domingo, 3 de abril de 2011

La lluvia de mis sonidos contaos.



La lluvia de mis sonidos contados

Disturbio entre esa noche de lo mezquino,
eran tañeres que sonaban de torbellinos,
la cual absorbía entre una partitura mí aullido,
moraba de vidorria y alegría del destino,
solo era mi alma que poseía ese sonido,
reflejándoos lo que vivía en silencio de lo clandestino.
¿Nadie sabía que era lo que en ese mundo olía?,
solo era mi introspección que en ese tañer sentía,
caía de las nubes lluvia y vastos truenos,
era como oír el sonido de mi sentimiento,
temblabais tanto ellos del cielo,
feliz siendo en esos roces de rocíos en mi cuerpo,
a lo de una noche solo a ellos oyendo,
y a mí alma misma en silencio,
y sobre mi en ternura tanto sintiendo,
de eso estaba en reflejo viviendo,
viéndoos que las locuras salen en formas de destellos,
que a imágenes hace sentir tu mismo sueño,
y del cual soy amo y lobreguez de su aliento,
no me separo de el ni siquiera,
porque es la eterna estela que dejará siempre en mis letras,
la cobija con quien duermo en sueños de mujeres sacras y bellas,
que brilláis vosotras como cándidas estrellas,
centellean y centellean como la luna al pasto y árboles de belleza,
la cual esa misma luz entra a mis ojos en notas del poema,
a la cual suena alumbrando a mi alma de la naturaleza.
Amaseis sonidos al alma que por esto en la noche de lluvia se alienta,
amaros a ellas de ese ensueño tórrido que acaricio a damiselas,
y consuma mi alma en vesania de la noche entera.
¿Oléis o no tañer al perfume que aromáis las voces sopranos a mi existencia?;
llenándome de ese cielo de la pasión que revienta,
oliéndoos espíritus sopranos que cantan de una voz dulce de la noche fresca,
dulzura en sus labios al expresar su bellísimo canto
que dejan en calma a la lluvia de mi tonada sin llanto,
y enamorado porque aparecen en mi noche sola de lo embrujado,
dejáis vosotras a mi alma sin aliento por sentir su aroma de encanto,
y por fin en esa noche del sueño que siempre tengo se convierte en lo realizado.
Versos en sus voces oigo cantar,
y sin decir nada me acerco y les doy besos sin dejar de acariciar,
sé que sonad muy audaz, pero es la ley de mi vida en su entonar,
dejáis en mi alrededor y en mis manos una magia pasional,
una fuerza que no había tenido antes mi vida tan magistral,
y una pasión que no había olido en siglos de diosas,
y aparecéis vosotras para darme la tonada rescatadora,
la que han de florecer mi lluvia en tonadas de victoria,
y la cual convertís en vuestros cantos de heroica,
de esa polonesa opus cincuenta y tres que suena de gloria,
y la que oigo en la noche durante el poema del compositor de Polonia;
Frédéryck Chopán que canta junto a mi y ante las diosas,
por sus tonadas que da del piano en una noche maravillosa,
todos llenos de regocijo por la pasión que se explota,
se siente en el corazón de vasto ardor,
es la noche que hace explayar mi voz sonadora,
y solo por eso viviré de amor.

Amanece. Callado como siempre sin decir a nadie nada,
quedándome en casa en el aposento de gracia,
solo que escribiendo ante las honrosas letras,
sabiendo que son vosotras el idioma que de mi representa,
que ofreceréis al mundo el vocablo del verbo de mi poema,
ese verbo que conjuga más que la vasta ternura,
que al mundo hace girar y llenarse de mi alma nocturna,
lo que he pasado y vivido de vidorria y dulzura,
solo con eso de lo que representáis vida mía durante la lucha,
sonidos caen y mi nombre en el poema se escucha,
y así podréis cúmulo amar las cosas escritas que he dejado,
vivir en cada línea de lo que había soñado,
oler mi joven alma que siempre había en voces de lo estro entonaos,
que no había desaparecido en la morada del cielo lo amaos,
siempre ha estado ahí mi canto expresado,
mi anhelo de cantar a Dios siempre fue el ósculo de mi canto,
porqué vivéis así los soñadores de lo santo,
o es que somos almas que de esta vida existimos para recitar,
a contar historias en un mundo solo con un piano,
y sabréis que con eso adoraréis sin dejar de vuestra alma jamás,
porque siempre en la escritura de su tañer se amará,
se conjugará a lo infinito de lo que se sabe apreciar,
porque es el nombre que en la noche solo ha sabido en lágrimas amar,
a lo que forma parte de su entero ser,
que la lleva entre árboles espectrales su lobreguez,
y que de esto no va a fallecer,
y que oleréis a lo adulto de la vida desde la niñez,
solo recitando como un vesánico en calles,
naturalezas, playas de lo apasionante,
que no deja de sonar en su oído y carne,
de los sueños de la música adorable.
Al escuchar escucha una música muy sacra de Antonio Vivaldi,
era como los violines y las voces sopranos de una ópera de Don Giovanni,
todo era tan elegante que esa palabra era un “Dandi”,
como mis voces sumisas que al leer se nota mi alma cantando de lo Dandi.
Soñaba en esas escalas con diosas cuando recitaba,
era como acariciar en mis labios de las palabras unas serafinas de magia,
de una hermosura tan sagrada que aquí en el amanecer las adoro con mi alma.
Pero sigue sonándoos entre mis sueños el violín de Antonio,
muestra a Dios en frente de los sonidos que me habla de lo honroso,
Vivaldi dejaste al Domine Deus que escucho como lo más piadoso,
es él el que da a mi poema de una rutilancia de bellísimos tonos,
y que consuma mi alma por lo que siento del surrealismo,
con lo que sueño en esas hojas repletas de sonidos,
que se escucha en recitación mi romanticismo,
un idilio que va más allá del pasado en el Barroco de mí eterno idilio,
buscar y renacer lo que está perdido, que nadie casi ama y ni suena,
solo en pocos lados de esta vida sin esa alma de cuerdas,
de los instrumentos de tonadas que en mi mundo besa,
y que siempre ha dejado la tranquilidad de mi alma de poemas,
la cual habla y anhela bailar de esa sacra música de belleza.

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