Un hombre en la mazmorra y sus preguntas a la vida.
En la mañana
he escrito tantas cosas de ti que no sé si haya un milagro o señal de mi vida
para conseguiros; he estado abandonado en este lugar oscuro, ya es de noche y
el frío me acorrala sin vuestro calor.
No cometí el crimen en que me acusan, solo
defendí a una mujer de la cual unos felones la abusaban, era mi rosa, usé solo
mi espada para protegeros y por esa evidencia ahora aquí me mantengo. Ahora por
eso pago tal condena, no debe ser, si ni siquiera herí a nadie.
Desde muy joven llevo aquí, dónde estaréis,
cómo añoro verle su rostro, Dios porqué no me habéis ayudado, creéis que así
deba vivir, dejar que la vejez me consuma y no sienta aquel amor. Si los santos
viven en tu paraíso deja que por lo menos venga uno y me calme con sus
susurros, quiero aún en esta mazmorra un pequeño alivio, noches vacías entre
papeles de escritos, donde no dejo de nombrar su nombre, a veces quisiera ser
el aura de la noche, para ir a buscaros, y así poderos sentir, por lo menos
rozar y sentir tal cálida piel nuevamente en la noche, pero imaginaciones que
nacen se vuelven disturbios. Quisiera a veces ser los ojos de Dios para
miraros, para saber dónde estás y que andas bien, pero la única manera de
calmarme fuese si escuchase nuevamente la voz vuestra, quisiera que hallar de
vos aquel canto que me cantabas en las alboradas frescas, ser aquel hombre que
os miraba cuando bailabas ante el piano que tocaba, perfumaros con el aliento
de mis sonidos, volver a nacer aquel idilio, volveros a sentir entre mis labios
dulcemente, que seáis aquella rosa aún, sí pero de mi árbol en donde queríamos
dar fruto, pero la raíz es mustia, el paisaje se nubló, la luna ya no es luna
llena, todo se desvaneció, y tan solo en lo arcaico estoy yo, cómo es posible,
cómo es posible que viva un mundo así, si tan solo nos amábamos, porqué no deja
el destino que sea feliz por última vez en esta misma vejez.
El hombre escribió
tal escrito,
donde vive su misma agonía,
anhela tanto a su idilio
que no sabe si vendrá en sus días.
La mazmorra le
acorrala,
solo sus escritos serán recuerdos,
será que sentirá el aura
de aquel mismo ser tierno.
En su noche con
sus papiros,
donde no come bien y ni duerme,
solo el vestigio da en su ser mismo
al pensarla tanto en su presente.
Tanto ya ha
escrito,
ha hecho el libro de su amor,
donde define tanto delirio
por no sentir ya la pasión.
Describe como si
pintase,
hace magia en sus prosas,
ama tanto a su romance
que quisiese tener en su aroma.
Ningún hijo de
Dios se debe de abandonar,
pero así ha pasado sus años,
¿será que algún día la encontrará
y le amará en su costado?.
No existe un
amigo,
no existe ni un ángel,
solo existe el
martirio
que martiria a su noche agonizante.
Que vuele la
pureza,
que alguien dé un parado,
que haya la nobleza
y sea su vida un hermoso cuadro.
