miércoles, 15 de agosto de 2012

El conde Pundernot y su poesía


El conde Pundernot y su poesía.

 Estoy en alma solitaria,
el sol siempre alumbra,
su cuerpo siente la llama
 y sigue mi hoja nocturna.
 Oigo un suspiro en imaginación.
 Una obra de Franz Liszt,
suena entre la entonación
entre notas de mi y  si.
 Mientras escribo os siento,
perfume de esas notas,
son solo aquel cuerpo
que miro en mi hoja.
 Como si respirase,
como si hoy tocase,
pero anda en otro rumbo
que impide buscarle.
 Anda entre un lado oscuro
al cual seguro vive,
entre un campo patidifuso
en donde se extingue.
 Sol afortunado de sus muslos,
de su lirio abundante,
que podéis rozar a su mundo
y quizá darle un mensaje.
 Entre el fulgor hazle oír,
un humano aún añora,
no ha olvidado su aurora
que hoy hasta escribe aquí.
 Así sea una historia solloza,
seguirá escribiéndole hasta morir.

 ¿Quién sabe qué es poeta?.
  Nadie nos entiende,
solo sabemos dar la melopeya
en su estrofa creciente.
 Oculta y minuciosa
es ella entre los campos verdes,
ella lo es y así silenciosa
cuando entona su mismo ente.
 Poeta, dueño de la misma historia,
esperando un milagro en alma,
yendo a lo más lejos de Andrómeda
y así despertar con sus palabras.
 Proserpina la vida en unos versos,
por si cambia a esa fantasmagoría,
ir con la dulzura de su tiempo.
 No marcharse sino amarla en vida
a esa deidad entre el mismo céfiro.
 No hubiese más mustia poesía
sino una primavera y cielo.
 Piano en sentimiento sería
un mundo de muchos sonetos.
 Los cuales se recitase en alegría
y donde la naturaleza fuera su mismo aliento.
 Todo sería quimera del día
y mi alimentación su cuerpo.
 Suspiro entre mis hojas,
no puedo evitar teneros apartada,
solo me consumo entre las rosas
que hoy tengo en la mañana.
 Entre un silencio viviendo,
si alguien va leer esta escritura,
si esto se va a conocer
por ser parte de mi locura.
 No había imaginado,
que hoy iba a escribir,
ya de tantos años
que no sé del violín.
 La que susurraba allá afuera,
entre la hermosa alborada,
donde era verano y primavera
entre su dulce bailada.
 Ahora solo es un invierno mi senda
cuando ya no veo esa danza.
 Aunque un sol mentiroso se refleja,
pero que hace recordarla,
cuando justo en ese sol nos daba calor
y cuando en días como estos la besaba.
 Ya no sé qué es verdad
si esta vida o esta hoja,
solo quisiera encontrar
aquel pasado en esta hora.
 Poeta de sangre,
poeta que pinta en letras,
poeta que da lo imaginable
en el cuadro que se destella.
 Rapsódica de canto humano,
gemidos pueden sentir,
asolados son tantos
como en el valle de su vivir.
 Campos, ríos y mares,
verdor de naturaleza,
tormentas y volcanes
los libertinos de tierra.
 Pero en hipérbole el arte
cuando de toda esa visión aterra,
mi misma alma toma de su instante
para ser metáfora de su tormenta.
 Por la mezquina vida en carne
que hoy tanto mi ente atraviesa,
por no verle ni encontrarle
y por ser mi tristeza.

 Da tanto gusto el sonido de una playa,
entre rocas su mismas olas,
como esta obra en la tocada
que da en sus mismas notas.

 Sigo solo en estas horas,
escribiendo más palabras,
esperando una mañana
para ver si es la dulce aurora.
 Fuese todo una magia
por si viene aquella diosa,
escribo tanto y tanto en alma
con mis acompañadas rosas.
 Me recuerdan a su perfume,
cuando en días la consumía,
era un sabor tan dulce
que mi corazón latía.
 Siento tanta calor,
siento desesperación y angustia,
quisiera darle mi corazón
y decirle que es mi locura.
 La añoro con pasión,
por ser la que me gusta,
la añoro en mi respiración
por no sentir esos besos y ternura.
Donde se va aquella imaginación
de los susurros que hoy se escucha,
entre el piano de la entonación
entre esta mañana tan oscura.
 Y donde mi añoranza es letal
por no saber si sea mi dama o mi luna.
 Que vea en la noche astral
a su misma hermosa figura,
 o quizá ya no sea igual
porque no tenerla es locura.
  Y donde callan las últimas notas
donde el suspiro fue un alba mesto,
donde las notas fueron sollozas
entre todo este mismo recóndito sentimiento.
 Y donde hoy espero que estas hojas
puedan sentir un nuevo céfiro.
Para así gritar gloria
ante este valle tan desierto.

