viernes, 18 de febrero de 2011

Noche rutilante ante los ojos del romanceador y del creador.



Noche rutilante ante los ojos del romanceador y del creador.

Las damas son vastas palabras en el amor,
son como las flores del jardín de Dios,
son como amaras en el olor de una flor,
saber que en la vida vosotras jamás dirán adiós,
soñamos con eso sin llegar al resquemor,
porque son vosotras fantasías de nuestra visión,
y que hacen agitar nuestras palabras bisbiseas del corazón,
para solo crear nuevas delicias que crecen de fervor.
Tantas cosas son las matronas en el amor,
como: Lirios aromándoos nuestra entonación
de los cantos dulces que damos a lo salvador,
de ese sabor que no se aparte de la devoción.
Son damiselas que consume mí olor,
y que desde vuestros ojos vuele mi emoción;
que es tan encomiástico a su ser de divino dulzor,
cuando les diera los besos de ilusión,
y que es la gracia de su paz y de su pasión,
son imaginaciones de las que digo de mi amor.

Muchos soñamos con que tengamos esa fragancia,
quien nos rodee y nos de calma,
quien nos de su entera alma,
y saber que en la muerte y vida ellas son la ganancia.
Son más que un poema y una música sacra,
son aquellas que a nuestro espíritu dejan lacra,
enfermedad de lo que es el amor de su semejanza,
“y que hasta los gallos de milagro cantan por la chacra”,
solo en las mañanas despertándoos a la esperanza,
como: ojos, caricias de ese ente de ellas para la sensación de mi venturanza;
los cuales buscáis olores de esa dama,
para alimentarse gracias a los cantos de la romanza,
pero si le encontrarais esa dócil alma encima de tu cama,
le gritaréis de entusiasmo por haber sentido tu alma lo que ama,
para poder contares lo que tanto en silencio clamas,
a ella; para dedicares dulces versos del alma;
y cosas de la vida que habíais pedido siempre en las mañanas,
como a ella en tú destino de magia.

La vierais de felicidad y dierais paz, lo que has buscado en la añoranza,
sin temer y dar todo sin obtener en ti la tribulanza,
sino alegría y al destino una dulce palabra.
Sería: ¡Gracias por mandaras y ante el canto que cantaba!,
para sentires ahora en alma que soy su apasionadora alabanza,
soy sus ojos y orgullo sin tener ya una lanza,
pero al ser fue toda una espera imaginándoos,
pero llega en los ojos de la joven alma,
y dice de una manera tan dulce de lo apasionado,
diciendo mi mismo yo a esa hermosa mujer de mi noche amada:
-¡estáis aquí bella, dulce y paradisíaca dama!,
¡veo entre vuestros ojos los míos! que están llenos de romanza,
¡oh mi yo lleno de amor! en el sentido de amarte en la alianza,
como de mis alientos, libros, que son las voces de mis palabras.
Y que lo de la chacra del canto pasó igual en el suponer de las cosas,
sucede y se obtiene la mujer del sueño de rosas.

Suspiros sentís de su boca,
alientos de fuego os da la diosa,
hombre inquieto consume su alma loca,
se ve que has creado la mujer maravillosa,
y gritáis: “Sois la bendecida de mi piel ardorosa”.
Siempre le buscó hasta en las mareas de las rocas,
y encontró lo que añoraba en su ser de gloria,
para dejares en el destino el aliento de su historia,
de que ha vencido en lo que creíais vidorria,
pero que terminó describiéndoos en palabras una diosa,
la cual tiene en su destino fiel de esa tenue flor olorosa,
y tan igual como las flores del jardín de Dios de gloria,
siendo ella esa flor tan pura de su vida de la amada historia.