En la mañana he
despertado, he escrito ya tanto por ti, no logro entender porqué la flor no
tiene alas, si tan solo tuviera llegaría a mi alma, flor o mi rosa la añoro, no
dejo de deciros eso en mis escritos, hoy le mando un beso, beso de mi poema de
perfume, que la consuma, por si algún día llegas a leer esto. No sabes a dónde
me han llevado, desde aquella vez solo recuerdo que dije, que así pase un siglo
siempre en mi corazón estará escrito la palabra te amo, ese día tan solo
llorasteis gritando, que no me lleven por favor, y los guardias y soldados no
hicieron caso, tan solo estoy en este sitio encerrado, sin poderos decir que os
quiero y que os necesito. Pero así sea eso hoy lo escribo, porque sé que algún
día leerás mis papiros tan añejos. Hoy veo un pájaro cantando a las afueras de
mi celda, canta y me recuerda a ti, y es un ruiseñor, ojala pudiese tener la
magia de convertirle en ti, y así poderos escuchar y abrazar eternamente, o
tener un pincel y pintar estas paredes y hacer mi salida, pero es mi vida en
que vivo la real y no la fantástica quimera, pero si hubo una fantasía, esa que
viví contigo, tan llena de ilusión y de amor, si tan solo recibiese de vos una
carta, un aviso de algo, mi alma, mi corazón explotaría de llamas que hiciese
encender esta celda y salir donde vos. Un poeta es aquel que vive la historia
propia en su sangre al escrito, donde mancha en las hojas su mundo, el poeta
que siente cada minuto del día, que deja expulsar todo aquello que en su
interior vive, y más por oír de un piano aquella sonata de piano, claro de luna
del movimiento uno, a las afueras la oigo, no sé quién la tocará o quizá sea mi
imaginación, la música tiene el lenguaje de plasmar todo aquello en un pincel
en las notas de lo que es mi escrito; suena y ya la noche se acerca, ojala sea
como la obra, claro de luna, que en esa inmensa luna pueda ver sus ojos, su
figura esfinge, y que ya no sea oculta
de mi mirar, milagro que no llueva hoy ante esta carta que escribo, la sonata
no deja de latir en adagio en sus tonos, va lentamente en las notas y mi
corazón va rápidamente como las olas, es lo contrario, por el desespero que
tengo a querer llegar o sentir su mismo hálito.
¡Oh ahora
compartiré unos versos!,
ya no aguanto y debo recitar,
porque sois aquel reino
en donde yo debería de estar.
¡Si las rosas
hablaran!,
le diría a una que le diga,
que aún le añora un alma
y que por vos daría la vida.
Si la luna con su
luz cantara,
le dijera que le cante,
que mi corazón le ama
entre las mañanas y tardes,
no puedo vivir sin ti,
porque habéis sido mi primer amor,
no olvido el beso feliz
que nos dimos en mi nación.
Era mi primer beso
recibido,
no había tocado a nadie antes,
de ahí os amé en lo querido
sin haber sentido lo vorágine.
La sonata aún
sigue sonando,
me acompaña en esta noche clara,
me inspira para escribiros
con toda la pasión y añoranza.
Las estrellas del
firmamento brillan,
hay cometas y centellas,
todo en el espacio gira
y mi corazón por vos revienta.
De cada rosa que
hay en el mundo,
de cada fruta que existe,
será un beso profundo
que en mi será sensible.
Espero que lo
recibáis,
sé que no me leéis,
pero sé que lo harás
y esos besos sentiréis.
La noche me canta,
el viento sopla suave,
ya no llueve en la lejanía
pero no veo a mi ave.
Tantas cosas puedo
deciros,
tantas metáforas podéis ser,
tanto amor hay en este idilio
que fulge hasta el amanecer.
Pero que se apaga
el delirio
cuando ya no hay querer,
porque eso lo da mi imaginación
cuando os imagino con tanta fe.
A veces podemos
llorar,
a veces podemos gritar,
pero hay veces que no,
donde solo quedas mudo y ya,
pero por dentro te destrozas
y sin imaginaros mucho más.
Mi pincel, ha
hecho magia,
magia de un dolor vasto,
ha sido mi misma
pluma
en donde he pintado este relato.
Todo se tiñe en
pintura,
como la misma rapsoda que vives,
todo es como la teúrgia
por una magia que no consigues.
Como la sonata
claro de luna
que en su tonada aflige,
que no ha dejado de sonar
ante el compás que sigue.
El hombre se queda
oyendo tal música en sus escritos,
vive rodeado de la música en su poesía,
quiere una magia o hechizo
donde tenga una misma salida.
Será que la
conseguirá,
será que ese amor en realidad vendrá,
ojala Dios le ayudase y así feliz sería más.
Una sonata que
suena y que lo consume,
donde deja expresar toda aquella magia,
donde la noche le da luces
y a su papel lo escribe con esperanza.
