El conde la condesa.
Construyendo aquella musa de cada uno de mis visiones,
donde el buen humano reposa sus sentires, donde roza una manta de un
mundo, de arrullo, de esa efigie que no
se olvida, o si aún la ve, si atormenta por haber concebido un ensueño de su
esperanza. Hombre corre por el bosque vestido de conde y solitario, va entre su
mente suplicios que no lo dejan dormir y estar despierto a la madrugada, llega
a un río sereno, se sienta, frente a él lo rodea la naturaleza fresca, el
perfume de las rosas, la luna rutilada frente a sus ojos ennegrecidos,
firmamento como igual de noches de los ayeres que aún no puede contener su mirada,
incapaz de comprender, ¿por qué si ha intentado buscar su beatitud?, ¡oh el
mismo destino fallida su logro!. “¿Do
está la amabilidad con el ser humano?, ¿do está Dios para que me haga feliz de
una vez?, ¡injusto!, ¡libertina vida, rabia, tirria dentro de mí!, prefiere más
verme entre demencia a mi mismo yo, de recurrir a perjuicios superiores, donde
se ha poseído en mis locuciones recónditos de lo que soy, de mi compás, mi
pluma agitada sin detenerse del mar violento, de mi vándalo tañer… y tan
tranquila esta naturaleza para recibir a un hombre como yo, quizá ella
comprende mi sonero corazón, de disturbio y grito de mi voz, bien sabe aquel
humano hoy qué inhumana la esperanza por no hacerme volver a reír cuando besé
sus labios, donde mi música era otro lenguaje de amor, confesado, listo,
agitado pero de seducción, por sentir más su caricias sobre el lecho, era
diferencia a lo que ha de poseer ahora, nadie ha de entender jamás mi música,
ha de ser un laberinto sin salida al oído humano, sobrehumano en las alturas
del reino, nada más los ángeles y dioses han de conocer, el mismo Orfeo, la
lira domina mi alma, mi alma domina el mundo, el mundo será silencio, en mentes
millones de preguntas, y sus respuestas ambiguas, evasivas, sin corrección, ha
de ser mi orgullo, mi fuerza, este arte que me conlleva vivo, única fortaleza
de escribir, y saber que estará en el rumbo de los que amen la música, pero no
como yo, soy diferente, del siglo y los demás. Así oh poderosa escritura que
hoy mantengo, que misma quemaré pero que me encanta escribirla, saber de lo que
soy... De qué sirven los maestros, si jamás buscan tu verdad, tú origen, tú
descubres la inmortalidad en que has de vivir, poseer, dominar e implorar, más
entre instrumentos a los cielos, que se oiga tu voz”.
Y Me
conozco enteramente8
Benevolencia no presente,
Mi persona será así,
Pero fuera
felizmente
si hay un labio
carmesí,
¿do ha de estar vuestra belleza?,
¿cuán ha de esperarte a ti?,
¡deseo tibia terneza!
Venid más que junto a mí.
Abriré tanto mis
brazos
Que en ellos te quemarás,
Habrá besos sin rechazos
Y en ceniza me
amarás.
"Enamorado de un sueño
Quiere su felicidad
Quiere su felicidad
Ser más que su mismo dueño
Y sin su cruel soledad".
En la madrugada
de esa misma mañana una dama de gran garbo se pasea, con trapos de flores
tejidos, melena larga a color del alba del aurora, rojizo y de óculos mismos
como el paisaje verdoso, bien hombre
contempla tal hipnotismo, da que es su elección de poseer, así como su misma
música lo había poseído, consintió que era el momento de aprovechar, e ir y
buscar, y dar de sí así muera sin amor, hombre valiente lleva sus papeles
escritos, y aquella pluma que lo acompañó en noche, era su material de
consuelo, de refugio de encontrarse con sí mismo, era lo único que tenía, y
sintió que había algo que le volvería la sonrisa, aquella dama, acude y
enfrenta a un desafío que le envía el destino destructor.
Conde: Buenos
días señorita,
Qué dicha es para mí verla,
Condesa: Ah sí y
que más se repita
Conde: Un placer
me es conocerla.
Condesa: Un
elogio me es señor
Conde: Estaba solo y viniste
Hay un logro sin rencor
Condesa: y es porque tú ahora me viste
Conde: Así mismo es bella flor
ahora me sonreíste,
me alegra ver un albor
tus ojos de paisaje existen.
Condesa: Oh buen
hombre halagador,
Gracias por ser tan primor
Y Me agrada conocerle,
Conde: Igual limpias mi dolor,
más saber que
poder verle.
Condesa: No sé
qué es lo que sucede
Pero hay algo que procede,
Conde: ¡Sentimiento
de atracción!,
Que siente en un
corazón.
Condesa: ¡ay Así será oh buen hombre?,
Conde: Lo confirmo
y no se asombre,
Condesa: Nerviosa para el amor,
No quiero sentir temor,
Conde: No sientas oh vida mía
Daos la oportunidad
mereces felicidad
en continua
alegría.
Condesa:
Prometedlo sin la risa,
Sin evasiva en lo amado,
Conde: Prometo reina sumisa
Por renacer mi costado,
Por volverme la sonrisa
En mi corazón llorado.
