martes, 21 de diciembre de 2010

Don Giovanni ha sido, el hombre libertino, y florecido



¡Don Giovanni! ha sido el hombre libertino, y florecido

Un jardín. De noche. Leporello, envuelto en una
capa, se pasea delante de la casa de Doña Ana.

Leporello: ¡Reventarse noche y día
por quien nada sabe agradecer;
(soportando lluvia y viento hasta el amanecer),
solo en mis virtudes oliendo,
mal comiendo y mal durmiendo!
Yo también quiero ir de hidalgo,
no quiero volveros a servir al preclaro,
¡no, no, no, no volveros a servir,
no, no, no, no a seros acudir!.
¡Oh, qué benévolo el caballero!
¡Él está ahí dentro con la dama de deseo,
y yo aquí, de centinela!
Me parece que viene alguien de cubierta silueta;
no quiero que me descubran,
mejor estaros en los árboles como tumba,
sino mi luz ante ellos después se alumbra,
y no quisiéredes que pasara eso, sino me derrumba!.
(se retira. Don Giovanni sale del palacio del
Comendador seguido de Doña Ana, trata
de cubrirse el rostro, va envuelto en una
amplia capa)

Doña Ana (Reteniendo a Don Giovanni)
¡No esperéis, a menos que me mates,
que voy a dejaros huir del desdén miserable!.
Don Giovanni (tratando de ocultarse)
¡Mujer perturbada! ¡En vano gritáis,
no sabréis quién soy!,
ni a los ojos mirarais,
solo vivid con eso del horror.

Acercándose Leporello: ¡Qué tumulto! ¡Cielos, qué gritos tan duros!,
mi amo está de nuevo en apuros.
Doña Ana:¡Que acuda gente! ¡Criados! ¡Al traidor!
Don Giovanni: ¡Calla y tirita ante mi furor!,
Doña Ana: ¡Canalla!
Don Giovanni: ¡Insensata!
Leporello: ¡Veáis como ese truhán será causa de mi ruina!,
haré lo que pueda en toda esquina.
Doña Ana: ¡Con desesperada furia
sabré perseguirte y hundirte!
Don Giovanni: Su furia desesperada terrible
¿quiere buscar mi ruina en lo hundible?.
Mejor retiraos, y marchaos,
no sabéis ni quien soy en tus ojos de astros.
Llega con espada, el Comendador: ¡Dejadla villano!
(cuando Doña Ana oye la voz de su padre
suelta a Don Giovanni y entra en la casa)
¡Bátete conmigo desalmado!,
Don Giovanni:¡Vete! No eres digno de luchar hombre desdichado,
porque soy más que vos silueta añeja,
solo dais lastimera.
Comendador: ¿Así pretendéis huir de mí?
(aparte) Leporello:¡Si al menos pudiese partir!
Don Giovanni: ¡Miserable, espera, si es que queréis morir!,
(Se baten. El Comendador cae mortalmente herido)
Comendador: ¡Ah, socorro! ¡He sido traicionado!
el asesino me ha herido en mi costado,
y del pecho palpitante
siento ya mi alma partir.
Sin ver estrellas siderales,
siento solo mis venas sucumbir,
Don Giovanni:¡Ah! Ya cae el desventurado,
afanosa y agonizante
de su pecho palpitante;
ya veo su alma partir,
(y de eso sostuvo en conciencia sollozante de sufrir).
Leporello: ¡Qué crimen! ¡Qué fechoría!,
en el pecho, de puro espanto que se huele de la morriña,
siento palpitar mi corazón.
No sé qué hacer, ni que decir, ¡sólo me da ese rostro temblor!.
(el comendador fallece, y seguid la historia que vence).

(Recitativo en voz baja)
Don Giovanni: Leporello, ¿dónde estáis?
Leporello: Estoy aquí, para mi infortunio o infelicidad.
¿Y vos?.
Don Giovanni: Estoy aquí lleno de preguntas y de negra fealdad.
Leporello: ¿Quién ha muerto, vos o el viejo?
Don Giovanni: ¡Que pregunta tan estúpida! El hombre añejo.
Leporello: ¡Bravo! ¡Dos buenas faenas:
forzar a la hija y matar al padre sin penas!,
pero no sabéis si esto pronto sea un anatema,
o sea como una espada ceñuda en el poema.
Don Giovanni: Él se lo ha buscado,
nadie le mandó a meteros de garbo,
él mismo lo buscó y ahí quedó,
con pocos respiros y sangre encarnado
cubriéndoos su cuerpo y que sentirá a su hija llorando.

Leporello: Y Doña Ana ¿qué es lo que quería?
Don Giovanni: ¡Cállate, no me fastidiéis y venid conmigo,
si no quieres recibir tú también lo mismo!
Leporello: No quiero nada, señor, ya soy mutismo.
(recoge del suelo la linterna y la capa. Se van)

(Don Octavio, Doña Ana y criados con luces)
Doña Ana: Mi padre está en peligro vayamos en su auxilio,
(con la espada desenvainada)
Don Octavio: ¡Toda mi sangre vaciaré si es preciso!,
pero ¿dónde está el malvado que esto hizo?,
que dejó a este ser en el pasto ferido.
Doña Ana: Aquí debe de estar
¡Qué funesto espectáculo,
se ofrece, dioses, a mis ojos cabizbajos!
¡Padre! ¡Padre mío! ¡Querido padre!,
¡cómo os extrañaré en mis días, noches y tardes!.
Don Octavio: ¡Señor!
Doña Ana: ¡Ah! El verdugo me lo ha lapidado.
y se ha ido y mi padre así ha quedado.
Esa sangre, esa herida, ese rostro,
solo veros se ve de un tumulto tan postro,
teñido y cubierto del dolor de la muerte,
y no sé si soporte esto que me duele.
Ya no respira, fríos tiene los miembros enteramente…
¡Padre mío! ¡Querido padre! ¡Padre amado!,
volved estoy que extingo, ¡amado Padre de mis momentos!
Desfallezco... muero, me muero ¡oh padre mío os quiero!.
(se desmaya y lágrimas de sus ojos caen)

Don Octavio: ¡Ah! ¡Socorred, amigos, a mi tesoro!
Buscad, traedme
unas sales, algún tónico.
¡Ah! ¡No tardéis! Para levantar a lo hermoso.
(salen dos criados)
¡Mi esposa! ¡Mi amiga! ¡Doña Ana!
el intenso dolor amenaza con matarla.
Doña Ana: ¡Ah!...
Don Octavio: Ya vuelve en sí vida, mí propia alma.
(vuelven los criados)
Auxiliadla de nuevo,
quiero que florezca hacia el ojo de mi cielo.
Doña Ana: ¡Padre mío!,
no puedo vivir así mi destino,
sin tu consejos y amor bellido.
Don Octavio: Ocultad, alejad de su vista
ese objeto de horror.
(se llevan el cadáver)
Alma mía, consuélate, ten fuerza y valor.
Doña Ana: (desesperadamente)
¡Aléjate, cruel, aléjate!,
Vete y por otro sitio paséate,
deja que muera también yo,
ahora que ha muerto, ¡oh Dios!
el que la vida me dio,
porque os has llevado a mi gran cuidador.
Don Octavio: Escuchadme, corazón mío,
miradme solo un instante cariño,
del alma y más allá os lo pido;
os habla el enamorado
que vive sólo por ti
en este sitio dando
fuerzas a tu ser en lo esperanzado.
Doña Ana: ¡Eres tú! Perdona, mi bien,
mi angustia, mis penas me han dado en este desdén...
¡Ah! ¿Dónde está mi padre?,
Don Octavio: ¿Tú padre? Aleja, mi amada de una vez,
ese amargo recuerdo que da en vuestro ser.
Esposo y padre tienes en mí sin condoler,
solo el reino de mis besos,
y vuestros sentimientos
serán el ardor de embelesos.
Doña Ana:¡Ah! ¡Jura que vengaréis,
si podéis esa sangre del poema!
Don Octavio: ¡Lo juro en tu presencia,
que lo haré bella,
lo juro por nuestro amor!,
por ser el que explota de ilusión!
(ambos)
¡Qué juramento, oh dioses!
¡Qué terrible momento!
entre mil y un afecto
palpita los corazones.
(se van)

(Una calle cerca de un albergue. Amanece)
Don Giovanni: Vamos, aligera, ¿Qué quieres?
Leporello: Se trata de un asunto muy importante.
Don Giovanni: Lo creo, pero no vence.
Leporello: Es importantísimo contarte.
Don Giovanni: Mejor aún. Termina de una vez.
Leporello: Juradme que no montaréis en cólera.
Don Giovanni: Lo juro por mi honor,
a no ser que me habléis del Comendador,
y enfurezcáis mis sentidos de lo atroz.
Leporello: Estamos solos
Don Giovanni: Eso veo, ¿y?.
Leporello: Nadie nos oye y no es incómodo.
Don Giovanni.¡Vamos!
Leporello: ¿Puedo hablaros con total sinceridad?
Don Giovanni: Sí.
Leporello: En ese caso, siendo así,
mi muy querido amo,
la vida que lleváis en lo alto,
(al oído, pero fuerte)
¡es propia de un bribón!,
¡el que no tiene ni sangre humana de amor!.
Don Giovanni: Temerario ¿Cómo te atrevéis decir eso...?
Leporello: ¿Y vuestro juramento?
Don Giovanni: ¡Nada sé de juramentos! Calla o te...
Leporello: No hablo más, ni rechisto, mejor mi amo.
Don Giovanni: Así seguiremos siendo aliados a todos lados.
Ahora escucha: ¿sabes por qué estoy aquí?
Leporello: No sé nada. Pero, viendo que ya clarea,
seguro es una nueva dama bella?
¿no se tratará de una nueva conquista?
debo saberlo para añadirla a la lista.
Don Giovanni: ¡Ahí se nota que eres grande!
has de saber que estoy enamorado de un ángel,
de una bella dama
y sé con certeza que ella me ama.,
La vi, le hablé
y esta noche me la llevaré,
como al huerto, y daré muchos besos...
(Doña Elvira se acerca por el fondo)
¡Silencio! Creo percibir olor a hembra,
y huele tan sápido que lo siento en mi lengua.
(aparte) Leporello: ¡Caramba, qué olfato tan fino!,
¡percibo a lo lejos algo divino!.
Don Giovanni: Y diría que es hermosa.
(aparte) Leporello:¡Qué buen ojo!,
¿de seguro la tuviese que ver como una flora?,
¿será que será venenosa?
Don Giovanni: Retirémonos un poco para reconocer el terreno,
y así contemplar lo dulce y tierno.
Leporello:¡Ya se ha encendido!
(se retiran)

Trío

¡Ah! ¿Quién podrá decirme
dónde está el bárbaro
que para mi vergüenza amé,
que tan perjuro me fue?
¡Ah, si encuentro al impío
y no vuelve a mí,
horrendo será su castigo!,
le arrancaré el corazón,
y le aseguro que será él postración.
Don Giovanni:
(en voz baja a Leporello)
¿Oyes? Alguna bella vaciada por su amante.
¡Pobrecilla! Tratemos de consolar su tormento hechizante.
(aparte) Leporello: Así consoló ya a mil ochocientas,
y vive de reliquia siempre con sus damiselas.
Don Giovanni; Señorita...
Don Elvira: ¿Quién anda ahí?
Don Giovanni: ¡Diantre! ¡Qué veo!
Leporello: ¡Ésta si que es buena! ¡Doña Elvira!
Don Elvira: ¡Don Giovanni!
¡Estáis aquí monstruo, felón, embaucador!,
Responded ya miedoso.
(aparte) Leporello:¡Qué títulos tan sonoros!
¡Se ve que lo conoce bien al tramposo!
Don Giovanni: Calmaos mi querida Doña Elvira,
aplacad vuestra cólera querida...
Oídme..., dejadme hablar mi vida...
Doña Elvira: Qué puedes decir después de acción tan negra?
entráis en mi casa furtivamente sin vergüenza.
A fuerza de artimañas, de halagos y promesas,
lográis conquistar mi corazón: me enamoras,
¡oh cruel! me declaras tú esposa.
Juráis ser en alma la honrosa,
luego faltando a las sagradas leyes de la tierra y el cielo,
con enorme delito de mi sueño,
y que da rabia en estos momentos,
al cabo de tres días os marcháis de Burgos hombre frío,
quedo sola y pensándote y sintiendo escalofrío
por no verte hombre libertino.

¡Me abandonáis, huyáis de mí y me dejáis presa
de remordimientos y del llanto,
como castigo por haberte amado tanto!
(aparte) Leporello:¡Habla como si estuviera leyéndolo en un libro!
Don Giovanni: ¡Oh! en cuanto a eso, mis razones tenía,
¿No es verdad?
Leporello: Es verdad. ¡Y eran razones de peso de mentira!
Doña Elvira: ¿Y cuáles son, sino tu ligereza y perfidia?.
Mas el justo cielo ha querido que yo
os encuentre para hacer suya mi venganza.
Don Giovanni:¡Vamos! Sed más razonable amada....
(aparte)
¡Pone a prueba mi paciencia!
(a Doña Elvira)
Si no creéis en mis palabras,
creed a este hombre de bien que os ama.
(aparte) Leporello: No está tan claro.
Don Giovanni: Vamos, dile algo...

Leporello: (en voz baja a Don Juan)
¿Y qué debo decirle?
Don Giovanni: Sí, sí, díselo todo sin mentirle.
(se va a escondidas de Doña Elvira)
Doña Elvira: Y bien, date prisa.
Leporello: Señora... ciertamente... en este mundo,
nada se entiende y es furibundo,
como quiera que cuando fuese...
el cuadrado no es redondo ni porque de mil veces se viese...
Doña Elvira: ¡Miserable! ¿Así os burláis de mi dolor?.
Ni un soplo me disteis esa vez y venís así traidor.
(a Don Juan, creyendo que aún está)
¡Ah! Vos... ¡Cielos! ¡El infame ha huido!
¡Pobre de mí! ¿Dónde está? ¿A dónde ha ido?,
Leporello:¡Dejad que se marche!
No se merece que penséis en él ángel.
Doña Elvira: El malvado me engañó, me traicionó...
No puedo olvidarlo estoy llena de rencor.
Leporello:¡Eh! Consolaos; no sois, no fuisteis
y no seréis la primera, ni la última luz de gran cielo.
Mirad: “este libro, que no es nada pequeño,
está repleto con los nombres de sus amantes el mujeriego”,
(saca una lista del bolsillo)
cada ciudad, cada pueblo, cada país
es testigo de sus mujeriegas empresas de su existir.
Aria
Señora mía, he aquí la relación
de las bellas que amó mi señor;
un catálogo que yo mismo escribí,
observad, leed conmigo porque es así.
En Italia, seiscientas cuarenta,
estuvo disfrutando de dulce manera,
en Alemania, doscientas treinta y una,
fue tan suyas las bellas lunas,
que en cada astro este Rey dejaba su locura,
cien en toda esa Francia,
les dio una romanza de fragancia,
en Turquía noventa y una;
un gran conquistador de la ternura,
pero en España ya van por mil tres,
vivía tan afortunado a su vez,
como de esas mujeres de vesánico querer.
Entre ellas hay campesinas,
criadas, burguesas bien bonitas,
hay condesas, baronesas,
marquesas y ¡princesas!,
mujeres de todos los rangos apasionantes,
de todos los tipos y de todas las edades,
y de todas las exquisitas clases.
En la rubia suele alabar la gentileza;
en la morena, la certeza;
de las que tienen la tez blanca, la dulzura,
y saborearlas entre el lecho de lujuria,
¡oh sí esas sí de la divina captura!,
entre redes de besos y de caricias que alumbran.
En invierno prefiere a la rellenita,
en verano a la delgadita,
la alta le resulta esplendorosa,
a la pequeña la encuentra siempre donosa.
A las viejas las conquista
por el gusto de añadirlas a la lista;
pero su pasión predominante
es la joven principiante.
Le da igual que sea rica,
que sea fea, que sea linda;
con tal de que lleve faldas,
vos ya sabéis como actúa de: esa palabra.
(se va, y la mujer queda enfurecida)

Doña Elvira: ¡Fue así como me traicionó el malvado!
¡Y éste es el premio que ese bárbaro
otorga a mi amor sacro!. ¡Ah! Quiero vengar
mi corazón engañado. Antes de que huya...
se repita..., se vaya... Sólo escucho en mi pecho de injuria:
la voz de la venganza, rabia y despecho de furia.
(se va)

(Campesinos cantando, tocando y bailando)

Zerlina: Jovencitas que os entregáis al amor,
no dejéis que les pase la edad por favor.
Si el corazón les bulle en el pecho,
mirad, el remedio aquí está de ardor.
La ra la, la ra la, la ra la.
¡Qué alegría y que placer será!,
¡Que alborozado es y hay que cantar!
Campesinos:¡Qué alegría y que placer será!
La ra la, la ra la, la ra la.
Masetto: Jovencitos ligeros de casco,
no andéis rondando de acá para allá.
Poco les dura a los locos el espectáculo,
cuando para mi aún no ha comenzado.
¡Qué alegría y que placer será!
Campesinos: ¡Qué alegría y que placer será!
La ra la, la ra la, la ra la.
Zerlina, Masetto: Vengáis querido/as gocemos!
cantemos, bailemos y toquemos,
y gritemos, que la música es el comienzo,
no tiene final sino es eterno.
¡Qué alegría y que placer será!.
¡Así cada vez cantar y bailar!