Describe de tal
manera a la pintura,
siendo realmente un Dios,
más de su lenguaje que abunda
entre su momento desolador.
Será que del cielo
celestial verá algo,
donde un susurro le pueda calmar,
o que se entere que anda ahí él
y así se puedan de nuevo amar.
Sería la
venturanza,
gloria a su espíritu,
aquella dama sería seráfica
y su corazón un paraíso.
Bebería de su
monada
y recitase poesía,
con toda su fuerza apasionada
que sintiese en su vida.
El mundo se
llenaría de colores,
los pastos volverían a florecer,
arderían sus corazones
y de nuevo se volverían a querer.
Hay que tener fe
cuando se ama,
ahí es cuando llega aquella pasión,
se valora y se idolatra
y se ama en esa dulce dilección.
Un hombre que en
su poesía lucha,
donde las lágrimas en su papel han caído,
pero que seguro está que alumbra
ante un esperar de su destino.
La pasión de esa
rosa le llenó,
jamás nadie amase tanto como él,
que escribiese en una celda al amor
en donde clama a su mismo querer.
Parece que la obra
ya termina,
y mis versos han sido silencios,
solo he imaginado en esa música tu sonrisa
de que nos amábamos tan eternos.
Tu abrazo que aún
me estima
entre la quimera de mi sueño,
de querer estar de nuevo en esa alegría
que aún abarca mi cuerpo.
Sé que es muy
curioso,
más imaginar algo que no hay,
pero si es algo que amo
aquí siempre va palpitar.
Pintar o escribir,
es como acariciar a una flor,
más si os pienso a
ti
en esta carta de nuestro amor.
Cuánto va durar,
cuánto va pasar,
cuánto hay que esperar
por volveros a besar.
Cuánto oh mi vida,
cuánto por este anhelo llorado,
cuánto por vos mi poesía
que amo en mi corazón amado.
Cuánto más
destino,
cuánto más me condenas,
ternura hoy la necesito
para amaros en la tierra.
Recuperar todo
aquel tiempo perdido,
volver a rozarnos belleza,
sentir el perfume de tu ser sumiso
y no dejaros de querer mi condesa.
Habréis visto oh
la vida,
más cuánto he escrito,
más por una rosa que estimo
ante toda esta lira.
No condenéis más
os lo pido
y dejad a que entre a la vida nueva,
si es posible morir
y así sentir en el cielo a mi damisela.
Porque ya no hayo
qué hacer,
ya no puedo vivir así,
parece que es un infierno
estar ya en lo mismo aquí.
He terminado,
hoy lo dejo así,
iré a descansar un poco
para ver si así se calma el vivir.
Le dejo un beso a
su carita,
un abrazo cálido
de mi aroma,
le dejo una caricia
con todo el amor que explota.
El hombre
descansa,
termina su carta que escribió,
siempre dejando algo a su amada
entre todo el pudor.
Ella donde andará,
será que igual le recuerda,
o solo Rubens es soledad
o tiene otro ya ella.
Será que se olvidó
de su primer conde,
o igual debe de escribir,
recordará su mismo nombre
o ya no siente ese latir.
En un amanecer hay
una dama,
vestida como una condesa,
se llama la condesa Adriana
donde escribe en
su mesa.
(Sola en su mesa y
mirando hacia su ambiente que le rodea
Y lo que siente a su escrito asemeja).
Condesa Adriana:
¡Ay tantos años!,
ya no puedo con este tiempo paupérrimo,
donde solo estoy vestida sin el canto
que recibía de su mismo aliento.
Ya nada es igual y
ni encantado
por ya no ver su mismo reflejo,
era tan dúctil en su espacio
que me llenaba de eso tierno.
Hoy en esta mañana
recordando,
dónde ha de estar el amor,
más si lo tenía de joven amando
y porque Dios me lo quitó.
Si tan solo os
viese de nuevo,
porqué conde a ti os llevaron,
porqué a esa mazmorra
si solo me defendías ante malos.