 Un poeta entre la soledad de su vida,
rogando a un amor en el poema,
no pudiendo vivir así en su día
por una simple y bella damisela.
 Donde le acompañó una obra,
que en su aliento estuvo,
donde sonó cada segundo en su hoja
entre el llanto injusto.
 Será que la gloria será,
que en su voz gritará,
que así la maravilla vendrá
y que su corazón renacerá.
 Será o no en su mismo vivir.
 Lo espera para no morir.
 Le amará seguro en fin
¿O solo vivirá así?

 Una mañana silenciosa despierta,
el manto de la cama se pinta,
y muestra a su dama en belleza
y cuando la ve sus ojos brillan.
 El conde estaba alegre,
pensaba que soñaba,
pero la mujer vino y le dio amor
y le besó en su misma monada.
 El hombre no resistió
y la abrazó con fuerza y alma,
en su pecho de ella lloró
y le dijo que la amaba,
que no se vaya así más por favor
que en su vida ha sido una negra manta.
 Donde el recuerdo mata en corazón
por no vivir ya esa dulce magia.
 La mujer damisela explicó
la razón se su ida desesperada,
El hombre entendió
por el obsequio que llevaba.
 Si quieren saber que ocurrió
ahora comienza la dulce danza.

 Damisela Darchialí: Pintaré en magia su sábana,
cuando despierte se alegrará,
sé que quizá enojado esté
pero al verme se emocionará.
 Conde Pundernot: ¡Cielo de mis cielos sacros!,
mujer mía de años que veo,
porqué os marchasteis de mi lado
si nos iba tan perfecto.
 Qué mal hice, decidme por favor,
estoy lleno de cicatrices por no veros más amor.
 Damisela Darchialí: Conde dulce y poeta mío,
no os pongáis de libera tristeza,
tuve que irme por un desafío
para poder venir y traeros una belleza.
 Conde Pundernot: Qué veo entre mi sábana,
es una dulzura como vuestro rostro,
jamás pensé que pintaseis tal magia
entre un arte tan gustoso.
 Damisela Darchialí: Jamás os conté de mi pasión,
quizá no le agradaría,
preferí callar ante el corazón
y amaros entre los días.
 Pero eso no es la belleza.
 Conde Pundernot: Explicadme que no entiendo.
 Decidme ese desafío que fuisteis hacer.
 Así sabré y entenderé este duelo
el cual hubo entre mi hoja y pincel.
 Damisela Dachialí: Tuve que marchar,
ir a un concurso por dinero,
no había en este amor nada ya
para poder seguir viviendo.
 Conde Pundernot: Qué concurso,
porqué no había nada en este amor,
ya no me amáis a mí ángel
o ya conocisteis a otro calor.
 Damisela Dachialí: No es eso mi conde,
no me refería al amor de nosotros,
me refería el comer de cada día
que no había en nuestro gozo.
 Conde pundernot: Y por eso os alejasteis,
preferisteis dejarme solo,
no os importó qué iba a pensar en el amanecer
más yéndote a un sitio que ni conozco.
 Damisela Dachialí: Ruego que me perdonéis,
os juro que ni a otra carne toqué,
siempre os pensé entre el pincel
que en mi concurso yo pinté.
 Hice un cuadro de nuestro amor,
en el cual no hay comida,
pero llenos de ese calor
que nos besamos en vida.
 Conde pundernot: No sé qué hacer,
porque yo sufrí mucho sin veros,
no ver al ángel en el amanecer
era para llorar y seguir muriendo.
 Damisela Dachialí: Tuve que hacerlo,
pero lamento no haberos dejado nada escrito,
por eso os pido perdón mi cielo
y que volváis conmigo.
 Conde Pundernot: Os perdono ternura,
ya no quiero más sufrir,
quiero vivir junto a vos en locura
y amaros hasta el fin.
 Damisela Dachialí: Igual yo amor en vida,
y así entre días reír,
más pintando ante arte la lira
de nuestro amor y vivir.
 Conde Pundernot: Yo os amo mi rosa,
jamás quiero que os vaya más,
quiero que viváis en mi alcoba
para amarnos en lo inmortal.