Don Giovanni: (llegando)
Menos mal, ya se fue.
¡Mira qué linda juventud, qué bellas mujeres se ve!
Leporello: (aparte)
A fe mía que entre tantas
algo me tocará a mi también en el alma.

Don Giovanni: Queridos amigos, buenos días.
sigáis con vuestra alegría,
continuéis tocando, buena gente que gritan.
¿Celebráis alguna boda?
Zerlina: Sí, señor y yo soy la esposa.
Don Giovanni: Ello me alegra. ¿Y el esposo?,
¿dónde está o quizá soy yo tú tesoro?,
Masetto: Yo, para servirle.
Don Giovanni: ¡Oh, bravo! para servirme,
así es como habla un hombre de bien.
Leporello: (aparte)
Basta con que sea el marido.
Zerlina: ¡Oh, mi Masetto es hombre de gran corazón y querido!.
Don Giovanni: ¡Oh, también yo, ya veis!
quiero que seamos amigos.
¿Cuál es vuestro nombre?
Zerlina: Zerlina
Don Giovanni: ¿Y el vuestro?
Masetto: Masetto
Don Giovanni: ¡Oh, mi querido Masetto! ¡Mi querida Zerlina!,
les ofrezco mi protección. A ¡Leporello de lidia!

(a Leporello que bromea con otras campesinas)
¿Qué hacéis ahí, bribón?
Leporello: También yo, querido señor,
ofrezco mi protección.
Don Giovanni: Rápido, ve con ellos: llévatelos en seguida
a mi palacio. Ordena que les sirvan de buen garbo,
chocolate, café, vino, jamón.
Procura que se diviertan, enséñales el jardín por favor,
la galería, las habitaciones; y sobre todo
haz que quede contento mi buen Masetto sin enojones.
¿Has comprendido?, ¡ir y hacerlo entonces!
Leporello: He comprendido señor para serviros a ellos de buenas acciones.
(a los campesinos)
¡Vamos!
Masetto: Señor...
Don Giovanni: ¿Qué ocurre?
Masetto: Zerlina no puede quedarse aquí sin mí.
Leporello: En vuestro lugar estará su excelencia
que sabrá representar bien vuestro papel,
y la tratará bien así que no temáis,
que estará bien ese ángel, y lo digo con todo venero.
Don Giovanni: ¡Oh! Zerlina queda en manos de un caballero.
Vete ya, después ella vendrá conmigo.
Zerlina: Vete, no temáis amor mío.
Estoy en manos de un caballero cariño.
Masetto: Y por eso...
Zerlina: Y por eso no cabe desconfiar...
Masetto: Y yo, diantre...
o no me quieres ángel,
preferís a ellos o qué.
Don Giovanni:¡Acabemos la discusión!
¡Acabemos esta tonta charla que parece locución!,
si no os largáis ahora mismo sin rechistar
lo vais a lamentar.
(mostrándole la espada)
Masetto, mira bien, te arrepentirás.
Aria
Masetto:¡Lo he entendido, si señor!
Agacho la cabeza y me voy.
Ya que a vos os place así,
no replico más ante ti.
Sois un caballero,
no lo puedo dudar,
me lo demuestra la indulgencia
con que me queréis tratar.
(aparte a Zerlina)
¡Bribonzuela, malandrina,
siempre fuiste mi ruina,
y seguís comportándote así chiquilla!
(a Leporello que trata de llevárselo consigo)
¡Ya voy, ya voy!,
(a Zerlina)
¡Estate, quédate!
Es muy honesto por tu parte.
Que nuestro caballero os haga
caballera a ti también y no os rechace.

Don Giovanni: Al fin nos hemos librado,
gentil Zerlinetta, de ese zopenco mal oliendo de lastimera.
Qué te parece, mi bien, ¿sé apañármelas?,
de mi manera de ser de grandeza.
Zerlina: Señor, es mi marido...
Don Giovanni:¿Quién? ¿Ese?
¿Crees que un hombre honesto,
un noble caballero,
como yo me precio de ser el fiero,
puede soportar que esta carita de oro,
que este dulce rostro,
sea vea maltratado por un vil patán?,
¡eso jamás!, primero será consumo de volcán,
y seréis mis palabras a su ser de mortalidad.
Zerlina: Pero, señor, yo le he prometido casarme con él,
y ahora no sé qué hacer.
Don Giovanni: Esa palabra no vale nada.
vos no estáis hecha para ser aldeana;
otra suerte le reservan,
esos ojos picarones,
esos labios tan hermosos de poemas,
esos deditos blancos de aromas,
me parece tocar crema y oler rosas.

Zerlina: ¡Ah!..., no quisiera...
Don Giovanni: ¿Qué es lo que no querrías?
Zerlina: Verme engañada a continuación de tristeza.
Yo sé que los caballeros rara vez actúan de nobleza,
sois honesto y sincero con las mujeres,
a ver respondedme en mi cara sin treta,
que quiero algo que me llene de grandeza,
como la deífica naturaleza.
Don Giovanni:¡Eso es una calumnia de la gente plebeya!
la nobleza lleva pintada en los ojos mi bella,
la honestidad. Vamos, no perdamos más tiempo,
ahora mismo os quiero desposar ¡oh mío cielo!.
Zerlina: ¿Vos?
Don Giovanni: Si, yo.
Ese palacete es mío,
no veis en mis ojos que alumbran,
solo por ti cariño,
y que no caen a la tumba
exaltaos queda mis miembros por ti ternura.
Solos viviremos y estaremos,
y allí, prenda mía, nos casaremos,
sueño con vuestro cuerpo y más que un anhelo.
Duettino
Allí nos daremos la mano,
allí me diréis que sí.
Mirad, no está lejos cielo purificado;
partamos, mi bien, de aquí.

Zerlina: (aparte)
quisiera y no quisiera,
me tiembla un poco el corazón.
Feliz, es verdad, sería en la tierra,
pero aún podría burlarme de lo atroz?.
Don Giovanni: ¡Ven, mi adorada belleza!
Zerlina: (aparte)
Me da pena de Masetto.
Don Giovanni: Yo cambiaré tu suerte de ese zopenco.
Zerlina: Rápido... No sé resistirme más,
esta duda que vivo infernal.
Ambos: Vamos, vamos, bien mío,
a aliviar las penas
de un inocente amorío,
y ven abrazarme mi silueta
de lo cándido y no de lo fornido.

Doña Elvira: ¡Paralízate, miserable! El cielo me ha permitido
oír tus perfidias. Aún estoy a tiempo de salvar esa alma bendita,
a esta pobre inocente de tus terribles garras,
os juro que será así hombre de no tener el alma.
Zerlina: ¡Desgraciada de mi! ¿Qué oigo, qué pasa?,
Don Giovanni: (aparte)
¡Amor, aconséjame que le quiero mi alma!,
(en voz baja a Doña Elvira)
Adorada mía ¿no veis que quiero divertirme?,
deja que sea como quiero ser ¡libre!,
dejadme que haré lo que quiera con mi fuego terrible.
Doña Elvira: ¿Divertirte? ¡Es verdad!,
divertirte seguro sin piedad...
bien sé, canalla, cómo te diviertes sucia alma,
seguro le has hecho algo a esa mujer sana.
Zerlina: Pero, señor caballero, ¿es cierto lo que dice ella?,
por qué habla así y siento tiniebla?
Don Giovanni: (en voz baja a Zerlina)
La pobre infeliz está enamorada de mí
y por piedad debo fingir amor,
pues soy, para mi tribulación,
hombre de buen corazón,
solo sus palabras son inexactitudes de rencor,
solo quiere destruir este amor,
que le tengo desde que le salvé mi sol.
Aria
Doña Elvira: (a Zerlina)
Ah, huye del traidor,
no le dejes hablar más a ese falso conquistador;
sus labios mienten,
falaz es su mirada indudablemente.
Aprende de mis tormentos
lo que es creer en su corazón
y que brote tu temor
de mi sufrimiento;
que he llevado desde que me dejó en desvelo,
sin caricia y solo en carne sola muriendo,
pero el amor venganza es y no es él bueno,
solo un maldito zopenco,
que vino e hizo injuria a mi sueño.
(se va llevándose a Zerlina,
y así aparta a la hermosa querida)

Don Giovanni: Me parece que hoy el demonio se parrandea,
oponiéndoos a mis placenteros planes:
todo me sale mal, que se me va lo más adorable.
Don Octavio (a Doña Ana)
Ahora, adorada mía, vano es el llanto,
hablemos de venganza... ¡Oh, Don Giovanni!
¿recordáis por lo menos algo?
Don Giovanni: (aparte)
¡Sólo faltaba esto!,
(a Don Octavio)
ahora qué queréis zopenco.
Doña Ana: Señor, le hemos encontrado a tiempo:
¿Tenéis corazón? ¿Tenéis un alma generosa como el cielo?
Don Giovanni:(aparte)
Verás como el diablo
le ha dicho algo,
será que juega conmigo ante esto sin garbo.
(a Doña Ana)
¡Qué pregunta! ¿Por qué?,
Doña Ana: Necesidad tenemos de vuestra amistad
Don Giovanni: (aparte)
¡Recupero el aliento!,
será que todo va ser bueno,
ahora actuaré para mi buen momento.
(a Doña Ana)
Mandadme. Mis amigos, mis parientes,
esta mano, esta espada, mis bienes,
mi sangre daré para serviros,
para que sea vestigio.
Pero vos, bella Doña Ana, ¿por qué suspiráis así?
¿Quién fue el desalmado que osó turbar la calma
de vuestra existencia?,
y estaros así de esa fea manera,
no veis que a mis ojos los deja de tristeza,
(aparte)
Y porque de todas has sido la grandeza,
como de Don Lorenzo Da Ponte mi bella,
y por ser ella, así tengáis ese marido mi cándida estrella,
y sienta que a veces sois a veces tan plebeya.

Doña Elvira (a Don Juan)
¡Ah, de nuevo os encuentro, pérfido monstruoso!,
ya os quité una y está será igual demonio espantoso.
Cuarteto
(a Doña Ana)
No te fíes, desgraciada,
de ese corazón hipócrita lleno de llamas;
a mí me engañó el bárbaro
y a ti quiere engañarte también el inicuo de espanto.
Doña Ana, Don Octavio (aparte)
¡Cielos, qué noble aspecto,
qué dulce majestad y eso sintiendo!
Su palidez, sus lágrimas gimiendo,
hacen que me apiade de ella,
y ayude con palabras a esa reina!
Don Giovanni: Esta pobre muchacha
está ida, amigos míos desde su alma loquita;
dejadme solo con ella,
quizá así se calme la idita.
Doña Elvira: ¡Ah, no creáis al pérfido!,
qué horror es verlo, más su ser férvido,
y del desdén yazca en fuego el cérvido,
y fuese él muriendo, ojala en el infierno.
Don Giovanni: Está ida, no hagáis caso,
da hasta lástima por lo que dice y que de espanto.
Doña Elvira: ¡Quedaos aún, por favor quedaos!,
créanme a mí, he sido por él cabizbajo.
Doña Ana, Don Octavio: ¿A quién debemos creer?,
porque tanta ironía entre ambos,
o el aticismo se explaya en las letras,
y de tantos versos que yace de lo lejano,
para ver pelea y saber quién es el villano.

Doña Ana, Don Octavio, Don Giovanni (aparte)
Mi alma se remueve con una
desconocida impresión de inmolación,
que me hace presentir por esa infeliz preocupación,
cien cosas que no acierto a entender del terror.
Doña Elvira: (aparte)
Mi alma se estremece llena de desprecio,
rabia, temor y despecho,
que me hacen presentir de ese traidor
cien cosas que no acierto a entender de rencor.
Don Octavio (a Doña Ana)
Yo no me marcho de aquí
sin aclarar este asunto,
que me tiene ya patíbulo,
y siento que espolea como los tríbulos.
Doña Ana: (a Don Octavio)
No se advierten signos de locura
en sus maneras, ni en sus palabras que comentan.
Don Giovanni: (aparte)
Si me voy, se podría
sospechar algo, así que mejor no.

Doña Elvira (a Doña Ana y Don Octavio)
Por su rostro deberíais
juzgar su alma negra de patíbulo
que a un tiempo estaría
y turulato estará en piedra del fundíbulo.

Don Octavio (a Don Giovanni)
¿Luego ella...?
Don Giovanni: Está ida.
Doña Ana: ¿Luego él...?
Doña Elvira: Es un traidor de mentiras.
Don Giovanni: ¡Infeliz!
Doña Elvira: ¡Mentiroso!,
Doña Ana, Don Octavio:
Estoy empezando a dudar locos.
(Pasan unos aldeanos)
Don Giovanni: (en voz baja a Doña Elvira)
Callad, callad que ya la gente
se reúne alrededor nuestro,
sed un poco más prudente,
pues os van a criticar mi cielo.
Doña Elvira (en voz alta a Don Juan)
No lo esperéis, malvado,
he perdido la prudencia;
tus culpas y mi situación degenerado,
a todos quiero mostrar
lo que sois hombre de lo más despreciado.
Doña Ana, Don Octavio (observando a Don Juan)
Esas palabras de dolencias,
y ese mudar de color,
son indicios evidentes
que me hacen comprender
que sois algo que da terror.
(Doña Elvira se va)
Don Giovanni: ¡Menesterosa desventurada! Seguiré sus sendas,
no quiero que cometa una esquizofrenia:
perdonad, bellísima Doña Ana; si le puedo ayudar,
en mi casa le aguardo en verdad . ¡Amigos, adiós!
(se va)

Doña Ana: Don Octavio. ¡Estoy muerta!,
y eso a mi alma le pesa y le pena.
Don Octavio: ¿Qué te ocurre?.
¿Por qué habláis así tan espurre?,
Doña Ana:¡Por piedad, socorredme!
no veis que transcurre,
Don Octavio: ¡Bien mío ten valor, y poseedme!
Doña Ana: ¡Oh Dios! ¡Él es el verdugo de mi padre!
Don Octavio: ¿Qué decís vuestro padre?
Doña Ana: No lo dudéis. Las últimas palabras que el impío profirió,
su voz impar rememoraron de temblor,
en mi corazón las del indigno
que en mis aposentos dio...
Don Octavio: ¡Oh reino celestial! ¿Es posible que bajo el sagrado
manto de la amistad?... Pero, ¿cómo ocurrió eso allá?,
narradme el extraño suceso,
quiero saber cómo fue su proceso,
que le sintió mi hermoso cielo.
Doña Ana: Estaba ya muy avanzada la noche,
cuando en mi aposento,
donde para mi desgracia, sola me encontraba sin alientos,
vi entrar envuelto en una capa a un hombre que
en un primer momento tomé por vos;
pero enseguida insinué mi error.
(él es el que cambiará su amor,
a pesar del odio lo es porque lo digo yo,
solo yo y así explayo su pasión)
Don Octavio (angustiado)
¡Cielos! Seguid.
Doña Ana: Con sigilo a mí se acerca y pretende abrazarme;
intento de él y de su silueta liberarme,
él me estrecha aún más estando desnudos;
aunque era su tumulto algo tan oscuro,
grito, nadie acude. Con una mano trata de ahogar mi voz
y con la otra me aferra el cuerpo de pasión,
con tal fuerza, que ya me creo vencida ante su olor.
Don Octavio: ¡Pérfido! ¿Y qué paso luego?
Doña Ana: Al final el dolor,
el horror ante tan infame atentado acrecentó,
mi energía bajó, que a fuerza de revolverme,
y de sentir eso y querer retorcerme
y doblarme de ese mezquino abusador,
conseguí soltarme de él y de furor.
Don Octavio: ¡Ay! ¡Respiro!
Doña Ana: Entonces redoblo mis gritos,
pido ¡socorro, socorro, socorro;
el felón huye que entró a mi palacio el pedorro;
audaz, le sigo hasta el bosque espectral para detener a ese demonio,
y paso de perseguida a perseguidora de sus morros,
los cuales no fueron cubiertos cuando me besó del todo,
solo llegó a taparse bien el rostro,
pero quién habrá sido ese alhorro,
que ni me dijo su nombre ese sucio zorro,
que corrió y me hizo eso, de no decoro,
(solo fue así y luego verás quien será ese hombre codorro).
Mi padre acude, quiere desenmascararlo,
pero el ignominioso da su lidia de lo malvado,
que era más fuerte que el pobre anciano,
completó su fechoría dándole muerte,
y así terminando todo sin verlo ya y eso me vence.
Aria
Ahora sabes quién del honor
quiso despojarme,
quién fue el traidor
que me arrebató el padre.
Venganza te pido,
la reclama tu corazón quizá perdonable.
Recuerda la herida
de su mísero pecho,
recuerda el suelo funesto
cubierto de sangre,
cuando veas que decaiga
la ira de tu justo furor escalofriante.
(se va)

Don Octavio: ¡Cómo puedo creer que de tan negro delito sea
capaz un caballero! Debo descubrir la verdad
por todos los medios. Siento en mi pecho,
como esposo y amigo, que el deber me habla a todo los miembros:
desengañarla quiero, o vengarla así sea mi muerte en eso.

