miércoles, 17 de agosto de 2011

El benedictus cántico de Orfeo venció al resquemor de Eurídice y de él.



El benedictus cántico de Orfeo venció al resquemor de Eurídice y de él.

Una historia de aventura hasta llegar a la defunción apasionada.
Un rescate habrá sin la honrosa alabanza,
así será y sucumbirá y solo ella estará con su musa remembranza
la cual suena seguro en su tártaro de tonadas.

Orfeo, hijo de Apolo y de la musa dandi Calíope de terneza.
Nació en aquella antigua y romántica Grecia,
como en una noche ante brillantes perseidas,
acompañando en su alma la llama de la enorme belleza
que iba a ofrecer a su mundo pronto de nobleza,
esa llama era aquella poesía de este poeta,
aquella ornamentada y fachendosa lira en notas de poemas,
iba a nacer un sensualista en las palabras del hombre,
un vate músico lleno de surrealismo en aquella época,
conociéndoos millares de leyendas o imaginaciones
era lo que iba a sorprender en su mundo de su pasión fonética.
Tocaba para los animales de aquel forraje con sus dulces cuerdas,
el que cargaba siempre entre sus manos esa arpa de ferviente amor,
a los dioses embelesabais de gran fortunio en vuestros poemas,
como sonoros que ofrecíais a ellos llenos de ilusión,
creándoos vos mismo en esa vida historias en letras.
Vida a tú momento de lo que estabais de radiación,
solo que eso cuando sentíais tú benedictus en aquel ecosistema
respirabais vuestra esencia que aromaba de imaginación;
y así era que hasta la madre naturaleza
detenía su fluir para escucharos a vos de calma y terneza.
Os conmovíais todos por vuestra historia que dabais de quimera,
de que sois el regodeo de cualquiera en ese forraje de primavera,
con vuestros cantos y tonos hacíais despertar a almas un poema,
una inspiración que cargabais en vuestra arpa de cuerdas,
eso era, aquel hombre del hermoso lirismo, llamado Orfeo,
el que calmaba a un mundo su interior apasionado,
sin dejar entre el cielo nubes con truenos
sino seguir cantando en ese herbaje de lo ilusionado.
Muchas musas, diosas, damiselas y condensas,
solo sabían de su historia empleada de grandeza,
¿cuántas de esas no queríais contener su canto?,
¿cuántas solo querían oíros a vos entre un albor?,
y amaros a vos entre la eternidad del encanto
y de ser despertadas entre su lecho de amor,
¿cuántas de acariciaros y de copularos
hasta perder el movimiento en una noche de lo soñador,
eran así las mujeres más esbeltas de aquel tiempo,
hasta que vos era tan ciego que todas fueron tembo,
y preferisteis obtener a una menos vista de enamoramiento,
era aquella dama no muy común y audaz ante los ojos de Orfeo,
como la sonrisa brillante, sus ojos como el diáfano destello,
su belleza oculta que expresaba, era como un silencio,
y eso fue lo que a su imagen en días de su cerebro
no se pudo nublar ni eclipsar, sino enamorarse más de su ser bello,
estaba enteramente con un corazón de apasionamiento
de eso etéreo que contempló como un hermoso chelo,
sonando en sus días sin dejaros, sino enamorando de lo poético,
y así su inspiración en su vida creció hasta casarse con Eurídice de lo hermético,
Zeus reconociendo el valor que había dado al reino,
otorgó la mano de su ninfa para que estuviese con ella de lo eviterno,
por ser una relación que llegó ante él sin entendimiento
porque la vio y se enamoró como si una flecha diera a su corazón un florecimiento
y sin decir nada embrujaos por la ilusión de su Eurídice de sueño.