Porque Dios nos
has hecho esto,
porque en la vida juzgan,
porqué no vuelves a mi reino
y me dejáis vivir en su ternura.
Si tan solo
tuviera paz,
sé que él feliz estuviera,
pero eso es estando en su amar
y así esta desgracia desapareciera.
Estoy hecha un mar
de lágrimas,
rocíos mojan a esta hoja,
quisiera ofreceros en esta carta
por lo menos mi aroma.
Son versos al
ritmo de la tristeza,
donde este amanecer es rojizo,
donde en su color quisiera al poeta
de su mismo querer y su suspiro.
Por ser el color
de la pasión
y que hoy tanto necesito,
ojala sienta mi sentimiento
y le roce con un besito.
Es todo, ahora
sino os consigo
no sé qué haré,
solo os añoro mi gran Rubens
Entre todo este amanecer.
La condesa pide
tanto al amor,
entonces no le ha abandonado a su amado,
ella le añora en su corazón
y le sigue aún esperando.
Ahora la vida
puede cambiar,
solo falta ese encuentro,
ojala Dios se apiade de ellos más
y vivan de su añorado anhelo.
Un día un santo
siente
que ha llegado la hora,
decide ir a su mismo presente
e indicarle que hay gloria.
Va e indica donde
está su amor,
habla con la condesa Adriana,
ella sorprendida queda ante el santo
por haber sentido la gran magia.
Santo: Joven
condesa que penáis,
he oído tales penurias,
igual vuestro amor pena en donde está
y deberían de unirse en la ternura.
Condesa Adriana:
¡Oh recitáis de mi querido amor!,
¡cómo sabéis eso santo!,
Lo he buscado por tanto tiempo en el dolor
Y no lo he encontrado.
No lo he podido
olvidar,
en dónde se encuentra él,
decidme ya
que lo quisiese ver.
Santo: Él anda
cerca de aquí,
Vos solamente sígueme,
Os llevaré a dónde él
Y prometo seros apacible.
No habrá ni un
anatema,
La vida solo ahora será paz,
Donde habrá una historia de poemas
Entre su misma vida ya.
Cerrad los ojos,
Y sentid que está ahí,
Lo veréis con holgorio
Y estaréis feliz.
La condesa cierra
los ojos, y de repente de una va donde su amado,
Y lo observa y ahí se recitan hermosas palabras, más que
añoradas y felices.
Rubens: Musa de
mi añorada tristeza,
Cuerpo de la misma deidad que añoro,
¡oh Adriana mi bella perla
qué veo y qué holgorio.
Condesa Adriana:
Me habló un santo,
Me dijo que vos igual andas triste,
Y si soy yo mi amor anhelado
Que he venido para seros apacible.
Rubens (Con
afectada ternura):
Ternura, rosa,
estos papeles son poemas,
Son escritos que hice para ti,
Son el día a día de la debla
En que he sentido al no teneros aquí.
Condesa Adriana:
Ahora noto por tantas hojas de escritos,
Pero ahora cambiarás la tinta,
Haréis a esa pluma pintar distinto
Y a rozar un mundo de sonrisa.
Porque el amor
perdido
Ya no estará en nuestra vida,
Si no va ser un amor renacido
Ante esta existencia de alegría.
Rubens: Adriana,
condesa,
amada, mi dulce poema,
vida mía, quiero la eternidad,
amor mío, quiero la felicidad.
Condesa Adriana:
Rubens mi poeta,
Mi pintor en la misma escritura,
Que dais con tal belleza
Por solo sentir a la ternura.
Rubens: Diosa de
mis noches,
rosa que de mi árbol no se desprende,
la luna sonreirá en la noche
y alumbrará por este querer enorme.
Condesa Adriana:
Ya no me iré de ti,
Aquella vez no pude detener nada,
Ahora de esta celda te sacaré
Y viviremos con toda la magia.
Rubens: Es lo
único que quiero,
Salir de esta prisión injusta,
Llegar a un paraíso contigo
Y vivir con toda afable ternura.
