jueves, 27 de enero de 2011

¡Oda a la alegría!



Oda a la alegría

¡Oh amigos, Oh amigos no con esos acentos!
¡Entonemos cándidas cantilenas!.
Colmado de sentimientos,
y de esa alegría que a mí allá me lleva.
Vesánico de la magia y del dúctil poema!
que a toda senda es mí cantilena,
que le respeto y en los versos dejará huella,
por ser prodigio de su aroma que me alimenta.

¡Alegría, bellida centella de los dioses,
Hija del sagrario Elíseo,
sentiremos vuestros olores
y no ofreceríais lo gríseo,
sino lo pulcro de tus soles,
que sentimos en nuestros tonos de ese entonces.
¡Entramos, oh deidad a vuestro tabernáculo templo!,
ebrios de ese ardor del fuego,
el cual se funde del sortilegio,
para obteneros del dulce apego
de los hombres de un florilegio,
y a los días esto no sea un juego
y halla paz y no el profano sacrilegio;
de lo que significa en la humanidad el privilegio.
Vuestro hechizo une en tonos lo selecto,
para convertiros en hermanos a los hombres sin elegio,
y viváis de cándidos oboes en sonidos del fuego,
y habita la hija del Eliseo
órdenes de paz de su frailego,
para que junto al tono estemos de sosiego,
estaréis alma mía ante esto
hasta que sea el nocharniego,
y que no haya ni un pretexto
de lo que escribáis alma mía ante esta oda de solariego,
por ser esto antiguo y de mi alegría de apego,
y en los versos a vosotros les siento
y ni en la oscuridad espectral los niego.
Todos los hombres se vuelven hermanos,
y es por tu ala que posa tan suave,
y ya no está lo que el mundo había separado,
y se ve la claridad de que sois esa dama frágil como ave.

¿Quién haya alcanzado la fortuna de la amistad de ese amigo?,
¿quién haya conquistaos a una mujer en el destino?,
¿pero será verdad que en la alegría existiese los compañeros?,
mejor es la soledad que tenéis a tú alma en algo eterno,
solo eso es lo que al espíritu obtiene y huele de lo tierno,
y ahí uniréis el júbilo a lo honesto,
y porque no tener en la soledad caricias de esa damisela en tus versos;
que respiraríais entre vuestro lecho y no morir en la soledad de lo grotesco.

Sí, quien pueda llamar suyo la alegría que no de anatema,
aunque sólo sea a un alma sobre el seno de la tierra
y quien no pueda hacerlo que se aleje llorando de esta hermandad del poema.

Todos los seres bebéis de la alegría
del seno abrasador de la naturaleza.
Los buenos como los malos
que beben de esta tierra,
siguen su senda de rosas,
siguen su sendero de flora.
Ella nos dais pámpanos y ósculos,
y un fiel amigo hasta la muerte,
para que viva en nuestro fóculo
y vivamos los seres felizmente.
Al gusano se le concedió delectación,
y al querubín contemplación de Dios
para que viva en ese jardín de paz y adoración,
a veces otras cosas no se dan como ese oasis de amor,
por eso somos la esperanza para poder eso alcanzar,
de tener nuestra fe en la bienaventuranza de paz,
no caminaríais entre sendas de lo demontre,
caminad como bueno hombre
y tendréis junto a los hermanos alegría de esos acordes,
y que suena en esta oda de grandes pasiones.

Volad jubilosos como sus soles
a través del inmenso espacio de ilusiones,
seguid hermanos vuestra órbita
alegres como héroes en pos de la victoria,
y de la vida que tienen para acariciar ese ósculo de la gloria.

Alegría hermosa chispa de los dioses
Hija del Elíseo.
¡Ebrios de ardor penetramos,
diosa celeste, en tu santuario.
Tú hechizo vuelve a unir lo que el mundo
había separado,
todos los hombres se vuelven hermanos,
allí donde se posa vuestra ala suave,
como la de una frágil ave.

¡Abrazaos millones de hermanos!
¡que este ósculo envuelva al mundo entero de lo salvado!;
¡hermanos! Sobre la bóveda estrellada,
les espera algo en su alma esperanzada,
habita un Padre amoroso
que les quiere y les dará lo bondadoso.
¿Flaqueáis, millones de criaturas?,
¡No intuyáis, mundo a tu Creador de ternura?.
Buscadlo a través de la bóveda celeste,
su morada ha de estar más allá de los astros,
y está escrito en la Biblia de sus testes,
y no os lo dice este querido alegre que no es poetastro.
Y la alegría vence en los astros altos
y veo acordes alegres cantando ante este musicastro,
viva mi libertad elegida sin lo elegíaco,
nada más que una soledad de lo apasionado,
saboreando letras y amando,
como historias que escribo en la odas mías de lo alegraos,
sin rechazaros seáis plectros míos entusiasmados,
venidos a cantar aquí de lo emocionado,
y viviros junto a mí y de las damas que he creado,
todo termina y mi verso de alegría se levanta,
se notáis los astros y a Dios en esa voz de escalas,
lo siento ¡oh! sí que beatitud entre mi paradisíaca alma,
y en mis notas de esta oda que acaricio como cadencia de mi magia,
y como rosa del Alma Favila mi gran poder que tengo en mis aromas de presagia;
de saber ver mi futuro en las óperas, letras que siempre me acompaña,
y acariciar los ósculos de Dios y de las afroditas encantadas,
y quizá vivir con ellas y tenerlas como lo dúctil de las mañanas.
Sueño con eso y vivir de lo que he buscado tanto en la fantasía de mi alma;
la cual es en estas letrillas de liras tan franca,
quiere ella vivir de lo que a mi forma de vivir siente de calma.
Y a Ludwig van Beethoven como la flor blanca
que dio en sus últimas elegías de su vida flechada,
para salir a esta luz de paz y muchísima calma,
y tener luego su fuga que dio el final de su composición de su alma,
y que seguramente debe de estar allá componiendo de gran magia.

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