Sentimientos crecen en la romanza de sus notas,
escribe notas de versos en un papel a la matrona,
“monada de cara pasea en mis ojos de fortunio
de haberte conocido en el mes de Junio,
llegasteis en esa fecha de un gran canto y de orgullo,
y no hay en la pasión el infortunio,
hay regodeo y soy hombre solo tuyo,
y ni hay ante el destino regomello,
sino flores de vuestro lirio que quiero,
y por eso que soy ante vos un gran caballero
que tengo el amor y de acariciar en noches vuestro castaño cabello;
y en el cielo de las noches se ven destellos,
son las luces que dais tú misma de tus ojos azulejos.
Locura en mi alma amada de mi cuento,
tengo ahí mis aromados sentimientos.
Vivimos en un jardín de lo que jamás imaginé tener en mi reflejo;
el cielo de esas noches canta junto a los románticos gallos,
y el sol arde por nuestro amor enamorado,
por las mañanas de lo apasionado,
todos nos acompañan en el amor ilusionado,
qué cosas son en esta nota de versos que le escribo a mi ser que amo,
que llegó de esa manera tan brillante en mi ser aromando,
y que despertó la felicidad que había implorado.
Dulcineas se ven desde la tierra volando,
parecen ángeles a lo inmenso del cielo claro,
solo las miro y sé que son ellas que vienen a darme su espacio,
que vienen acompañar el romance que tenemos,
sus labios botan luces vivas y no lacios,
y así no marchitos somos y de su luz floreceremos,
viviremos de paz y a Dios y a los cantos agradecemos
por haber dejado tener este amor dulce como su reino”.

Termina la carta y solo se observa que el hombre está feliz,
está de fervor su alma y siente que no es infeliz,
qué días viven los jóvenes enamorados,
qué siglos pasan ya, y siguen en el mismo romance copulados,
unidos siempre en lo que es el aroma de su ser explotado,
de lo que es el amor en las palabras de un Dios romanceado,
y de lo que es esta persona con su dama que tanto ha amado.
Consiguió victoria en su destino bendito,
este hombre que escribió a su flor de los lirios,
que sintió hasta aromas de diosas en su ser fundido,
que soñó tener una y llegó en el milagro del canto,
y no hubo en sus poemas llantos,
hubo la locura de su carta de su ser agitador,
para despertar el loco delirio del amor,
para tener ese romance bombeando en su corazón,
de lo que es para él lo más vasto de su interior,
lo más puro que es esa palabra de la pasión,
como ella su diosa que encontró de ilusión,
en una noche apareciéndoos para dar su dulzor,
y tener en la historia la carta del gran amor,
ellos juntos en esa noche de las estrellas de gran fulgor,
pasándoos estrellas fugaces de iluminación,
juntos amándose y abrazados de lo más enamorados,
viviéndoos juntos en el fóculo de su noche encariñados,
dos almas que despiertan la historia del romance,
que hasta viéndolos hacen arder mi misma carne,
son los versos quienes en las imaginaciones arden,
hacen transformar el estado mental a lo apasionante,
hacen ver a través de imágenes liras de lo delirante,
explayo mis pinturas de letras en sus almas,
pinto de paz sus dulces mañanas,
hago lo que no se vería en otras entrañas,
fortunio hay en mis palabras,
voces existen en el fondo de cada cuerda de una magia,
como de composición que haga en el piano de las entonadas,
para ser en historias de voces escuchadas,
eso es lo que somos los músicos, poetas de la magia,
sino somos nada, nada en la pasión de la noche de luna,
viéndote tan etérea y de explayada ternura,
hoy ya terminando y sabiendo que os escucho claro de luna,
pieza de Beethoven tan única, tan dulce y llena de su vida nocturna,
todo es oculta y a voces de las letras que hundan
las hojas de estos versos que dice la vida de las dulzuras,
de la historia que estará en la pasión de la luna,
no hay en las lagunas verdejas esta pasión de reflejo que le destruya,
no hay nada que pueda con las tonadas de su ternura,
es más inmensa que el paraíso que su gran dulzura,
vive feliz alma mía de la pasión que has redactado,
duerme bien en esta noche de luna que he amado.

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