lunes, 5 de marzo de 2012

Amor que no fenece por siempre.



Amor que no fenece por siempre.


Aquel cuadro que mis ojos contemplan,
fue aquel cuadro que mis manos dieron vida,
vos ahí entre el piano de luminosa belleza
fue un vestigio que a mi me crusifica,
tan cadenciosa y sonora de melopeyas
era lo que tocabais para mi querida,
vos sentíais tal fuego a esa espineta
que solo vivíais de las fantasías,
una hada pinté entre el murmullo de los sonidos,
como la poca salvación de mi alma,
dando el aliento en su aire querido
a mi vida desierta y congojada,
a través de ese concierto para piano número cinco
que vos en el piano despertabas,
de la obra setenta y tres de amorío
para alibiar así a mi esperanza,
por eso que expresé mi abstracto surrealismo
para solo vivir de esa magia,
son solo pinturas que mojé de cariño
para luego solo estar sin nada.
Porqué me consuela oír aquel concierto,
aquella vida de esos tonos,
son tan llenos de vida y lamento
que me entonan del todo,
así como aquellos instrumentos
que solo suenan y suenan de lo lacrimoso,
que palpitan y palpitan de sentimientos
para solo sonar a mí corazón amoroso,
el cual vive una lidia y un averno
por no oler, ni acariciar a eso maravilloso,
la que tocaba aquel piano tan tierno
entre esos sonidos de amor melodioso,
que solo la veía tocar de ese querer eterno
que me ofrecía apego fogoso,
a veces una pintura habla en lo poético
sin decir que está sollozo,
a veces solo en silencio está viviendo
y solo en su alma él amando,
como a ese amor de su ida introspección
que le zahiere tanto,
a veces quisiera ser evasión
de este mundo tan trágico,
a veces unos felices y otros de pasión
con una fe que Dios nos salve,
y así no yacer contristo en el interior
sino alentarnos más como de esa ave,
la que en su ser se detuvo su corazón
y no sentí más sus piel tan sueva,
donde ya no brillaba sus diademas
los que tenía en su vestido,
era para mi una condesa
la que miraba en gran delirio,
más que la mar y una sirena
era aquella en deidad de amorío,
un cabello áureo tenía mi damisela
joven y de un gran sentimentalismo,
por eso que tocaba el piano de terneza
para ofrecer así su cuerpo bendito,
era mi gran amor de la vida plebeya
hasta que un Dios me la quitó del camino,
cuando se eleva su gran belleza
caen al desdén sus bellos berilos,
caen de su ser aquellos diademas
y su blanco y pulcro vestido,
y de vestigio aún queda sus perlas
y aquel inmenso amor de vestigio,
que hasta en mi alma le es anatema
que Dios se la haya llevado del destino,
no sabía que andaba enferma
no se notaba en sus ojos nada enfermizo,
siempre andaba alegre mi condesa
cuando me hacía el amor infinito,
su corazón siempre lo sentí latir,
siempre tenía una imagen de felicidad,
jamás sentí su corazón sufrir
y todo era en nuestra vida cantar,
será que no quiso nada decir
y no quiso que me preocupara,
solo quería que fuese feliz
y que siempre a su ser la amara,
pero ahora el poema lleva una cicatriz
aquella pintura una vista callada,
donde solo pinté lo feliz
y que en realidad solo está la triste magia,
donde nos acompaña un violín
donde lo tiene mi dócil amada,
sonando en su corazón infeliz
entre mis ojos llenos de nostalgia,
viéndola tan solo a ella ahí
y aquí no a mi bellísima cortesana,
donde no ha dejado de sonar aquel concierto de Mi mayor
sino siguiendo entre su bellísima tonada,
amando así a este refugio de mí gran amor
entre chelos y violines de ese movimiento adagio,
cantándoos como a mi zahiere resquemor
entre aquellos sonidos imaginados,
así como de esa gran modulación
que tiene de aquel poético piano,
a pesar de ser tan funesto dolor
suenan aquellos instrumentos y me suben el ánimo,
como el recordar que os abrazaba de amor
y que no os dejaba de besar en mis brazos,
así era aquellla hermosa pasión
que os parecía a una hada en un santuario,
a una deidad en el mismo albor
vos ahí y yo esta obra tocando,
por eso que me hace recordar tanto a vos
y tanto a vuestra belleza de lo mágico,
vos tan solo que con vuestra voz
despertabáis a millones de santos,
los hacíais cantar de ilusión
como ante nuestro amor amado,
era un vestigio que no olvido de pasión
porque aún suena ese concierto apasionado,
por ser esta pintura mi fe y oración
que pinté en aquel pincel amando,
por ser este presente aún mi visión
hacia a ti entre los brazos cálidos,
y que viviera de ese gran soñado amor
y no sucumbiese en el tártaro.
Así debe ser, sí así debo vivir,
así debe crecer y así debe seguir,
las espadas del frío sueño se abrieron,
mi corazón no fue más vulnarable,
y matanza a esa lanza se envejecieron
y paz vino a mi alma y a ese cuadro de romance,
soñé que a mi amada la veía en mis sueños,
que ella me hablaba tan apasionante
soñé que me hablaba en versos
y descubrí que me quiere en lo delirante,
las palabras jamás de su corazón fueron desprecio,
siempre supe que me amó en cada instante,
no había pecado ante su sentimiento
siempre fui en su alma honrable
siempre la amé en su poético cuerpo
siempre a su divina carne,
ella era poesía y vida de mi anhelo
de estar y querer hasta lo más imaginable,
si pequé fue por haberte hecho tanto el amor en lecho
y por haberte amado más que a Dios en lo honorable,
sería mi único pecado de mi seno
por haberme solo en ti bañado de romance, relacionado,
y olvidándome de Dios quizá en mi pecho
por vuestros ojos tan hechizantes,
que os parece tanto una hada entre chelos
tocando a mí y yo en el piano adorable,
tocando los dos entre ese sacro sentimiento
que tendremos ahora en el desdén apreciable.
Condesa:”Poeta mío y pintor mío,
no os preocupéis de la pérfida existencia,
mi corazón si está fenecido
aún en el cielo está más de tormenta,
ahí está entre bellos sonidos
sonando en la espera de tus poemas,
no creáis que de vos me olvido
vos estuvisteis en mi de latir así no fuera,
vos disteis ese amor que es mi gran vestigio
que aquí renacerá entre las cuerdas,
que yo misma tocaré de cariño
entre violines y chelos con tus poemas,
será maravilloso teneros amor mío
y amaros con toda la fuerza de la naturaleza,
pensáis que Dios es injusto contigo
pues no sino que así es la existencia,
no quería preocuparos en vuestros sentidos
quería veros feliz ante mi presencia,
sonreid y amadme con cánticos benditos
y no os entristezcáis ante mi esencia.
Os quiero más cúspide que el paraíso,
nadie os amará más que yo,
ante vos soy fuego encendido,
fuego de la pasión
que no se apaga ni con el océano infinito
por ser vos ese gran cálido amor.
Así que no os apuréis,
no os angustiéis más,
tranquilizaos y bebed de mi querer,
esta visión es más que real,
porque es aquel amor
que arde hasta vuestra alma celestial,
así no podáis decirme nada,
solo sé que me amaréis,
vivid en un mundo de esperanza
y tenla para que me beséis
y me hagáis el amor en la magia,
y así paz vos tendréis
y mi espíritu explotará de llama,
tanto amor espero que me deis
para ser de vuestro ser íntimo,
para que sea como antes fue
y vivamos aquí entre melodías y amorío,
fuese hermoso ante esa fe
que espero que tengáis a mí querido,
hasta pronto y espero veros
y así gozar y vivir del dulce cariño”.
Qué palabras Dios de mis cielos,
qué amor me tiene aquella condesa,
me ama y qué expresión de sentimiento
es solo que aquella dama sincera,
me hizo ser más que feliz
por tales palabras que recitó del poema,
fue tan solo que en mi sueño
que entró esa dulce esencia,
y así será hermoso amor de mi deseo
hasta que vaya con vos de esa dulce quimera,
viviremos tan juntos de ese enloquecimiento
que hasta Dios sonreirá por nuestra primavera,
que no fue un vals de invierno
sino una paz y un Réquiem de excelencia,
no es aquel demontre infierno
sino una inmensa esperanza de mi belleza,
saber que me ama aquel sentimiento
me hace ser feliz en mi naturaleza.
Ahora mi cuadro a brillado,
la pintura canta ahora,
mi amada me sonríe en lo pintado
y la hada toca un chelo de gloria,
es tanto la visión de lo mágico
que me hace ser una poesía de historia,
un momento ameno de lo enamorado
a la espera de esa hermosa victoria,
me siento con alma y corazón,
me siento vivo de esta gloriosa ilusión,
os amo tanto en mi inmesa alma
que no sé qué decir como en las mil palabras,
solo que sois el vivir de mi,
nada veré del paraíso sufrir y que puedo ser feliz.