Pero pasaron y pasaron juntos mucho tiempo y del amor conviviendo,
designios hermosos teníais en su vida de hacer juntos, y seguir sonriendo,
ya que os amáis y vivís del entonado ensueño.
Pero en la vida amada, no todo acostumbra a ser fortunio en alma,
suceded una tragedia que ahora los iba a desgarrar,
y lo lúgubre iba a entonar por males que venían del más allá.
Una tarde el destino quiso que un Pastor Aristeo quedara prendado,
lleno de la lujuria en una belleza como Eurídice de lo malvado,
obligó a esta dama y sin más fuerza se dejó socavar hasta los orgasmos,
parece que gustó hasta que él se va y ella llora en llantos,
corre y huye sintiéndoos el engaño de burla a su Orfeo amado.
Pero que termina viniéndoos del lejano tártaro
una clandestina serpiente que muerde y mata a Eurídice en el pasto,
hasta que se entera su enamorado, y queda sollozando sin lo casto.
Orfeo tocándoos a vuestra belleza músicas de consternación,
sin verla solo sabiendo que no podríais vivir sin su pasión,
por haber perdido de esa manera sin saber porqué fue la ocasión,
estabais tan desesperado que ante las cantadas los dioses y ninfas lloraban,
era tan febril lo que os había pasado, que luego os iban a decir unas terribles palabras:
“porque no bajáis al tártaro y encontráis a tu amor que amas,
buscadla y haber que podéis hacer y tráela con vuestra alma,
hacedlo vos que podéis haceros, sois muy romántico y luchador en tu llama
que arde aún en las músicas que tocáis de esperanza;
a pesar de ser febriles son únicas vuestras entonadas,
vos tenéis el poder del amor que aún brota de la dulce romanza”.
Voces de su gente que le apreciaban con todo el amor,
por saber ellos que él era tan noble y enamorador,
decidió irse al infierno y rescatar a su romance
y saber porque fue la causa de ir a ese mundo despreciable,
si era tan casta en su vida que amaba en su música y valses.
Y que iba a enfrentar a Hades al Dios del averno,
y cuando llega se encuentra a él en todo ese vasto fuego,
lleno de gritos y lágrimas al final de ese mundo de ciegos,
de vidas sin memorias en su vida que tenían de lo tierno.
Un mundo que no era sincero sino con lanza en sus seres añejos.
Cerberus estuvo punto de atacares, pero él toca su música de consuelo,
se sentía tan funesto, que tocad hasta que esa música ablanda a ellos,
y a Perséfone también que estaba ahí en el infierno,
sintieron ellos que él cantaba por su amada que quería como una cuerda a su chelo;
que no podía vivir más así sin ella que era todo su perpetuo sueño,
les hizo llorar a los demonios por única vez y última vez por sus tormentos;
y quedaron felices Hades y Perfésone por el canto dulce de Orfeo,
hasta que decidieron mandar al mundo terrenal a su amor con una condición,
que caminase detrás de Orfeo sin poder él miraras a ella,
durante todo ese caminar hacia el mundo de los vivos sin ver a su ilusión,
fue duramente un camino para él complicado que lo mella,
un camino lleno de penurias y dolor,
si el descenso fue ante Hades complicado ante su música bella,
el ascenso ante esta senda sería aún peor,
Eurídice estaba ferida y cansada,
y las lobregueces os cerníais sobre ellos de terror,
les lastimabais a ambos con llamas,
el frío venía hasta en sus huesos de resquemor
no podían soportar esa batalla
entre miedos y demonios de rencor.
Llegaban ya al final del centelleo amable,
a la tierra de los vivos los dos,
y a Orfeo se le olvidó la orden de Hades,
y volteó la cabeza mirando a su amor.
Ella iba desvaneciendo poco a poco ante su romance,
y diciéndole: “mi engaño fue estar con un hombre inmemorable,
que me sujetó a la fuerza y no aguanté e hice el amor despreciable,
no me sentí bien, y por eso que la serpiente me mató en lo salvaje,
y que yací al averno sin decirte nada de lo que hice con el Pastor Aristeo,
solo lo conocía pero jamás pensé que me hiciera eso,
así lo único que os pido que me perdonéis mi poético Orfeo,
estoy agradecida que hayáis venido mi único amor bello”.
Esas fueron las últimas palabras de ella ante su amor,
porque termina de desaparecer en sus ojos azulejos,
¡y apenas cuando el abraza para retener a su pasión
para que no se vaya! viene estrechando en sus brazos solo respiración,
viviendo ahora el austero dolor, desapareciendo lo más amado de su vida de entonación,
que viene y escribe estas palabras de resquemor.
Orfeo: “Lo que hicisteis no fue correcto,
seguro no podíais hacer nada en vuestro momento,
y por eso fue que pasó eso de sufrimiento,
aunque de esa vez no os vi más mí ángel tierno,
no supe la verdad hasta hoy que os alejasteis de mi destello,
así a ese mundo del averno.

