jueves, 13 de enero de 2011

Réquiem al alma del amor, al oasis de arias en versos.



Réquiem al alma con sus arias del amor.

¡Dales el Réquiem eterno!,
¡oh gran Señor!,
le entregáis el descanso tierno,
y estarán entre cantos gregorianos de salvación.
Subáis vosotros a vuestro oasis sin averno
por ser tan solo ellos parte de esta locución,
como de los compositores que existieron
y que yacieron en cadáveres de esta composición,
quienes en almas al subir solo oyeron
mientras iban allá los tonos del amor,
y porque al subir solo supieron
que iban a oler y escuchar la voz de Dios.
Y que la luz perpetua los ilumine,
y que Dios les reciba de armoniosos violines,
y saberos antes que ahí en vuestro ataúd están los jazmines,
que florecería junto a tenores y sopranos en voces,
cuando vengan a cantares de dulces cantores,
violines, violonchelos y cándidos oboes,
les alentarían el lugar de eso y a sus almas del oasis en olores,
alborozados seáis porque vuestra tumba estará sin hedores,
y de regodeo sin abandonar su imagen que dieron de pasiones.
¡Qué viva la libertad, y no la vidorria de la maldad!,
que griten los libertinos para que hagan lo que quiera con su felicidad,
como de las poesías que son muchas de la vida glacial.
Y solo se derretiría si la saben descubrir en las líneas de clandestinidad,
porque son así igual que el Réquiem latín de Mozart de majestuosidad,
y resulta ser enigma mis arias como los sopranos que cantan de amenidad,
sin saberos vosotros de esa delectación que dicen entre lágrimas de paz.
Llega a un éxtasis de la propia alma entonándoos de lo lagrimal,
mis romanzas viven de eso sin rugir a otro orbe de infelicidad,
“porque soy y sería mis aposentos de esa beatitud que ama de grandiosidad,
y bebe mi espíritu de esa fuente celestial que tomo de ese vino del cáliz sin amohinar;
y el destino hasta allá me acompañará amándoos de serenidad,
y de el indecible océano reúno como agua de mi alma para amar
más a mis plectros de esa magia y crear más en la vida del desdén de jovialidad;
y al tomar de eso recojo con mis manos las infinitas estrellas de lo sideral
para solo tener mi magia, versos de toda el alma de mi sacra santidad,
y ser beato en los rezos y oraciones de esa metáfora que tomo para la paz,
o para que el Juez sienta que soy un poeta loado que no es nefasto en su recitar,
y que ve la vida de otra forma no como un demontre de perversidad ”.
Sólo palabras que van más allá que el oasis de tenuidad,
son palabras que hasta Dios me las oye de lo que digo de esa aria,
las saboreáis y las capturáis y veis que dice el escaldo de las romanzas,
descubrid quien es ese quien recita en las escalas de mis amadas palabras,
todas vosotras botáis dulce magia,
conducidos seréis a ese mundo más del paraíso que calma,
ahí quiero vivir yo con un Réquiem de fresca y viva alma,
así quiero sentir mis alientos de vida cuando voléis letras poetizadas,
en ese entonces cuando yo me vea al levantarme todas las mañanas,
igual quiero escuchar ese Réquiem de la misa de difunto de mi carne blanca,
deífica entre sentimientos que dieron a historias que me dio cada alborada,
tarde, noche hasta amanecer de la pasión que me ama.
Con la cual estuve escribiéndoos y escribiendo de lo que idolatro,
y que en sueños vosotros me han acariciado
de otras historias que haga de lo apasionado,
y de las que ya he hecho me besan los versos entusiasmados,
porque solo al escribirles, narrar lo que viven, convierto su mundo de lo purificado;
y a sus almas en aventuras de lo alegraos,
¡sí entonces qué esto sea una misa de muertos!,
que de los compositores descanséis de lo verdadero,
Fréderick Chopin, Ludwig van Beethoven, Mozart y mi sueño,
que él descanse de la gloria de lo que siempre ayer y mis mil años saboreo,
soy un Dios de mis letras, creador y que mueve el mismo cielo.
Vivo la fantasmagoría viéndola entre mis ojos marrones de sentimiento,
y que se han ido a la historia de mis más sacros momentos,
cómo olvidará mi alma vuestros besos
que son las letras entre mi costado y voz de lo etéreo,
y que han dado vosotros en silencio,
la magia y lo indecible de mis arias del heroico sueño,
que ha de sonar entre melodía de piano y bellos chelos,
dándoos pasión, alma, vida, olor de mis anhelos,
para ser de ellos su férvido dueño.
Os señoreáis mis sentidos a vosotros como lo eterno,
y os acariciáis mis manos a su fóculo de lo ligero,
hago lo que quiera y escribo acordes a mi sacro cuaderno,
que son meticulosas letras de mis dulces alientos,
hacerle ver que mi vida está colmada de lo poético,
gracias a vosotras por haber hecho de mi su hidalgo hombre hermético,
que al mundo sorprendería de lo turulato que hago en silencio,
como en las romanzas y dé más allá de lo tierno.