Condesa Adriana:
Saldréis amor,
cuando la vida da milagro,
siempre puede haber de todo,
cuando todo es esperanzado
eso puede llegar victorioso.
Te quitaré estas
cadenas,
pero qué manos tan lastimadas,
las perfumaré con mi aroma
para que no se sientan ya la llaga.
Rubens: Sois muy
tierna,
esperaba este momento,
te amo mi dulce condesa
y que quiero tener en lo eterno.
Alguien viene,
no escuchas sus pasos,
no quiero que te encierren
y que te metan en lo malo.
(Se acerca un
guardia y no hace nada protervo,
Si no da la orden para que se vaya de la celda,
el hombre sintió que fue un milagro, algo ocurrió,
debe ser que el santo dio la sensibilidad a todos de esa
prisión)
Guardia: Señor Rubens
queda liberado,
sentimos mucho por haberos metido preso,
os daremos este dinero en honra
para que se vaya contento.
El guardia no pudo
ver a la condesa,
era como si los ojos del guardia
hubiesen quedado ciegos ante ella.
Rubens: No quiero
dinero,
aquí me trataron mal,
ahora vienen siendo buenos
y porque si fueron más que bestial.
Guardia: Hemos
averiguado,
tal crimen fue del mismo hombre,
el mismo se mató
y no fue vos señor conde.
Pero entre
nosotros,
No sé, pero un santo vi
Y me dio miedo, pensé que era solo reflejo,
Pero me habló y me aclaró todo.
Ahora quiero
ayudaros,
Y perdonad todo el mal,
Que os vaya bien ante el campo
Y claro que con su amor que veo ya.
Rubens: Oh, mi
amor, la trajo el santo,
Entonces fue por él,
Me disculpáis mi rabia
Pero ahora entiendo su forma de ser.
Condesa Adriana:
Hola guardia,
agradezco que seáis tan noble,
ahora nos iremos con gracia
y viviremos del amor enorme.
Guardia: Que os
vaya bien,
Y que recuperen su idilio,
Que vivan de tal querer
Hasta llegar al paraíso.
Rubens: Gracias
por tal hospitalidad,
No olvidaremos esto,
Espero alguna vez verle
Y ser aquel amigo bueno.
Guardia: No hay
problema,
Yo estoy en calma,
Ahora no seré juzgado
Por dejaros ser feliz en alma.
Ah, recibid el
dinero conde,
Y otra cosa, haga de su vida
De lo que siempre quiso ser,
Jamás dejéis eso en marchito
Para así podáis
florecer.
Rubens: Claro que
recibo,
Y gracias por tal pensamiento,
Será publicar nuestro libro
Que de tanto amor hoy siento.
Condesa Adriana:
Claro así lo será,
Mi conde amado de mi alma,
Ese libro publicará
Y más las pinturas que hagas.
Rubens: Claro que
así será,
Y aseguro que de esta prisión pintaré,
Será la tristeza y felicidad
Donde mi alma hoy dio a florecer.
Esa pintura tendrá
dos significados,
Será inmortal en las que haga,
Será un poema relatado
Entre su sentimiento que en silencio canta.
Guardia: Muy conmovedor
sus palabras,
gran poeta sois señor,
Increíble forma de recitar a la amada
que amas con tanto amor.
Condesa Adriana: Él
siempre fue así,
Siempre será y persistirá,
No cambiará su mismo latir
Porque ama en lo inmortal.
Rubens: Siempre
seré mi rosa,
Ternura de mi vida,
Siempre os daré la poesía de loa
Que vive y duerme en mi querida.
Guardia: Qué
románticos,
vivan felices y amaos como lo hacen con ansias.
Añoraré tal amor
apasionado
que hoy he visto con gran magia.
Rubens: Saldremos
entonces,
Cuídese, hasta pronto amigo.
Condesa Adriana:
Cuidad de vos mucho,
habéis sido todo un buen guardia,
Dios le dará el mejor reino y a su alma.
Salen de la
prisión se van juntos a su paraíso, disfrutan del amor
Y escribe más ante su amor bendito, él pinta muchos
cuadros,
Pintando a su misma rosa, la mujer que vuelve y que ama,
Renace en su corazón por tener a una diosa diáfana,
La que le brilló a sus ojos y que ahora son noches
felices,
Noches de amor profundo e idolatrado en sus cuerpos,
Comparten la libidinosidad con toda ternura, se besan
tanto
Que olvidan que es de noche. La luna brilla y a la vez
canta,
Las estrellas igual, y hace el gran cuadro de su vida,
El cuadro que vivió en su cárcel, entre hojas escritas de
poesías,
Donde su amada igual le cuenta que le escribió,
Donde toda esa carta él la lee, y así quedan sus últimos
versos de amor.
Condesa Adriana:
Poeta de mi mundo,
Qué cuadros habéis hecho,
Os lleno de tal amor profundo
Que solo me pintáis en ellos.
Rubens: Os pinto
con la poesía que relato,
En cada día lo vivido
Es lo que en pincel plasmo.
Sois aquella esencia
de lo ritmo
Que me hace elevar lo mágico.
Condesa Adriana: He
visto cuadros
tan solo que de nuestra intimidad,
he visto cuadros donde flechas
toda aquella poesía inmortal.
Donde lo veo y se
trata de nuestras noches,
reflejáis tal amor en ese pincel,
tal ternura mi conde
que feliz me hacéis ser.
Rubens: Vos me
hacéis ser tan feliz,
Tan único en esta vida,
Tan divino a tu ser de jazmín
Que he consumido con caricias.
Que he pintado
como una diosa,
E igual a mí ahí como Dios,
Amándote con toda loa
Desde el fondo de mi corazón.
Condesa Adriana: La pintura es poesía,
nada más es lo que leo en la pintura,
tan solo reflejáis la maravilla
de nuestra relación que abunda.
De ese amor
buscado,
Pintáis del tiempo que nos quisimos,
Pintáis tan matizado
Para el reencuentro que sentimos.
Rubens: Por
siempre así pintaré,
Hasta he pintado estando en aquel paraíso,
Donde nos amamos en el edén
Con tanto divino idilio.
Ahora debemos
cantar,
debemos disfrutar,
debemos gritar
por esta pasión que es eternal.
Condesa Adriana:
Debemos sentir eso,
Debemos vivir lo eterno,
Debemos amar lo nuestro
Y que seguirá hasta el reino.
(le da un papel a su amada un canto escrito)
Rubens: Cantemos
esta aria,
Va ser con tanta armonía,
Cantemos con toda magia
Y sintamos aquella melodía.
Rubens, Condesa
Adriana:
Aria
El amor vence y
crece,
El amor es libertad y eternal,
Cuando confías florece
Y llega para lo espiritual.
Cantemos, cantemos
en gloria,
Gracias a Dios tenemos el amor,
Fue mandado ante un santo en honra
Para salvar nuestra pasión.
Que sea futura
esta vida,
Que sea locura la pasión,
Que nos demos tanta caricia
En todo este divino corazón.
Hasta el cielo
Dios sagrado,
Hasta allá llegaremos,
Amándonos con lo mágico
De este amor que queremos.
Terminan el aria y
se duermen y felices quedan.
Condesa Adriana:
Feliz estoy contigo,
Qué aria más hermosa,
Todo ahora será amorío
Al teneros conmigo en la historia.
Rubens: Igualmente
mi gran delirio,
El fuego que no se apaga,
Nuestra ternura llegará al infinito
Por tanta pasión alabada.
Condesa Adriana:
Buenas noches amor mío,
Es hora de irnos a descansar,
Ya nos hemos dado tanto idilio
Para hoy dormir con la felicidad.
Rubens: Sí mi
dulce perla,
Mi rosa de mi corazón,
Diosa de mi piel azucena
Que te ama con toda pasión.
Descansan y hacen
la cópula nuevamente y el siglo termina
Y van al cielo perenne. Pinta más pintura para su condesa,
más poesía en ese perfume que se aman y donde la pasión jamás termina y ni fenece en sus almas,
sino que vive y existe y persiste.
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