Condesa: Ven a
mis brazos ternura,
Vive en mí y consume mi alma,
Conde: tu aparición me asegura
Que iré donde ti y en calma.
Condesa: Amor
existe y qué rápido,
de sentimiento mi amor,
Conde: Así consuela y qué sápido
Es sentirte en
mí sabor.
Condesa: Eh Me
sonrojas y qué ávido
Me seduces mi señor,
Conde: Porque soy más que fantástico
Que es tuyo de este hado amor.
Condesa: Oh arde
mi intimidad,
hacedme tu mujer,
Conde: Si mi fiel divinidad
Te acuesto y te hago encender
Entre el pasto de lealtad
Y os hago sentir mi querer,
Condesa: suspiro en felicidad
Susurro en tu boca mía,
Que anduve de esa empatía.
Conde: y qué
sueño me es querida
puedo amarte mucho más ,
sin irme de vuestra vida
y hacerte mía además.
Y Te amo igual
mi condesa,
Que puedo hoy más que besarte,
En estos pastos me besas
seguir hasta devorarte.
Condesa: Siento libídine
ardor,
Mi profundidad mojada,
Tu igual de mi espasmo amor
En ser de dulce llegada.
Conde: Dios mira
esta amada acción,
Que está llena de ardua musa
feliz nuestra
introspección
y de entrega no difusa.
Condesa: Sino
clara de pasión
Que hoy se siente no confusa,
Y así es tal viva ilusión
Que en besos hoy se profusa.
Conde: Nuestra
piel, y nuestra esencia,
Nuestro amor, mi entera ausencia,
cuito hasta que os conseguí,
y me recibiste a mí.
Condesa: Siempre
así todo será,
Siempre así vivirá amor,
Jamás de mi te irás
Porque eres mi buen sabor.
Conde: Así de amor latirá,
así de sueño te quiero
y quien siempre le amará
por el orbe y cielo entero.
Condesa: Igual
soy tuya mi amar,
Mi cuerpo, alma con lo bueno,
Y satisfacer tu ardor
En lecho y después de muerto,
Sin irme mi seductor
Que me infectó y embrujó
Más que en este verdoso huerto.
Conde: ay Qué
gran satisfacción
Me es ya que no hay desierto,
Viva la composición
Que escriba por ti cubierto,
de vencida postración
ante mi amado concierto.
Condesa: mi
amado compositor
cantases nuestro realismo,
ay me siento alegre amor
porque es el romanticismo,
y más tú lo harás de honor
ante salvación del mismo,
donde llenas de valor
al corazón sin abismo.
Conde: Bravo mi
dulce primor,
Excelente lo que explayas,
Mi lenguaje es luchador
Y tu mía a donde
vayas.
Condesa: Así es mi
buen soñador
Que beso en toda mi gracia
Y duermo ante tu calor
Ya que no existe la desgracia.
Conde: Duerme tranquila mi amor,
Que os cuidaré con toda alma,
soy el todo y protector
Que te dará siempre su aria.
El mismo joven
abandonado de sí misma vida, por no haber poseído una pasión de carne, que la
mayoría les habían fallido su corazón, se sentía más que desierto en sus
cantos, y pudo sentir que su vida era la misma perfidia del caos, ignorado del
mismo Dios, prefirió sentir que la única consolación era escribir la postración
que sentía, que veía en su universo, así de lejana situación se aisló
realmente, ya que yació en ese paisaje repentino, se posó, hablaba solo, no
sabía con quién más hacerlo, era una tragedia su vida, su fortunio mismo,
esperaba un aliento de calma para poder volver quizás ver que puede vivir, sí,
así fue, así el destino destructor le vuelve, le da una oportunidad, sintió que
no estaba solo quizás, no sabía que iba a suceder con tal efigie que contempló
en su madrugada mañana, fue el relato para cambiar, retornar sus compases, sus
escritos que sean de más vigor y entonada de su lenguaje, de su facultad
humana, de su alma desprendida a luz, qué mejor con los labios que lo besaban
más aún, que lo envolvían de tal jocundo
encender, de reír y jurar que era su único primer amor de la felicidad, sí, así
mismo el mismo conde solitario tuvo lo que la vida jamás le pudo concebir, de sus
hojas logró sacar el llanto en violines, el piano, clarinetes, violas, chelos,
vivos, que hizo hablar de su gemido corazón, ver la gracia, la gloria de un
humano a la multitud que existe, ya que era tan empedernida su alma, por como
la misma vida vidorria le había tratado, volvió a ver que sus notas eran las que
él alguna vez quiso escuchar en su alma, se podía dormir en paz, y escribir en
donde vaya a ir en dulzura con su mismo amor,
así es, así pasó, así vivió, y así amó, y concilió la paz con Dios, y
pudo sucumbir sin la pena inmortal, y descansa amigo que como tú nadie más ha
de entender el lenguaje de la facultad eterna del vivir amatorio de un arte tan
romántico de la música en definición; si amáis y sufrís, pero vuelve amar,
lucháis y revivís.
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