Merecen ese himno Dios,
como allá en Sion,
gran fóculo del silencio santo de la locución,
ahí quiero sucumbir ante un Réquiem cantado de ardor,
por mis letras y elevaras luego a lo que he dicho de amor,
y te ofrecerán votos en Jerusalén;
atiende mi oración;
todos los cuerpos van a tí;
escuchad mi gran Dios de mi pasión,
haced eso ante mí sin mendaz por favor,
os ruego en rodillas que me pase esa misa de difunto,
quiero oírla cuando vaya a vuestro reino de avenencia y de amor,
sin importar de lo que esté pasando en el mundo,
quiero sentirla junto a el espíritu de ese aroma profundo,
y a donde vaya siempre será único,
por haber vivido en mi lado oscuro y oculto,
sonándoos siempre ese sonido del sepulcro,
y la cruz marchar ante mi para entrar a ese mundo,
y vivir en el Réquiem y sosiego de mi espíritu profundo.

Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad,
os ruego en el alma de amenidad.

Muchos violines, oboes entonan de favilas
a ese entorno que entonáis de cenizas,
y como se contaba de los profetizas,
David y la duquesa sacra Sibila,
eran grandes en sus tiempos y dieron a la vida,
lo que pasará y será de elegía,
por nuestras almas y del cementerio de la muerte a la morriña,
no podrán escapar porque estará el resquemor en sus almas que lastima.

Día de ira aquel día
en que los siglos seréis reducidos a cenizas,
como profetizó David con la dulce Diosa Sibila.
Cuánto terror habrá en el futuro
cuando venga el Juez de lo pulcro y puro
a exigirnos cuentas, rigurosamente de lo que siempre escucho.

El sonido maravilloso de la trompeta
retumbando por los sepulcros,
reuniréis a todos ante el trono de anatema,
y dará infortunio,
y de esos millones de tonos
dejaréis más a mí alma de ese día formidoloso,
porque no sé que me dirá el gran ante mis actos locos,
si solo he sido un loado en versos de lo no truhán,
no pisan mis liras al fóculo tártaro del leviatán,
solo he vivido vesánico haciéndoos historias de paz,
y las mismas letras han sido la voz de mis cantos de grandiosidad;
jamás se olvidaría mis sentidos de vosotras
por ser lo que a mi ser ustedes aroman,
funden en cada crepúsculo de mis genes de su trova,
y hacéis volar a mi a una santidad que emociona,
verme ahí recitándoos y aplaudiéndoos de gloria,
y no viéndoos la terrorífica vidorria,
que os pido Dios, no quiero cuando mi alma vos vea
teneros que sentir por un segundo en mis amadas notas
el tártaro que fuese la delusoria
donde habita el fuego eterno del infortunio; de las mazmorras.

La naturaleza y la muerte se asombrarán de locura,
cuando resuciten las criaturas
para responder ante el Juez de tambaleo en la penumbra.
Y por aquel profético libro
en que todo está contenido del destino,
el mundo será juzgado de martirio,
será justo ante los de espíritus hundidos.
Cuando el Juez se haya sentado
todo lo oculto saldrá a la luz;
nada quedará impune ante su cruz.
Qué podré decir yo, desdichado?
¿A qué protector invocaré ante las palabras del Rey Alabado,
cuando ni los justos están seguros de sus mismos actos,
los cuales son más que estupefactos?