 Damisela Dachialí: así será mi gran poeta de amor,
así viviremos con toda la sensibilidad,
así estaremos mi gran conde Pundernot
amándonos enteramente en felicidad.
 Conde Pundernot: Igualmente mi hermoso rubí,
entre vuestros besos de vida,
los cuales me renacerán mi Dachialí
entre este verano de poesía.
 Damisela Dachialí: Así será mi enamorado eterno,
sin infierno nuestro querer,
entre luna llena en nuestro sendero
en noche amándonos entre piel.
 Conde Pundernot: Entre la suavidad del cuerpo,
muslos vuestros entre mi carne lasciva,
consumiéndote en lecho
hasta que amanezca la nueva alegría.
 Enseñadme lo que hicisteis allá,
asa será la belleza que pensáis dar,
ahora quiero verla amor mío
y poder al fin hoy gritar,
que eres la gloria y gloria,
aire de fuego y aroma,
que calienta mi pecho,
cielo que quiero en esta alcoba,
y amor dilecto que me mata en la historia.
 Damisela Dachialí: Este es el cuadro eterno,
contemplad a nosotros amándonos,
donde el hambre hay en reflejo
por no tener nada a diario.
 Del cúspide caen monedas de oro,
bendecidas en la riqueza,
pero el amor es tan fogoso
que en el cuadro me besas.
 Pero yo ahí solo lloro
por no soportar tal pena,
por haberos dejado solo
y por sentir la dureza.
 Conde Pundernot: Amor, no aflijáis,
amor nuestro compra el reino de Dios,
sin riqueza aún así os amo más
porque yo sé que sin comida estaré con vos.
 Damisela Dachialí: Temía que esto terminase,
por eso busqué tal búsqueda asolada,
donde gané con el cuadro en arte
y estas monedas en esperanza.
 Conde Pundernot: En verdad es hipérbole,
tanto tiene esta pintura que hicisteis,
llena de cada sentimiento creciente
entre su lenguaje que quisisteis.
 Damisela Dachialí: Una pintura que renace,
aunque con una absolución,
pero que pudo ser romance
ante nuestro fruto de gran amor.
 Conde Pundernot: Me ha agradado que vuelvas,
ahora nuestra vida será mi sueño,
por fin nos vamos amar mi damisela
y tendremos mucho apego.
 Damisela Dachialí: Siempre mi conde,
siempre mi alma os abrazará,
siempre mi dulce y amado acorde
en mi vos siempre cantarás.
 Conde Pundernot: Siempre ahora será flor,
ya no habrá una hoja seca,
todo será un nuevo sol
con toda la dulce belleza.
 Pero dime alguna vez el sol te dijo algo?.
 Damisela Dachialí: Os diré algo,
aunque es secreto,
pero ya que nos amamos
no debe haber eso.
 Un día estaba llorando,
muy sola y el cuadro pintando,
y oí en el efluvio del sol
unas palabras tiernas,
no sé si erais vos
pero lo que sé que eran poemas.
 Conde Pundernot: Era yo vida mía,
ternura de mi alma,
yo os mandé a decir eso con elegía
porque os extrañaba.
 Damisela Dachialí: Gracias mi buen amor,
sabía que erais vos que decíais,
fueron tan tétricas y de dulzor
y se ve que me añoraríais.
 Conde Pundernot: Quiero que bailéis,
como antes lo hacíais,
os veía tan dulce en ballet
cuando en el campo sonreíais.
 Damisela Dachialí: Tan dulce el pasado,
ahora jamás será mellado,
Tan poético nuestro mundo amado
jamás será asolado.
 Conde Pundernot: Siempre en besos de ternura os daré,
siempre en mi alma vos me amaréis,
siempre en esta estancia contigo viviré
hasta el fin del mundo y contigo existiré.
 Damisela Dachialí: Ahora cantemos hacia el sol,
Cantemos en este verano sin invierno,
Ahora abrázame mi gran amor
En este mundo de tanto amor sintiendo.
 Conde Pundernot: Os abrazo mi gran ilusión
la cual siempre supe que vendría,
ahora os siento tan cerca de mi corazón
que estoy que reviento en alegría.
 Damisela Dachialí: Por fin juntos y alegres,