Aria

De su paz depende la mía,
lo que a ella complace me devuelve la vida,
lo que a ella disgusta muerte me da.
Si ella suspira, también yo suspiro más;
mía es su ira, su llanto es mío;
no tengo yo dicha si le falta en su espíritu .
(se va)

Leporello: De una vez por todas debo abandonar
para siempre a este loco... Aquí está:
¡mira con qué indiferencia se acerca!,
pero sucede algo en otra lejanía para nuestra miseria.
Don Giovanni:¡Mi buen Leporello¡ ¿Va todo bien?
Leporello: ¡Mi buen Don Juanito! ¡Todo va mal!
Don Giovanni: ¿Cómo que va todo mal?
Leporello: Fui a casa, como vos me ordenasteis,
con toda aquella gente y hablé.
Don Giovanni: ¡Bravo! ¡Bravo!,
siempre hacéis caso a lo que os mando!
Leporello: A fuerza de cháchara, zalamerías y mentiras,
que tan bien he aprendido estando con vos de perfidia,
trato de entretenerlos...
Don Giovanni:¡Bravo!
Leporello: Le digo mil cosas a Masetto para aplacarlo,
para apartar los celos de su mente amo.
Don Giovanni: ¡Bravo, a fe mía!
Leporello: Hago que beban los hombres y las mujeres.
Cuando están medio borrachos, unos cantan siempre,
otros bromean, otros siguen bebiendo asiduamente...
y en lo mejor, ¿quién creéis que aparece?
Don Giovanni: ¡Zerlina!
Leporello: ¡Bravo! ¿Y quién viene con ella?
Don Giovanni: ¡Doña Elvira!
Leporello: ¡Bravo! ¿Y qué dice de vos?
Don Giovanni: Todo lo malo que le vino a la boca,
porque ella es así de loca.
Leporello:¡Bravo, a fe mía!.
Don Giovanni: ¿Y tú qué hiciste?
Leporello: Me callé
Don Giovanni: ¿Y ella?
Leporello: Siguió gritando.
Don Giovanni: ¿Y tú?
Leporello: Cuando me pareció que se había desahogado,
suavemente la conduje fuera del huerto vesánico,
con habilidad cerré la puerta con llave
y me escabullí dejándola solita en la calle.
Don Giovanni: ¡Bravo, bravo, archibravo! El asunto no puede
ir mejor. Tú empezaste y yo sabré terminar de gran sabor.
Me interesan demasiado esas campesinas;
quiero entretenerlas hasta que llegue la noche de lira.

Aria

Para que el vino proteja fogoso sus cabezas,
haz que preparen una gran fiesta.
Si encuentras en la plaza a alguna doncella,
intenta también contigo traértela.
Sin orden alguno les haces bailar:
un minueto, una folía de majestuosidad,
una alemanda; la danza da igual.
Y yo, entre tanto, aprovechándome,
con unas y otras podré flirtear.
¡Ah, mi lista, mañana por la mañana,
con una decena habréis de aumentar!,
y así creceré como en Francia en todos los países más.
(se van)

(Jardín con dos puertas cerradas
con llave por fuera. Dos templetes)
Zerlina: Masetto, escuchadme... Masetto, te digo...
Masetto: No me toquéis sois indigno.
Zerlina: ¿Por qué?
Masetto: ¿Y me preguntáis por qué? ¡Pérfida!,
¿He de soportar el tacto de una mano infiel perversa?
Zerlina: ¡Ah, no! Calla, cruel, no me merezco
que me tratéis así.
Masetto: ¿Cómo? ¿Y aún os atrevéis a disculparte así?
¡Estar a solas con un hombre!
y quizá por mi pienso es un demontre,
¡Abandonarme el día de mi boda!,
esperando ese día jubiloso a mí esposa,
y ni veniros siento vidorria,
sabéis que es no tenerte y ni vuestro aroma.
¡Poner en la frente de un honrado aldeano esta marca de infamia!.
¡Ah!, si no fuese por el escándalo me mata y me desgarra,
Zerlina: Pero si estoy libre de culpa,
yo misma fui por él engañada de injuria;
y además ¿qué teméis?. Tranquilízate teatrero,
vida mía: no me tocó ni la punta de los dedos.
¿No me creéis?, ¡Ingrato! de lo fiero. Ven aquí, desahógate,
mátame, haz conmigo lo que os plazca entonces,
pero luego, Masetto mío, hagamos las paces en el verde monte.

Aria

Dale, pégale, guapo Masetto,
a tu pobre Zerlina;
aquí me quedaré cual corderita,
estaré esperando tus golpes.
Dejaré que me arranquéis el pelo a jalones,
dejaré que me saquéis los ojos,
y tus queridas manitas
contenta sabré besar después.
Tendrás a haber hecho de alegría,
sin saber luego que hacer.
¡Ah, pero ya veo, no serías capaz!
Paz, paz, vida mía,
con gusto y alegría
noche y día vamos a pasar.
(se va)

Masetto: ¡Fíjate cómo ha sabido contentarme esta bruja!.
¡Somos unos ingenuos y unos blandengues en la lucha!
Don Giovanni: (desde dentro)
¡Preparadlo todo para una gran fiesta!,
¡quiero que sea inmensa!
Zerlina (regresando)
¡Ah, Masetto! ¿oyéis la voz del señor caballero?,
el hombre ese que anda siempre de un tumulto fiero.
Masetto: Y bien, ¿qué pasa?
Zerlina: Que vendrá...
Masetto: Deja que venga y ya.
Zerlina: ¡Ah, si hubiera algún hueco por donde escapar!
Masetto: ¿De qué os asustáis? ¿Por qué palideces?
¡Ah, entiendo, bribonzuela!,
Teméis que comprenda lo que ha habido entre vosotros maléfica, .

Final

Rápido, antes de que venga,
me esconderé en algún sitio que no me vea;
aquí escondido en el templete,
quietecito me voy a quedar enteramente
Zerlina: Oye, oye ¿Adónde vais?
¡Ah, no te escondáis!, ¡Masetto!
Si os encuentra, pobrecito la, la, la, la,
tú no sabéis de lo que es capaz.
Masetto: Que haga y que diga lo que quiera,
eso no me importa solo veré su silueta.
Zerlina: (en voz baja)
¡Ah, de nada sirven las palabras!,
así que mejor sal de esa glorieta,
tengo certeza que mirará vuestra silueta.
Masetto: Habla más alto y quédate aquí.
Zerlina: ¿Qué tonterías se han metido en tu cabeza?
Masetto: (aparte)
Sabré si me es fiel
y hasta dónde llegó la cosa en su ser.
(Entra en el templete)
Zerlina: (aparte)
¡Qué ingrato, este hombre cruel!
busca hoy su perdición de una vez.
Don Giovanni: ¡Venga! ¡Despertaos mis valientes!
¡Venga! ¡Animaros, buena gente!.
Queremos pasarlo bien siempre,
queremos reír y bromear,
y tan solo que divertirse y florear.
(a los criados)
Hasta la sala de baile
conducid a todos ellos,
y ofrecedles
un abundante refrigerio.

Criados ¡Vengáis!. Despertaos mis valientes, etc.

Zerlina: Escondida entre estos árboles
puede ser que no me vea,
ese hombre a mí que temo en los acordes.
Don Giovanni: Mi graciosa Zerlinetta,
ya os he visto, no os escapéis bella.
(la sujeta)
Zerlina:¡Ah, dejadme marchar...
Don Giovanni: ¡No, no, quédate, preciosa s va a gustar!
Zerlina: si os queda piedad en el corazón!
Don Giovanni: ¡Sí, bien mío!. Soy todo amor...
Acércate un poco, aquí mismo os daré calor,
os voy a hacer feliz,
sin tener en la piel cicatriz.
Zerlina (aparte)
¡Ah, como vea mi esposo,
yo sé bien de lo que es capaz ese mostro.
(Don Juan abre el templete
y descubre a Masetto)
Don Giovanni: ¡Masetto!
Masetto: Sí, Masetto.


Don Giovanni (un poco confuso)
¿Qué hacéis ahí encerrado?,
¿Por qué estaros ahí me parece raro?
Tu hermosa Zerlina,
no puede, pobrecilla,
pasar más tiempo sin ti en la vida.
Masetto (irónico)
Ya lo comprendo, señor,
seguramente deciros lo fiel de la palabra de tu voz.

Don Giovanni: Alegraos, entonces.
(se oye una orquesta en la lejanía)
¿Escucháis a los músicos de grandes olores?
Venid ahora conmigo,
y disfrutemos de este maravilloso entonces.
Zerlina, Masetto: Sí, sí, alegrémonos
y a bailar con los demás de regodeo,
vayamos los tres de este mejor momento.
(se van)

(Va anocheciendo. Aparecen Don Octavio,
Doña Ana y Doña Elvira, enmascarados)

Doña Elvira: Debemos tener valor,
queridos amigos míos
y así podremos descubrir a lo peor,
sus viles fechorías de terror.
Don Octavio: Nuestra amiga dice bien,
conviene tener valor;
aleja, vida mía,
la angustia y el temor.
Doña Ana: La empresa es peligrosa,
pueden surgir complicaciones malosas.
Temo por mi querido esposo de mi gloria,
y por nosotras también en la historia.

Minueto

Leporello (abriendo la ventana)
Señor, fijaos un poco,
¡qué máscaras tan elegantes!
Don Giovanni (en la ventana)
Hazlas pasar a lo memorable,
diles que nos hagan ese honor.
Doña Ana, Doña Elvira, Don Octavio (aparte)
Por el rostro y por la voz
se descubre al traidor.
Leporello: ¡Pst, pst! ¡Señoras máscaras!,
pasaros al final de la casa.
Doña Ana, Don Octavio (a Leporello)
Vamos, responded.
Leporello: Pst, pst...
Don Octavio: ¿Qué deseáis?
Leporello: Al baile, si les place,
les invita mi señor elegante,
al final por favor.
Don Octavio: Gracias por tal honor.
(aparte) Entremos mis bellas amigas al fóculo del traidor.
Leporello (aparte)
También a éstas nuestro amigo
intentará enamorarlas,
no le importa ser como es tan indigno,
solo quiere disfrutar de su carne y su alma.
(entra y cierra la ventana)

Doña Ana, Don Octavio:
Que el justo cielo proteja
el celo de mi corazón.

Doña Elvira: Que el justo cielo vengue
mi traicionado amor.
(Entran)
(Sala en la casa de Don Juan, iluminada y
arreglada para una gran fiesta de baile)
Don Giovanni: Descansad, encantadoras muchachas.
Leporello: Bebáis algo, apuestos jovencitos.
Don Giovanni, Leporello: Volveréis pronto a hacer locuras.
volveréis a divertiros y a bailar de galanura.
Don Giovanni: ¡Eh, café!
Leporello: ¡Chocolate!
Don Giovanni:¡Sorbetes!

Masetto (en voz baja a Zerlina)
¡Ah, Zerlina, ten sensatez!
Leporello: ¡Pastelitos!
Zerlina, Masetto (aparte)
Demasiado dulce comienza la escena;
amargamente podría terminar de pena.
Don Giovanni (acariciando a Zerlina)
¡Qué guapa eres, chispeante Zerlina!,
¡aquí dentro de mi tú solo lo agitas!.
Zerlina: Sois muy amable,
por esas palabras hombre apreciable.
Masetto (aparte, furioso)
¡Le gusta a la bribona!,
Estoy seguro, se nota en sus miradas locas,
que hasta aquí llega su aroma,
y no hay otras señas que de esa forma,
la cual no me parece como ellos de graciosa.
Leporello: (imitando a su amo)
Son estupendas, Giannotta, Sandrina,
vuestra lindura es como la artemisa,
y no digo mentiras, se nota en tu retina.
Masetto (para si, mirando a Don Juan)
¡Como la toquéis, os corto la cabeza!,
y eso júralo vosotros en certeza.
Zerlina (aparte)
Me parece que Masetto está alterado,
esto se está poniendo muy feo con este hombre despreciado.
Don Giovanni, Leporello (aparte)
Me parece que Masetto está trastornado,
habrá que usar la cabeza.
Masetto (aparte)
¡Le gusta a la bribona! ¡Me quieres desesperar!,
¡no veis como estoy que quiero gritar!

Leporello ¡Adelante, pasad, graciosas máscaras!
Don Giovanni: ¡Sed todos bienvenidos, viva la libertad!
eso que es mejor que la hermandad,
mentira viva la libertad celestial.
Doña Ana, Doña Elvira, Don Octavio:
Agradecemos tantas muestras de generosidad.
Todos: ¡Viva la libertad!
Don Giovanni: ¡Volved a tocar!
(a Leporello)
Tú, ve formando las parejas,
y que queden muy buenas.
(Don Octavio baila el minueto con Doña Ana)
Leporello: ¡Animaos y bailad!,
que esto es para reír y cantar!
Doña Elvira (a Doña Ana)
Aquella es la campesina.
Doña Ana (a Don Octavio)
¡Yo me muero!
Don Octavio (a Doña Ana)
¡Disimulad!
Don Giovanni, Leporello: ¡En verdad, esto va bien!
Masetto: (con ironía)
¡En efecto, esto va bien!
Don Giovanni: (a Leporello)
Vigila a Masetto,
no quiero que haga algo de enfrentamiento,
o de descuido me haga algo ese hombre necio y terco,
y por supuesto lleno de enjambres de celos.
(a Zerlina)
Yo soy tu pareja,
bailaremos en esta divina fiesta,
quiero estar junto a ti belleza
Zerlina ven conmigo,
olerte en ese círculo de baile será divino
(empieza a bailar una contradanza con Zerlina)
Leporello (a Masetto)
Pobrecito ¿No bailáis?.
Ven aquí, querido Masetto,
hagamos como los demás que bailan.
(hace bailar a la fuerza a Masetto)
Masetto: ¡No, no quiero bailar!.
Leporello: ¡Vamos, baila, amigo mío o ponte a desfilar!
Masetto: ¡No!
Leporello:¡Sí, querido Masetto!
Doña Ana (a Don Octavio)
¡No aguanto más!.
miraos como están.
Él es así de leviatán,
¿por qué razón se porta así él de maldad?,
¿por qué, por qué?
Doña Elvira, Don Octavio (a Doña Ana)
¡Seguid fingiendo, por piedad!,
esperad un rato más,
calmaos por favor,
no veis que si no se descubrirá.
Don Giovanni: ¡Ven conmigo, vida mía!,
vamos os necesito mucho querida.
(bailando y dirigiendo hacia fuera a Zerlina)
Masetto: ¡Déjame! ¡Ah no! ¡Zerlina!,
(se suelta de las mano de Leporello
y va tras Zerlina)
Zerlina: ¡Cielos! ¡Estoy perdida!,
y más que en mis sentidos confundida.
Leporello: Aquí va a ocurrir una desgracia.
(sale)
Doña Ana, Doña Elvira, Don Octavio:
El malvado, por sí solo, en la trampa va a caer.
Zerlina (desde fuera)
¡Que alguien me socorra!,
¡me siento rara y sola!.
Doña Ana, Doña Elvira, Don Octavio:
¡Socorramos a la inocente!,
necesita de ahora de nosotros amablemente.
(Los músicos se marchan)
Masetto: ¡Ah, Zerlina!,
dónde estás querida
Zerlina (desde fuera)
¡Malvado!
Doña Ana, Doña Elvira, Don Octavio:
¡Ahora grita por aquel lado!
¡Echemos abajo la puerta,
y veamos que pasó en ese costado!.
Zerlina:¡Socorredme o me muero!
Doña Ana, Don Elvira, Don Octavio, Masetto:
¡Aquí estamos para defenderte!,
no os vamos a dejar sola campesina inocente.
Don Giovanni (sale empuñando la espada y agarrando
del brazo a Leporello y fingiendo que no
puede desenvainarla para herirlo)
¡Aquí está el canalla que te ha ofendido.
Yo le daré su castigo! ¡Muere, malvado!
Leporello; ¡Ah! ¿Pero qué hacéis?
Don Giovanni:¡Muere, os digo y no habléis!
Don Octavio (con una pistola en la mano)
No lo esperéis...
Doña Ana, Don Elvira, Don Octavio (aparte)
El miserable cree que con tal ardid
puede encubrir su inmoralidad,
y las cosas no son así
ahora tendréis lo turulato de verdad.
(se quitan las máscaras)
Don Giovanni:¡Doña Elvira!
Doña Elvira:¡Sí, malvado!
Don Giovanni:¡Don Octavio!
Don Octavio: ¡Sí, señor!
Don Giovanni (a Doña Ana)
Ah, ¿Creéis...?
Todos: (menos Don Juan y Leporello)
¡Traidor! ¡Todo se sabe ya!,
que pensáis hacer ahora ¡ja,ja,ja!
¡Tiembla, tiembla, miserable!.
¡Irte de aquí ya hombre no apreciable!,
¡pronto el mundo entero conocerá
tu horrible y negra fechoría,
vuestras actuaciones de maldad,
tu feroz crueldad!.
Escucha el trueno de la venganza,
os sucumbís hasta el alma,
no tiene nada solo un merecido en tus entrañas,
como resuena cerca de ti,
ese trueno sobre tu cabeza en este día,
su rayo caerá de elegía.

