huye sin el detesto grande.
Ladrón bueno: No
veis que nosotros si merecemos,
merecemos la muerte justa,
justa por nuestro acto en seno,
seno ante la vida cruda.
A cambio este
hombre,
hombre sin culpa de nada,
nada malo hizo,
hizo que dar solo la enseñanza.
Ladrón: Decid lo
que queráis,
no me hagáis reír,
vos solo os lamentáis
por el acto de lo vil.
Ladrón bueno:
Jesús cuando estéis en vuestro reino,
Reino recordaos de mí por favor,
Favor elevadme al cielo,
Cielo para ir en el perdón.
“Estaréis conmigo
en el paraíso,
paraíso de esta muerte,
muerte a que voy hijo mío,
mío y muchos en Réquiem”.
Ladrón bueno:
Gracias señor,
señor bendito seáis,
seáis por siglos en amor,
amor que en mi hoy dais.
No se refleja la
historia en pintura,
pintura refleja la elevación,
elevación del hombre que se tortura,
tortura al día de postración.
Un tríptico de la
vida del señor,
señor que obró tanto,
tanto entre el lenguaje y honor,
honor del oasis santo.
“Padre en tus
manos encomiendo,
encomiendo mi espíritu,
espíritu que vos conoce,
conoce y cuida al hijo”.
Pero llega el
momento de su defunción,
defunción de su mismo cuerpo,
cuerpo fenece y el corazón,
corazón entre un mismo trueno.
Truenos se oyen en
el cielo,
cielo nublado y de noche se hace,
hace hasta tanto miedo,
miedo que el templo se parte.
Todo lo que dijo
se realiza,
realiza el dolo y se dan cuenta,
cuenta que era eucaristía,
eucaristía de la vida sin tormenta.
Tormenta hizo
temblar la tierra,
tierra era peor que volcán,
volcán era Dios que aterra,
aterra en la fuerza voraz.
Entendieron que
eran pecadores,
pecadores de la vida,
vida no tenían sino dolores,
dolores hasta la muerte consumida.
Y para no ver un
milagro,
milagro del mismo señor,
señor romano indicó lanza a costado,
costado para que no reviva en terror.
Terror peor aún había,
había agua en su corazón,
corazón de sacra agonía,
agonía que arrodillado quedó,
quedó el romano en melancolía,
melancolía que en fin recitó,
recitó este era un buen hombre en vida,
vida que era el mismo hijo de Dios.
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