El milagro del forraje
Una damisela en la aurora camina con
un bello vestido de flores tejido ante el forraje.
Damisela: ¿Por qué
he de tener suplicio para el amor?,12
¿Dios cuándo he de ser sonriente en mi semblante?
Solo escucho y siento tal férreo rencor
Al confiar y querer a un amor abundante.
Mi vida es un
anatema que me gobierna
que hasta el alba gimotea lo que me averna.
Detrás de unas
rocas oye un dandi conde a esta ferida mujer.
Conde: Beldad criatura
vos que tal murria sentís,
No abriguéis desaliento
que no estás perdida,
el mal no vence si lo bueno concebís,
porque la lasitud torna en vigor querida.
Os ofrezco
estas frutas para que comáis
Y entrego estas dalias para que os adornéis,
Aunque así vos a mí en gran ternura hechizáis
A mis ojos que solo lindura esplendéis.
Turulata la
damisela al encanto del conde
Damisela: Gracias
por ser vos tan decoroso conmigo
Pero no he sido tan bienquista en realidad,
Conde: Linda calmaos que no habrá más tempestad
Os juro sino el feligrés amor contigo
Donde reine la paz y exista buen abrigo
Que conlleva mi suprema noble verdad
Y su piel será con mi fiel felicidad
Y no diréis que Dios te olvida o da castigo
Damisela: Ay presiento
mi espíritu enamoradizo
Todo esto es un sortilegio del mismo amor
Que llega y olvidáis las mismas postraciones
Conde: Donde igual
quedo prendado por vuestro hechizo
Simplemente tú belleza y dulce interior
son mi debilidad luego en tantas pasiones.
Caminan los dos juntos sujetados y sin odio a
la vida esta gentil dolida mujer.
Damisela: Creí
que estaba muerta sin la misma paz
Pero me he dado cuenta que soy muy feliz
Por fin yo encontré a este amor no pertinaz
Sino fuerte, heroico en mí nubla cicatriz.
Conde: Y yo
estaré junto a vuestro cálido aroma
Adorándote con melindres damisela,
besando tus mejillas tenues de paloma
y rozando mis manos en tu piel canela.
Damisela: Así
es amor sin concebir la misma angurria,
Simplemente este ardor que se llama el amor,
Donde el demontre feneció en la feroz murria
Sin evadir más a mi vida del terror
Conde: Así
mismo lo es mi bellísima mujer
Lo importante que nos sentimos muy sagrados
Por unirnos este ecosistema en querer
Donde soy aquel lindo amor inesperado.
Un milagro le
esperó aquella alborada a la noble damisela, quien lo imaginaría que de agobios
la triunfase con toda dulzura.