Leporello: Su cabeza está confusa,
ya no sabe lo que se hace en la ruta,
y una horrible tempestad sobre él,
¡oh Dios!, se está ciñendo el ser,
más no le falta valor,
no se pierde ni se confunde de su rumor,
aunque ahora se hundiese el mundo,
nada le atemorizaría a este señor.
Don Giovanni: Mi cabeza está confusa,
ya no sé lo que me hago de injuria,
y una horrible tempestad
sobre mí, ¡oh Dios, se está ciñendo!,
más no me falta el valor,
porque siempre lo huelo,
no me pierdo ni me confundo.
aunque ahora se hundiese el mundo,
nada me atemorizaría.

Una calle, delante de una hostería al final
de la tarde. Poco a poco anochece.

Don Giovanni ¡Basta ya, mentecato, no me fastidies!
Leporello: No, no amo, no quiero quedarme ni haceros caso,
por haber hecho algo tan perverso y malo.
Don Giovanni: Escúchame, amigo...
Leporello:¡Os digo que me voy!,
y no me detengáis porque me voy hoy.
Don Giovanni: Pero, ¿qué os he hecho yo
para que quieras dejarme?
Leporello: No habéis hecho nada,
¡casi matarme!.
Don Giovanni: Mira que eres necio.
y quizá un poco tonto y zopenco,
pero no quise hacer eso,
a vos yo criado le aprecio.
Fue una broma.
que hice para huir de las cosas.
Leporello: Pues, yo no bromeo:
quiero irme, a otro lado y poder reírme.
Don Giovanni:¡Leporello!
Leporello: Señor.
Don Giovanni: Ven aquí, hagamos las paces: ¡Toma!
os ofrezco esto a vos de honra.
Leporello: ¿Qué?
Don Giovanni: (le da unas monedas)
Cuatro doblones
para que me perdones.
Leporello: Escuchadme: por esta vez
acepto el trato, pero no os acostumbréis,
no creáis que podéis seducirme,
a lo que queráis hacer.
(cogiendo la bolsa)
con dinero como a las mujeres,
Don Giovanni:¡No hablemos más de ello!,
¿Serás capaz de hacer lo que os diga?,
en una orden que necesite criado de mi alma amiga.
Leporello: Mientras que nos dejemos de mujeres...
Don Giovanni:¿Dejar a las mujeres? ¡Qué locura!,
eso fuese una hiriente lanza en tu carne ceñuda.
¡Sabéis que para mí son más necesarias que el
pan que como, más que el aire que respiro, son todo!
Leporello: ¿Aún siendo capaz de engañarlas a todas?
Don Giovanni: ¡Soy todo amor!,
les entrego a ellas lo mejor.
Quien a una sola es fiel,
con las demás es cruel;
yo, que en mí siento
tan profundo sentimiento,
las quiero a todas.
Aquellas que creen ver en esto un daño,
a mi buen natural llaman engaño.
Leporello: Jamás he visto natural tan considerado
y benigno. Y bien, ¿qué queréis?
Don Giovanni: Escuchad. ¿Has visto a la doncella de Doña Elvira?
Leporello: ¿Yo? No.
Don Giovanni: Entonces no has visto cosa preciosa,
con su boca que a mí me vuelve hasta el alma loca y dichosa;
mi querido Leporello; ahora gracias a ti
voy a probar mi suerte con ella y he pensado,
puesto que está anocheciendo
y para estimular más su deseo,
presentarme ante ella con tu vestimenta.
Leporello:¿Y por qué no podéis
presentaros con la vuestra?
Don Giovanni: Tiene poco crédito con gente de tal
rango ir vestido de distinguida manera.
(se quita la capa)
¡Date prisa, vamos!
Leporello: Señor, por muchas razones...
Don Giovanni:(enfadado)
¡Ya basta! ¡No soporto que me contradigan!
(se cambian de ropa)

(Poco a poco cae la noche)

Doña Elvira (en la ventana de la hostería)
¡Ah, calla, injusto corazón!
¡No palpitéis en mi pecho de ardor!

Es un impío, un traidor,
es un error sentir piedad de él.
Leporello (en voz baja)
¡Callad! Oigo, señor,
la voz de Doña Elvira de dolor..
Don Giovanni: Aprovecharé la ocasión,
escóndete por ahí...
(se esconde detrás de Leporello y dice)
¡Elvira, ídolo mío...!,
¡Gran ídolo mío!
Doña Elvira: ¿No es ése el ingrato?
Don Giovanni: Sí, vida mía, soy yo no lo grato,
y os pido perdón.
Doña Elvira (aparte)
¡Dios mío, qué extraño sentimiento
se despierta en mi pecho!,
por ese hombre pidiéndome eso,
Dios dadme fuerza os ruego.
Leporello (aparte)
¡Ya veréis como la loca
es capaz de creerle de nuevo!,
a lo que decís con un perdón el hombre fiero,
y despiadado de almas en juegos.
Don Giovanni: ¡Bajad aquí, preciosa mía,
veréis cómo sois vos la única de mi vida!,
a quien adora mi alma: arrepentido estoy,
os pido Elvira de mi gran diáfano amor.
Doña Elvira:¡No, no te creo, bárbaro!,
has sido un hombre muy insólito y malvado.
Don Giovanni (con énfasis, casi llorando)
¡Ah, créeme o me mato!,
¡Ídolo mío, ven aquí os necesito en mi corazón romanceado!
Leporello (en voz baja a Don Giovanni)
¡Si seguís así, me dará risa!.
Sé otro y demuestra la fidelidad en su retinas.
Doña Elvira (aparte)
¡Dioses, en qué dilema me encuentro!
¿Voy o aquí me quedo?,
es el hombre que quiero pero no quiero sufrir de nuevo.
¡Ah! Proteged mi confianza,
por favor no quiere volver a llorar mi alma.
Don Giovanni (aparte)
¡Espero que pronto consienta!,
y le daré muchas arias de dulces poemas,
ese será el precio solo para tenerla de riqueza.
¡Este es un buen golpe de efecto!,
más fértil que el mío no puede haber talento.
Leporello (aparte)
Sus labios embusteros,
que son tan maléficos,
la vuelven a seducir.
¡Oh dioses!, ¡proteged su confianza!,
y su tenue y evanescente alma
Don Giovanni: ¿Qué os parece, amigo?
Leporello: Me parece que tenéis el alma de bronce,
Don Giovanni: ¡En verdad, que bobo eres!
Escucha bien: cuando ella llegue,
corre a abrazarla de alegría, hazle cuatro caricias,
finges mi voz y luego, con habilidad,
trata de llevártela a otro sitio de creatividad.
Leporello: Pero, señor...
Don Giovanni:¡Basta de réplicas!

Leporello: Pero, ¿y si me reconoce?,
Don Giovanni: No os reconocerá si tú no quieres.
¡Silencio! ¡Ya abre! ¡Ea, sé prudente y vence!
(se aparta de allí)

Doña Elvira:¡Aquí me tenéis!
Don Giovanni (aparte)
Veamos qué hace,
o quizá le satisface,
y es un logro de clase.
Leporello (aparte)
¡Qué embrollo!,
pasa aquí del todo,
es todo un rollo.
Doña Elvira: ¿Podré creer que mis lágrimas hayan
conquistado este corazón?,
que seáis tú de verdad ya mí amor,
¿Qué arrepentido, mi amado Don Giovanni, a su deber
y a mi amor regresa?,
Leporello (cambiando la voz)
¡Sí querida!,
Doña Elvira: Así sin disturbio será grandeza,
como tocar al reino de Dios de nobleza,
será, espero amor de la fría dolencia.
¡Cruel, si supierais cuántas lágrimas
y cuántos suspiros me habéis costado.
Leporello:¿Yo, vida mía?
Doña Elvira: Vos.
Leporello:¡Pobrecita! ¡Cuánto lo siento!
Doña Elvira: ¿Volveréis a huir de mí?
Leporello: No, cara bonita,
de ti jamás mi alma en mis entrañas tejidas.
Doña Elvira:¿Seréis siempre mío?
Leporello: Siempre, siempre tuyo angelito.
Doña Elvira: Mi bien amado!
Leporello:¡Mi bien amada!
(aparte)
Me gusta esta burla,
ser así en alma de lo vil y oscura.
Doña Elvira:¡Mi tesoro!
Leporello:¡Mi Venus!
Doña Elvira: Por vos soy toda fuego.
que en ti estaré ardiendo,
de noches entre el níveo cielo.
Leporello: Y yo todo ceniza,
sois la que llenará de vida.
Don Giovanni (aparte)
El bribón se está calentando,
y lo hace tan copado
que lo disfruta en lo alto.
Doña Elvira: ¿Y no me engañaréis?
Leporello: No, seguro,
(aparte) Pero todo es bruto y oscuro..
Doña Elvira: Juradlo.
Leporello: Lo juro por esta mano
que beso con ardor y por estos bellos luceros,
que son tan iguales como tus ojos azulejos.
Don Giovanni (fingiendo que está matando a alguien)
Ah! eh! ih! ah! ih! ¡Ah, estás muerto!,
Doña Elvira, Leporello:¡Oh, dioses!
(huyen)
Don Giovanni:¡Ja, ja! Parece que la suerte me acompaña.
Veamos; las ventanas son ésas. Cantemos ahora de magia,
y porque soy la presagia de mí alma,
a pesar de tener un mal que me devora de llamas,
que no diré sino al final de mis letras que claman.

Canzonetta

(canta acompañándose de una mandolina)
Asómate a la ventana, mi tesoro,
ven a consolar mi llanto.
Si te niegas a darme bálsamo,
ante tus ojos quiero morir amando.
Tú, que tienes la boca más dulce que la miel,
tú, que de azúcar tienes lleno el corazón y tu piel.
¡No seáis, bien mío, cruel conmigo:
déjame al menos verte, mi bello amor del delirio!
Don Giovanni: Hay alguien en la ventana: puede que sea ella.
¡Pst! ¡Pst!
Masetto (llega armado de mosquete y pistola, le
acompañan campesinos con fusiles y palos)
No desfallezcamos;
el corazón me dice que le encontraremos,
así busquemos hasta el último pueblo.

Don Giovanni (aparte)
¡Alguien habla!
Masetto(a los campesinos)
¡Quieto! Me parece que hay alguien por ahí.
Don Giovanni (aparte)
Si no me equivoco, es Masetto.
Masetto: ¿Quién va?
(a sus compañeros)
No responde. ¡Venga, preparad las escopetas!
(con voz más alta)
¿Quién va?

Don Giovanni (aparte)
No está solo; iré con cuidado,
Para que no me mire ese desgraciado.
(intenta imitar la voz de Leporello)
Amigos… (aparte)
No quiero que me descubran.
(con voz más alta)
¿Eres tú, Masetto?
Masetto: El mismo. ¿Y tú?
Don Giovanni: ¿No me conoces?
Soy el criado de Don Juan.
Masetto: ¡Leporello! ¡El criado de ese indigno caballero!,
al cual despojaré con lo más fiero, y del poder que tengo.
Don Giovanni: Cierto, de ese bribón,
el que hace mal las cosas de gozo y destrucción.
Masetto: De ese hombre sin honor,
¡Ah! dime, ¿dónde podemos encontrarlo?.
Le estamos buscando para matarlo.
Don Giovanni (aparte)
¡Qué tontería!,
lo que dicen estos de amenaza en lidia,
dan es lástima muchachitas.
(en voz alta)
¡Estupendo, Masetto! Me uno a vosotros
para dar su merecido al bribón de mi amo.
Escuchad ahora cuál es mi plan despiadado.

Aria
(señalando hacia la derecha)
La mitad de vosotros irá por allí,
(señalando hacia la izquierda)
y el resto por allá.
Buscadlo con sigilo,
no debe andar lejos de aquí el indigno.
Si veis un hombre y una muchacha
paseando por la plaza,
si bajo una ventana,
oís hablar de amor,
atacad sin miedo, atacad de furia y rencor,
pues será mi amo,
y de una vez matadlo.
Lleva puesto un sombrero
con blancos penachos,
lo cubre una gran capa
y ciñe espada al flanco.
¡Vamos, marchaos pronto!
(los campesinos se van. A Masetto)
Sólo tú vendrás conmigo.
Nosotros haremos el resto amigo:
ya verás de qué se trata.
(se lleva a Masetto aparte)
Don Giovanni:¡Silencio, déjame oír! ¡Magnífico!

(se cerciora de que los campesinos
se han alejado)
¿Así que debemos matarlo?
Masetto: ¡Por supuesto!
Don Giovanni:¿Y no os bastaría con romperle los huesos,
molerle las espaldas con tus golpes de lo protervo?
Masetto: No, quiero cargármelo y hacerlo cien pedazos,
que sufra y sucumba de llantos, de cabizbajos sus encantos.
Don Giovanni: ¿Tienes buenas armas?
Masetto:¡Faltaría más!.
Tengo este mosquete y además, esta pistola,
así será su muerte en cada segundo hasta que termine las horas.
(da el mosquete y la pistola a Don Giovanni)
Don Giovanni:¿Y qué más?
Masetto: ¿No basta?
Don Giovanni: ¡Claro que basta!. ¡Ahora toma!,
quien es el que estará tirado en el suelo de derrota.
(golpea a Masetto con el lomo de la espada)
¡Esto por la pistola y esto por el mosquete...!,
¡sufre ahora tú por meterte con este jovenete!,
notaros a vos en el suelo es vencerte,
solo siendo lo peor que un vejete,
y ante vuestras imágenes soy vuestro zaguanete,
miraos ahora y siempre,
o que le trove de pavura de lo villancete,
y lo peor sin saberos vos quien soy zoquete
hasta vedme quien soy ni en los cachetes,
los cuales si tocáis serán agrestes,
y de mis bizarrías de socarronería,
hasta de lo que me dicta, soy bellaquería,
soy solo yo quien actúa y camina,
de la viveza vivaz hago lo que sea y gritas,
solo veros de semblante que da morriña
que en silencio de duda eres la sodomía,
y gozo miserable de la vida.