¿Cómo decís? si fue traición sino había,
e injusto con ella el infierno,
de llevársela solo por eso que hacía,
y fue por culpa de ese Pastor Aristeo,
y que ahora ya no tengo esa inmensa alegría
ante mi ser porque que ya a ella no la veo”. (Con lágrimas en la hoja)

Orfeo decidió descender de nuevo donde Hades,
cuando llega, Caronte el barquero de la laguna Estigia
le niega la entrada a ese mundo que ahora le lastima,
y solo se despide entre miradas por las aguas en dura alegría,
y vive por los días de su vida con ese error que cometió,
no pudo resistiros pero pudo saber la verdad de su amor.

Y una música suena al fondo de su terreno,
el concierto para piano número dos de la obra veintiuno del largueto,
de Federico Chopén que toca para darle a este hombre consuelo,
así se arrulla entre ese noble y dúctil concierto,
oyéndoos la apacibilidad que desprende esa poesía a Orfeo,
tranquilo, acostado y escuchándoos en esa música a su dama entre besos,
recordándoos lo que hacíais con ella cuando tocabais a ella de embelesos,
viviendo el pasado ante esa pieza que oís de dulzura del piano bello,
y acompañando con vuestra arpa de enamoramiento,
y botando unas lágrimas por la remembranza del recuerdo,
sabiendo que hasta en los ríos veis su ente y sus movimientos.
Sentís, amáis y vivís ahora solo de un mundo con silencio,
la música sigue sonando del largueto con la añoranza de tu apasionamiento,
hasta que termina esa grandiosa pieza de la pasión que necesitáis de renacimiento,
hasta que lo conseguiréis o no será el destino que os toque vivir de lo injusto o justo de los sueños.

Termináis de oír y os vais por los desiertos,
a tocar vuestra música que teníais de amor inmenso,
como aquella dama que aún queréis como sino se hubiese muerto,
acompañado solo de su lira, su música y su recuerdo,
así vivía y vivía hasta que llega su peyorativo momento,
acabaría siendo descuartizado y los trozos de su cuerpo,
divididos y esparcidos, pero su cabeza llegó a las musas costas de los Lesbos,
navegando por los ríos su cabeza que estuvo llamando a Euridice de lo tierno,
cosas que pasan a un amor hasta el extremo de enamorarse en lo eterno.
Las musas recogen su cabeza y lo llevan a un florecido cementerio,
lo ponen ahí y se nota que su perfume vuela con su música hacia el cielo,
transformándose en la constelación que lleva por nombre la lira en el firmamento,
en una estrella Vega de las más rutilantes como era los ojos de su amor eterno,
y que aún le seguid Eurídice esperándole en el infierno,
acompañada por el recuerdo de la remembranza de su canto de sentimiento,
así será o no, solo la vida de ellos ya saben como es,
y que vivan de ese florecido consuelo,
y que el mismo Hades al yacer ahí los mandará al mismísimo cielo,
por saber que en verdad os queréis y amáis como una cuerda a un chelo,
sí así debe ser un amor cuando se lucha hasta en lágrimas del recuerdo.
Vuelve Orfeo con su hermosa, se aman y se besan,
no se alejan, sino conviven en el paraíso de Dios,
vivos ellos en almas de noble terneza,
y enamoraos viviéndoos de ese apasionado amor,
sin decir jamás en alma de fe al querer adiós,
siempre juntos estaréis sintiendo entre la música paz,
y qué hermoso termina de pasar y os veis ahí de amenidad,
besándose, amándose entre la lira de felicidad,
abrazándose, arrullándose entre la poesía del tono celestial.

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