Rey de majestad tremenda
a quienes salvéis será por vuestra gracia,
Las cuales acudáis en tu sacras palabras.
!Sálvame oh Señor!, fuente de piedad que no quiero anatema.
Quiero vivir feliz como en mis deíficos poemas,
por favor ¡oh gran patrón de mi vida que por esto pena!,
no quisiéredes las insensibles cadenas,
no quisiéredes sentir esos torbellinos de fuego que aterran,
hazme ser feliz en alma ante mi pobre ser que solo tiene amor,
solo el que sueña con la hermosura de las palabras de pasión,
libertino soy, pero en las poesías del resplandor,
no respeto ninguna historia de mis versos de afección,
puedo hacer de ellas lo que quiera a mi atención
y hacer sentir a lo lejos mi voz,
como si recitara de lo que pasa en las líneas como del sonido del ardor.
Recordare piadoso Jesús,
de que soy la causa de tu venida diáfana de luz,
no me perdáis en aquel día:
Buscándome. Te sentaste cansado;
me redimisteis con la cruz de lo sagrado;
no sea vano tanto esfuerzo Jesús amado.
Juez que castigáis justamente,
otórgame el perdón plenamente,
antes del Día del Juicio que quiero Réquiem.
Gimo por lo que pasa como un reo,
el pecado enrojece mi rostro pequeño;
perdona, Dios, a quien te implora,
por favor mi Dios perdona.

Tú que absolvisteis a María
y perdonasteis al ladrón,
también a mí me has daos expectativa.
De nada valen mis súplicas de dolor,
pero por tu misericordia
no me envíes al fuego eterno del terror.
Dame un lugar entre las ovejas de gloria,
separándome de los cabritos,
colocadme a tu derecha de mi alma lacrimosa,
la cual ha estaos escribiéndoos liras de aromas.

Rechazaos ya los condenados
y entregados a las crueles llamas,
convócame con los bienaventurados.
Rechazados ya los condenados,
y entregados a las crueles llamas,
convócame con los bienaventurados,
¡Suplicante y humilde os ruego en alma,
con el corazón casi hecho ceniza:
hazte cargo de mi destino que os grita.

Un silencio sumiso y observáis el ofertorio
de ese pan y vino a Dios no delusorio,
y entonan violines lacrimosos,
el ambiente se convierte de eso glorioso,
y que quiere ser uno beato en su reino piadoso.

¡Lacrimosa; de ese día!
en que resurge; de favila,
el hombre homo reos, .
perdonadle ergo, oh Dios eterno.
Lacrimosa de ese día
en que resurge de favila,
el hombre homo reos,
perdonadle ergo, oh Dios eterno.
piadoso Jesús Domine.

Un silencio de voces y suenan violines,
dejándoos el ambiente en jazmines.
Se ve el perdón en sus voces maravilles,
se siente la piedad en sus almas paladines,
todo por vuestra lacrimosa al Domine,
a ese Dios de nosotros que pedimos en violines,
la absolución y de las arias que me exprime,
por desespero a saber si oleré el Réquiem que me predestine,
a no tener suplicio y no sollozar en mi destino hundible.

¡Dona el Réquiem!,
¡dona el Réquiem!,
¡Amén!.
(a parte) que sea así por favor ante el desdén,
que sea así por favor Amén..

Señor Jesucristo,
Rey de la gloria de lo bendito,
libera a las almas
de todos los fieles difuntos
de las penas del infierno,
y de las profundidades del lago negro;
líbralas de la boca del fiero león;
que el piélago del averno no las absorba más Señor,
donde habita el tártaro Gabriel de lo felón,
ni caigan en las tinieblas de tanta desolación y resquemor;
has que el abanderado San Miguel
las conduzca hacia la santa luz de amor,
que antaño prometiste a Abraham
y sus descendientes por favor.