Masetto: ¡Ay, ay! ¡Socorro!,
me tiene lo más espantoso.
Don Giovanni: ¡Calla o te mato! ¡Esto por cargártelo
y esto por querer despedazarme!,
sufre ahora tú lo irrespirable.
¡Villano! ¡Bellaco! ¡Cara de perro!,
os dejo así como si fueseis lo lastimero.
(Masetto cae al suelo, Don Giovanni se va)

Masetto: ¡Ay, mi cabeza! ¡Ay, ay, la espalda y el pecho!,
me duele mucho, ese miserable me ha hecho esto,
Zerlina: Me parece escuchar la voz de Masetto.
Masetto: ¡Oh Dios, Zerlina mía, socorro!,
me ha hecho daño me siento horroroso,
Zerlina: ¿Qué os ha pasado?
Masetto: ¡El inicuo, el ruin me ha roto huesos y nervios!
Zerlina:¡Ay, pobre de mí! ¿Quién?
Masetto: ¡Leporello! O algún diablo que se le parece.
Zerlina: ¡Qué cruel! ¿No os dije que con esos
malditos celos tuyos acabaríais mal mi cielo,
¿Dónde te duele?
Masetto: Aquí
Zerlina: ¿Y dónde más?
Masetto: Aquí y también aquí.
Zerlina: ¿No os duele en ningún otro sitio?
Masetto: Me duele un poco este pie,
este brazo y esta mano.

Zerlina: Vamos, no es gran cosa, si el resto está sano.
Vente conmigo a casa y si me prometéis
ser menos celoso, yo os curaré mí amado,
mi querido esposo, os adoro, mi dulce tesoro.

Aria

Veréis, bonito,
si eres buenecito,
qué buen remedio
os voy a dar.
Es natural,
no sabe mal
y el boticario
no lo sabe preparar.
Es cierto bálsamo
que llevo conmigo,
dártelo puedo,
si lo quieres probar.
¿Quieres saber
dónde lo tengo?
Siéntelo latir,
tócame aquí.
(le acerca la mano al corazón, luego se van)

(Casa de Doña Ana. Un atrio oscuro
con tres puertas)
Leporello (fingiendo la voz de su amo)
Se acerca el resplandor de muchas antorchas;
quedémonos aquí, mi bien, hasta que se alejen
mi bella rosa.
Doña Elvira: Pero, ¿qué temes adorado esposo mío?
Leporello: Nada, nada... Simple precaución,
quiero ver si las luces se han alejado amor.
(aparte)
¡Ah!, ¿cómo podré librarme de ella?,
ahora que me tiene la dulce y endiosada doncella.
(en voz alta)
Quédate ahí, alma mía.
Por favor !sí querida!.
(se aleja)
Doña Elvira: ¡Ah, no me dejéis!,
¡porque vos me pertenecéis!,
no me hagáis esto mi jovenete.

Sexteto
Sola, sola en tan oscuro lugar
mi corazón siento latir,
y me asalta tal temor ya
que me parece morir.
Leporello (avanzando a tientas, para sí)
Por más que busco no encuentro
esa condenada puerta;
donde está que quiero salir.
Poco a poco, ¡la encontré!
es el momento de huir.
(se equivoca de puerta. Entran Doña Ana
y Don Octavio vestidos de luto)
Don Octavio: Enjuga tus lágrimas, vida mía,
y calma tu elegía.
La sombra de tu padre
pena sentirá de tu tormento,
hazle ver mejor tu amor entero.
Doña Ana: Deja al menos a mi pena
este pequeño consuelo;
sólo la muerte, tesoro mío,
puede acabar con mi llanto de este destino,
no lo olvidéis durante las sendas cariño.
Doña Elvira (sin ser vista)
¡Ah! ¿Dónde está mi esposo,
a dónde se fue mi tesoro?.
Leporello (desde la puerta, sin ser visto)
¡Si me encuentran, estoy perdido!,
mejor me esconderé mejor para no ser visto.
Doña Elvira, Leporello:
Allí veo una puerta. A hurtadillas me iré,
voy a ir para ver.
(Leporello, al salir, se encuentra de cara
con Masetto y Zerlina)
Zerlina, Masetto:
¡Detente, bribón! ¿Adónde marcháis?,
os estamos hablando escuchad.
(Leporello se esconde la cara)
Doña Ana, Don Octavio:
¡Aquí está el canalla!,
sabéis que estamos en batalla.
¿Cómo ha llegado aquí?
Doña Ana, Zerlina, Don Octavio, Masetto:
¡Ah, muera el pérfido que me ha traicionado!,
sucumba el felón que ha tergiversado
Doña Elvira: ¡Es mi marido! ¡Piedad!,
¡por favor no le hagáis nada en verdad!,
¡por favor, por favor bondad!
Doña Ana, Zerlina, Don Octavio, Masetto:
¿Es Doña Elvira a quien veo?
¡Apenas puedo creerlo!.
¡No, no, morirá ese vil protervo!
(Cuando Don Octavio se dispone a matarlo,
Leporello se descubre y se pone de rodillas)
Leporello (casi llorando)
Perdón, perdón, señores míos.
No soy quien creéis, ella se equivoca, soy libertino.
¡Dejadme vivir, por caridad se los pido!

Todos (excepto Leporello)
¡Cielos! ¡Leporello! ¿Qué es esta delusoria?
turulato/a estoy... ¿Qué pasará ahora?
Leporello (aparte)
Mil belicosos pensamientos
dan vueltas en mi cabeza;
si me salvo de este tifón
será una grandeza.
Todos (excepto Leporello)
Mil turbulentos pensamientos
dan vueltas en mi cabeza.
¡Qué jornada, cielos, ésta!
¡Qué imprevista novedad , bestia!
(Doña Ana se va)
Zerlina: ¡Entonces fuiste tú quien hace un momento
maltrató cruelmente a mi Masetto!,
fuisteis tú sí o no, dilo necesito saberlo.
Doña Elvira: ¡Entonces tú, malvado, me engañaste
haciéndote pasar por Don Giovanni!
Don Octavio: ¡Entonces has venido así vestido
para cometer alguna fechoría!,
hablad quiero saber tus otras engañifas.
Zerlina: Debo castigarle
para que no olvide este hombre sin clase.
Doña Elvira: No, yo lo haré.
Don Octavio: No, no, seré yo.
Masetto: Vamos a cargárnoslo entre los cuatro,
y veremos qué hacemos con este inadecuado.

Aria
Leporello:¡Ah, piedad, por favor señores míos!
os doy la razón a vos y a ella,
pero el delito no es mío.
Mi amo, con prepotencia,
la inocencia me arrebató de grandeza,
e hice todo esto de zopenca manera.
(a Doña Elvira)
¡Doña Elvira, compadeceos!
Ya os imagináis lo que sucedió mi cielo.
(a Zerlina)
De Masetto no sé nada enserio,
(señalando a Doña Elvira)
os lo dirá esta joven ahora;
hace más o menos de una hora,
que con ella me paseo de gran aroma.
(a Don Octavio, confundido)
A vos, señor, no os digo nada:
cierto temor, cierto incidente,
por fuera claro, por dentro oscuro,
no hay escondite, la puerta, el muro.
(señala la puerta donde se había
escondido por error)
Lo... el... la..., salgo por ese lado,
luego, oculto aquí, se descubrió la cosa...
¡Pero si llego a saberlo, me escapo por aquí!,
(huye precipitadamente por ahí)
Doña Elvira: ¡Detente, pérfido, detente!,
¡No os vayáis delincuente!.
Volved no seas miserable estúpido jovenete.
Masetto: ¡El granuja tiene alas en los pies!,
ya no se le ve.
.Zerlina: Con qué astucia se ha escapado el truhán,
como si fuese un leviatán,
ha desaparecido al fondo del más allá.
Don Octavio: Amigos míos, después de hechos tan graves,
no podemos dudar que Don Giovanni no sea el malhechor miserable,
el impío asesino del padre de Doña Ana es imperdonable;
quedaos unas horas en esta casa,
voy a presentar denuncia a quien corresponde en alma,
y en breve prometo vengaros,
para que acuerde que con nosotros nadie se mete de lo bellaco.
Así lo exigen el deber, la piedad y el afecto,
que el que se pase reciba su espada en silencio.

Masetto: ya no aguanto esto me iré,
y así me quedaré,
me considero que soy un cobarde,
pero ya me largaré.
Y con mi amada Zerlina por siempre me quedaré,
y la amaré.
(No sale más Masetto se va con su gran amor).
Zerlina: Pero no me agrada ya ese hombre,
quiero vivir en paz,
y ese será mi hombre que amo de ardores,
Masetto por siempre mi divino hombre.
(Zerlina al pasar tanto, decidió igual irse con su amor)

Aria
A mi tesoro, entre tanto,
id a vivificar
y de sus bellos ojos el llanto,
tratad de enjugar.
Decidle que sus agravios
voy a vengar;
y que sólo he de regresar
anunciando la muerte del impío infernal.
(se va Don Octavio excepto Doña Elvira)

Recitativo acompañado y aria
Doña Elvira: ¡En qué plétoras, oh dioses, en que fechorías
montaraces y tremendas está envuelto el malvado de cuchillas!,
porque me siento con tanta ira,
no quería esto en mis minutos de tétricos días.
¡Ah!, no puede ya tardar la ira del cielo, ni la justicia.
¡Ya me parece oír la saeta fatal de esa vira,
precipitándose sobre su cabeza que ella desfila!.
¡Abierto veo el abismo mortal de mi vida!.
¡Pobre Elvira! ¡Qué sentimientos contradictorios surgen en tu corazón de elegía!
¿Por qué estos suspiros y esta desazón?,
se pasa en cada ira de ese malhechor.
Me traicionó su alma ingrata,
infeliz, ¡oh Dios!, me hace, estoy esclavizada y matada.
Pero traicionada y abandonada,
aún experimento piedad por él porque mi alma lo idolatra.
Cuando siento mi tormento de venganza
el corazón me habla,
más si pienso en el peligro que corre de terror,
se aceleran los latidos de mi corazón,
soy solo una tonta que se enamoró
de ese hombre tirano del triste amor.
(se va)


(Un cementerio rodeado por una tapia, con
diversas estatuas ecuestres, entre ellas la del
Comendador)

Don Giovanni (riendo, entra saltando la tapia)
Ja, ja, ja. Ésta sí que es buena,
déjala que me busque ahora.
¡Qué hermosa noche de dulce aroma!
Es más clara que el día de sus rosas.
Sosiego para deambular a la caza de muchachas,
y llevarme a unas cuantas.
¿Es tarde? ¡Oh!, aún no son las dos de la madrugada;
me gustaría saber cómo ha terminado
el asunto entre Leporello y Doña Elvira.
Si él ha sido sensato con esa divina angelita,
o lo han descubierto y matado,
ja, ja, ja que habrá pasado.
Leporello (se asoma por encima de la tapia)
Al final conseguirá mi perdición,
ese hombre que es tan malhechor.
Don Giovanni (aparte)
¡Es él!, le hablaré de una vez.
(en voz alta)
¡Eh, Leporello!,
eres tú verdad criado de mis aposentos.
Leporello (desde la tapia)
¿Quién me llama
de esa manera tan sabia?,
Don Giovanni: ¿No conocéis a vuestro amo?,
al que os ha dado todo lo bueno y no lo malvado.
Leporello: ¡Ojalá no le conociera!,
para ser mejor mi vida que ha tenido saetas.
Don Giovanni: ¿Cómo? ¡Bribón!,
¡cómo me has llamado con ese valor!.
Leporello: ¡Ah!, ¿sois vos? Disculpadme,
no sabía amo de mi crianza sin males.
Don Giovanni: ¿Qué ha sucedido desde que os fuiste contadme?.
Leporello: Por vuestra culpa casi me liquidan en lo despreciable.
Don Giovanni: Y bien, ¿no hubiera sido esto un honor para ti?,
Leporello: Señor, os lo regalo,
no me importa eso ya amo.
Don Giovanni: Ven, acércate, tengo buenas cosas que contarte,
algo que me ha pasado interesante,
y que seguro os gustará al escucharme.
Leporello: Pero, ¿qué hacéis aquí?,
porque dime amo de mí.
Don Giovanni: Entra y lo sabrás.
La mayoría de las aventuras
que he tenido desde que os fuiste te las narraré
en otra ocasión;
ahora sólo os contaré la mejor,
la que me pasó de lo gallardo y de lo primor.
Leporello: Mujeril, claro está.
Don Giovanni: ¿Lo dudáis?. Con una bella muchacha,
joven, galante, por la vía me encontré; me acerco
a ella de una vez, la tomo de la mano, intenta huir a otro lado,
le digo unas palabras y ¿sabes por quién me toma en su pensamiento errado?
Leporello: No lo sé.
Don Giovanni: Por Leporello,
¡tú mismo hombre!. ¿Podéis creerlo?,
que haya sido así de esa manera de lo zopenco.
Leporello:¿Por mí?
Don Giovanni: Por ti.
Leporello: Qué bien.
Don Giovanni: De la mano entonces ella me toma,
y yo sintiéndola como otra más de mis glorias.
Leporello: Mejor aún.
Don Giovanni: Me acaricia, me abraza: «¡Mi querido Leporello!
¡Leporello mío querido de mi cielo etéreo!»
Entonces comprendí
que era alguna de tus beldades,
¡oh sí y que belleza fue ese ángel!.
Leporello (aparte)
¡Ah, maldito!
Don Giovanni: Me aprovecho del engaño,
pero ¡no sé cómo me reconoce de inmediato!,
grita, oigo gente en la lejanía,
salgo corriendo y a toda prisa,
salto esa tapia y aquí me encuentro con vida.
Leporello: ¿Y me lo contáis con tanta desfachatez?,
no os da ni sentimiento contarme eso de esa manera cruel,
no sientes nada así haya sido mía alguna vez.
O que haya hecho con ella siendo mí ser.
O estaros aún de esa dama ilusionado,
¡no os duele ni un poco amo!,
a pesar de ser vuestro criado.
¿Por qué no sois vos mismo villano?.
¡Me quitáis hasta lo más lejano!,
a pesar de no verle ni en sus ojos claros.
Don Giovanni: ¿Por qué no puedo actuar como vos criado?.
Quizá gane algo, no seáis así Leporello,
sea fuerte, no débil zopenco.
Leporello: Pero, ¿y si ella hubiese sido de verdad mi mujer?.
Si hubiese sido el amor que llorara aún de mi oler.
Don Giovanni (riendo a carcajadas,
por la obra que hace este de adolorada).
¡Mejor aún!.
Estatua del Comendador: ¡Dejaréis de reír antes del alba!,
porque veréis que pasará hijo de mis llamas.
Don Giovanni: ¿Quién ha hablado,
con esa voz como del diablo?.
Leporello (muy asustado)
¡Ah!. Será algún alma del otro mundo
que os conoce a fondo,
y por eso habló de lo pavoroso.
Don Giovanni (empuña su espada)
¡Callad, majadero!. ¿Quién va?. ¿Quién va?,
¿Quién sois?. Alzadme al cielo,
o no os atrevéis hombre de miedo.
Estatua del Comendador: ¡Sinvergüenza, insolente!
dejad en paz a los muertos,
porque pronto bajaréis en ese averno.
Leporello (temblando).
¡Os lo dije!,
¿quién será ese vil temible?.
Don Giovanni: Será alguien que desde
fuera se burla de nosotros,
y quiere asustar de esa vil de lo molestoso.
(con indiferencia y desprecio).
¡Eh! ¿No es ésta la estatua del Comendador?.
Lee lo que pone en la lápida por favor.
(y por miedo no quiere leer e inventa algo, por temblor)
Leporello: Disculpadme... no he aprendido a leer
a la luz de la luna,
hazlo vos lee que dice ahí en esa letras oscuras.
Don Giovanni: ¡Os digo que leas!,
¡no me hagáis enojar Leporella!.
Leporello (leyendo)
“Del impío que me llevó al trance final aquí
aguardo la venganza”,
¿Habéis oído? ¡Tiemblo y me recuerda la remembranza!
Don Giovanni: ¡Ah, viejo grotesco!,
tú has sido que ni temor dais viejo feo.
Dile que esta noche le espero a cenar conmigo,
y así le ordeno y decidlo.
Leporello: ¡Qué locura!. Me parece... ¡Oh Dioses fijaos!,
y de lo que mi vista ha solo miraos,
algo que no va agradar por lo malvado,
¡qué miradas tan terribles nos lanza!...
parece vivo... parece que oye esa alma...
y que quiere hablar esa espantosa estatua.
Don Giovanni: ¡Venga, ve para allá!.
¡O te mato aquí mismo ya, y os entierro después ja,ja,jaaa!
Leporello: Calma, calma, señor, ahora obedezco,
haré lo que vos decís sin juego y sin miedo.
Duetto
¡Oh!, estatua gentilísima
del gran Comendador...
(a Don Juan)
¡Amo, me tiembla el corazón,
no puedo, no puedo terminar con la locución!
Don Giovanni: ¡Acaba, o en el pecho
os clavo este acero!,
y sangraréis por teneros a él tanto pavor y miedo.
Leporello (aparte)
¡Qué aprieto, qué capricho!.
¡Se me hiela la sangre, oh Dios mío!
Don Giovanni (aparte)
¡Qué gusto, qué diversión!
¡Quiero hacerle temblar de terror!
Leporello: ¡Oh, estatua gentilísima!,
aunque de mármol seáis...
(a Don Juan)
¡Oh!. Mi amo, fijaos
¡cómo nos sigue mirando!,
sin detener su vista a nuestro sitio congelado.
Don Giovanni: ¡Muere!
Leporello: No, no... ¡Esperad!
(a la estatua)
Señor, por favor mi señor...
entendedlo bien… no yo…
desearía cenar con vos.
¡Ah, qué escena ésta!
(la estatua asiente con la cabeza)
¡Cielos! ¡Inclinó la cabeza!.
Ved nada más como hace él alteza.
Don Giovanni: ¡Anda vete que eres un bufón!,
para todo lloráis como niña de temblor,
y hasta se nota en tu corazón.
Leporello: ¡Mirad otra vez, amo!
Don Giovanni: ¿Y qué debo mirar?,
Leporello, Don Giovanni:
Con la marmórea testa hace así, así.
(Leporello imita el gesto de la estatua)
Don Giovanni (a la estatua)
Hablad, si podéis. ¿Vendréis a cenar?
Estatua del Comendador: ¡Sí!
Leporello: Apenas si puedo moverme…
¡Oh Dios!, las fuerzas me ceden.
¡Por caridad… marchémonos,
vayámonos ya de aquí!
Don Giovanni: Extraña es en verdad la escena,
el buen viejo vendrá a la cena.
¡Vayamos a prepararla,
marchémonos ya de aquí para la cena!
(se van)