por fin sintiendo vuestro latido,
aquí en mi corazón en Réquiem
con todo amor bellido.
 Conde Pundernot: Por fin este amor que florece,
por fin esta alabanza cantada,
por fin este amor que no muere
sino que hoy solo canta.
 Damisela Dachialí: Acostémonos aquí amor,
en este lecho que añoro,
quiero dormir junto a vuestro calor
y consumiros hasta lo fogoso.
 Conde Pundernot: Igualmente mi ternura,
vivir sin sentir compás funesto,
sino vos en violín en dulzura
entre este dulce lecho.
 Os desnudo en él y os beso,
tan tenue como paloma,
una mujer que tanto quiero
que beso hasta vuestra boca.
 Damisela Dachialí: Tan único y dichoso de mi amor,
amadme así en esta alcoba,
devoradme oh mi pasión
en esta dulce y poética historia.
 Conde Pundernot: Sigo sin dejaros de acariciar,
sin dejaros de tanto sentir,
os siento tan mía en este arrullar
que no quiero que os vayáis de mí.
 Damisela Dachialí: Sigue con suave ternura,
siento un conde que es de mi carne,
con manos tan jocundas
que abrazan en mi tarde.
 Conde Pundernot: Sigo y seguiré mi fiel dama,
que hoy es la poesía de mi vida,
con definiciones inacabables
por ser una musa infinita.
 Damisela Dachialí: ¡Oh amor mío, oh vida mía,
os amo yo amor mío con toda dulzura!.
 Conde Pundernot: ¡Oh damisela mía, oh locura mía,
hoy todo es una alegría con vos mi dulce vida!.
 Damisela Dachialí: Me consumís en la ardiente intimidad,
no puedo más por tanta pasión,
¡oh qué dulce felicidad hay en este amor!.
 Conde Pundernot: Labios tan suaves,
húmedos en mi prepucio,
son tan solo labios eternales
que hoy me devoran y consumo.
 Damisela Dachialí: Sois entre hombres mi Dios,
al que alabo con todo querer,
el que me cantará con el amor
entre todo mi mundo y fe.
 Conde Pundernot: Oh amada mía,
esto lo que vivimos es dulzura,
es como comer la manzana prohibida
del mismo edén de la fruta.
 Damisela Dachialí: Pero ya me consumisteis,
y qué bien lo seguís haciendo,
me hacéis tanto encender
que no puedo ya con esto. Estoy feliz amor.
 Conde Pundernot: Igual yo ando feliz,
por tanta lasciva de esta pasión sagrada,
la cual me ha hecho vivir
en esta dulce romanza.
 Damisela Dachialí: Creo que he acabado,
el manantial hoy os ha mojado,
cálido mi orgasmo a vos mi amado
todo de amor y con ardor entusiasmado.
 Conde Pundernot: Me habéis llenado,
de vos me baño hoy,
tan cosidos hoy estamos
en este lecho de ilusión,
y en piel tan enamorado que nos damos dulzor.
 Damisela Dachialí: Ahora descansemos,
ya vivimos juntos y felices,
por fin un dichoso cuento
lo que hoy existe.
 Conde Pundernot: Ya cierro mis ojos,
abrazado cerca de vos,
siento vuestro calor aún fogoso
cerca de mi piel mi amor.
 Damisela Dachialí: Y yo una primavera,
donde espero que sea siempre,
cierro mis ojos en esta cama de terneza
ante el anhelo de nuestro amor perenne.
 Y pintaré todo este amor,
siempre así será.
 Conde Pundernot: Y yo escribiré toda esta predilección
que ha ocurrido por días y que seguirá.

 Se duermen los dos enamorados,
juntos sin la destrucción,
por fin consiguiendo un aire mágico
en sus vidas del amor.
 Donde pasaron tantas cosas
pero las cuales terminó,
ahora vino la gloria
en su mismo mundo y pasión.
 Gloria gritó, su luna era ella,
todo en el mundo era su amor
por tan inmensa belleza,
por pintora su damisela
que ama y reama en su corazón.
 No la dejaría ni siquiera
porque la requiere en su ilusión.
 Y que juntos en arte describieran
su nueva vida entre la imaginación.

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