“El hombre volvió a su aventura del idilio,
el hombre fenecio lo mismo que su amada,
le dio un ataque al corazón
y se fue al cielo con su pasión esperanzada,
vivió ahí con su gran amor
y la beso tanto en el perfume de las hadas,
pintó un cuadro de ellos de relación
e hizo música y poesía de magia,
tocaron los dos el piano y el chelo de pasión
por vivir tal momento de sus almas,
e hicieron en el lecho del cielo el amor
y mientras lo hacían diosas cantaban,
ante el lecho de su fulgido ardor
que entre besos y abrazos se amaban,
era hermoso de verdad esa unión
cuando esa chispa ardía,
había entre ellos tanto vigor
que en sus seres melodías desprendían,
él ni mismo eso se imaginó
desde que su amada había en su sueño hablado;
así pasó el tiempo de su vida
para vivir de lo más ilusionado,
con ese ser de gran florecer
y no en el fondo contristado,
sino feliz con el arte de querer,
de la poesía recitando,
ante ese mundo de fe
ellos dos ahí alegrados.
Donde no sonaba nada llorado,
sino euforia de los instrumentos,
pasión volcánica del piano
en todo ese ambiente de enamoramiento,
que entre ese lecho de tanto amor se acariciaron
y que vivirán de lo más poético,
así era la vida de aquel oasis amado
donde vivían la música y el amor eterno,
donde aquel hombre tocaba el piano
y a su amada condesa como a un chelo,
donde el rozaba sus brazos
como si fuese aquel bello instrumento,
donde él mismo oía aquellos tonos mágicos
y mientras más incitaba el sueño,
así era su amor entonado
en el cual vivían de aquel cielo,
donde era un libro de poesías
y que no se borraría en la existencia,
solo las letras de la rapsoda recitaría
contando así nuestro poema,
lo que pasé de la tristeza y elegía
para florecer ahora con mi condesa,
así es y debe ser, nada más que esa pasión,
y no debe fenecer porque ya son almas de su relación,
son eternos en ese querer sin idas y desaparición”.

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