(Sala sombría en casa de Doña Ana)

Don Octavio: Calmaos, ídolo mío, pronto serán castigadas las
graves fechorías del infame; seremos vengados pase lo que pase.
Doña Ana: Pero, mi padre, ¡oh Dios!,
que él ha sido todo por qué aún no venís mí cuidador,
os necesito y no puedo olvidarte mi protector.
Don Octavio: Debemos acatar los designios del cielo.
¡Ánimo, oh querida de mi momento!.
De tu amarga pérdida sea mañana o no,
si lo deseas, dulce compensación de este corazón,
ésta mano, que mi tierno amor,
y olvida ya a ese padre vuestro que os hace llorar,
y venid conmigo y vive de mis sentidos sin penar.
Doña Ana: ¡Oh, dioses!. ¿Qué decís?. En tan tristes momentos,
dame el amor que de verdad quiero,
¡no! el que con solo olvidaros con sus palabras que me hace ver un infierno,
dadme ese amor eterno,
cómo el de ese hombre que entró de sentimiento,
hace mucho y me hizo solo ver lo dulce y tierno,
así haya entrado y hecho
la lujuria de ese momento,
pero esa vez la pasé tan bien de lo bueno,
me dejé por él y de su jugoso cuerpo,
me enamoré de él y de su aliento,
pero jamás dije nada mi cielo
de Don Octavio en ese momento,
porque no quería lastimarlo,
así haya sido un audaz ese hombre, sentí eso,
y al pasar tanto tiempo
es el pérfido a pesar de todo de ser mujeriego.
Ese se ha ganado no sé de qué manera mi sentimiento,
y es él con quien quiero vivir mi mundo pequeño,
ante sus alientos, arrumacos y dulces palabras de coqueto.
Entendéis Don Octavio así que marchaos de mí ya cielo.
No eres ese mago de hacer cambiar mi alma a lo bueno,
retírate de mi vida y de mí ya por favor,
y lo siento, lo siento, ¡vete de mi ya!
Don Octavio: ¿Y qué? ¿Acaso quieres con nuevas esperas
acrecentar tus penas?; ¡Cruel!,
me siento mal en el ser.
Recitativo acompañado y Aria
Doña Ana: ¿Cruel?. ¡Oh, no, mi bien!. Lamento demasiado
posponer un bien que largamente anhela mí alma
... Pero el mundo, ¡oh Dios que pasa!...
no tientes la constancia de mi corazón sensible
que repleto está de amor por ese ser que existe,
No me digáis, que eres mi ídolo,
que soy cruel contigo:
bien sabéis cuánto os amaba
y conocéis mi fidelidad que os daba,
pero ya acabó el silencio y es esperada
para otro que esperaré en el alma,
y en el camino lleno de esperanza,
a pesar de ser el vil es toda mi calma.
Así sufra por mi padre pronto habrá una alabanza,
y que cambiará mi vida con su alma,
lo siento y parece ser una presagia,
así como todas mis palabras,
lo siento sí él es mi vida y refugio que me abraza,
mucho luego y os digo que te vayas,
¡pero ya!. No me hagáis enojar,
adiós Octavio de esta vida larga.
Tal vez un día el cielo os de un nuevo amor,
y no tengáis ese frío dolor.
(se va)
Don Octavio: ¡Ah!, seguiré sus pasos;
qué más puedo hacer que tener las penas.
Será mejor seguir mi camino,
y teniendo estos dolientes espinos,
que clavan ante mis tristes suspiros,
y esperar a ese amor correcto y bendito,
(se va y no vuelve nunca más)


(Una sala en casa de Don Juan. La mesa está
dispuesta para la cena. Los músicos esperan
la orden para empezar a tocar)

Final

Don Giovanni : La mesa ya está preparada:
Tocad, queridos amigos de calma:
ya que gasto mi dinero,
me quiero divertir por ser fiero,
¡eh broma toquen de lo bueno!.
(se sienta a la mesa)
¡Leporello, rápido a la mesa!
Leporello: Estoy listo para servirla,
y ante los músicos su música oírla.
(los músicos comienzan a tocar)
¡Bravo! ¡”Cosa rara”!
(Aludiendo a un fragmento de la ópera
“Una cosa rara” de Vicente Martín y Soler)
Don Giovanni: ¿Qué os parece esta hermosa música?
Leporello: Está a la altura de vuestro buen gusto de injuria,
mentira solo es broma amo..
Don Giovanni: ¡Ah, está bien!. ¡Ah qué plato tan sabroso!
Leporello (aparte)
¡Ah, qué bárbaro apetito apreciable!
¡Qué bocados de gigante!.
Es como para desmayarse.
Don Giovanni (aparte)
Parece como si se fuera a desmayar
viendo mis bocados,
me hace reír en verdad
solo al ver a mí criado.
(en voz alta)
¡Otro plato!
Leporello: Sirvo.
(empieza a sonar un fragmento de la ópera “Fra
i due litiganti il terzo gode” de Giuseppe Sarti)
¡Qué vivan los “Litigantes”!,
¡oh sí vosotros demandantes!.
Don Giovanni: Escancia el vino. ¡Excelente marzimino!
Leporello (aparte)
Este trozo de faisán
poco a poco me lo voy a zampar.
Don Giovanni (aparte)
Está comiendo el muy marrano;
fingiré no darme cuenta ante el criado.
(Los músicos empieza a tocar un fragmento de
“Le nozze di Figaro” de Mozart)
Leporello: Ésta la conozco demasiado,
es algo grande y que da pasmo,
por sus palabras que transmiten en el sonido acariciado,
es maravillosa esta ante el acto.
Don Giovanni (sin mirarlo)
¡Leporello! (con la boca llena)
Leporello: ¡Mi amo!
Don Giovanni: ¡Habla claro, granuja!.
¡No os entiendo cara de bruja!
Leporello: No me deja un catarro las palabras pronunciar.
Don Giovanni: Silba un poco mientras como.
Leporello: No sé hacerlo.
Don Giovanni (finge darse cuenta que está comiendo)
¿Qué hacéis?
Leporello: Perdonad: tan excelente es vuestro cocinero,
que también yo quise probar de eso.
Don Giovanni (aparte)
Tan excelente es mi cocinero,
que también él quiso probar.

Doña Elvira (entra desesperada)
La última prueba de mi amor
aún quiero ofrecerte sin error.
Ya he olvidado
tus engaños, piedad siento mi cándido ruiseñor.
Don Giovanni, Leporello
¿Qué ocurre?
Doña Elvira (se pone de rodillas)
No quiero esta alma abatida,
quiero vivir sola mejor en la vida,
Don Giovanni: ¡Me maravilla! ¿Qué queréis sois loca?.
Si no os levantáis no sigo de pie tonta.
(se arrodilla también)
Doña Elvira: ¡Ah, no te burléis de mi amargura!.
Pensé que viniendo vos me iba a dar ternura,
Leporello (aparte)
Ella casi me hace llorar.
Don Giovanni (se pone de pie y levanta a Doña Elvira)
¿Burlarme yo de ti? ¡Cielos! ¿Por qué?
(con afectada ternura)
¿Qué quieres, mi bien?
Doña Elvira: Que cambiéis de vida.
Don Giovanni: ¡Estupendo!
Don Elvira: ¡Pérfido corazón!
Don Giovanni: Déjame comer
y si os place come conmigo.
Doña Elvira: ¡Quédate, bárbaro, en el hedor inmundo,
horrible ejemplo de iniquidad del mundo!,
me marcho por siempre hombre oscuro,
malhechor de todo y de mi infortunio,
que has dado siempre sucio.
(se va)
Leporello (aparte)
Si no se conmueve por su dolor,
el corazón tiene de piedra, o no tiene corazón.
Don Giovanni: ¡Vivan las mujeres, viva el buen vino!
¡Sostén y gloria de la humanidad de mi destino!.
Te vais y prefiero vivir que con una loca,
porque ya tengo una excelente mujer en mi historia.
La indicada de poseer este corazón que ha ablandado de gloria,
a pesar de pocos momentos pero ella es la de mi romanza,
ella es solo ella de mi eterna alma,
por ser su Lorenzo Don Giovanni que le ama.
Doña Elvira (sale)
¡Ah!
(entra de nuevo y huye por la parte opuesta, y no aparece más)
Don Giovanni, Leporello:
¿Qué ha sido ese grito?
Don Giovanni: Ve a ver qué pasa.
Leporello (sale)
¡Ah!
Don Giovanni: ¡Qué endiablado grito! Leporello, ¿qué ocurre?
Leporello (entra aterrorizado y cierra la puerta)
Leporello: ¡Ah señor por caridad!,
no salgáis de aquí porque lo vais a lamentar.
El hombre de piedra, el hombre blanco,
está a fuera, y solo me imagino que da espanto.
¡Oh, amo, estoy helado, me tambaleo!.
Si vieseis que figura, y que da miedo.
si oyeras como anda, solo él en el centro de las llamas,
y como de terror al terreno desgarra.
¡ta, ta, ta, ta!.
Don Giovanni: no entiendo absolutamente nada.
Leporello: ¡ta, ta, ta, ta!.
Don Giovanni: estáis loco de verdad,
estáis loco de verdad.
(se oye llamar a la puerta)
Leporello: ¡Ah escuchad!
Giovanni: alguien llama,
abre.
Leporello: estoy temblando.
Giovanni: ¡Que abras te digo!,
no tengáis temor amigo.
Leporello: ¡ah!.
Giovanni: loco.
Leporello: ah!
Giovanni: ¡si sois entre el fóculo loco!.
Y avanzáis así de lo tonto.
Para solucionar ésta intriga yo mismo iré a abrir.
(coge una luz, desenvaina su espada y va a abrir)
(aparte) Leporello: No quiero ver otra vez al amigo,
otra vez me esconderé, porque él da escalofrío,
como cuando lo vi en ese bosque de oscurecer
sucumbiendo de martirio
en aquel suelo de fallecer,
por esa lucha que hubo entre Lorenzo,
entre iras del padre de Ana de atrenzo,
porque ella era su más cúspide ser bellido,
por lo que este Don Giovanni entró en su mansión de atrevido,
y no sé si vos recibiréis al final algo,
o yo por ese acto de aquel suplicio,
al igual que yo por haber ahí estado
tan solo que ahí del palacio escondido,
y porque él me vio en lo lejano
y porque soy igual de libertino,
y me arrodillo entre el espanto
a las palabras que digo,
porque sé que luego esto será un infierno
que suframos quizás de castigo,
así pienso y Don Giovanni seguro ganase
entre lo honroso si es en lo benigno,
para ser beatitud de lo más grande
él en su ser digno,
por aquello que es beato
en olor del paraíso,
Doña Annetta de su santuario
que viese en belleza de berilos,
y no sé si queráis vos arrepentirte
solo por quitarte del infierno eso dolido,
de los engaños en mujeres tristes
que vos habíais solo tenido,
de lo que en el bosque hiciste
tan solo vos corriéndoos de lo cuito.
El pecador hacia su amada Ana o Annetta:
"Liberaos zozobras que matáis en silencio de mi ser aturdido,
al ser así esa parte de mi vida,
solo desaparecerá por fin así haya el fuego mezquino,
la otra parte será por fin el paraíso de alegría,
y mi vida será, ya sabéis aquellos labios divinos,
con ella viviéndoos mis alientos de acaricia
entre la dulce calma y el amorío".

¡Voz afanosísima en el entorno!,
os dará de lo explosivo el demonio,
espacio de lo no défel del matrimonio,
y caeréis vosotros al suplicio del cabizbajo.
porque entre todo ese vestigio,
tan solo estuvo entre vuestras manos,
le cayó entre su alma una espada de la lidia.
Sucumbió y os fuisteis entre la morriña,
porque al irte no supisteis que iba de ser de esa Annetta,
corriéndoos vuestras preguntas, cubiertas entre una capa de vuestra silueta;
sintiéndoos condenas que derrumaban,
por si la volveríais a ver a vuestra cándida bella,
y por eso es que él aparecía en venganza ruda
tan solo para vuestra condena,
vos junto a Leporello que estuvo escondido bajo la luna,
tan solo que en esa misma celda,
y que vendrá el Comendador a la poca dulzura
para solo dar miedo en aquella cena,
pero en un tono de voz de locura
que alzará a vuestra piel de tinieblas,
y seréis a él muy férreo de lucha,
y ni le haréis caso en el perdón de su horripilante cadencia;
que transmitirá en su espacio de fría musa
ante vos y Leporello entre ese averno de tormenta,
la cual cantará entre su voz a vosotros de nobleza,
y al no quereros condenados seréis de congoja,
que entre su lugar os llenaréis de diantres,
que en locura de espantos os mojan,
y os ronda entre torbellinos de fuego de volcanes
ante su miedo que viviréis de mazmorra,
hasta quereros salir él por su ángel,
y sale tan solo hacia esa sacra dulce paradisiaca hermosa
por su arrepentimiento a los leviatanes
que despertó ante ese gran amor de honra,
y porque ella le aceptará en el romance
y viviréis de esa hermosa gloria.

El Comendador: “Les perdono y no sabéis teneros,
y véanse en él muy derrotados
y entre mi voz les mataré de duelo,
vosotros miraréis pronto lo tornado del bajo
de mis alientos fornidos a vuestro sendero,
y que a vuestra cena me invitaron,
y porque no me pasáis la cena que estoy hambriento,
y porqué estáis y andáis tan callados,
será por el asombro de verme en sus óculos ciegos
que aquí mi siluetra solo es de espanto,
o les digo mejor de aquí marchaos a lo lejos,
pero quedaseis en la tierra diantre de lo energúmeno y contristado”.

Y he aquí veáis a él de fuerza en su voz de no soprano;
invocándose el tumulto del más allá ante su espacio embrujado,
en figura de un demonio de color blanco,
pero que le cubre esa capa la silueta
mientras canta ante ellos en voz de un tenor de espanto,
y así la magia de este hombre escalofría los ojos de Don Giovanni y Leporello,
entre su hoyo del miedo turulato,
a lo que pasó del duelo,
que hubo entre Don Giovanni de malvado,
de enfrentamiento al cual huyó de miedo
por ese acto de lo villano.

