sábado, 16 de junio de 2012


El sepulcro y la vida.

 Nadie se imaginaba que así llegase
que así el mundo diera su último espanto,
más cuando idolatraba al romance
caía justo sin haberlo esperado.

 En un camino hay varios jóvenes
jugando un juego de la vida,
dudando entre cada uno sus opciones
de acabar con la alegría.
 La misión del juego era encontrar,
era como poder descubrir,
quien dio a matar
o quien fue el infeliz.
 En la noche entre ellos
con tal temor,
quería que terminase el juego;
y que no dieran con la hoz.
 Cada uno se dio cuenta
que el juego ya había sido adivinado,
que era el misterio
de la persona de su lado.
 Cada uno con una hoz dio,
cada persona fue cayendo,
sangrando en su mismo corazón
y entre la noche sentía el averno.
 LLegó el momento en que miraron
al mismo cielo,
a lo último dieron a mi costado
y fui poco a poco sucumbiendo.
 Era el anatema del mismo felón,
de la misma fuerza dantesca,
entre su silueta de horror
que terminaba la naturaleza.

 Guardían de mi alma donde estáis?
Do-mi  - ne puro ayudadme,
sé que soy pecador e infeliz
pero venid y perdonadme.
 No quiero ir al vacío buriel,
donde las llamas crecen,
apiadaos de mi fe
y haz que al edén llegue,
siento tal temor mi señor
tal miedo que no había sentido,
que tan solo sienta tú voz
y que me roce mi espíritu.
 Siento el sepulcro del terror,
entre piedras de mármol,
y un vacío negro de temor
al cual no anhelo ir al tártaro.

Confutatis ma-le-di -ctis ledictis,        Rechazados ya los malditos,
flam-misa - cribus addictis,               y entregados a las crueles llamas,
flam-misa - cribus addictis,
vo - ca, vo - -ca me, vocame cum benedictis. llámame con los benditos.
 Confutatis, confutatis, maledictis,
flammis acribus addictis,
confutatis maledictis, maledictis,
flammis acribus addictis.
 Vo  -   ca, vo-   - ca me, cum benedictis,
vocame vocame vocame cum benedictis.
 Oro supplex et acclinis,                   Suplicante y humilde os pido,
cor contritum quasi cinis,               con el corazón casi hecho ceniza,
gere curam; mei finis.                   apiadaos de mi último suspiro.

 Os imploro en este idioma del Réquiem,
que me mandéis al cielo sacro,
no quiero ir a la peste
sino que a vuestro santuario; (glorificado).

 Tuve mis pecados como ser humano,
pero no maté a nadie,
si robé estoy atado
a lo que vos mandes.
 Que la gloria sea como digáis,
que mi alma repose donde queráis,
y si es ahí que la vida la consuma,
si es el diantre mundo
será una llorada literatura,
y si llega a otro rumbo
agradecería mi alma profunda.

 Lágrimas de mi alma sollozan,
es como si la prosopopeya se mellara,
que no hubiese más poesía rapsódica
y que mi resurreción no llegara.

 Era como si Dios me ignorase,
que ni una palabra siquiera dictara,
sentía las sombras de los males
que a su mismo ocaso me llevaran.

       Pero...          

 No sé qué ocurrió,
y no entendí el porqué,
no sé si era yo
o solo la fantasmagoría de mi ser.
 Sé que volví a ver la vida,
que volví a respirar,
que el cielo era analogía
para mi nueva santidad.
 Estaba en otro aroma
pero con el mismo sentimiento,
aprendiendo que hay que ir en idioma
en la vida algo filántropo ofreciendo.
 Sin decir una sola sílaba,
sin haberlo visto,
ese vacío negro no veía
y solo el mundo vivo.
 Después que el demontre se alejó,
quise vivir la vida con lo que faltaba,
luchar entre mi nación
y haciéndome conocer en cada mañana.
 Que en un momento se puede ir
todo aquello que anheláis,
que puede hasta sucumbir
lo que más amáis.

 Volví en la misma persona,
volví al mundo sin ya oír,
como aquel Réquiem sin gloria
entre mi canto que di.
 Pero que ahora oigo sopranos
que vienen hoy a mi,
y son tan sagrados
que me siento en un vivir.
 En un mundo lleno de esperanza,
con las voces más nobles,
entre una fuerza con alabanza
entre estos dúctiles tenores.
 ¡Oh voces cándidas!,
¡oh vida que dio luz detellada!,
por la magia alada
que en el aura descanza.
 Naturaleza veo,
ríos sin dejar de fluir,
montañas verdes y cornejos
que hoy dan a latir.
 Poemas que se entonan,
más en esta lira,
de estos ángeles en rapsoda
por los sopranos de armonía.
 Volví a nacer,
volví a sentir el perfume de la vida,
volví a este amanecer
que tanto añoré en las lavas mezquinas.

 "Era como una pintura,
pintada en cada entramado,
en cada lenguaje en su pluma
en la poesía del cuadro.
 Solo tañendo un pincel
con su escritura lúgubre,
entre llamas del mismo lucifer
y sin muchas luces.
 Pero cantó la música,
y Dios volvió su alma,
la música era la literatura
en un cuadro de su esperanza.
 Réquiem apartó la culpa,
Réquiem eterno salvó,
Réquiem fue la lucha
que en arrepentimiento imploró.
 Cuadro de la música viva,
en esa pintura está,
tan solo que ella escrita
con tanta eternidad.
 Y vive de la hermosa existencia,
de otro aurora sentido,
de su gran prosopopeya
que quiere en su destino,
como la poesía y melopeya
que tañe en su corazón idílico,
siendo una gran epopeya
que en su vida ha latido".

 Ahora debo irme a dormir,
ahora a descanzar,
a seguir con el triunfo de la vida
que me espera ya,
el que me amará
entre la misma poesía del soñar,
entre la misma música de sentir
todo aquello sagrado y pasional.
 Del lenguaje que me quiere y que amo
sin poder decir que es letal,
sino aquel aura amado
que me canta con tenuidad.

(Se duerme en un árbol de la naturaleza
entre los cantos acompañados de los ángeles orfeones)

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