Canto a la virtud
Entre dianas diáfanas
del albor al imploro de un mozo desierto
en vándalo corazón, auge del ánimo sin fóculo viviente, cansado de andar ante
sendas sin un rastro de regocijada alabanza, gloria de tal taumaturgia dúctil,
oh cuán sería feligrés a su fortunio de sentirse que viese a tal mundo
aplaudido de solo rozar aquellos vahos de dulce danza eterna, a sus brazos,
sonriendo, y más que con un sueño pintado, de una armonía creciente, de un
sonero piano de cuerdas… tan solo que de la virtud de su vida interna por
seguir laborando a diario el beneficio de un poder vivir… oh porqué cuando mira
las constelaciones se aclara los pensamientos y se siente percibir la inmersa
serenidad de un hálito que estáis en un lugar tan solo, como si hablase al
mismo Dios, pero será que logra oír las memeces que uno al susurrar o implorar
de un vagido corazón comprende, o solo ignora. ¿Do a de conseguiros?, ¿ perlas existen en este océano de la vida y
una sola sé que podré adorar, en las tempestades de un dolo amor que zahirió al
confiar un espíritu plenamente solo esta vez pide, la partitura del sueño real,
que para sí mismo compusiera notas y el revivir de un muerto perdido en el
abismo clandestino, Domine los ruegos son en vanos, o veis a simple mozo que a
vos mismo quizá abandona, pero sabéis quién es para su misma sacra música barroca
y de nuevo lenguaje inmortal es más que hasta los mismos maestros que sean a
este mismo paupérrimo orbe, ingenuo de personas que mi alma les parece
aversión, zopencos, pelmazos al sentir, más que mortuorios en un tártaro sin
saber qué es la misma elogiada divina música que el mismo vesánico hace llamar
a más que el mismo reino de Domine. “No me conocen como soy y honestamente sé
quién soy, las desventuras de un pueblo es causa de la misma comunidad, pero no
conoce esta alma la comunidad si es un espacio sin jocundo gusto para enlazar
con aquellas míseras personas, de mundos no de igual visión, si tuviera la
magia de transportar este estado de soledad al siglo de esa era de esa nueva
vida, de flor, oh cuán no amase a la poesía y, de sus mismos labios cálidos,
dúctiles de amor, de bailar en mazurcas y divinos valses, en palacios… más si
ese violín a un corazón llorara de dilección, y es esa nota que a un soñador
hiciera por fin llorar de emoción, de placidez, sin inquietud y que de rosas
fuera su juventud tan postra, efímera, desierta, y sabiendo que fuera sin la
maremágnum pasión”.
“Siempre son los mismos
gritos que un mismo hombre ha dicho, si para una persona que existe y llega su
final vital, ¿qué diría?, más para un compositor tiene un ímpetu de componer en
la incertidumbre de ese Réquiem, oh para
una sanidad plena de un alma al nuevo hogar que ha de ir, oh en la vejez que
anhelan los hombres, y aun así hacer lo que más ante el recorrido de la vida te
haya acompañado y tú a él, cantas al perdón en las voces más inmortales de un
humano, y así podéis sentir que en los
sonidos hallasteis lo que esperabais tanto, después de todo el papel de la vida,
la obra de iros en un descanso o mejor callarlo para el alma, Beethoven sin ese
encuentro por la soledad, y que en su música secreta a él mismo Domine cantaba
para su descanso, Mozart lo expresó a tal magnitud que hizo dar temor a los pecadores
de la vida, a su gloriosa obra, realmente el sentimiento sangra a la hoja del
papel, del matiz más apasionado de un beato, y la misa la escribirá, dirigirá y
de 3 días esas las lágrimas hayan dejado más de llorar”.
“Cuando sea por
muy lobreguez un empíreo sobre esos ojos, así hayan resquemores, u otros
laberintos, da esa fuerza que así duela es la que al mismo humano hace dar
valor a su reflejo de existencia, por ser él y no postrero ante las notas que
corren como vos mismo sin pausa e infinito a la cima ante el crepúsculo de un
aire fresco, rodeado de ríos, cascadas,
el forraje lleno de verdor, de ese paisaje llamado paraíso, que se sentirá
cuando despertéis a ese nuevo fóculo vesánico y pleno de amar; y tan hermoso
como ese violín que suene en voz divina antes de ver tal herbaje paradisiaco
que ha ilusionado ha de ir con vaho de eterno amor”.
“Así oh gloriosa
bendecida a los brazos de su tierno conde para obraros a libídine concupiscencia
grata, de amor, fidelidad, de un sabueso, en diluvio de besos, esos ojos de
deidad, cristalinos como la mar se ahogaría, piel de plena virginidad, blanca,
cabello como cuando sale el sol al aurora, oh cuán caricias sobre la carne
encendida se diera, suspirando su cabello, recorriendo su cuello a besos, tan tenue
como pétalo de flor, consumiéndola cada corpúsculo de encanto, sus muslos,
tuyos, hasta sentir entre manos su dulce pubis y oírle pedir que la améis sin
deteneros y que demostréis más de lo que podáis dar, oh con su efigie rozando
hacia ti desnuda, más que abierta y vos en ella, mirándoos que os acaricia
cálidamente, que la chispa de la
libidinosidad se altera y consume el prepucio a cavidad del sabor a miel, acuoso,
y la noche de tal cohesión los mismos cuerpos disfrutan, esto es amor, hasta dar
explosión de poluciones de locura, entre un campo de joviales sonrisas,
melodías, vida, vos, solo vos, así para mi unidos como sal de la mar, como Dios
mandara para esa vida por fin muy beatitudes los dos, sueña, oh así sueña ya
terminando ante la noche aquel magnífico e inmortal violín del contagiado amor
a lo más íntimo de una relación orgásmica y arrulladora de su fuego para vivir
eternamente hacia el recóndito empíreo de alegre vida ante su tinta de su mejor
melodía del corazón, para siempre”.
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