Súplicas y alabanzas, ¡oh Señor!,
os ofrecemos en sacrificio de ellos de divina locución,
no queremos ver el mal que se apodere de su respiración.
Queremos que sientan la vida como nosotros de amor.
acéptalas en nombre de las almas
en cuya memoria hoy las hacemos de pasión.
Hazlas pasar, Señor,
de la muerte a la vida
como antaño a Abraham
prometisteis, y a su descendencia querida.

Santo, santo,
santo es el Señor Dios de los Ejércitos.
Llenos están los cielos,
y la tierra de su gloria,
y de mis poemas mi alma en su aroma,
vivo por fin feliz junto a otros santos de la vida loca,
he sucumbido y estoy en su oasis del idioma,
como ha sido de mis poesías dulces de gloria,
¡oh sí qué felicidad es tenerla en tu alma lacrimosa!,
la cual llora tontamente en el juicio de las infernales horas.
Hosanna en las alturas,
a tu reino de mis palabras de ternura,
alabanza de una magnitud que dicta mi voz de lucha,
y el ruego de que salvéis a las almas que de mis rezos escuchan,
las cuales zozobran en el anatema de la injuria,
que vengan aquí y vivan de la gloria eterna de dulzura. .

Bendito el que viene
en el nombre del Señor.
Hosanna en las alturas,
y ante mi de las escrituras,
las cuales dejo para que vos vea
de lo que he hecho en toda mi eterna vida de dulzura,
que he querido decir con mis poemas que dicen:
lo que queda en mi profundidad de mis sentimientos de las noches nocturnas;
en las cuales estado trabajando siempre escribiendo ante la bella luna,
viéndoos igual que las estrellas para ver que veo en ellas de poesía que alumbra;
y escuchándoos música clásica de compositores que me hundan,
sí su música tan sacra que solo se oye la voz de una hada de dulce ternura,
y siento al escuchar esa música que las hadas vienen tan musas,
que recitan poesías tan honrosas que dan a mi captura,
y del ardor y del enamoramiento de esa vez me dio lujuria,
pero les di un amor que no se vería en la historia de los versos que me abunda,
sus pieles sobre la mía sintiéndoos beldades de ternura,
llenándoos de pasión, romance aquella vez sin inverecunda,
todo era paz, amor cuando escribía poesía esa noche de luna,
escuchándoos música y a través de ella viéndoos a esas musas,
qué fortunio vivía de la locura,
es un recuerdo que de la quimera no se va de mi noche nocturna,
y al trataras románticamente eran tan pudibundas,
que me extasiaba mucho el ser y no daba mi alma en gemebundas,
porque ya días pasados había estado en engaño de las mismas ninfas de lujuria,
y al no pasar lo mismo viví por un momento regodeado de las musas.

Lo que queda en mi profundidad de mis sentimientos de las noches nocturnas;
en las cuales estado trabajando siempre escribiendo ante la bella luna,
Viendo igual que las estrellas para ver que veo en ellas de poesía que alumbra;
y escuchando música clásica de compositores que me hundan,
ellas tan vesánicas y vivas que vuelan ahora junto a mi de locura,
son beatitudes de gran desatadura,
entre sus alas de letras del poema que vuelan junto al oasis de ternura,
y no hay más que ver esa fantasía en este desdén de amor,
no hay más que solo vosotras romanzas de mi corazón,
el cual palpita en cuerdas de mi idioma de esta pasión

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
ten piedad de nosotros danos la paz y el Réquiem.

La luz inextinguible brille para ellos, Señor,
con tus santos por toda la eternidad con amor.
Porque eres misericordioso.
Réquiem por siempre,
y que en él estoy tiernamente,
y volándoos entre ángeles alegremente,
por ser vuestro en mí alma el dúctil Réquiem,
y no siento cólera sino paz eternamente.
Así es vivir en esta otra vida dulcemente,
entre lágrimas de gloria caen al pasto,
el fóculo de mis caminos que escribiré de lo sagrado.
Gracias Dios milagroso,
vivo regodeado en mi vida del alma de lo hermoso,
y más porque mis poesías yacen en tu reino del amor,
y porque vivo la vida que siempre adoré tener de pasión.

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