Grita el Comendador su nombre en el averno invocado,
estará a la vida en tumulto,
y que el Comendador daréis la luz fusca de lo malo,
y vosotros no sentiréis ante su ser lo pulcro,
solo lo férreo de su escudo llorado,
observaréis la fisonomía del infortunio
que se viene la venganza en almas,
para que vosotros bajéis de arias del mundo
en el instrumento de frías lágrimas,
veniros a ofrecer cena y no dais,
¡vosotros qué esperaréis!,
que les trate él bien en su canto,
y es lo que vosotros escucharéis
y que dejará aturdidos en su espacio.

(Coro nuevamente para teneros en énfasis la historia final que incia)

Doña Elvira (sale)
¡Ah!
(entra de nuevo y huye por la parte opuesta, y no aparece más)
Don Giovanni, Leporello:
¿Qué ha sido ese grito?
Don Giovanni: Ve a ver qué pasa.
Leporello (sale)
¡Ah!
Don Giovanni: ¡Qué endiablado grito! Leporello, ¿qué ocurre?
Leporello (entra aterrorizado y cierra la puerta)
Leporello: ¡Ah señor por caridad!,
no salgáis de aquí,
porque tan solo lo vais a lamentar.
El hombre de piedra, el hombre blanco,
está afuera, solo me imagino que da espanto.
¡Oh, amo, estoy helado, me tambaleo!.
Si vieseis qué figura, y que da miedo.
si oyeras como anda, solo él en el centro de las llamas,
y como de terror da que al terreno desgarra.
¡ta, ta, ta, ta!.
Don giovanni: no entiendo absolutamente nada.
Leporello: ¡ta, ta, ta, ta!.
Don Giovanni: estáis loco de verdad,
estáis loco de verdad.
(se oye llamar a la puerta)
Leporello: ¡Ah escuchad!
Don Giovanni: alguien llama,
abre.
Leporello: estoy temblando.
Giovanni: ¡Que abras os digo!,
no tengáis temor amigo.
Leporello: ¡ah!.
Giovanni: loco.
Leporello: ah!
Giovanni: ¡si sois entre el fóculo loco!,
avanzáis así de lo tonto.
Para solucionar esta intriga yo mismo iré a abrir.
(coge una luz, desenvaina su espada y va a abrir)
Leporello (aparte): No quiero ver otra vez al amigo,
otra vez me esconderé, porque él da escalofrío.
(se esconde debajo de la mesa)

La voz dice así del Dios de su entorno,
¡decidlo ahora en voz muy fuerte de demonio!,
y aparece este entre Don Giovanni al abrir lo espantoso.
La Estatua del Comendador:
“¡Don Giovanni!”. ( En voz fuerte)
¡Don Giovanni a cenar contigo!, (baja la voz) ¡Don Giovanni a cenar teco!
me invitaste, y he venido, m’invitasti e son venuto!.
junto a vosotros de un suplicio,
vieron que morí por el amor de mi hija,
estaréis del infortunio malditos,
soy la voz que le usurpará de martirio en su vida.
Don Giovanni: Jamás lo hubiera creído, Non l’avrei giammai creduto;
pero haré lo que pueda, ma faró quel che potró,
¡Leporello, que sirváis Lerporello, un altra cena
enseguida la otra cena!, fa che subito si porti!
no veis que ya yace aquí el alteza,
como se podría decir de las tinieblas,
Leporello: (asomándose por debajo de la mesa)
¡ah señor, ah señor!. Ah padron! Siam tutti morti.
¡Ah señor somos todos muertos!.
Don Giovanni: ¡Que vayas, te digo, y no tengáis miedo! Vanne dico!
La Estatua del Comendador:
¡Detente!, Ferma un po’!
¡no se nutre de alimento mortal!, Non si pasce di cibo mortale
¡no se nutre de alimento celestial!, chi si pasce si cibo celeste;
otros asuntos más graves que éstos, altra cure piú gravi di queste,
que entre cadavéricos posarais de lo mesto, altra brama quaggiú mi guidó!
otros anhelos me han guiado hasta aquí,
y si no hacéis caso veniros a sucumbir.
Giovanni: ¡hablad, pues!, Parla dunque!
¿qué pedís! qué quieres? Che chiedi! che vuoi?
Leporello (aparte):
La fiebre terciana creo tener, ¡La terzana d’avere mi sembra
y todos los miembros me tiemblan en el ser, e le membra fermar piú non so.
Don Giovanni : ¿Qué buscáis?, ¿qué quieres?, Che chiedi! Che vuoi?
La Estatua del Comendador:
Voy a hablar, escucha: no tengo mucho tiempo, Parlo; ascolta!. Piú tempo non ho!
solo mi llegada ha sido por un momento,
Giovanni: Habla, habla, te escucho, Parla, parla, ascoltandoti sto.
o a cualquier cosa que digáis no tengo escudo.


La Estatua del Comendador:
Voy hablar, escucha: no tengo mucho tiempo Parlo; escolta!, Piu tempo non ho!
Giovanni: Habla, habla, te escucho. Parla, parla ascoltandoti sto.
Comendador: ¡Tú me invitaste a cenar! Tú m’invitasti a cena,
ya conocéis vuestra obligación. il tuo dover or sai.
¡Respóndeme, respóndeme!, rispondimi:
vendrás tú a cenar conmigo ahora ya?. Verrai tu a cenar meco?
Leporello: (desde lejos, temblando)
¡Oh, oh!. No tiene tiempo, Oibó; tempo non ha,
¡disculpadle!. scusate.
Giovanni: ¡De cobardía jamás seré tachado! A torto di viltate
y pisaré vuestra tierra sin salir de tu ser leviatán, Tacciato mai saró.
así sea lo que haga en tu tártaro embrujado
que iré ahí y vos me verá,
Padre de Doña Ana: ¡Decídete! Risolvi!
Giovanni: Ya lo he decidido. Ho giá risolto!
Comendador: ¿vendrás? Verrai?
Leporello (a Don Giovanni):
¡Decid que no, decid que no! Dite di no!
Giovanni: El corazón está firme en mi pecho, Ho fermo il cuore in petto:
no tengo miedo, iré con todo derecho. Non ho timor: verró!
La Estatua del Comendador:
¡Dame la mano en prenda!, Dammi la mano in pegno!
Don Giovanni (le tiende la mano):
Hela aquí, y que ella no se ofenda. Encola! Ohimé!
¡Ay de mí, qué hielo terrible!,
solo, siento en tus manos un río temible.
La Estatua del Comendador: ¿qué te ocurre? Cos’ hai?
Giovanni: ¿Qué gelidez es ésta? Che gelo é questo mai?
La Estatua del Comendador:
arrepiéntete, cambia de vida, Pentiti, cangia vita,
es el último momento, é l’ultimo momento!
Don Giovanni (trata en vano de soltarse)
¡No, no, no me arrepiento, No, no, ch’io non mi pento,
aléjate de mí y de mi acento! Vanne montan da me!
La Estatua del Comendador:
Arrepiéntete, desalmado, Pentiti, scellerato!
-No, viejo fatuo de túnica de espanto. No, vecchio infatuato!
-¡Arrepiéntete! (voz muy fuerte) Pentiti!
-¡No! No!
-¡Arrepiéntete! Pentiti!
-¡No! No!
-¡Sí! Sí!
-¡No! No!
-¡Sí! Sí!
-¡No! No!
-¡Sí! Sí
- ¡No, Nooooooo!. No, noooooooo!
La Estatua del Comendador:
!Ah ya no queda más tiempo!,(voz lenta y fuerte) Ah! Tempo piú non v’é!
le dije y no quisieron mis absoluciones,
moríos ahora de lamento,
se creyeron perfectos hombres ,
pero desde las cenizas renací para daros lo mesto,
y vuestros ojos ante la miseria habrá dolores,
y tan solo estaréis pidiendo:
perdón ante los ojos de los demontres,
ahora viváis su mundo en que se tornó de lo plañidero,
y porque cuando estuvieron vivo ni siquiera dieron
arrepentimiento a mi ser que vos ¡mismo mataste Lorenzo!,
por una lucha de espadas por una hija que quiero,
por haber acudido a ella de atrevimiento,
como a su mansión en que yacía de descanso y sueños.
Entrasteis sin permiso como enamorado de su cuerpo.
Vos os fuisteis de mí y desaparecisteis a lo lejos
de ese bosque donde era niebla y lamento.
Don Giovanni: no entendéis, ella es como un sueño,
la musa Beatriz que veo,
la cual dormía en ese dormitorio la joven Annetta,
de piel tan blanca y ojos azules arrullados de este poeta,
castaño su melena que rodeaba su cuello de belleza,
y solo el tumulto, silueta mía apareció ante su mansión completa,
esa noche era de niebla, la luz de la luna era azul como sus ojos de grandeza;
boca de rosas, sus ojos no veían los míos esa diosa,
estaba tapado solo de una capa, la amé y me amó en esos instantes de gloria,
era acariciar su piel como besar y oler a una flora sacra,
su perfume elevaba mi alma esa noche maravillosa,
sintiéndoos mis versos en su perfume de victoria.
La estatua del Comendador: Así fue que pasó todo eso de aroma,
¿estabais bien enamorado de mi hija, en verdad pérfido del mentiroso idioma?
Don Giovanni: la dama que vi de joven, era como ella de hermosa,
“la Beatriz musa de la enamorada de Dante”,
como entre las historias de un libro de romance.
La estatua del Comendador: Sí la conozco y es muy memorable,
pero diferente a vos hombre despreciable.
Don Giovanni: os contaré mi vida pasada,
en mi vida moza, a ese entonces me dio el libro un beato Padre,
y al cual a través de la historia he soñado hasta hoy de conseguir ése ángel,
solo su belleza en una imagen vi y quedé de esa Beatriz enamorado,
y es tan igual a vuestra hija que estoy que muero por ella en el pecado.
Quedó mi ser en aquella noche por sus ojos brillantes;
enamorado vivía, por eso que soy poeta y su Don Giovanni de arte.
La estatua del Comendador: os entiendo pero no me convencéis,
sois tan libertino que no os creo ni una palabra cobarde,
Don Giovanni: no digáis eso entendedme vos a mí miserable,
os conté esa historia que viví de joven,
para que veáis cómo me siento ahora sin avance,
soñando hasta que se me cumple y veo a lo más noble
para solo llegar aquí por vos solamente en lo despreciable,
El Comendador: ¡no me digáis así!, ¡os merecéis eso y más!,
por haberme matado vos a mí.
Don Giovanni: Tuve la suerte antes de componer con Mozart a lo grande,
El Comendador: no me importa quien sea él solo sois un felón,
y no me habléis de eso que me dais ganas de matarte,
pero aún no lo haré por no verte sufrir todavía de resquemor.
(ignora lo que dice) Don Giovanni: no solo soy lo que soy, sino también músico de amor,
componer no es trabajo sino una historia en que estoy de lo apasionante,
a la que amo y consumo en besos suculentos y suaves,
a la que le respiro de todo corpúsculo de su carne,
pongo yo mis letras y esas veces Mozart ponía su armonía,
era y es loada por mis tenues versos al compositor apreciable,
Mozart conoceros en las virtudes fue de mí amor innegable de mi vida,
y recuerdo que me dijo en ese entonces estas palabras amigables.
El comendador: no juguéis conmigo estáis haciéndome enojar,
no estoy para músicas con vuestros ludibrios, os voy a matar,
si seguís así me enfureceréis, y lo vais a lamentar.( lo mira con vasta rabia a Giovanni)
Don Giovanni: parece que os hubiera pasado algo,
os siente bien estatua sucia de mármol,
escuchad estas palabras que me dijo Mozart,
por mi galanura al ser lo vate ante este mundo grande,
y porque tiene garbo y porque es inmensamente maravillosa.
Mozart en esos tiempos dijo: “si conocierais mis latidos a vuestro opus hechizante,
tan acabada será que da aroma de los más inmortales,
posaros de los infernales como de los leviatanes
que venido seáis por el padre que mataréis y no dará lo diletante,
porque sé quién es ese en verdad en la lengua de la música y obra”.
El comendador: y por eso que vos me matasteis sin honra,
sin miedo a mí ser de esa manera tan dolorosa.
Don Giovanni: os merecéis eso sucio viejo,
y Mozart sabía de esta obra que vivimos ahora,
de lo peor y que seguro vendrá los demonios del fuego,
porque Mozart fue mi gran amigo que me acompañó para derrotarte ante el averno como mazmorra.
El Comendador: ahora veréis vos y vuestro zopenco compañero,
porque ya no queda mucho tiempo.

“¡Pero de ser así tan entregadora y gloriosa!,
pasó esa pelea por su padre de derrota,
y resucitó del averno para venir en venganza,
y a pedir que se arrepientan en alma de ese vestigio que mata;
al solo mataros, Leporello estaba escondido,
lo que a situación es que juntos estaban,
y de su ida quedó él de rabia,
seguramente del más allá por sus almas,
que ahora le desgarrará en llamas.


La Estatua del Comendador:
Solo olíais vuestras almas de que todo era eterno,
ofrecéis Don Giovanni esa vez lo hiel y atrenzo,
aunque lo seguís vosotros haciendo,
no me conocíais bien y pecaron sin daros cuenta,
vosotros seréis el instrumento quejumbroso de lastimera,
sus nervios seríais las entrañas de sus cuerdas,
y sin sonidos cantarais en el mundo de lobreguez y tinieblas.

(Sale fuego por todas partes, la estatua del
Comendador desaparece y se abre un abismo)
Don Giovanni: ¡Siento un temor insólito, Da qual tremore insolito
que se apodera de mí monstruoso!. Sento assalir gli spiriti!
¿De dónde salen esos horrendo torbellinos de fuego?, Donde escono quei voctici
tan solo veros siento que son lavas del infierno. Di foco pien d’orro?
Coro de Diablos (con voces tenebrosas):
Todo es poco para tus culpas, Tutto a tue colpe é poco!
ven aún hay un mal peor de torceduras, Vieni, c’é un mal peggior!
que sentiríais en vuestra alma una espada sañuda,
que les mataríais lentamente de injuria,
ese filo que no dobla sino deja vuestra alma nocturna,
y que haced recordar a lo igual que hicisteis
a él con vuestra espada de lo hiel;
y que dejasteis sin olores en su piel,
solo a su hija Doña Ana gimiendo en su ser.
Don Giovanni: ¿Quién me desgarra el alma?. Chi l’anima mi lacera
¿Quién me rompe las entrañas? Chi m’agita le viscere?
¡Qué tortura, ay de mi que frenesí! Che strazio, ohimé, che smania!
¡Qué infierno, qué terror! Che inferno, che terror!
¡los demonios son con esas máscaras de maldad,
solo veros me asustáis,
como mi ser en un mundo sin soñar,
que veros me hacen al alma llorar,
y sin poder por lo menos gritar.
¡Qué tortura, ay de mí, qué suplicio!.
¡Moran mis sentidos, ay de lo cuito!,
qué averno se siente en tus ojos fundidos,
como lavas inmensas de terror,
y con el aliento en el oscuro dolor.
Leporello: ¡qué rostro desfigurado!, .Che cffo disperato!
¡qué expresión de condenado!, .Chegesti da dannato!
no quiero vivir esto tan cabizbajo, . Che gridi, che lamenti!
¡cuánto terror me infunde en lo malvado!, . oe mi fa terror!
quiero el aliento de alguien en lo amado.
Coro de Diablos (debajo de tierra, con voces tenebrosas):
Todo es poco para tus culpas,
ven, aún hay un mal peor,
que ahora le vencerá de lo atroz.
Don Giovanni: ¡qué tortura, ay de mí, qué suplicio!
¡qué infierno, qué terror!
Don Giovanni:¡Ah, ah!. (Expresión muy sufridora)
Leporello: ¡Ah, ah!.

Sus almas fueron pedidas en el perdón del Padre,
él les dio la oportunidad de ser aventurados,
y reprocharon ante su piedad poca de sus actos,
no tuvo otra que dejaros con el alma de lo cabizbajo,
y más que en ese averno a Lorenzo Don Giovanni lloriqueado,
viviendo una vida de absolución,
a la cual ahora posaréis vosotros en el corazón,
así hayáis amado Lorenzo a ella, a Annetta de lo apasionado,
vuestra identidad se quemará en lo olvidado,
sin tener una misa de ganancia, de su ente acongojado,
nada os librará de este infierno que mata, y que vos mismo habéis colocado.
¡Don Giovanni viví sin lo hermoso y deífico de lo sagrado,
ella está lejos de vuestros óculos por miserable,
aunque hallaríais el amor de su carne,
ha sido ya tarde, ella vive en su mundo aunque triste de lo no memorable.

(Sufre mucho ante su amor que añora)
Don Giovanni: No me hagáis esto quiero ir con lo adorable,
Voces infernales: ¡No, a ningún fóculo iríais para entregarte!,
como a ella tan dúctil de lo enamorante y frágil,
¡no y no!. Solo viviréis en vuestro hogar de lo imborrable,
nadie os salvará, porque vos ha elegido esta vida de leviatanes.
Don Giovanni: ¡No la elegí así!,
sólo no quise arrepentirme de un ser nada confiable,
si lo hacía sabéis que hubiera pasado,
seguramente me mandaría a esto mismo de lacrimosazo,
no sé qué hacer, extraño a mi dama que le veo de lo romanceado,
déme una oportunidad y les prometo que no haré más daño,
mis sentimientos a vuestro Rey Comendador, daré rezos de lo glorificado,
de castidad en mi perdón, a lo que hice en el acto,
quiero volar de aquí del infierno atroz, e ir a su paraíso
de su piel que de verdad amo; y así no ser cenizo,
me estoy sucumbiendo sin su olor y del amor que mis sentidos ha adorado.
Ella es la dama que cualquier inmortal moviese su olor para amar,
cualquier Dios de los cúspides diesen para tenerla más y más,
como en el alma de regocijo y de cantar.

No pudo más este Lorenzo Da Ponte enamorado de su única vida,
y la que ha elevado a su mente de una aventura de liras,
de su primera diosa que miró en el papel de niñez
hasta que la tuvo en persona,
ahí la acarició de dulces notas,
de frases hasta hacerla sentir que es la diosa,
que el vio cuando era muy longevo de su vida que comenzaba esa historia,
de ser poeta y amar así tanto, a eso como la gloria de su amor,
y que ha dado en su mundo,
pero pronto un perdón y el inmenso será ardor,
viviéndoos juntos de esa apasionadota y enamoradota pasión.
Los demonios y el Comendador deciden dejar que viva feliz
en el orbe junto a su amada como flora lis.
Solo al ver su arrepentimiento y su rezo de lágrimas,
que ahora si viéndoos que amaba a su hija del alma.
Dejó que fuese al mundo de los mortales para ser entregada,
si ella misma perdonaba a este hombre en su vida solitaria,
y para que viva de ese romance que ¡también ama!.
Ella se enamoró cuando apenas lo vio en su mansión que cayó a su cama;
son una relación que debe de ser más que unida y apasionada.
¿Ahora Lorenzo vivirá regodeado y besándoos a su Beatriz de rosa nácar?;
o diáfana por sus ojos que son celestes en su vista feliz desde el alma,
y alumbraos vuestros vestigios de sus ojos que enamora,
solo es una mujer que al verla da flor de aroma.
Acariciaréis su íntimo cuerpo con la voz de vuestra boca,
oleros tanto que gustaros de lo que tiene la hermosa,
se alentará vuestra alma de su caricia cadenciosa,
manos de palomas blancas que son milagrosas,
se dejará socavar de la hermosura de su diosa.
Don Giovanni (pidiendo perdón a Doña Ana):
Perdonad todo lo que hice de esta vida pasada,
era un hombre como vos lo sabéis que jugaba y hería
con las relaciones de las mujeres sin tener alma,
pero desde que entré a vuestro palacio y os vi quedé de romanza,
subieron versos a mi cabeza por vos en bellas arias,
os escribí en silencio mientras tenía otras damas,
pero vos ha sido esa dúctil mujer que me encanta.
Sé que fui un soez, bellaco y tunante,
pero vuestra figura quedó como Beatriz de Diosa enamorante,
y disculpadme por haber matado a vuestro padre,
no debí hacerlo, pero aquella vez pensaba muy salvaje.
(No quiso contar lo de Mozart para no entra en más detalles)
Era el dueño de mi destino, era un Dios grande,
pero fue pasando los días y hasta que sucumbí en las lavas despreciables;
pero me enamoré siempre de vuestra dulce carne,
como en aquella noche que saboreé mí divino ángel,
volved conmigo y perdonadme,
quiero vivir contigo Annetta y ¡amadme!,
sois lo único que me queda ante este mundo frío,
si venís conmigo será tórrido mi amorío,
y el mundo, contigo mi sacro y dúctil angelito.
Annetta: Os perdono, sois gran Poeta Lorenzo da Ponte,
tenéis aquí dentro de mi vuestro horizonte,
las caricias de mí alma y lo que apasione,
tocadme amor de mis ardidos soles,
por ser mi divino amor ahora de mis acordes.
Siempre me gustasteis pero no os dije nada por como eras;
pero tenéis aquí dentro de mi respiración vuestra primavera;
respira de mi y bebedme toda,
ésta ángel quiere ser vuestra Beatriz Diosa,
esa que vos viste de pequeño mi nene Lorenzo,
seré tuya como ella y como soy mi cándido sentimiento,
y porque a penas de esta ruta del amor es el comienzo,
son muchos caminos por recorrer y amarnos mi bello.
Don Giovanni: Gracias por perdonarme,
hacéis que mis miembros y el espíritu grite: ¡amor gigante!,
no llega ni a los astros va más allá de lo endulzante,
ya no tendré infierno en mi destino matante,
sino tendré caricias de vuestra dulzura enamorante,
tengo vida, tengo alma, y tengo vuestro amor,
tengo todo y solo vuestro aliento que me da de palpitación,
solo es maravilla lo que vivimos de esta relación,
y lo que significa en la vida ésta rescatadora y renacida pasión,
cuando se busca hasta el final y se consigue de salvación,
vivo feliz y así es mi introspección,
ella no tiene dolor solo ve la vida de una hermosa flor,
y eres tú mi e inmenso y dúctil apasionado amor.
Os quiero tanto en mi alma mi Annetta,
hacéis que mi ser os besea ti y toda la pierna como cena,
a tus pechos y senos ante ti de dulce manera,
vuestro ser es mío y completo belleza,
me encantáis ángel de mi vida bella,
¡qué beatitud!, y ¡qué triunfo mi dulcinea!,
soy vuestro caballero jovenete,
no el que se la da de mucho del presente,
sino uno que os quiere alegremente,
y que no se escaparía de vos este zoquete,
ni en sueños amor mío, vida mía de mi ente,
y estaréis de mí romance solo atesta,
y siento en esta noche las mareas
que son los latidos de mi corazón que revientan,
por vos tanto y tanto mi seráfica Annetta.
Annetta: Dejadme ser vuestra vida y romanceadora,
toco chelo y en él a vos tengo viéndoos de victoria.
Siento tus palabras ahí poeta, que son de lira de rosas,
quiero añejarme con tus sentidos, ¡oh Don Giovanni de mi historia!,
¡oh mi hombre beato y querido que ama mi carne de flora!,
¡oh mi hombre de lo cándido del paraíso que hoy me devora!.
Hacedme veros en lo glorioso y bendito que canta de mi trova,
¡oh poeta digno de mi piel ardiente que a ti hoy os moja,
de sudor ardiente que mi piel es y que os adora,
porque entre esta noche que estamos copulados,
y por eso la piel suda y se entrega de lo amado,
sois mi carne ferviente y tenue que he besado de lo purificado,
sé sentiros como embelesos de sentimientos,
los cuales moveros a tu ser de mí aliento sagrado,
y ellos besáis de el pulcro deífico beso,
y luz del cielo veniros a veros por lo apasionado
y daréis amor entre truenos,
al mío que quiero de un explosivo apego enamorado
que quedaréis con el relámpago de sus reflejos,
y de ellos cada uno será mil caricias a mi pecho soñado,
y el amor mío dará mil centellos,
a lo que da un infinito gozo no atontado,
sino sápido, con él dejándoos devorar de su cuerpo,
oliéndoos profundamente y respirándoos su amor,
sentidos míos lo que él tanto esperó, y que ahora arde de la sacra pasión,
sí, si sois mi amor apasionado y ganado,
Lorenzo: has relatado un sentir poético,
me has hecho a vuestra carne feliz y sentir Dios de lo bello,
como vuestro adonis de vuestro vivir
como en lo explosivo del sentimiento,
siempre ante ti consumido mi lis
de mi amor y del ardiente cuerpo,
entristeciéndoos la vez que en mi lecho os perdí,
sentiros de hipocondría aquella vez en el pecho,
no podía vivir así en lo cabizbajo del infierno gris,
hasta que mis sentimientos de milagro y amor subieron,
fijados ellos que el perdón es el apego feliz
para solo obtenerte de nuevo y vivir en mi fuego,
y así arder lo terrenal y no lo eterno del existir,
vivir aquí contigo y amarte porque ya soy inmortal de tu aliento;
y al seros así puedo hacer mi destino de un gran vivir,
más con sumisa piel que dio amor a mi terreno,
y a dar encanto beato a mí como al cielo,
no retiraros de mi, sino desea mi cuerpo,
que os quiere de lo sabroso, deífico y tierno.
Sois esa dama límpida de mis ojos ciegos,
los cuales vosotros se abrieron y vieron
por vuestra inmensa beldad de mi libro de colisión;
de lo que en esa vez era de longevo,
hasta que os miré y estallé de pasión,
e incontenible a lo lejos de este universo,
mí único amor que arde de luceros ante el sol,
la que he mirado y a vuestros sentimientos
que mí amor veneraría todos los momentos de dolor,
y no rechazo eso como mi palabra de Lorenzo,
que os llenará de muchos besos de gran sabor,
de eso y de lluvias de los cielos
los cuales caerán en notas de enamoramiento,
en frases de cantigas de pasión,
a tu ser lujurioso de mí sacro corazón,
vuestros ojos veréis esas letras como os tocaran de ilusión,
que vos también deis a ellos de olor,
y les haga sentir que son sentidas
que es en el ser, alma sentiros del ardor.
Para que el poema mío del cielo de entonación
a tu cuerpo diáfano del gran enorme amor,
e indecible que latiera en tu pecho sin resquemor,
y las flores tuviesen de este momento coloración,
la cual fuera si tomáis eso de adoración
por ser mi aroma pulcro de una trova de lo romanceador,
como a vos que os digo de lo delicado de mi amor.

Anetta: os amo en lo deífico de mi voz,
os cantara como un ruiseñor,
entonaría vuestro oído de mi amor,
y a lo lejos de él paraíso viene Dios,
dice: ¡vuestro romance es ardor,
es lo que un amor debe de tener en el corazón!.
Así moran en el reino ángeles, querubines de explosión,
es una vida de gran ilusión que se siente al verlos yo,
se es tan beato cuando os amáis en lo purificador,
sus alientos hacen hacerme un Dios lleno de paz,
no veo injuria, solo la castidad de apasionarse de armonía,
así es aquí y en vuestro fóculo es igual,
les daré el premio cuando mueran a mi reino de paz,
aquí viviréis de jóvenes para que sean felices en verdad;
aquí vosotros escribiréis poemas de santidad,
vuestras poesías que tenéis volarán,
y posarçeis en este fóculo del oasis de tenuidad,
no os preocupéis por vuestras escrituras que no se perderán;
les bendigo de esa inmensa tranquilidad,
ahora me retiro. Un deleite generoso haberos hablado.
Anetta: veis amor que esto es el premio de nuestro amor romanceado,
y de nuestros sentimientos en días esperanzados
de que siga así y sea lo benigno del alma y corazón,
para que tengamos en este mundo una huella de gran identidad de la pasión;
a lo que somos en la historia los dos.
Lorenzo como Don Giovanni:
Siempre será esto nuestra vida, a la que en noches amaremos en poesía,
a la que endulzaremos de lo que es nuestra lira, de nuestras férvidas caricias,
la que nos llevan de ilusión en esas cantigas, a la que escribimos con la pluma en la hoja los versos que son nuestra mitra, de vivir siempre en sonrisas, de amarte mi Annetta de mi apasionadora vida, de amaras en mis sentimientos de lo que dicta el alma a tu delicia,
y que siempre lo ha hecho viéndote de alegría, os amo, por vos soy Lorenzo, hasta el oasis por Dios seremos lo efebo, mi nombre fue dicho por solo verte en mi cuento.
Annetta: amáis mis sentimientos vuestra lluvia de amor, y en ti he bajado de ardor.

(Y es así siempre el amor,
siempre es así lleno de lo más hermoso de un poema como en el corazón,
que relata y narra la historia como de un ganado, ganado amor,
de una lucha espantosa que tan solo pasó,
y que solo se tuvo la luz de la salvación
como en los corazones que sollozaban tanto del terror.
En silencio ella porque sí amaba a su Lorenzo Don Giovanni de pasión,
la cual no olvida en sus días de su lecho, su aroma de amor,
y que beatitud se observa en su magia de lo más grande del corazón,
la cual ha dado milagros a su vida de regocijo y de perdón).

(Leporello había salido del infierno junto a Don Giovanni).

Leporello: Gracias Don Giovanni por ser ahora un gran primor
que vuestro comportamiento ahora es leal y lleno de amor;
ahora yo viviré feliz en vuestra matizada vida,
ya ningún pesar pasará en nuestra vida de la amistad mi señor.
Don Giovanni: Seréis mi criado aún, y me haréis caso aún,
no creáis que vos se librará tan fácil de mi,
Leporello: pero no que habíais cambiado,
porqué seguís siendo el mismo hombre malvado,
Don Giovanni: porque sí, porque vos es un tonto,
Leporello: no seáis tan zopenco tú, sino mejor me largo,
y no volveréis a verme más a tú criado,
Don Giovanni (a parte)
Hasta que le he hecho enojar al joven lloriqueado.
Don Giovanni: Son bromas todas estas palabras,
ya mi personalidad cambió por el amor de mi gran dama,
jamás os maltrataré amigo que me acompañó en las malas,
como vos Leporello, aquí viviremos de gran magia,
con mi Annetta que amo desde las sonatas.
Leporello: !Oh gracias me haréis botar unas lágrimas!,
qué palabras decís amigo mío en esas tonadas,
Annetta: Tranquilo Leporello, vos tan educado y apuesto,
siempre os conocí y fuiste muy bueno,
aunque jugabais poco, pero siempre sentías el sentimiento,
os preocupabais por las damas que existían de sufrimiento,
son cosas muy sanas que no hay en cualquier ser humano del apego;
cosas que se valoran, como ahora yo amigo Leporello,
viviremos feliz junto a tu amo,
jejejeje, junto al amor que yo de verdad idolatro.
Leporello: Sois muy tierna y muy amable,
siempre supisteis ser un ángel,
aunque no tengáis alas ni corona,
nunca dejasteis de buscar la libertad de vuestro aroma,
así estuvieseis tétrica, pero en vuestro corazón lo teníais ya en pasión amorosa;
y qué bandido tan afortunado fue el que os tiene en la historia,
y ser ahora correspondido de vuestro amor que ahora aquí entona.
Don Giovanni: ¡eh cómo que bandido Leporello!,
Leporello: bueno es un decir, sabéis que le quiero,
Don Giovanni: Gracias igual yo amigo de mi aposento,
Annetta: Sí lo elegí fue porque me di cuenta que era la felicidad de mi sueño;
fue el que supo dar cosas que no dieron otros en mis alientos,
cosa rara jejeje, pero le tengo gran cariño de mi sentimiento.
Leporello: ¡Qué felicidad es el amor!,
¡qué virtud de amistad tenemos en esta unión!
¡qué romance explayan vosotros de ilusión!
¡no hay averno sino paz hasta el reino de Dios!
Annetta: !qué amor vivimos en el fóculo de entonación!,
¡qué noches serán de regodeos sin dolor!
¡os amaré siempre mi Don Giovanni Lorenzo da Ponte de mi eterna adoración!;
porque sois vos ese ser eclesiástico que respeto del amor,
y porque no hay letras que digan lo que es la pasión,
por ser tan vesánico y deífico en la introspección.
Don Giovanni: Yo igual os amo mi amadísima Annetta,
siempre en las líneas de los versos arderán así de esta terneza,
de que soy vuestro cándido y enamorado, y loco poeta,
que os quiere en la tierra con flores y poemas,
que os adorna de la pureza de mi piel que toca a vuestra piel de azucena;
y que crece tanto que os veo como un ángel y una sirena,
por ser mi amadísima y dulce Annetta, la que me dio la realidad de la vida bella,
con la cual viviré siempre, siempre mi dulce dulcinea,
a la que besaré ardientemente, y que de la eternidad nos amaremos siempre como amamos a este poema.


Terminado el 12/11/2010, 21/11/2010 y finalmente terminado el 06/01/2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario